domingo, 12 de enero de 2025

Historia de la Virgen de la Soledad de Oaxaca, por Selene García Jiménez

Se publicó hacia el final de diciembre de 2024, un libro fabuloso, extenso y profundo, titulado: “Imagen, santuario, culto y patrocinio: la Virgen de la Soledad de Oaxaca, 1682-1819”, con algunas ilustracones, de la historiadora Selene del Carmen García Jiménez, ex alumna de la UABJO y ahora investigadora del IEE-UNAM. La obra aparece como coedición entre el Ayuntamiento capitalino y la UNAM. El ejemplar que leo se lo debo a la cortesía bibliográfica de Efraín Velasco. Su portada es la siguiente:


Portada de la edición, 2024.

La Virgen de la Soledad es la sacra patrona católica de la Ciudad de Oaxaca, antiguamente del obispado entero y hoy, de toda la geografia estatal, pues en cada iglesia por pequeña que sea, siempre aparecerán tres advocaciones de María: la Virgen de Guadalupe, la Virgen de Juquila y la Virgen de la Soledad. Las he podido ver a lo largo de mis viajes al interior del estado. Vale escribir de este libro una reseña, así sea breve y contrastada con las ideas de la autora, oaxaqueña, si bien con los aires culteranos que impone el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM a todos sus discípulos. Eso es bueno pero renguea de una pata, al apostar a ser tan impecable según los cánones académicos del siglo XXI, que aprecian más el pizarrón que sus ventanas que les encierran en cubículos. La autora confiesa que para resolver el “rompecabezas” ha recurrido a dos disciplinas académicas: la historia social y la del arte. Dado el periodo que abarca su tesis de doctorado, faltó la fuente viva que solo la etnografía puede proporcionarnos, pero como es casi imposible hallar testimonios populares de la vida cotidiana antes del siglo XIX, para un académico que requiere de fundamentar sus dichos resulta un problema imposible de resolver. Si bien, en mi opinión, las expresiones populares de devoción actuales a las tres advocaciones, más mucha otras, son como el último estrato de un comportamiento social que viene construyéndose desde el momento mismo en que la historia y la leyenda se juntaron para dejarle en claro a los residentes de la Ciudad en el siglo XVII, que ésta era una ciudad elegida por Él, una “Jerusalén” por voluntad divina, de acuerdo al pensamiento de la época.

La investigación es de primera, de primerísima calidad, bien estructurada por la autora, al grado de parecer que hay simpatía entre ella y la sacralidad tutelar de Oaxaca.


Imagen actual, con que se celebraron los 400 años de su llegada a Oaxaca. 
Detalle fotografiado por CSI.

Por más devotos que seamos los oaxaqueños de La Soledad, siempre la miraremos tras el cristal teológico y no el “ilustrado” post–liberalismo bayonetero de la masonería siglo XIX, o peor, el pistolero “carranclán” de los caudillos norteños post-revolucionarios. La veremos siempre como la presencia solidaria y amable de la Madre de Jesús, atribulada por “la muerte del Mesías”, a quien ella trajo a la carnalidad-humanidad, al polvo de los caminos y al seno de un pueblo de descreídos, idólatras y desleales. Esta escena de orfandad–soledad teológica (que no filosófica ni política) la he visto repetida docenas de veces como periodista durante los conflictos civiles políticos oaxaqueños que me ha tocado presenciar o conocer, desde los ochentas del siglo XX hasta el presente. En cada madre india que cubre su cabeza y hunde su llanto en su rebozo, hay una Soledad que irá al modesto panteón pueblerino a sepultar el fruto de su vientre, caído en el reclamo de algo, en la represión caciquil o simplemente en la fortuita rueda de la fortuna que es la vida. ¿Quién puede consolar tal pérdida? Solo una imagen sacrosanta. Cada vez menos la Virgen de la Soledad. Cada vez más, la Virgen de Guadalupe. Cuestión de épocas y de labor presbiteral de la diócesis. Como fuere, en tales momentos se implora, se clama, se ruega, el auxilio divino para el alma difunta. Elites y plebe, no dejamos de expresar mentalmente una petición a Ella, en esos momentos de soledad radical.

El libro –magnífico para un ilustrado– puede leerse como información fidedigna que en nada mella la verdad que de boca en boca ha sobrevolado desde el siglo XVII, en que una leyenda popular ha establecido el origen misterioso de la santa imagen. Es el caso del “burrito” –ser vivo, pero irracional, diría Darwin, pero animal tan digno que sobre él entró montado Jesús a Jerusalén, el “domingo de ramos” y también montado sobre un humilde burrito entró David a construir la Jerusalén que hoy conocemos. Así que ese solo detalle, dio para varias páginas en esta investigación. Una recua de carga anónima, fue elegido para aposentar el contenido de su preciosa carga en estas lejanísimas tierras respecto a Sevilla, porque la Madre de Dios nos eligió como “tierra prometida” para la expansión del evangelio cristiano en la colonización de un enorme territorio sureño y pagano.


Antigua portada de 1640, de la Virgen de la Soledad en Madrid.
Nótese el parecido iconográfico con la imagen tallada en la fachada de la Basílica menor.


