lunes, 7 de agosto de 2017
jueves, 13 de julio de 2017
Líderes históricos de la Universidad Autonóma Benito Juárez de Oaxaca
El doctor Odavías Martínez Soriano, académico de la Escuela de Medicina y Cirugía de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, presentó el más reciente volumen de su recuento histórico de nuestra Máxima Casa de Estudios. La ceremonia académica, que tuvo una excelente acogida en el Auditorio de Medicina, contó con la presencia del Rector, don Eduardo Bautista Martínez, el Director de la EMyC, Dr. Guilebaldo Cruz Cortés y el autor. En los comentarios estuvimos el Maestro en Sociología don Porfirio Santibáñez y quien esto escribe. Esta presentación ocurrió el pasado 10 de julio de 2017, a las 12 horas, en la ex Hacienda de Aguilera, casa de la acreditada Escuela de Medicina universitaria.
La portada del libro es la siguiente:
La portada del libro es la siguiente:
Este volumen puede conseguirse en la Escuela de Medicina o solicitándolo a través del correo electrónico siguiente: marso2025@gmail.com
Enseguida viene le texto con que presenté tal volumen. La foto de contraportada, que es muy interesante porque en ella se da pormenor de una reunión en donde coincidieron varios ex rectores, más la Rectora en funciones, doctora Leticia Mendoza. Por último una instantánea que al término del evento académico quedó "para el recuerdo". Va pues, mi texto:
Una foto histórica para nuestra UABJO.
LA
PEDAGOGÍA DEL DOCTOR ODAVÍAS
Los
libros que ha escrito y publicado el Doctor Odavías Martínez
Soriano, y que me ha concedido el privilegio de imprimir y
encuadernar en Carteles Editores, son tres. Los dos primeros tomos
tratan extensamente la historia de la Escuela de Medicina de la
UABJO, de la cual es hijoi.
El actual tomo (Líderes históricos de la Universidad Autónoma
“Benito Juárez” de Oaxaca”) pone a disposición de sus
lectores mucho más que la historia de la Máxima Casa de Estudios en
el estado. Vistos en conjunto sus tres libros, salidos de las prensas
desde 2012 hasta hoy, me revelan a un investigador acucioso, que a
través de su obra editada nos está mandando un mensaje que rebasa
el ámbito escolar. Dicha intención autoral, expresada en su prosa
prudente y objetiva, es un acierto, pues desea despertar en el lector
una actitud reflexiva sobre el futuro de nuestra Universidad, porque
tal es el recurso filosófico de la historia cuando se le demanda que
sirva para algo.
Hablar
de universidades en el mundo equivale a hablar de las maneras en que
pensadores y académicos de una época determinada, deciden trazar el
que creen sea el mejor camino hacia la modernidad por donde la
sociedad deba dirigir sus pasos. Naturalmente, dicho camino debe de
pasar a través de sus aulas. Esta mecánica –simplificada por mí–
es la fuerza motriz de las épocas. Los cambios generacionales suelen
ser una de sus más claras expresiones. Adquiere relieve con las
ventajas que nos da la tecnología. El contexto socioeconómico
muchas veces la disfraza para mal o para bien, pero no es posible ver
su evolución “en tiempo real” si no es a través del recuento
historiográfico. Este ensayo tiene esa misión: hacernos ver, como
si fuese la película completa, la biografía de la Universidad
oaxaqueña, narrada por ella misma desde el momento de su nacimiento
en 1955.
La
estructura editorial de la obra se sostiene en la reproducción de
las actas del Consejo Universitario, cuyos originales forman el
valioso archivo documental de la institución. Por ello, este libro
será una valiosa herramienta para aprovechar el aforismo socrático
del “conócete a ti mismo”. El punto de partida es el quiebre de
paradigmas intelectuales que ocurren en 1955, cuando el Instituto de
Ciencias y Artes asciende a Universidad. Llegar a ese punto no fue
sencillo. Los intelectuales y profesores del Instituto, cuyos nombres
vienen en estas páginas, tuvieron que contra argumentar las tesis de
quienes se preguntaban ¿de veras Oaxaca necesita una universidad?
El
Instituto se había fundado en 1827. Fue en su momento, la vanguardia
de la modernidad de una sociedad que reconocía por primera vez los
derechos del hombre, entre los cuales estaba el de recibir una
educación de calidad gratuita y laica, sin prejuicios de raza o
clase social. Había sido posible gracias a la germinación de las
ideas que había sembrado el cura y General Morelos cuando tomó
Oaxaca en 1812. Por ello, en su origen, abundaron en la cátedra los
presbíteros y ex seminaristas republicanos. El Instituto de Ciencias
y Artes de Oaxaca forjó entonces, en medio del caos que fue nuestro
siglo XIX, la más increible generación de liberales que consolidó
los cimientos de la nación mexicana.
Hubo
sin embargo un intento anterior de crear la primera Universidad del
Sur. El obispo de Antequera–Oaxaca don Diego Felipe Gómez de
Angulo recibió la silla catedralicia en 1745ii
y al año siguiente ya estaba mandando oficios a Madrid hasta que
obtuvo del rey de España licencia para crear aquella primera
universidad en 1752, año en que fallece Gómez de Angulo y el
proyecto “topa con la Iglesia”, literalmente... El obispo nacido
en Burgos, España, quien además era abogado, había asumido el rol
de ser el portavoz de una búsqueda de modernidad para Oaxaca cuando
en ese entonces ésta gozaba de una prosperidad económica como
nunca, gracias a la exportación de grana cochinilla. Los ricos
comerciantes peninsulares y criollos ilustrados de Antequera–Oaxaca
sufragarían los costos de aquel colegio superior, pero se opuso al
plan el alto clero de la capital del virreinato en cuyas manos estuvo
la entonces Pontificia Universidad de México... Sus togados no
tuvieron necesidad de desperdiciar mucha saliva ni resolver mayores
silogismos para darle un rotundo no al rey. Era improcedente fundar
una univesidad en Oaxaca por “no poderse hacer dicha fundación en
la forma que se propone, no ser necesaria, ni conveniente, y ceder
totalmente en perjuicio así de esta universidad, como de los
estudios de este reino”.iii
Por
tales años del siglo XVIII se estableció en Oaxaca la que fuera la
tercera imprenta de la Nueva España. Las dos primeras estaban
trabajando en las ciudades de México y Puebla. ¿Para qué se
querría tener una imprenta en nuestra ciudad entonces? Para hacer
folletería catequética y papelería utilitaria, desde luego, pero
sobre todo para hacer libros. Así que estaban dadas las condiciones
materiales para que hubiera nacido aquella primera Universidad del
Sur, pues podría disponer de la reproducción de libros para sus
escolares.