¿Es verdad que la Ciudad de Oaxaca es la más señorial de aquí a Guatemala, La Antigua? Sí lo es. Lo demás es “aldea tribal”, una proto cultura asociada más a su propia supervivencia que a la fundación de las pequeñas ciudades estado. Aun cuando permanecieron como en un escalón más abajo de toda cultura urbana, en poco tiempo se esforzarían por construir su propio Jerusalén, iniciando por levantar una capilla, una ermita, una enramada que alojara a una divinidad, de la que irían aprendiendo todo, no sin conflictos vecinales, no sin dudas íntimas, no sin refunfuñar algo. Si bien la Ciudad de Oaxaca existe oficialmente desde 1532, pero antes de la llegada de la “vera efigie” de la Virgen y de Jesús resucitado en un mismo embalaje, fuera la verdad histórica o la verdad prodigiosa de la leyenda, o ambas, no pudo haber ofrecido la resignación más anhelada de todo mortal.

La autora, Selene del Carmen García Jiménez, observa n documentos hallados por muchos archivos distintos, con lupa, a quienes han sido los autores intelectuales y materiales de la construcción del santuario y convento de La Soledad, en el siglo XVII. Fue una obra pública faraónica. Sus albañiles debieron haber tenido una experiencia bárbara, pues el terreno era la falda misma del que se conocería como del “Calvario”, en la puerta poniente de la naciente ciudad. Ignoro si se haya hecho arqueología urbana en su suelo, pero de que fue construía para la eternidad lo demuestra su fortaleza ante una larga lista de temblores y terremotos. Esa fortaleza fue delicadamente diseñada para expresar una belleza barroca apabullante, que luce hasta el día de hoy, si bien no es fácil “leer” el programa iconológico que contiene y el cual la autora va enlistando con minucia y gusto. Ese siglo y el siguiente, marcarán los cien años de súper bonanza económica de Oaxaca, gracias a la grana cochinilla –un tinte de origen animal–; al azul, otro tinte azul de origen vegetal, y a la maquila de paños de tela de algodón. Los tres ya eran explotados por el imperio azteca o mexica, pero su globalización profesional llegó entre el XVI y XVII con los repartimientos y bajo la administración colonialista de peninsulares y criollos. Se les achaca la “explotación” de las comunidades indígenas, cosa que no se puede negar, pero ¿acaso no sucede lo mismo con el T-MEC? ¿Acaso no debe la ciencia económica repetirnos que el mundo “perfecto” solo existió en la desatornillada mente de Stalin, en la caciquil de Maduro y en la de otros seniles que han tenido todo el poder político?

Como fuere, había trabajo y efectivo circulante, vehículos de una fe que no se expresaba sino en sermones dichos o impresos, o sus frases, que aunque buenas, se las llevaba el viento, mientras no fueran impresas. La autora se basa en muchos sermones impresos que se preservaron en distintos archivos para hacernos el retrato del pensamiento/sentimiento de la época.

Pero volvamos a lo esencial: Antequera–Oaxaca es “elegida” por Cristo y su madre como “tierra prometida” en algún momento del siglo XVII. A partir de es prodigio, la Ciudad de Antequera-Oaxaca adopta su destino celestial. Los documentos, los testimonios, las pruebas documentales dirán una cosa, pero para el imaginario popular, así es como se funda la sacralidad de una ciudad “elegida” desde los cielos. Es un asunto de su fe, no un teorema ni un silogismo. El libro, que analiza cada detalle, cada documento, cada mención bibliográfica de la época, cada personaje participante, no puede llegar sino hasta donde sus fuentes documentales le permitan. Sin embargo, hay una fe popular –anónima e imparcial– no descrita, ni escrita, que hace que todo lo que contenga el libro pase a un segundo término cuando se recurre a lo inmaterial de la Fe, que es energía que mueve montañas, reconoce milagros y acentúa una identidad colectiva cultural metafísica, que puede expresarse más bien en la teología del Nuevo Testamento que en los papeles archivados. Es tan humana esta voluntad que aun los norteamericanos tienen fe en que todo el continente les fue escriturado por Dios...

Selene García Jiménez invirtió una década de su curiosidad intelectual y volitiva en la explicación de un fenómeno de masas que ocurre según el calendario litúrgico no solo en la Ciudad de Oaxaca, sede de la silla obispal y escenario de los intereses encontrados de las élites mercantiles que se dan el lujo de hacer un “club de Tobi” y de heredárselo de padres e hijos. No explora en la devoción popular, en la anónima, en la de masas, en la suburbana ni en la rural, que son las únicas que perviven al momento de sacar esta edición. Las élites que conformaron la Archicofradía de la Soledad, apellidos que nos suenan familiares porque hicieron algo más que rezar y tomar chocolate, evolucionaron hacia distintos giros y puede decirse que sus descendientes vivieron hasta la época de la Revolución mexicana, cuando definitivamente se borran de nuestro plano urbano. Hoy, las hermandades o cofradías de La Soldad y todos los demás templos, tienen entre sus mayordomos a gente común, de la clase popular y media. Ellos sostienen el pulso de la vida espiritual de cada templo, si bien, tampoco escriben nada ni dejan testimonios sino anécdotas de misión cumplida. ¿Por qué? Porque no gastan para el mundo, sino para asegurar el tránsito a aquella Jerusalén celestial prometida desde el XVII.

Observar por su documentación solo a las élites letradas que pujaron por ser “más papistas que el papa”, es bueno, pero disloca parcialmente la devoción hacia la Madre de Dios que, tallada en piedra, aguarda la prometida promesa de su hijo de la resurrección hacia una vida plena, espiritual, álmica, en donde desaparecen las penalidades del mundo y sus jerarquías, los intereses egoístas de clase, de élite, de linaje y de riqueza material.

Imagen de 1816, ya en plena guerra de Independencia.
Esta imagen correspondería a la vigen que está en el altar mayor, hasta hoy. 
Su vestimenta y su posición son distintos a la madrileña..


Aun cuando sus datos son iluminadores de la fábrica material de la faraónica construcción de la iglesia y convento de La Soledad, pagada toda por el benemérito Otálora y Carvajal, cuyas rentas de la venta de grana cochinilla invirtió allí totalmente, falta el acercamiento al impacto que dicha veneración produjo entre la plebe, entre otras, la de las chinas oaxaqueñas, una casta formalmente reconocida en el mundo novohispano. Tal casta se compuso de la descendencia entre negros e indígenas, es decir, el real mestizaje social. Muchos esclavos negros y sus familias debieron haber trabajado en la cantera de tan enorme proyecto, pero no se sabe mucho más de ello. Un sector social que fue definitorio en la guerra de Independencia de México, cuando los criollos en lugar de aprovechar, desperdiciaron la época para hacer del poder político de la sociedad novohispana, una nación mejor. No obstante, dejaron su huella en documentos, porque eran letrados, y en ellos se basa la autora, porque son incontroversiales. ¿De verdad la emoción sentimental de la pareja humana es la que reflejan las actas notariales? Me temo que en este caso de La Soledad, no. Tampoco la teología ortodoxamente desplegada con riqueza lingüística barroca en sus alegóricos sermones, es suficiente para explicar un fervor que surge de “la nada”, de la china o del chino oaxaqueños. Si la élite inclinaba la cabeza ante la sagrada imagen de La Soledad, o la de Santa Rosa de Lima, la pareja analfabeta se arrodillaba, como lo hacía con sus antiguas deidades. Bastaba tener noticia de algún milagro agropecuario o salutífero, para que su fe calzara sus botas siete leguas en pos del catecismo católico. No ocurría lo mismo con la élite letrada y gobernante, que aun así, aceptaba el designio divino de ser una urbs elegida desde lo más alto del fervor católico ortodoxo, pero a nivel del suelo no tenía sino que comportarse un tanto lambisconamente con los Borbones, pues todo dependía de su interés económico y normas políticas.

Así pues, este libro, que nos deja un anhelado gran retrato del constructor material e ideológico de La Soledad, el presbítero don Pedro de Otálora y Carvajal, una mentalidad crítica pero fiel, educada por el jesuitismo, nos aporta el fiel contexto de un criollo del XVII, que empeña hasta la “sábana santa” con tal de evangelizar y salvar para la perpetuidad las miles de almas indígenas que fueron puestas por la Providencia bajo su ministerio en el lejano pueblo de Santa María Ozolotepec. No cabe duda de que hemos olvidado a los grandes personajes anteriores a la monolítica obra reformista de Juárez y Lerdo, que arrasaron con todo, sin acabar de construir la nueva nación que se quedó en sus apuntes personales, tras pagar una cuenta de sangre enorme.

El tomo en comento tiene 486 páginas. Ha llegado a las más profundas cavidades de nuestra historia con nuestra imagen tutelar. A su Primera parte la ha titulado”La imagen y su santuario”; a la segunda, “Las bases sociales y el comercio”. Describe punto por punto las devociones teológicas de Otálora y Carbajal; explica las razones de la iconología de la fachada de La Soledad, una obra maestra del llamado “barroco oaxaqueño”, la de la propia imagen de la Virgen María, doliente ante la muerte de su Hijo, al pie de la cruz vacía en el Gólgota; el episodio del burrito, el rol de las monjas mónicas traídas de Puebla para preservar su decoro, las diferencias formales entre la imagen tallada en piedra de la portada y la imagen “de vestir” que está en su camerín”, tal cual la vemos hoy. Señala la poca colaboración que le brindó la mitra que se opuso a su minucioso estudio– un error del arzobispado, pues lo vuelve ajeno a los tiempos que corren– y las joyas que tiene su museo, que tan mediocre y anticuado papel juegan en la adoración de la santa imagen. Ya se sabe que el alto clero local cuando suma dos más dos le resulta cero, en lugar de cuatro…

Tengo la experiencia de haber asumido la adoración dela Virgen de la Soledad por influencia paterna. Mi padre, el capitán Néstor Sánchez Hernández, debió haber ido a las batallas contra el ejército de Francisco Franco, durante la Guerra Civil española, cobijándose bajo el manto de la Virgen de la Soledad. Yo heredo esa devoción soledana, sevillana, histriónica si les apetece, pero auténtica. Mi padre, hasta el momento que sintió que eran los últimos días lúcidos que tendría en este mundo, pidió que le llevaran a postrarse a sus pies, a pedir misericordia por las vidas tomadas y por las expuestas , así fueran ateos, como lo eran sus compañeros de la XIII Brigada Internacional Dombrowsky. Fue a la basílica menor y no ante otra imagen sacra, a exponer las páginas abiertas del libro de su vida. Tras ello, pocas semanas después, falleció.

La autora relata los episodios de marinos que salvaron la vida invocando su nombre bajo tormentas que despedazaban y hundían sus barcos. Dejaron sus testimonios en ex votos muy bellos que se preservan en el Museo de la basílica menor. Ya no se pintan, pues ya no hay pintores en Oaxaca, sino “artistas plásticos”, pero los milagros continúan sucediendo. Se expresan las gratitudes de otras formas hoy. En los pueblos, con cartitas que una vez escritas desde el corazón, se doblan hasta hacerse diminutas y se ensartan en las imágenes de bulto o se cuelgan en los lienzos, o se ponen en alguna repisa. He sido curioso y he leído muchos, con enorme respeto. Ahora que se pueden sacar fotos fácilmente, se acompañan de retratos. He notado que en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, los judíos hacen lo mismo, buscan un huequito y allí, en las piedras más sagradas del que fuera su segundo templo, ahora una reliquia, las “siembran”. Yo mismo soy devoto de la Virgen María de la Soledad al Pie de la Cruz, pilar de la iglesia apostólica en la que creo, pues es mi vía para la trascedencia de esta vida.