Parece
ser el sino de nuestra Alma Mater tener que batirse como leona ante
las adversidades económicas, pues si en el siglo XVIII cuando hubo
“carne” algún monseñor nos hizo tropezar diciéndonos que era
“vigilia”, cuando por fin se funda el Instituto –por decreto
oficial en 1827– lo hizo en plan de menesteroso dependiendo de las
finanzas públicas estatales que estaban quebradas. Pese a todo ello,
cuánto bien hizo a Oaxaca desde entonces.
No
es muy distinta ni distante la situación socioeconómica y política
de 1955 cuando para modernizarse, el Instituto entrega la estafeta a
la Universidad que adoptó desde el inicio el nombre de su ilustre
alumno y profesor, el licenciado don Benito Juárez. En las páginas
de este libro el lector hallará todas las circunstancias y razones
esgrimidas en el seno del Consejo Universitario, por las cuales el
Benemérito es nuestro Rector Supremo. La intelectualidad de mediados
del siglo XX no solo anhelaban ser modernos, sino precisar y aclarar
el rumbo ideal que la naciente institución debía seguir para
cosechar los buenos frutos de tal modernidad. Es la época en que
nacen su escudo y su himno actuales y resuena en su campus la
oratoria clásica, a la manera de Cicerón. Hay buenos ejemplos de
ello en estas páginas. Aunque han pasado décadas, aquel ejercicio
dialéctico expresado por sus profesores en ceremonias de mucha pompa
y circunstancia, conmoverán al lector contemporáneo por su calidad
argumentativa y la destreza de su metáfora. Todo eso y más se
hallará en estas páginas. Pero también encontrará las horas
críticas, aquellas en que la vorágine de sus crisis internas y el
caos de contextos externos adversos cobraron vidas universitarias,
mancillaron su buen nombre y dejaron en los puros huesos su brillante
pasado histórico. Por estar sustentada en las actas de los consejos
universitarios, vienen los nombres y apellidos de quienes actuaron de
una u otra forma entre los años de 1955 y 2004. Aunque se han
publicado otros libros sobre la historia de nuestra Máxima Casa de
Estudios, éste se caracteriza por llevar al lector a las fuentes
documentales por un camino sin atajos y empleando la mínima
subjetividad interpretativa. He aquí uno de sus valores
bibliográficos.
Pero
así como no solo de pan vive el hombre, la universidad no solo vive
de aulas. Libros y universidades tienen una larga amistad fraternal.
Puesto que me dedico a hacer libros, permítanme recordar un poco de
ello a propósito de esta edición de 680 páginas, que puso al
límite la capacidad técnica de nuestra máquina encuadernadora. En
la segunda mitad del siglo XV, los libreros, impresores y
encuadernadores de libros iban a instalarse alrededor de las
universidades, muchas veces subsidiados por éstas. En la Europa
renacentista donde nacía una universidad, fuera católica o
protestante, allí florecía el oficio nuestro, además del comercio
de libros usados. El estudiante que pasaba de año, vendía su texto
al librero que lo revendía al alumno que recién ingresaba, pero a
un precio menor, por ser de segunda, tercera o cuarta mano... En
cuanto pudieron las universidades fundaron sus propios talleres pues
la demanda crecía y los profesores escribían los textos que
sustentarían en las aulas. La imprenta había nacido en Maguncia y
había impreso por primera vez la Biblia en 1450. Desde entonces nos
han llovido bendiciones a los que nos dedicamos a este oficio, pero
es interesante recordar lo que se pensaba en el siglo XV al respecto:
“La imprenta que acaba de descubrirse en Maguncia es el arte de las
artes, y la ciencia de las ciencias. Un número infinito de obras que
muy pocos estudiantes podían consultar hasta ahora en [la
universidad de la Sorbona de] París, en Atenas y en las bibliotecas
de otras grandes ciudades universitarias, se ha traducido ahora a
todos los idiomas y se ha divulgado por todas las naciones del mundo”
iv
Honra
la portada de este volumen la efigie de un Juárez triunfante pero
ecuánime. La historia de cómo llegó a ese patio esta escultura
está incluida en este libro. A mí solo permítaseme recordar que el
segundo oficio del nuestro Rector Supremo fue el de encuadernador de
libros, tras su afortunado fracasado en Guelatao como pastor de
borregos. Encuadernar libros a mano, como lo hizo el niño Benito
debió enseñarle secretos que años después le serían muy útiles.
Por ejemplo el de la firmeza que a través de la pericia de sus manos
el encuadernador debe darle el hilo, a las páginas frágiles pero
ordenadas de un libro, para que pese a la rudeza o torpeza con que se
le manejare, no se le desencuadernara.
Recuerdo
en mi niñez, que alrededor del Edificio Central de la Universidad,
estuvieron las imprentas y librerías, papelerías y fotocopiadoras
que prosperaban surtiendo de novedades a aquel provinciano universo
intelectual de oaxaqueños del siglo XX. Está por escribirse este
paisaje universitario–libresco de entonces, pero baste decir que
aquella noble tradición de académicos, autores y lectores, sigue
floreciendo. Este libro se inscribe en esa antigua amistad entre
universidades y libros, autores y lectores, no cabe duda.
Conocía
al doctor Odavías Martínez Soriano a mediados de los 90s. Entonces
se desempeñaba como Secretario General de la Universidad. Cuando
entré por primera vez a su oficina y tomé asiento frente a su
escritorio, tuve que estirarme para poder verlo detrás de una
montaña de papeles en trámite. Él tuvo que hacer lo mismo para
verme, pues ambos somos chaparritos. Resolvimos ponernos de pie y
arreglar el caso de unas invitaciones que necesitaba
“urgentísimas”... Vivía nuestro autor al servicio de la
Universidad al ritmo de un trajín agitado a cualquier hora del día
y la noche, pero eso le hizo ver a su Alma Mater desde otras
perspectivas, como son las del servicio al alumnado, la de la
administración de documentos oficiales, la de las relaciones
institucionales con todo el mundo exterior al campus, pero sin glamur
ninguno, y a esos afanes agréguense los de las grillas que nunca
faltan.
Pero
mucho antes el doctor Martínez, cuyo origen mixteco fue muy modesto
(Zapotitlán Palmas, Huajuapan de Léon, 1946), como alumno halló en
las aulas la redención de su condición de marginado socioeconómico.
Por ello no olvida el rol importantísimo del buen maestro que
transmite en el salón, con palabras y gises no solo los datos, sino
los valores culturales de la humanidad que se cultivan en toda
universidad de generación en generación. El alumno debe aprender
los rigores de las ciencias, la importancia del método, todo ello
objetivo, pero también debe imitar la ejemplaridad de sus maestros:
es decir el espíritu de grupo, de servicio y de sacrificio, forjarse
una conciencia cívica que le repita que tiene un deber para con la
sociedad que sostiene a la escuela que le alberga temporalmente.
Conocimientos y virtudes van de la mano en los campus universitarios.