Esta imagen hallada por Selene del Carmen García Jiménez, está fechada a principios del siglo XX.


Volvamos con más detalle a sus contenidos, para concluir estos comentarios, no sin antes informar que el libro puede comprarse en la sede oaxaqueña del Instituto de Investigaciones Estéticas, arriba de la oficina de Correos, en la Alameda de León.

Sus capítulos son:

1. La Virgen de la Soledad,: tipo, iconografía y origen.

2.Patronos y promotor: Pedro de Otálora y Carvajal.

3.La fábrica y sus discursos.

4. Un culto para la ciudad y el clero secular: el papel reformador del obispo Fray Ángel Maldonado.

Segunda parte

5.Los comerciantes y la Virgen de la Soledad

6.Los comerciantes y la Virgen de la Soledad en el siglo XIX.

Epílogo.

Nadie antes que la autora García Jiménez, habíase adentrado tanto en la documentación de cada época que acompañó la “llegada” milagrosa de la Virgen de la Soledad para ser instalada en la antigua ermita de San Sebastián, mártir más cercano del paganismo que de la ortodoxia católica. La advocación andaluza –la autora menciona que madrileña– se acentuó en una ciudad que prosperó gracias al comercio internacional y por las vías de éste, fue importada de Sevilla para redimir Antequera–Oaxaca. Por un lado la importación de productos hispánicos y de China; por el otro, la exportación a precios de oro de productos novohispánicos, como la grana cochinilla y el añil, tintes que engalanaron a las realezas española y francesa, respectivamente, explican no solo la presencia de la imagen de vestir que hoy conocemos, sino quizás una imagen anterior, según hipótesis de la autora, una que se parecería mucho a la que aparece en el retablo principal de la fachada, tallada en piedra, y que identificó con la talla en madera que hizo Gaspar Becerra (1520-1570, fuente Wikipedia) titulada “Virgen de la Soledad de los Mínimos de Madrid”, venerada en el convento de Nuestra Señora de la Victoria, pero que fue destruida durante la Guerra Civil española. Creo que García Jiménez tiene razón, pero también creo ver la mano andaluza y no castellana, en la formalidad de su apariencia tal como luce hoy, algo distinta de la imagen de la fachada. La talla del rostro en ambas nos revelan a una mujer muy joven, cuyos labios apretados indican la contención de su dolor cósmico. Las manos con los dedos entrecruzados, en actitud suplicante pero a la vez esperanzadora, son la mayor diferencia que he hallado en ambas tallas. La azucena o lirio que se ha puesto entre sus manos, sus vestidos de luto sencillos y los recamados, no son sino expresiones del amor de una sociedad que la adoró como Virgen que protegía a la ciudad de los temblores, de las pestes y de la escasez de lluvias en los campos. Las tres calamidades precipitaban la muerte de los habitantes. Motivo de más para tenerla siempre en la mente, siempre con las puertas abiertas a los peregrinos suplicantes y a los agradecidos.

Una investigación impecable que nos despeja las dudas y nos obliga a revisitar la basílica menor, pero una vez leído el libro, con una visión renovada. Sin duda alguna. Quien desee comprar el volumen, está a la venta en la librería que tiene –‚o tuvo?– el IEE–UNAM en Oaxaca.Ignoro el precio, pero no creo que cueste menos de $300.00 pesos. Vale mucho más.


Imagen con que se conmemoraron los 400 años de su llegada a Oaxaca. 
Ya posee resplandor de plata y nótese el fondo azul, con grecas que nos recuerdan a los tableros del Palacio de Mitla. (Póster diseñado por CSI)

Texto: CSI




 

lunes, 9 de septiembre de 2024

GUIENGOLA, TEHUANTEPEC, ORGULLO ZAPOTECA

 GUIENGOLA, Tehuantepec, Orgullo zapoteca, analizada por Enrique Fernández Dávila.

Su portada es la siguiente:


La carretera Panamericana es en sí misma una leyenda tan larga como 30 mil kilómetros, que se ensortija como un hilo al que se le ha perdido la plomada. Une desde Prudhome, Alaska hasta Ushuaia, Argentina, siguiendo la topografía del continente. En este sentido, es tan importante como la Muralla china, me parece. Al cruzar de norte a sur el estado de Oaxaca, le volvió a resaltar la importancia que ha tenido esta ciudad desde tiempos muy pero muy antiguos, desde antes de que fuera la ciudad novohispana en 1532 incluso, y así también lo hizo con otras ciudades de menor peso, como Tehuantepec, que quedó como el ombligo del hilo rizado por las curvas de nivel, como a 15 mil kilómetros de su helado comienzo en Alaska y a otros 15 mil de Ushuaia, esa sábana blanca y arrugada que está cubierta por las nieves del clima que gobierna el Polo sur. Pues bien, esa carretera Panamericana te puede depositar casi casi al pie de la antigua ciudad zapoteca de Guiengola, una joya prehispánica a medio descubrir, sepultada más que por tierra y maleza, por leyendas, rimas de versos y exaltaciones de quienes habitan la región. Pero ¿qué dice la ciencia de la arqueología al respecto?

Esa respuesta la encierra este libro del INAH-Oaxaca del que hoy hablamos.

Pero ya ni la Panamericana ni Guiengola mantienen ese magnetismo que empujaba a ciertas almas a la aventura de recorrer una y visitar la otra. A lo largo de mi vida hice ese camino de norte a sur y de sur a norte unas cincuenta veces y nunca me desvié hacia donde me invitaba un rancio letrerito que decía algo así como “Guiengola. Zona arqueológica 5 km”. Es verdad que alguna vez me detuve , pero está tan escondida la zona que desde el nivel del asfalto lo único que ves es que necesitas un Humvee para escalar montaña arriba. No, con mi i10 me era demasiado riesgoso. Además el clima tórrido del trópico no te echa porras. Deseas más bien llegar al “puerto” más próximo, que es Jalapa del Marqués a comer, cenar o desayunar y beber cerveza bien fría. Jalapa está sobre un llano reseco y sus pobladores la han ido haciendo tenazmente más fea día a día. Bebes y comes y te largas, si bien algunos platillos jalapenses son dignos de ser manducados en una mesa bien servida al pie de la plaza mayor de Guiengola, pero eso es fantasía gastronómica.

En la ciudad de Oaxaca decir Guiengola es como hablar de Luxor, Babilonia, Minos, etcétera. Se le mete en una bolsa de papel de fantasías de leyenda, pero cuando pides detalles no falta el que te dice: es solo un montón de piedras abandonadas. No hay nada que ver. ¿A qué quieres ir? Su “grandeza” solo es mitológica, una recreación literaria de los intelectuales que saben de su existencia: historiadores, escritores, periodistas, arqueólogos y novicios de algún credo. Debe ser culpa del clima. Total. Ninguno conocemos realmente Guiengola. El historiador Martínez Gracida le dictó a un dibujante la representara según su propia fantasía. Esa ilustración, hecha con el espíritu del siglo XIX, fue la que sirvió para alimentar la leyenda sobre esa ciudad construida por los zapotecas que se fueron a Tehuantepec por razones económicas, pues controlarían así la ambicionada ruta del cacao que los aztecas requerían para surtirse del grano de la región del Soconusco, hoy costa de Chiapas. El cacao era el petróleo del siglo XV. Pero tenía una ventaja extra: se podía preparar como bebida y sus aromas desprendidos durante ese proceso cocinero eran paradisiacos y reservados solo a las élites gobernantes y comerciantes. El macehual se contentaría con el aroma que le llegaría de su tostado hasta su choza. Esto lo seguimos haciendo cuando aspiramos el delicado perfume que porta una amiga, por ejemplo. Ya se sabe que el cacao ya fermentado fue “moneda de intercambio”, como lo fue la pimienta negra y el chile –ají– y lo han sido otras muchas especias endémicas a lo largo de la historia de las civilizaciones, en todo el planeta. Así que Guiengola sí fue realmente importante financiera y culturalmente en sus años de esplendor, que no llegaron a cien. Pudo haber sido una suerte de aduana con muchos ingresos a causa de la almendra del cacao tropical.

El problema es que los tehuanos lo mitificaron y los oaxaqueños lo ignoraron pero todos “sabemos” que allí fue un sitio de batallas cuasi eternas entre zapotecas y mexicas. En realidad fue nuestra Verdun, una carnicería sin fin entre dos ejércitos, donde por cada palmo de terreno se pagaba una cuota de sangre irracional. ¿Es eso otra leyenda más? Quizá. El autor la toma con pinzas, porque más la ha destruido la incuria y los saqueadores que un centenar de batallas. Se dice que el impasse militar se resolvió como pudo haber sido desde el principio: con una alianza matrimonial, pero había mucho dinero en juego, es decir, mucho cacao, porque si no uno se pregunta de dónde salieron los recursos financieros y laborales –mano de obra forzada, más materiales de construcción, más urbanistas, etc.– para construir el Guiengola desconocido que este libro nos revela. Al ver su número de fotografías, comprendemos que no estamos ante una simple trinchera fortificada.

Ese problema de comprender mejor a Guiengola ha empezado a ser resuelto con la publicación en 2023 de Guiengola, Tehuantepec. Orgullo zapoteca de la autoría del arqueólogo Enrique Fernández Dávila. Se trata de un libro de gran tamaño (31x31 cm), de alrededor de 300 páginas, impresas la mayoría a todo color, en papel couché, y encuadernado con pasta dura. Las fotos son tan estupendas que por primera vez el rompecabezas que eran ese montón de ruinas “invisibilizadas”, presentan una urbanización y arquitectura típicamente del estilo de la Casa de Zaachila, entonces los seres más intrépidos e innovadores de su tiempo, si bien los años de esplendor de Monte Albán, esa urbe de zapotecos/mixtecos, ya habían brincado de un breve otoño a sumirse en el largo invierno del que vino a “despertarlo” Alfonso Caso con el hallazgo de la Tumba 7.