Por
ello es digno de celebración que el doctor Odavías Martínez
Soriano, autor y protagonista durante algunas décadas en la UABJO,
nos ofrezca estas páginas con el afán, creo yo, de decirnos a los
universitarios: así es como llegamos a este punto, así fue como se
picó piedra, de esta manera tropezamos y de esta otra nos pusimos
nuevamente de pie, aunque con mucho sacrificio. Entérate y
reflexiona como hijo de la Universidad Autónoma “Benito Juárez”
de Oaxaca, por favor, conócete a ti mismo.
Claudio
Sánchez Islas.
Carteles
Editores.
10
de julio de 2017.
Notas:
1.
Tomo I: “Grandes maestros de la enseñanza de la medicina en
Oaxaca: 1827–1954”, publicado en 2012 y el tomo II: “La
enseñanza de la medicina en la Universidad Autónoma Benito Juárez
de Oaxaca, 1955–2010, de su consolidación a su acreditación”,
publicado en 2014).
-
“II Plan Diocesano de Pastoral, 2016–2020. La nueva evangelización. Arquidiócesis de Antequera–Oaxaca”. Oaxaca. 2016. p.21)
-
Traffano, Daniela. “De educación superior en Oaxaca en el siglo XVIII”, en Testimonios del Cincuentenario”. UABJO–Fundación Harp Helú Oaxaca. Oaxaca. 2006. pp.13- 26).
-
Febvre, Lucian y Henri Jean Martin. La aparición del libro. FCE–Conaculta. México. 2005. p. 198.
En el orden acostumbrado: Porfirio Santibáñez Orozco,
Odavías Martínez Soriano y Claudio Sánchez Islas.
miércoles, 24 de mayo de 2017
Anselmo Arellanes Meixueiro ha muerto...
In Memoriam
Anselmo Arellanes
Por Manuel Esparza
Son muchos los aspectos de la vida del amigo que ya no está que se vienen a la memoria. Uno inevitable es el del difícil camino de salir de la pobreza. Anselmo vivió en una barriada brava de la ciudad de Oaxaca en una casa típica de los años 40 del siglo pasado de piso de tierra y patio trasero suficientemente grande para meter ganando que su papá compraba en los pueblos del Valle para luego llevarlos al rastro. Por ser el hijo mayor de 14 hermanos desde niño aprendió, a veces a golpes e insultos, el oficio de carnicero de su padre. A los 8 años tuvo que dejar la inconclusa primaria para ir a trabajar de empleado y ayudar así a su madre con los gastos de tan numerosa familia. En el día, de empleado en El Mundo Elegante de Faustino Díaz García y en la tarde terminando primaria nocturna en la Miguel Alemán en 1948. Logró del asturiano que le diera tiempo para estudiar la secundaria a cambio de salir hasta las seis de la tarde incluso los domingos, y estudiar así de seis a ocho cada día.
No le gustó tampoco ser empleado y entró al CRENO a estudiar normal a los 20 años y durante los tres años siguientes de estudios ayudaba a su mamá ya viuda vendiendo dulces en la ciudad. En 1964 como profesor rural fue a enseñar a Santo Domingo Petapa en el Istmo, luego en San Juan Teitipac y Abasolo. Entre tanto, en las noches en la Prepa # 1 siguió sus estudios. En 1968 fue a México donde tomó cursos en Tele Secundaria y entró a la UNAM a estudiar Economía a los 28 años. Con beca de CONACYT sacó maestría en Economía en 1975. No se le olvidó los cursos de Telesecundaria y en Netzayalcoyolt donde vivía comienza en un terreno baldío (¨expropiado¨) la construcción de unas improvisadas aulas con la ayuda de los que querían estudiar que se robaron las láminas de la estatua de Miguel Alemán en la UNAM. Anselmo era el director y su hermano Jesús y Tuti su futura esposa, también enseñaron ahí. Ya para 1980 está el matrimonio de regreso en Oaxaca.
El doctorado lo estudió también en la UNAM con las facilidades que le dio el Tecnológico de Oaxaca donde tenía plaza. Se recibió en 1994, en su carrera mucho le ayudó uno de sus sinodales Carlos Martínez Assad por quien siente un gran agradecimiento. Tres grandes momentos en su vid quiso recordar y un detalle íntimo cuando fue entrevistado el año pasado. El llamó parteaguas en su vida el haber entrado en la Normal, ¨me cambió la vida¨ dijo, pues de lo contrario hubiera sido quizá carnicero o vendedor de ropa. Ese primer nivel lo llevó a otro parteaguas, el Tecnológico de Oaxaca donde la investigación y dirección de tesis fueron de una gran satisfacción. El tercer momento de su vida, fue su esposa Tuti, sus hijas Nimpsy, la Beba y aunque lejana pero siempre al tanto de su salud, la Yeya. Ellas junto con Juanita dijo que le hacían llevadera la enfermedad que lo tenía prácticamente inmovilizado. Los cuidados de ellas, bajarlo, subirlo, llevarlo a México, lo agradecía tan expresivamente que llamaba la atención en un hombre que hasta el final no pedía a los amigos que lo fueran a ver, los recibía bien, como toda su vida, si de ellos salía visitarlo.
El detalle íntimo era que a pesar de los años, el haber estado de niño al lado de su padre en la compra, sacrificio de animales, corte y venta de la carne lo tenía tan presente que lo seguía sintiendo parte de su identidad. Nos quedó a deber la historia de su participación en la lucha sindical para deshacerse de los líderes corruptos que manejaban al magisterio y obligan a los maestros a recibir credenciales del PRI. Fue el inicio de la CNTE que veía él que con el tiempo también se corrompió. Sin embargo, su experiencia como maestro rural y su seguimiento del movimiento magisterial lo hizo crítico de la reforma educativa que es más bien laboral y de control de la disidencia sindical independiente, opinó que el magisterio no se niega a la evaluación, pero que ésta tiene que ser diferenciada en el caso de Oaxaca.
Los que hicimos con él varios proyectos, el periódico CAMBIO con Ismael Sanmartín, catalogar innumerables documentos en el Archivo General del Estado, escribir artículos y libros colectivos con la asesoría de Claudio Sánchez, gozar de la hospitalidad de su familia no sólo para celebraciones sino otras veces en busca de consejo con razón lo llamábamos nuestro patriarca. Y como a tal, le tocó marchar primero. Adiós querido Chemo.
Oaxaca. 24 de mayo de 2017.
miércoles, 17 de mayo de 2017
INVITACION A CONOCER ESTE LIBRO–CAJA VOCES DE NUESTROS BARRIOS
Hola a todos. Extendemos esta cita para ver una publicación de diseño muy original realizada en Carteles Editores para la Secretaría de Cultura de Oaxaca.