La portada es una imagen tomada con un dron, de modo que puede verse el templo mayor de Guiengola y parte de su plaza y otras construcciones, con el fondo del valle de las tierras bajas de Tehuantepec al fondo. Una foto en 4 D, diríamos. Es un paisaje fotográfico que no tuvo un José María Velásquez que lo plasmara en un lienzo, aunque nunca es tarde. Como sea, es verdad que la foto revela otro Guiengola que desmonta mitos, porque lo muestra coronando el paisaje feraz que le rodea, y que amenaza con devorarla cada temporada de lluvias y derruirla cada que haya otro fortísimo temblor, comunes en el Istmo. Por desgracia, el sitio arqueológico no es turísticamente explotado, tampoco Tehuantepec, tampoco Juchitán, tampoco ninguno de los demás pueblos comarcanos. Algún día. Sin embargo, en la portada, el mismo dron fotografió para la contraportada a la cuadrilla de zapotecos contemporáneos que realizaron las labores de reconsolidación de las estructuras piramidales que construyeron sus propios ancestros, y le pasaron el plumero quita telarañas a la zona arqueológica “visitable”, porque lo demás apenas está enunciado sobre reportes técnicos, más no explorado; ha sido saqueado hasta el polvo, pero nada ha sido expuesto en ningún museo de sitio, ni siquiera de Tehuantepec, que por otro lado, no ha tenido la feliz idea de hacerse su propio museo a la altura de su pasado histórico. La zona arqueológica, por otro lado, no ofrece ninguna infraestructura que invite al turismo: Sombra, baños, bancas, etc.

Hay que resaltar que E. Fernández utilizó tecnología moderna –drones, GPS, cámaras digitales, escáneres, etc– para poder realizar ese trabajo a lo largo de meses. La ocasión de poder contar con presupuesto fue que el terremoto de 2017, que borró del mapa cientos de casas y palacios municipales en el Istmo, también convirtió en un reguero de piedras a Guiengola, ya de por sí arruinada.

El libro no se contenta con dar fe visual de la restauración de su juego de pelota y su pirámide principal, que por sus dimensiones debió haber tenido una población numerosa, ya que una guarnición militar o un “cuartel” de ninguna manera requieren de un adoratorio, sino de murallas defensivas y puntos desde donde iniciar ofensivas letales, construcciones que existen, que se muestran en el libro, pero que no han sido mayormente restauradas, solo consolidadas y anotadas.

Una cosa relevante del tomo es que publica facsimilarmente un estudio hecho en el siglo XIX por el gobierno nacional, que estudiaba si sería factible construir un canal interoceánico entre Tehuantepec y Coatzacoalcos, aprovechando los ríos de la región, que ya se sabe son caudalosos, impetuosos, indomables. O lo eran, antaño.

Ya Porfirio Díaz, quien había estado en Tehuantepec para someterla al gobierno estatal de Benito Juárez, había visto cómo extranjeros se habían fijado en esa posibilidad y habían aplicado sus conocimientos de ingeniería para trazar la ruta que uniera los dos océanos caracoleando por la topografía istmeña. La conclusión del estudio es positiva desde el punto de vista de la ingeniería civil, pero financieramente resultaba tan costosa para las arcas nacionales que quienes dirigían los destinos del país volteaban para otro lado. Preferían seguir comprando rifles, pólvora y cañones de campaña para continuara con el Verdun entre “liberales” y “conservadores”… Hasta el día de hoy, en ese fango seguimos. Eso lo digo yo, no el ingeniero que hizo con toda seriedad y cálculos el proyecto de factibilidad, décadas antes de que se abriera el Canal de Panamá.

Si algún merito tiene Guiengola es que los zapotecas de antes no le sacaron al reto mayúsculo que fue construir esa ciudadela, pues sabían que recuperarían al paso de los años lo invertido. Lo que no sabían es que estaba en curso un cambio mundial de mentalidades y otro militar y uno más financiero: el descubrimiento y la colonización de América. Todo ello echó polvo sobre Guiengola, pero ésta ya estaba hecha. En cambio, la obra mayor de hacer el canal navegable que comenzara en el llamado “Mar muerto” de Tehuantepec, se tiró a la basura, como se han tirado a la basura miles y miles de millones de dólares en Pemex. Esto también lo digo yo, no el autor. Pero me sirve para comparar historias y la relevancia de conocer lo que Fernández Dávila y otros colaboradores averiguaron al reconsolidar Guiengola dañado por el terremoto que tantos edificios dañó en la región. Dávila hizo un trabajo remarcable, no solo en lo material, sino en lo científico, pues cotejó, confirmó o rectificó datos que se tuvieron del sitio, amén de ponerlo como un hito en la larga perspectiva histórica mesoamericana. 

El mito seguirá su propio paso, pero este libro hace que uno lo vea ahora como a través del espejo retrovisor: cada vez más lejano y pequeño. Es un gran libro, costoso y pesado, pero valiosísimo por sus contenidos, gráficas, dibujos y fotografías. Guiengola, gracias a esta maniobra de consolidación arqueológica, recibió respiración boca a boca y su corazón palpita de nuevo. No esperemos a que languidezca otra vez. Por lo menos, ya tenemos a nuestra disposición un libro que lo cuenta y lo reproduce en cientos de fotografías a todo color. Un lector interesado puede conseguirlo en nuestro punto de venta o escribiendo al mail klovis44@gmail.com y podemos enviarlo a cualquier parte de la república. Está publicado solo en español. Su precio actual es de $1,650.00 pesos. No, no es un folletín, sino un tomo con mucha solera, como para coleccionistas y estudiosos del tema.