Será este jueves 25 de mayo 2017 a las 10 de la mañana en la Biblioteca Burgoa, del ex convento de Santo Domingo.
sábado, 29 de abril de 2017
OAXACA: BAJO LA FRONDA DEL HUAJE MILENARIO
Se presentó la tarde del 28 de abril de 2017 en el nuevo Centro Cultural Municipal de la Colonia Reforma, el libro conmemorativo a los 485 años de la ciudad de Oaxaca, cuya portada es la siguiente:
Fue diseñado y editado por Carteles Editores y su distribución es gratuita. Si usted quiere leerlo, debe solicitarlo a la Dirección de Cultura Municipal.
El siguiente texto es el que leí en dicha presentación.
“OAXACA, BAJO LA FRONDA DEL HUAJE
MILENARIO”.
NATURA Y CULTURA: UNA VISIÓN
DES–INTEGRADA BAJO UN ARBOL DADIVOSO
El
Ayuntamiento de Oaxaca pone a disposición de sus vecinos este libro
de temática local para que el aniversario del día ya muy lejano en
que dejó de ser vil pueblo, o villa, no se disuelva en el olvido. Su
autor y recopilador es Jorge Bueno Sánchez, quien actuamente la
ejerce de cronógrafo.
Aunque
respetabilísimos todos los patriarcas que le han antecedido en el
oficio de Cronistas Oficiales, hombres productivos, educados y
ceremoniosos, nuestro autor heredó de aquellos la grave
responsabilidad de hablarle de Tú y no de Usted al Dios del Tiempo.
Ese es un privilegio únicamente para cronistas. Una suerte de
licencia para volver al futuro. El memorioso debe escribir y
describir en imágenes e imaginarios el efímero tic–tac de la vida
de una Ciudad. Aunque más inasible que el agua y más etéreo que el
aire, el Cronista arrebata con su pluma al impasible Tiempo unos
cuantos párrafos y los convierte en historias contables. Es la
manera como unimos en una sola esencia el espacio y el tiempo, la
natura y la cultura, el mundo y la civilización. En otras palabras,
la obra de Dios y la de los Hombres.
Como
sus antecesores, Jorge Bueno se ha sacado al tigre de la rifa y debe
ejercer a título honorario el oficio publicando para nuestro
beneficio y disfrute. Este año el Ayuntamiento de la Ciudad ha hecho
un amplio e innovador programa de festejos. Pareciera que sangre
nueva no circula sino revolotea en su interior. Aun así, cada día
aprendemos algo nuevo. Aquí van mis reflexiones al respecto.
Circula
la metáfora que dice que en ocasiones el bosque no nos deja ver los
árboles y viceversa. El ayuntamiento citadino ha puesto su mira ya
en la fantasía del 500 aniversario, un fenómeno que deberá ocurrir
dentro de 15 años. En otras palabras, ha sonado el disparo y nuestra
imaginación ha comenzado a correr hacia aquella meta. Fastos aparte,
yo me pregunto ¿Cómo lucirá Oaxaca? Si nos gusta tal cual ,
tendremos 15 años de recreo, pero si nos disgusta como está,
tendremos solo 15 años para componerla.
Para
documentar mi pesimismo haré un par de contextos que tienen que ver
con la historicidad de las ciudades y en consecuencia, con su
construcción o destrucción en el devenir del tiempo.
Primero.
¿Cómo fue el pueblo que yace bajo nuestro piso novohispano? ¿Se
llamaba Luhulaa?
Hubo
una ciudad poderosísima y muy cercana a esta Verde Antequera que
imperó más de mil años continuos. Su poder militar y prestigio
civil se expandió mil kilómetros a la redonda, pero hoy solo nos
queda la fama de su gloria y mil dudas sobre su verdadero nombre, que
olvidamos por completo: ¿Se llamaba Mansión del Jaguar o Monte
Albán?...
Segundo.
Un año antes de que aquella zona arqueológica zapoteco–mixteca,
carente ya de vida, y la vitalísima Ciudad de Oaxaca fueran
declaradas parte del Patrimonio Mundial Cultural de la Humanidad por
la UNESCO, le obsequiaron con solemne reverencia título igual a la
Ciudad Vieja de Aleppo, Siria. Por la guerra civil que sufren, de
ella no queda hoy sino polvo, ruina y llanto. Era famoso el queso de
Aleppo, y cada vez que me echo un bocado de quesillo de Reyes Etla me
imagino el tesoro gastronómico sirio, pues era su hermano gemelo: un
fino queso de hebra que ellos hacían trenza y nosotros bola. Les
tomó decenas de siglos ir levantando los muros de su ciudad pero la
arrasaron hasta sus cimientos en solo 4 años.
Pero
un libro como el que hoy presentamos es ese tipo de magia que le pisa
el freno a mi pesimismo.
¿Por
qué? Porque en conjunto alimenta a la par mis sentimientos y mis
pensamientos. Lo que mantiene de pie una ciudad, sin conflictos
fraticidas, es el respeto al derecho ajeno. Pero lo que mantiene
vivas a las ciudades son sus tradiciones y continuidades culturales.
Este año particularmente el Cabildo ha puesto su énfasis en este
factor. No nos alcanzaría el tiempo observar cada una. Solo me
detendré en el rasgo de la enorme gentileza de los memoriosos
oaxaqueños: sus cronistas.
Son
gentiles en el sentido de ser forjadores éticos de “la gente”,
es decir de una idiosincracia que se congrega en el transcurso del
tiempo en un sitio geográfico elegido. Representan lo mejor de la
memoria colectiva y la respuesta a las preguntas clave sobre el
origen colectivo de toda ciudad: ¿quiénes somos? ¿de dónde
venimos? ¿cómo enriquecemos los patrimonios naturales y culturales
que recibimos ya hechos? Son pues, los guardianes de la frontera
entre la civilización y la barbarie, la historia y el olvido...
aunque generalmente pierden sus guerras. Sus armas son la memoria y
la pluma. Recuerdan y anotan. Su mirada no es ingenua, sino
apasionada, pero su pluma es, siempre, amorosa. Esto los distingue de
los historiadores y los periodistas. A diferencia de estos
encorsetados por la rigidez de la evidencia documental y los hechos,
el cronista palpa la psicología del pueblo y es capaz de construir
un toma y daca comunicativo.
No
siempre ganan sus guerras los cronistas e historiadores con sus
libros, repito. Padecen de incomprensión la mayoría de las veces.
Los Cabildos, en tanto cuerpos colegiados, tropiezan a menudo con la
miopía colectiva de sus intereses partidistas. Mientras el cronista
observa al Tiempo con mayúsculas, gobernantes y gobernados solo
tenemos ojos para un calendario: el electoral...
y
acabamos viendo a la ciudad como un producto vendible, presionados
quizás por ideas utilitarias de “progreso”... y dejamos de verla
como un delicado conservatorio de valores culturales e históricos,
intensamente dependientes de su entorno ecológico, porque fue la
geografía, el clima y el paisaje lo que primero determinó el
asentamiento de los habitantes de lo que hoy es nuestra ciudad. En la
escala del pasado mesoamericano, quizás nuestra Luhulaa
sea tan antigua como Monte Albán... anque quizás no tanto como
Zaachila, que lleva 3 mil años en el mismo sitio. (Según los
estudios arqueológicos han revelado en el libro de Ismael Vicente
Cruz y Gonzalo Sánchez Santiago. Coordinadores de “Zaachila y su
historia prehispánica”. SECULTA. Oaxaca, 2014).
Como
fuere, en nuestra línea del tiempo, y observando su entorno
ecológico, solo el blanco mineral de San Antonio de la Cal es más
antiguo que el árbol de huaje. Podríamos remedar al cuento más
breve del mundo –de Augusto Monterroso– anotando que “Cuando
nuestra ciudad despertó el huaje ya estaba allí”. Arbolito feito
y malquerido, el huaje sigue allí, como fuente de nuestra
onomástica. Identidad vegetal del suelo y el clima originarios. Si
nosotros hoy soñamos con tener fuerzas para vivir y contar esta
ciudad señorial cuando cumpla cinco siglos, ¿cuántos sueños no
hizo realidad este árbol milenario desde que el pueblo fundador de
este asentamiento le amó a tal grado de bautizarle con su nombre
“para siempre jamás”?
Oaxaca
ha sido pues, parcela, campamento, fortaleza, santuario sin muros,
cabeza política y patrimonio de la humanidad. En una palabra: Una
victoria de la civilización, o casi, que ha ido ocurriendo bajo la
fronda de los huajes milenarios en este valle luminoso.
Ello
explaya el nombre de este libro que nuestro autor ha organizado a
partir de cápsulas radiofónicas en las que el contenido cultural se
ha difundido a través del Grupo ORO. ¿Cómo ha logrado sintetizar
tanto en tan poco Jorge Bueno? Quizás por eso sea ingeniero. O
ingenioso. O ingente, porque como todos los de su linaje cronístico,
se ha puesto a buscar con lupa minucias y fechas, detalles y
golosinas y con todo eso, a través de esta selección de temas nos
las ha obsequiado, cual es su deber, como frutos selectos de su
cosecha intelectual.
Ya
lo dije antes, sin memoria escrita y publicada no hay civilización.
Un buen libro es la eficacia de la forma y el fondo, pero como los
árboles, primero antes que los frutos deben conocerse sus semillas.
Siete
capítulos forman la estructura del documento, a saber:
1.”Proemio
y heráldica”. Aquí Jorge Bueno vuelve a tocar el clarín de la
guerra. Hijo del internado militarizado General Ignacio Mejía,
pareciera que ha instruido al corneta de órdenes para que exclame
claramente el “toque de reunión” porque dicho asunto de los
escudos de armas de Oaxaca, pese a lo viejo que es, sigue sin ver la
puesta del sol.
Cada
generación volvemos a él sospechando que no se ha dicho todo y
siendo el caso, ignoramos la energía del nervio que decidió tal o
cual signo, tal o cual color, tal o cual símbolo puesto en tal o
cual posición. En efecto, conozco dos estudiantes de posgrado que
han estado trabajando como gambusinos tras las pepitas de oro que son
los distintos emblemas históricos con que la sociedad en su momento
decidió identificarse de cara al futuro, para ser distintos de los
demás, pero poniendo en dibujo sus argumentos y símbolos de una
manera heroica. Es el caso de nuestro Ayuntamiento, que lleva la
cabeza de Donají como escudo de armas, pero este tema ya lo toqué
abundantemente en mi propio libro. Baste decir que Jorge Bueno ha
vuelto a sacudirle al gato el divertido cascabel famoso.
2.”Templos
de Oaxaca”. En él, nuestro Cronista habla de 31 edificios
religiosos, con los que se distingue hasta hoy el horizonte de la
ciudad de Oaxaca y que son la delicia de la nueva ola de restaurantes
y cafés instalados en lo alto de terrazas, innovación en el
servicio del cultivado ocio que descubrió una bella manera de ver
cómo se dibuja el perfil citadino en el hermoso Valle de Oaxaca, por
medio de campanarios y cúpulas, pero sorbiendo un café o una copa.
Cuando
se visita Chicago, no para uno de bobear viendo lo altísimo de los
templos al dios dinero que caracterizan a su orgulloso distrito
financiero, donde entre otras cosas se fija el precio que tendrá el
maíz del ciclo siguiente. Es su atractivo turístico. En Oaxaca, el
turismo no deja de mirar nuestros templos, campanarios y los siempre
verdes laureles. Este paisaje nos cuenta la galanura de una ciudad
que nos ha dejado como huella de su fundación un hecho mítico a
propósito del árbol feíto. Ocurrió que el primer cáliz con la
sangre y el cuerpo de Cristo fue elevado al hermoso cielo de Oaxaca,
pero bajo la fronda de un huaje. Lo contaron los cronistas y lo mandó
pintar el obispo Gillow. Puede verse en San Juan de Dios. Los
árboles, aunque no lo tengamos claro, son símbolos universales de
la figura paterna protectora.
Hoy
vemos templos que son una maravilla, pero nuestro autor ve más lejos
y nos cuenta que primero fueron ermitas modestísimas, tuteladas por
una cantidad de santos varones a los que el Tiempo borró de nuestro
devocionario.
(3)
“Beneméritos” se llama el capítulo tercero. Son 7 y medio los
personajes, todos del siglo XIX. Parece ser que con excepción de
José Vasconcelos, en el XX Oaxaca no ha tenido hijos ni hijas de
aquel calibre cívico. Los beneméritos son a la historia patria lo
que los santos a la historia novohispana de Antequera. También
tienen su propias capillas, si bien seculares, pero anoté antes que
hasta la fecha son 7 y medio beneméritos los que están en el altar
laico de la patria chica. Ocurre así porque faltaría que el
Congreso local terminara por aceptar o rechazar la solicitud que
hiciera precisamente nuestro autor para sumar al General Ignacio
Mejía Fernández, en base a su intachable vida pública puesta al
servicio de Oaxaca, a la ilustre nómina de próceres.
4.
“Cronistas”. En este capítulo el autor hace gala del linaje que
sostiene el título de Cronista de Oaxaca. No coloca a muchos, solo
atiende a los contemporáneos, pero todos ellos de irreprochable
nobleza intelectual: Guillermo Reimers Fenochio “el memorioso”,
Jorge Fernando Iturribarría “el maestro por excelencia”, Javier
Castro Mantecón “el doctor”, Everardo Ramírez Bohórquez “el
caballero” y Rubén Vasconcelos Beltrán “el maestro”.
Semblanzas muy breves pero necesarias y que nos competen como ciudad
que debería fantasear con cumplir 500 años remediando sus yerros.