Claudio Sánchez I.


lunes, 26 de agosto de 2024

Historia del Rock en Oaxaca, década de 1960

Se presentó en los primeros días de agosto de 2024 en la biblioteca Henestrosa el libro “Radiografía del rock en Oaxaca. Primera parte: los Setentas”, escrito por Gamaliel Robles y editado por El Archivo Sonoro de Oaxaca, a través de Editorial Rapsodia, pero salido de los talleres de Carteles Editores. Su portada es la siguiente: 


Es un proyecto grande el que trae Robles entre manos. Está ya avanzado el tomo 2, que abarcará la siguiente década. El panorama, dice el autor, constará de al menos 4 tomos semejantes en características. El que acaba de publicar podemos considerarlo un libro grande. Mide 22.5x33.5 cm, ancho por alto, 80 páginas interiores, impresas a blanco y negro, más sus forros. Contiene una vasta información textual y decenas de fotografías de la época, de muy buen tamaño, con los personajes de entonces, jóvenes rebeldes que asumían el ritmo musical del rock ando roll como el sentido que sus adolescencias requerían en ese momento: velocidad, destreza, contracultura, reto y aprovechamiento de la electrónica entre los instrumentos musicales y los reproductores de discos. Todo un fenómeno de modernidad asumida como vanguardia de un estilo de vida citadino, si bien provinciano, que se esforzaba por estar al día en el fenómeno musical que les hacía felices, ya fuera escuchándola, bailándola o intentando aprender a tocarla y/o a componerla. 
Los Cuatro Soles. El primero a la izquierda es José Antonio De Givez Pineda.


El amor adolescente, el primer enamoramiento en la vida de cualquiera, en la Ciudad de Oaxaca, solo tenía un ritmo indicado para poder expresarse: rock and roll. Era como aprender otro lengua codificada y todos anhelábamos desenvolvernos con desparpajo en ella. Adiós, lindos boleros de Los Panchos… Bienvenidos los regaños de papá y mamá, que nos entraban por una oreja y salían por la otra. El rock ha sido un fenómeno reseñado localmente desde el anecdotario, desestructuradamente. Ni siquiera sociológicamente se le ha investigado. Esta vez Gamaliel Robles hace lo que más le interesa y sabe hacer: meterse a los archivos, entrevistar a los protagonistas –los que aun viven–, buscar en la hemerografía, recrear el contexto, divulgar fotos que solo existían en archivos personales, dar a conocer discos de vinil, notas, memorias, etc. Así, pues, salen a la luz nombres y apellidos, apodos, rostros, nombres de bandas, lugares, temas musicales, evoluciones de los mismos grupos, gustos y demandas de la clientela, pues aquí no se trata de solo amateurismo, sino de agrupaciones que se dedicaron profesionalmente al rock en la ciudad de Oaxaca, donde lo ejercieron. Decir el vocablo rock and roll puede decirlo todo y no decirnos nada. En realidad han habido distintos tipos y ritmos del rock. Sin duda, Oaxaca siguió los caminos iluminados por otros con poderosa influencia a través de los medios impresos, fílmicos, de tv y de grabaciones, y especialmente la radio. Todos eran satélites de la batuta que se movía con originalidad y rupturismo entre los jóvenes norteamericanos y los ingleses, pues debieron pasar décadas antes de que alguien se atreviera a componer rock en lenguas nacionales distintas al inglés. Fue gracias a esta manifestación musical apartada de “los buenos modales” que se escribiría en ese tiempo ampliamente de la “pérdida de valores familiares”, de “ruptura generacional” de “cisma cultural” y de “apocalipsis contracultural”. 
The Kidnappers


Algo no estaba bien en la sociedad, en los babyboomers, que hacía que mediante unos cuantos instrumentos y ya no con bombas atómicas, se hiciera estallar a las sociedades en mil pedazos. En efecto, no hubo una transición tersa, sino escandalosa, provocadora, y a veces simplemente adolescente, que no tenía más fin que divertirse. Pero a los padres de familia de aquella generación parecía más bien que el diablo se les había metido en casa y todo comenzó a cambiar, no solo la música y la manera de danzarla, sino la indumentaria, la facha, el vocabulario, las actitudes crispadas y desde luego, una cierta violencia asociada al despertar adolescente. Nada que ver con la que sufrimos ahora. Aquellos adolescentes “rebeldes sin causa”, son hoy canosos viejitos empolvados. ¿Aprendieron algo de su juventud en su momento? No lo sé. Ellos tendrían que declararlo. Por supuesto, no faltaba el amor, pero no ya como una balada de “Los Tres Diamantes”, sino como una descarga eléctrica en las orejas. Aquella polvareda que se levantó en todo el mundo occidental, es decir, de este lado de la “cortina de hierro”. Los países del bloque sometidos al sovietismo también señalaban al rock como evidencia de la descomposición social del mundo capitalista y no como expresión de una vanguardia musical, hecha con arte, con innovación, con un horizonte de creatividad y vitalidad que lo inundaba todo, pues la sociedad estaba cambiando a una velocidad jamás antes vista. Fue una década de sueños enormes, pero también de catástrofes y tragedias imborrables, un parto, podría decirse, pero no fue el rock ni el síntoma ni la enfermedad, sino la medicina para millones de jóvenes que estaban viendo el amanecer en “technicolor”. 
El Gruhpo con César Costa en el Club de Leones.