Por ejemplo el Ingeniero Bueno arrebata del olvido una tragedia que
se sigue repitiendo: la pérdida de mítica biblioteca de don
Guillermo Reimers. Cito a nuestro autor: “Fue un
estudioso de la historia de México y logra tener la biblioteca
particular más importante en la primera mitad del siglo XX, misma
que se perdió en la década de los 60s por negligencia
gubernamental. Eran 5 000 libros, se gastó su fortuna en conformarla
y el belga Van de Velde se la llevó a vender a los Estados Unidos”
(p. 75)... Quienes la conocieron le endilgaron admirativos:
fastuosa, opulenta, original, llena de joyas bibliográficas y
documentos originales, especialmente novohispanos y del siglo XIX.
¿Sería
mucho pedirle a las autoridades que donde estuvo el Archivo General
del Poder Ejecutivo del Estado –léase ex convento de los 7
Príncipes– se destine para alojar las bibliotecas personales,
archivos, fototecas y fonotecas especializadas que quieran donar
nuestros intelectuales y académicos de hoy, locales y extranjeros?
Me preocupa el destino de los acervos documentales de nuestras
mejores mentes. Les llevó toda la vida y casi todos sus modestos
ingresos conjuntarlos y extraer su savia. ¿No debería una Ciudad
culta y señorial convertirse en su salvaguarda?
(5)
En el capítulo 5 el libro recoge precisamente textos brevísimos de
cronistas oficiales y fraternales. Justamente en el breviario firmado
por el Barón de Humboldt leemos lo siguiente: “El cielo de
Oaxaca es puro, siempre azul y sereno y la temperatura es suave y
agradable en todas las estaciones, con ligerísimas variantes y sus
gentes hospitalarias hacen de Oaxaca una ciudad imposible de olvidar”
(p.82)
Agrega
el autor una cita de Arturo Fenochio que, como la anterior, nos deja
el testimonio de aquel entorno ecológico que alimentaba sus almas:
“Yo no sé si es por la disposición de las montañas del horizonte
–escribió Fenochio–, o por el clima o por la atmósfera cargada
de vapores y algo de humo, por lo que se encienden tanto y tan
seguido las nubes de Oaxaca, ningún cielo me ha parecido hasta ahora
tan vistoso, tan alegre” (p.83).
Fue
este capítulo el que me dio la pauta para proponer la foto de la
portada de este libro. La tomé yo, una tarde de tantas en Oaxaca. El
poseedor de este libro sabrá comprenderla.
6.
A esta “felicidad celeste” de Oaxaca siguen los paisajes
interiores. Una antología de poesías de los siglos XVIII al XX. Ya
los escritores de entonces hablaban de una patria propia, pero el
texto que más me conmovió fue el de Clara Elsa Reimers.. Con
finísima sensibilidad, tan femenina, la autora escribe versos para
conjurar el dolor que le causa un árbol que ha sido talado en el
patio de su casa, cuando los patios de Oaxaca se vestían
necesariamente de al menos uno.
7.Cierra
el libro una colección de semblanzas de los olvidados constituyentes
oaxaqueños del 17. Una vez que la vida civil de Oaxaca entró en
barreno, hundida por diferencias ideológicas y humillada por los
vencedores de la Revolución, hubo que volver a empezar y unir a la
suerte de México entero los maltrechos hilos políticos de nuestro
terruño, Luhulaa, la región de
los huajes que de tan abundantes sus vainas chocaban con las narices
de quienes atravesaban por su bosque. Como en el famoso cuento de
Shel Silverstein, los hijos de Oaxaca deberíamos reconocerlo como
“el árbol dadivoso”. Cada año el Ayuntamiento entregan
reconocimientos a ciudadanos preeminentes. ¿No podría hacer otro
tanto con la naturaleza preeminente que le rodea?
Antes
de leer mi conclusión deseo expresarle al autor, al Cabildo de
Oaxaca, a José Antonio Hernández Fraguas, a Juan Pablo Vasconcelos
Méndez y a Ustedes mis congratulaciones por esta edición y a la
Señora del Sur, como le llamaban en los cincuentas a esta
grandiosa ciudad, mis besos y abrazos de hijo agradecido.
CONCLUSIÓN:
Miles
de huajes de ese bosque originario se talaron para alimentar los
fogones de las cocinas prehispánicas. Muchos más para alimentar los
hornos de cal dominicos con que se construyeron los templos en que
hoy oramos. Cuántos más se talaron del cerro del Fortín para
despojarlo de su ventaja militar en las revueltas del siglo XIX? En
el pasado, ¿cuántos miles de negros esclavos e indígenas peones,
empleados en la construcción de calles, plazas y edificios, se
alimentaron gratuitamente con las semillas de sus vainas color
sangre? No solo fue la obra del hombre, sino las condiciones de flora
y fauna que halló en el entorno ecológico elegido. Con la
interacción de dichos elementos siglos más tarde la UNESCO pudo
reconocer los dones culturales de Oaxaca.
Es
cierto, el huaje de Huaxyacac, es demasiado modesto para figurar en
la historia con voz propia. Como el árbol dadivoso que creo yo que
ha sido, estoy cierto que preferiría mil veces perecer como leña
para nuestras tortillas antes de que nos atreviésemos a olvidarle.
Por
ello clamo, musito o simplemente pienso en silencio:
¡Que
viva el huaje milenario!
¡Que
viva Oaxaca!
Claudio Sánchez Islas.
28 de abril de 2017.
Fuentes:
Bueno
Sánchez, Jorge A. 2017. Oaxaca, bajo la fronda del huaje
milenario. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez. Oaxaca.
Mumford,
Lewis. 2012. La ciudad en la historia. Sus orígenes,
transformaciones y perspectivas. Pepitas de Calabaza, España.
Vicente
Cruz, Ismael G., y Gonzalo Sánchez Santiago. 2014. Zaachila y su
historia prehispánica. Memoria del quincuagésimo aniversario del
descubrimiento de las Tumbas 1 y 2. Gobierno de Oaxaca–Seculta,
Conaculta y Ayuntamiento de Zaachila. Oaxaca.
martes, 4 de abril de 2017
EL TREN DE LAS BAYUNQUERAS, DE MANUEL MATUS
En San Francisco Ixhuatán, municipio de Juchitán, se presentó la novela más reciente del escritor oriundo de esas tierras calurosas: Manuel Matus Manzo.
Su portada es la siguiente:
Su costo es de $150.00 y se consigue con el autor, al mail: manuel_matus19@hotmail.com
El título tiene un vocablo raro: bayunqueras ¿Qué significa?
La gente de la región llamaba así a las mujeres que subían al ferrocarril en una estación para llegar a la siguiente y mientras tanto vendían entre sus pasajeros su pequeñas producciones agrícolas, de pesquería y artesanales. Daban un servicio invaluable pues movían la economía con el ritmo del tren de ida y el de vuelta, además de que escuchaban o contaban las cosas de su alma y otros asuntos más banales para hacer más ameno el viaje y los negocios.