Era una sociedad que inventaba los transistores, la estereofonía, un sonido completamente nuevo bajo el sol: el de la guitarras y los pequeños órganos eléctricos –electrónicos–, que se propuso llegar y plantar su pie hasta en la Luna, y no resignarse solo a cantarle por las noches a aquella mancha de plata en el cielo, así fuera inspiradamente, en nombre de una ilusión sentimental. En el libro el lector que tenga entre 60 y 70 años leerá estos nombres que le resultarán lejanos, pero no ajenos: The Kidnapper’s Los Zippers The Rocker’s El Grupho Los Beethovens Los Happy Hunters Los Why y otros más. Personajes citadinos como Herón Flores, Jorge Flores, Jacobo Aragón Torres, Miguel y Armando Álvarez Figueroa, también les devolverán un poco del aire de aquellos tiempos. Pero hay un persona que me sorprendió: Antonio de Gyvés, un protagonista que siendo istmeño hizo carrera profesional en la Ciudad de México, en los 1950’s, no solo grabando canciones, sino haciendo cabaret y participando en películas con su grupo “Los Cuatro Soles”. Le he buscado en YouTube. Hallé estos dos links de De Gyvés (hoy lo escribimos Gives). https://www.youtube.com/watch?v=cZp0oyvgQIM 
https://www.youtube.com/watch?v=lLpTCrWkLGo (Mi mujer y el rock’n’roll) 
Los Beethoven's


De los grupos locales no hallé nada. Quizás porque no se tuvieron cámaras más allá de las fotográficas. Quizás apenas grabaron discos o casettes. Como sea, algunos nombres comenzaron a sonar en mi cabeza cuando fui a la secundaria. El libro de Gamaliel Robles me abrió una puerta hacia una época, una generación que ahora, si formaran un grupo deberían llamarse “The Inapamer’s”, como dice Samael Hernández socarronamente de quienes ya usamos bastón para caminar. Gamaliel halló sin duda una gota congelada de la “eterna juventud”. Si quieres conocer lo que tus abuelos te esconden, es mejor que corras a leer este libro y, una vez hecho, les “saques la sopa” de cómo se la pasaban en el “Bum-Bum”, 

El Bum Bum


en el “Memphis a go-go”, en el “Palmeras a go-go”, en la populachera pista de baile Marisol o aquella otra donde se rugía mejor, con corbata obligatoria: el “Club de Leones”. 



El libro puede conseguirse en las presentaciones que hará Gamaliel Robles en distintas partes del estado, o bien, quizás lo convenzamos de que nos deje uno en Carteles Editores. En todo caso, se vale preguntar antes en Carteles Editores y/o a la nueva librería que en unos días más abriremos: klovisazul@gmail.com

viernes, 16 de agosto de 2024

LA GALLINA CRIOLLA EN VALLES CENTRALES DE OAXACA

 LA GALLINA CRIOLLA EN VALLES CENTRALES DE OAXACA, cuya portada es la siguiente:


Ha vuelto a editarse. Es una publicación científica que estudia el caso de esta gallina que desde el siglo XVI se convirtió en parte infaltable en nuestra dieta, en todos los ámbitos, rurales, urbanos, y en todos los climas.

La gallina criolla es un animal muy rendidor y de cuidados sencillos. La autora es la prestigiada doctora Martha Patricia Jerez-Salas, del ITVO, y colaboran en esta edición los investigadores José Herrera-Haro y Marco Antonio Vásquez-Dávila.

Hay una primera parte donde se analiza su ingreso a América en las primeras carabelas desde Sevilla, pero hay también información de campo, estadística y contextual sobre su valor y su valía.  Su índice es el siguiente:

Índice

Presentación (1994)

Marco Antonio Vásquez-Dávila


Importancia de la avicultura de traspatio en Oaxaca

José G. Herrera-Haro


La cría de gallinas en Oaxaca en el siglo XVI

Marco Antonio Vásquez-Dávila


Marco de referencia de la avicultura de traspatio

Martha Patricia Jerez-Salas


Metodología de estudio

Martha Patricia Jerez-Salas


La gallina criolla en los Valles Centrales de Oaxaca

Martha Patricia Jerez-Salas


Consideraciones finales

Martha Patricia Jerez-Salas


Bibliografía

Post scriptum: Avicultura local y desarrollo humano Marco Antonio Vásquez-Dávila y Marco Antonio Camacho- Escobar


Un fragmento de su presentación en la primera edición es el siguiente:


Presentación (1994)


La ganadería de traspatio consiste en la cría y manejo de distintos animales “criollos” que son alimentados con productos y subproductos agrícolas y que se alojan en instalaciones rústicas. Mediante esta actividad, las unidades productivas rurales aprovechan la mano de obra familiar y crean una fuente generadora de valores de uso e intercambio.


En los Valles Centrales de Oaxaca predomina la ganadería de traspatio y la gallina criolla (Gallus gallus) es la especie más abundante.


¿Por qué son importantes las gallinas criollas? (Leiva,1950 y Escamilla, 1975) indican que la gallina criolla es resistente a enfermedades como la difteria, viruela y epitelioma, atributos que la adaptación y el tiempo le han conferido. En el primer catulo de este texto, el doctor Herrera-Haro apunta el dato que las gallinas criollas han sobrevivido también a las modernas epizootias de Newcastle que diezmaron la avicultura mexicana en los años sesenta. La importancia de las gallinas criollas estriba en ser un reservorio de genes susceptible de ser aprovechado en el mejoramiento de esta especie.


El presente trabajo forma parte de la línea de investigación sobre Gallinas Criollas del Instituto Tecnológico Agropecuario de Oaxaca no. 23, la cual nació por la necesidad de caracterizar dichas aves y conocer su comportamiento y manejo in situ. De esta manera, se contribuirá a establecer las bases para preservar los recursos genéticos a nivel regional y nacional.


Quien desee conocer el libro entero, por favor diríjase a la autora o al ITVO.