POSDATA: Mi amigo el profesor José Cisneros, me comentó después de que subí esta entrada, que tuvo unas tías que eran bayunqueras, pero que el viaje no era solo hasta los pueblos vecinos, ¡sino hasta la ciudad de México! Ellas lo hacían regularmente pues de eso vivían. Ya me imagino las aventuras que han de haber vivido entonces, con el comercio a larguísima distancia, como ha caracterizado a los zapotecas desde tiempos prehispánicos.
POSDATA: Mi amigo el profesor José Cisneros, me comentó después de que subí esta entrada, que tuvo unas tías que eran bayunqueras, pero que el viaje no era solo hasta los pueblos vecinos, ¡sino hasta la ciudad de México! Ellas lo hacían regularmente pues de eso vivían. Ya me imagino las aventuras que han de haber vivido entonces, con el comercio a larguísima distancia, como ha caracterizado a los zapotecas desde tiempos prehispánicos.
Cualquiera pudiera tener la tentación de llamar "bayunqueros" a los vendedores del Metro de la CDMX, pero no, porque éstos son una mafia, en cambio las bayunqueras eran madres de familia, hijas y productoras directas. No he escuchado antes tal palabreja, pero el diccionario de la RAE la asocia con un despectivo usado en Centroamérica. En el Istmo de Tehuantepec tal arcaísmo designaba el oficio femenino de comerciar a bordo del tren, beneficiándose de una clientela encerrada y contagiada de compañerismo a causa del trayecto, el clima y la lejanía de todo confort. Así pues, el tren era también la vía de las novedades que llegaban a los pueblos, se escuchaban, se "arreglaban" y se volvían a soltar sobre los rieles, para que corrieran con sus propios "pies" para un lado o para el otro, quién sabe con qué consecuencias.
El caso es que estamos a fines de la revolución mexicana y hierve la zona de alzamientos y bandoleros. Hasta allá es enviado para sosegarla el personaje central: Lázaro Cárdenas, entonces mocetón, y es el tren de las bayunqueras el eje de su vida y "milagros" en esa etapa de su vida. ¿A qué fue realmente Cárdenas al Istmo de Tehuantepec? Eso sin contar que se enamora de una bella paisana y le deja un hijo en el vientre... En la Mixteca (rumbos de Juxtlahuaca) escuché leyenda similar de un enamoradizo general Cárdenas... Pero "tenorios" aparte, el discípulo de Calles debió haber sido mandado allá con una misión muy concreta y muy secreta. Es una pregunta sin respuesta clara hasta la fecha, lo que aprovecha Matus para convertirla en novela.
El escritor Matus ha retomado lo que se dice aun, lo que se quedó grabado en la memoria del pueblo, el rumor, el chisme y las sospechas nunca despejadas del robo del siglo en la región istmeña: todo el oro de la famosa Juana Cata, que fue sacado del Istmo precisamente en alguno de esos trenes... eso es lo que se sigue escuchando por ahí.
Este libro es, por supuesto, una novela. El texto de su contraportada es el siguiente:
“El
Tren Dorado se fue bañado en oro, así decidió Lázaro acabar con
odios, asaltos, muertos, levantamientos y demás formas de sangres y
fantasmas. Lo hizo fundir y bañarlo sobre el tren más dorado. La
chapa hizo parecer una joya entera. Un tren de oro que se fue con el
sol de la tarde y que una mujer no quiso tomar.
Tres
meses después de la partida de Lázaro, habría de nacer un niño a
más de doce leguas de Jerónimo Santo, en un alba a media luna,
siendo un sábado de agosto, bajo una leve llovizna, con una semana
de constante duración. La madre era Benita. Benita supo mantener
hasta ahora el secreto con amor y disciplina, tal como lo había
jurado frente a la Cofradía, y sin revelar el nombre del padre desde
aquella noche que la despidieron de Jerónimo y la embarcaron en una
carreta. Como las aves, Benita y su niño otra mañana emprendieron
el vuelo, hacia un lugar que nadie supo entonces.
Queda
dicho eso ahora, porque después Lázaro fue un hombre disparado por
la gloria y las estrellas, tiradas aquí por el viento que él las
supo recoger en su solapa. Nada más por eso debe ser bueno no dejar
en el olvido que algo hizo aquí, y ni cerca que fuera por bienestar
mío, a nada aspiro después de los años que haber muerto, sobre
todo morir en aquel tren amarillo, sin que nunca hubiera de orar,
hasta que un día mis polvos fueran llevados por el viento.”
Pero no le demos más vueltas y dejemos que una alumna del autor, María Fernanda Silva Bante, oriunda de esas tierras, sea quien nos obsequie la reseña que leyó en Ixhuatán en la presentación de "El tren de las bayunqueras" el pasado 21 de marzo de 2017.
Le cedo, pues, el espacio. CS.
El
Istmo o la tierra de la ensoñación
“Pensó
estar en un lugar de sueños: el ferrocarril, las mujeres, los seres
desnudos en la noche, su mismo sonambulismo, su razón de escribir en
su cuaderno.”
Por María Fernanda Silva Bante
Internarse
en las tierras míticas del Istmo de Tehuantepec, es como ingresar a
un relato fantástico, en donde personajes y seres extra-ordinarios
conviven en una cotidianidad envidiable. Lo mejor viene cuando estas
dos visiones se conjuntan para materializarse y volverse libro.
El
tren de las bayunqueras,
del escritor ixhuateco Manuel Matus Manzo, es la narración del
esplendor istmeño. Si tuviera que nombrar a esta novela, la llamaría
fantástica por la forma en la que se presentan los siguientes
aspectos: el espacio, el ambiente y los personajes.
Jerónimo
Santo es el escenario de la mayoría de las acciones de los
personajes: es el lugar al que el protagonista, Lázaro -que bien
puede estar inspirado en el Lázaro Cardenas real y sus andanzas en
el Istmo de Tehuantepec-, es enviado para calmar los últimos brotes
de rebeldes que aún quedaban después de la Revolución, así como
el cumplir con la búsqueda de un tesoro. Antes de su llegada, había
escuchado rumores de estas tierras extrañas, sobretodo uno acerca de
mujeres que embrujan a los hombres. Es el hogar de los amores de
Lázaro, de personajes que se vuelven nahuales y de la estación que
albergará al tren amarillo, el tren del General.
¿Quién
nos narra esta historia? A través del diario que dejó el general
Lázaro, su más fiel lector, el soldado Teodoro o “Todó”,
cuenta lo sucedido. Haciendo homenaje al papel de la memoria, el
narrador rompe con el orden de la historia, iendo y viniendo de una
escena a otra, logrando que el lector se impregne de extrañeza por
los cambios abruptos en la narración. El tiempo está a merced del
capricho de Todó, pues la fragmentación de la trama permitirá al
lector conocer el pasado del protagonista, y a la escena siguiente
observar sus caminatas nocturnas, en donde la somnolencia y la
inconciencia lo harán descubrir el misticismo de la tierra en la que
se encuentra.
Desde
el inicio de la novela se observa el desfile de personajes que se
combinarán con el ambiente misterioso. “No podía ver, digamos,
los cuerpos completos, bajo las enaguas los pies apenas se dejaban
ver, caminaban por sobre el aire”, las bayunqueras son lo primero
que captaron sus ojos al llegar a la estación de Jerónimo Santo. A
partir de ese momento, las mujeres adquirirán un papel protagónico;
su misión: predecir y ayudar a forjar el destino del protagonista.
Con descripciones que rayan en lo poético, el autor da muestra de la
actividad de estas mujeres: vendedoras que vuelven al tren su
territorio, cofrades y guardianas de los secretos istmeños,
cómplices del general y amantes de todo aquel que esté dispuesto a
amarlas durante su estancia. De esta forma, esta tierra contendrá
los actos amorosos del que Lázaro será presa. Se respira un aire de
erotismo gracias a la presencia de frutas tropicales que ellas mismas
le entregan, como una invitación al goce. La comida se vuelve parte
esencial en la ambientación: bebidas como la taberna, atracones y
banquetes que le permitirán a Lázaro adentrarse a un mundo que está
más allá de la realidad, sin dudar él de ello.
Uno
de los personajes mejor construidos es Juana Cata: “Ella es una
mujer fuera de tiempo y circunstancias. Lázaro no lo sabía. Había
muerto hace siete años… una anciana a la que nadie quería olvidar
por su obra benefactora. Hasta el oro en exceso que iba sobre ella
parecía más viejo… Sin embargo, estaba allí porque quería
conocer al general”, este personaje representa el paso del tiempo
“la madre de estos lugares”, la voz del pueblo que sufrió los
estragos de la Revolución. También es la muestra de la añoranza
por el pasado, la metonimia de lo que ha quedado atrás y no volverá.
Oráculo que predice el destino del general, es una de las que
también le advierte sobre las mujeres.
Otros
personajes presentes, propios de una narración istmeña, son los
taganeros o seres nocturnos que gozarán del cuerpo de la mujer
dormida; la mona Chintacamaya, Charis, Gonzalo de Murga o el poeta
azucarero... hasta el mismo tren que adquiere conciencia para
mostrarnos de lo que ha sido testigo. La combinación de voces del
pasado, presente y alrededores del protagonista cuentan las creencias
de los Binizá
(gente del viento que cayeron de las nubes): las memorias de todo un
pueblo.
De
esta forma todo se resume a una historia sobre la lectura: Ingenio
Santo Domingo como el pueblo que guarda una biblioteca prodigiosa,
Ixhuatán o el pueblo hoja/libro que posee casas con forma de libros
abiertos, mentiras que se cuentan para hablar de experiencias que el
lector encontrará fascinantes. Una tradición mística que no debe
quedar para unos cuantos, una lectura que merece provocar ensoñación
a más lectores, que sin duda quedarían maravillados del poder de la
tradición oral que poseen los habitantes de estas tierras.
jueves, 30 de marzo de 2017
El San Diario del Mezcal...
... tierra de magueyes y mezcales es el título del nuevo libro que publicamos en Carteles Editores.
Es fruto de la pluma e inspiración y experiencia de Alberto Sánchez López.
Hicimos una composición de su portada con una de las imágenes del libro y es la siguiente:
Es fruto de la pluma e inspiración y experiencia de Alberto Sánchez López.
Hicimos una composición de su portada con una de las imágenes del libro y es la siguiente:
Pero por tratarse de un tema de interés gastronómico subimos su reseña en la siguiente liga. Rogamos al lector picarla para que le remita automáticamente:
https://www.facebook.com/CofradiaDelMoleYelMezcal/
O bien entrar a Facebook y buscar la página de la Cofradía del Mole y el Mezcal de Oaxaca...
Gracias.
martes, 10 de enero de 2017
El Carnaval de la Chinantla Alta
Tanto clamor mío en el desierto para
que los escritores de Oaxaca (mis alumnos, esencialmente) trabajen la crónica y dejen de lado sus
lacrimógenos poemas, ha tenido por fin un eco: “Kolao' kia' Dzä
Jmii”, escrito por Eleuterio Xagaat García y que ha sido publicado
en estos primeros días de enero de 2017, salido de las prensas de
Carteles Editores, pero editado por la CDI (Comisión Nacional para
el Desarrollo de los Pueblos Indígenas).
Su portada es la siguiente:
La dirección de la que viene tan rico
manejo del lenguaje es la Chinantla Alta oaxaqueña, montañas de clima frío que están “a caballo” en los picos de la Sierra
Juárez o Norte. Unos pasos más allá, cruzando su altura máxima
que se llama Cerro Pelón, sus cerros comienzan a descender hacia la
vertiente del Golfo de México. De este lado de ese espinazo están
los pueblos de Comaltepec, Quiotepec, Temextitlán y Yólox, donde
sucede lo que en este libro se narra tanto en la lengua nativa, el
chinanteco, como en español.
El chinanteco tiene al menos tres
variantes, asociadas a la altitud en donde viven sus hablantes. Dicen
que entre los de la Alta y los de la Baja no se entienden del todo.
No sería extraño, pues el aislamiento en que han vivido pueblos tan
antiguos modificó el sonido de sus palabras. La carretera por la que
se puede llegar es la misma que se toma hacia Guelatao e Ixtlán, de
este lado y Valle Nacional y Tuxtepec, de aquel lado de la
cordillera. Tal camino pavimentado data de la década de 1960...
El tema del libro es lo que sucede en
“el carnaval”, una fiesta muy ruidosa que casi todos los pueblos
indios de Oaxaca esperan con ansias, pues el humor se desborda, se
bebe y se come abundantemente, se baila, canta y llora comunalmente.
Son días desenfrenados donde el pueblo se mofa de sus gobernantes y
leyes, pero más como un juego que como un postulado ideológico. El
cronista don Eleuterio Xagaat me ha sorprendido por la pulcritud de
su relato y por su eficacia narrativa pues desde el principio nos
coloca en el centro del escenario chinanteco donde el mundo “viejo”
morirá para darle paso a uno nuevo, pleno de vida y sentido. Por
esta razón es que esperaríamos muchas más crónicas que poesías
entre los escritores locales, pues la realidad de lo que sucede en
cada rincón de pueblos y ciudades supera con creces a la
imaginación, pero hay que estar listo para verla y contarla.
-->
Le acompañan excelentes fotografías (aquí usamos 2) que, supongo, son del mismo autor. Enseguida reproducimos solamente
el capítulo primero, tanto en chinanteco como en español, pues la
edición es bilingüe. Lamento que no le haya acompañado a la
edición un buen prólogo, algunos datos del autor y un contacto para
conseguir un ejemplar. Supongo que la CDI se encargará de circularlo
entre los pobladores de la Chinantla Alta. Ojalá.
Va pues la versión en chinanteco:
Y ahora en español unicamente el capítulo 1: