Carteles Editores publicó en dos tomos
una selección de crónicas escritas por la periodista Arcelia Yañiz
bajo el título “Oaxaca de mis amores: cosas, casos y personajes”.
En septiembre de 2013 apareció el segundo tomo, que sería el último
que salió con su firma de las prensas. Hace unos seis meses una
embolia detuvo su aguerrido andar por la ciudad, la que recorría
palmo a palmo enterándose de todo, pues su espíritu de reportera le
exigía estar al día y ello la hacía feliz. Falleció el 26 de
octubre de 2014.
Arcelia Yañiz Rosas. 1918-2014.
Foto de Basilio Pérez.
Decana, honesta y entusiasta, se
entregó al periodismo y a la cultura, en particular al teatro y a
los libros. Nació el 18 de agosto de 1918, en esta ciudad. Fue
protagonista del siglo XX oaxaqueño. La SEP le extendió el título
de Licenciada en Periodismo en 2013, cuando ya cumplía 70 años de
magisterio en el oficio. Esto es un botón de muestra de su carácter
y vitalidad. La equidad de género, los derechos de la mujer, el
discurso femenino respecto de la realidad y la vida, tuvieron en ella
a una temprana representante durante el siglo que no reconoció el
voto femenino sino hasta que habían transcurrido más de 50 años!
Su liderazgo intelectual y periodístico se debieron a su
autodidactismo literario. Si bien fue alumna del Instituto de
Ciencias y Artes del Estado, tuvo que hacerse a sí misma en un mundo
diseñado para ser manejado por varones. Pero nunca chocó con los
periodistas, nunca tuvo que abrirse paso a codazos o poniéndoles
zancadillas. Aunque el periodismo es un oficio manchado por la
corrupción, doña Arcelia nunca tuvo que recurrir al “chayote”
ni a la tranza ni al alquiler de su pluma. Gracias a ello obtuvo una
voz llena de autoridad y respeto, si bien siempre tuvo que
conformarse con una vida económicamente modesta, lo cual jamás
lastimó su decoro.
En la última década tuvimos la
puntada de hablarnos por teléfono y charlar ampliamente de cuantos
tópicos de actualidad cruzaban por Oaxaca: libros, gentes, crisis,
recuerdos, obituarios, fiestas y la vida cotidiana que ella vivió y
recordaba con brillante lucidez fueron los temas de nuestras charlas.
Algunas las tuvimos cara a cara en su oficina de la Dirección
Estatal de Bibliotecas. Arreglábamos al mundo a nuestro modo y
siempre obtuve datos adicionales a lo que buscaba yo, pues ¡ella era
una enciclopedia del Oaxaca de las últimas 7 décadas! Nada escapó
a su interés intelectual. Ningún personaje, encumbrado o humilde
que hiciera vida pública, dejó de llamar su atención. La severa
crisis social y política de Oaxaca desde antes de 2006 ocuparon
mucho tiempo de sus reflexiones y nuestras charlas. El desplome de la
educación y la cultura de Oaxaca, fraguada desde el inicio de los
90s, no auguraba ningún destino positivo para nuestro estado. Me
consta que lo advirtió a tiempo, pero los gobernantes, los
legisladores y demás burócratas no tenían tiempo para otra cosa
que no fuera el beneficio personal. El resultado está a la vista: el
naufragio cultural de Oaxaca es parte de las demás ruinas del
desastre. Doña Arcelia murió con ese dolor: la cultura y la
educación fueron siempre sacrificadas en el dudoso altar del
“progreso”: clínicas sin médicos ni medicinas, plantas
tratadoras de aguas negras pero !sin equipo!... campos sin campesinos
y la voraz delincuencia de cuello blanco o mugroso.
No se dotó de computadoras a las
bibliotecas porque el estado prefería comprar granadas lacrimógenas.
Aunque esta ciudad tiene 3 teatros, no había puestas en escena. En
su lugar el estado nos modernizaba levantando cárceles más
amplias... Reflexiones como éstas ocupaban nuestra indignación.
Otro tema recurrente de nuestras
charlas fue el desvanecimiento del gremio periodístico oaxaqueño.
No supimos cómo fue, pero la unidad de los periodistas locales
lograda en los años setentas del siglo pasado se hizo humo,
incluyendo aquella incipiente de las regiones. Hoy no queda nada de
ello y seguimos preguntándonos ¿cómo ocurrió? ¿por qué? ¿qué
sigue?...
Durante el homenaje que se hizo a su
memoria en el Teatro Alcalá el día de su cremación, hubo guardias,
pero ninguna de reporteros. ¿Ya no hay reporteros? Me temo que no,
pues los pocos que asistimos fuimos los veteranos que junto con
algunos fotógrafos de prensa improvisamos una última guardia de
honor de colegas mientras su féretro hizo una pausa imprevista en el
recibidor del Teatro.
Ya no recuerdo cuando conocía a doña
Arcelia, pero debí haber sido un escuincle al que su padre llevaba
mientras reporteaba alguna cosa sencilla dentro de la ciudad. Don
Néstor Sánchez Hernández, mi querido padre, y ella, fueron muy
buenos amigos y colegas desde fines de los años cincuentas. Les tocó
ir a esas giras con los gobernadores de entonces que más bien eran
safaris. En un solo vehículo iban el gobernador, dos reporteros, un
fotógrafo de prensa (Amaro o Dimas) y el chofer. En otro vehículo
irían funcionarios adicionales. Cero guaruras, cero lambiscones.
Llegaban a los pueblos blancos de polvo del camino de terracería,
pero eso sí, con corbata y saco oscuro. Comían lo que aquellas
buenas y pobres gentes les podían dar y muchas veces tuvieron que
sentarse en el piso para hacerlo, pues la única mesa mayor estaría
en la sacristía... pero eso hacía más digno y humano el ejercicio
del periodismo y desde luego, el del poder. Mi padre me dijo que
muchas veces ni comían en todo el día, pues se recorrían los
pueblos sin que hubiera mayor modo de avisarles de la visita del
gobernador y de la caravana de funcionarios, acaso en dos o tres
autos Ford. Quedarse atascados en el camino a causa de los lodazales
no era ninguna anécdota. Bajarse a empujarlo entre todos, tampoco.
Retornar a altas horas de la noche y escribir la nota y la crónica
que saldría a la mañana siguiente, eran el pan cotidiano del
reportero de las décadas de los 30 hasta los 80s.
Doña Arcelia cuenta en una de sus
crónicas, varias de ellas autobiográficas, cómo su “reputación”
estaba en boca de las “damas decentes” de la ciudad, pues ya
había trascendido que aquella guapa mujer de ojos verdes salía de
trabajar de la redacción a la una o dos de la madrugada y que se iba
sola y a pie a su casa. ¡¡¡¿Qué clase de mujer hacía eso en el
Oaxaca de mediados del siglo pasado?!!! Causaba risa a doña Arcelia
recordar la mojigatería aldeana de nuestra bella ciudad. Décadas
más tarde esta mujer mandaría pequeños kioskos portátiles de
libros a los parques públicos. Acercaría el tesoro de los libros al
caminante. Fue directora de la Biblioteca Pública de Oaxaca muchos
años poniendo en práctica su vasconcelismo bibliográfico.
El lector hallará en sus crónicas el
repaso por las vidas de gente que no “ameritaría” una semblanza
biográfica, pero porque su sensibilidad siempre estuvo allí para
echarles una mano registró para la historia sus hechos y virtudes
sociales. Muchas de esas personas llegaron a despedirla al teatro
Alcalá, donde doña Arcelia fue rodeada de música de cámara
funeral. Devota de la Virgen de la Soledad –como todos los
cronistas oaxaqueños– escuchó por última vez el vals “Dios
nunca muere” y una extraordinaria pieza de oratoria fúnebre dicha
por Guillermo García Manzano, director de la revista “A
Contragolpe. Letras”, revista mensual donde publicó la Maestra
Yañiz sus últimas cuartillas. Mejor lugar para homenajearla no pudo
haber. Allí, bajo el vuelo estático de las musas de la poesía, el
teatro y la música; en el escenario teatral, inspiración de su
vida, con los crespones de luto y el perfume de las lilis, la mirada
baja, el ambiente triste, la imaginación con las alas abatidas, el
corazón emocionado y la gratitud elocuente, Oaxaca despidió de pie
y con aplauso cerrado a tan noble alma.
Fue la última de una brillante
generación de periodistas locales del siglo XX: Alfredo Ramírez “el
chapulín”, José María Bradomín, Everardo Ramírez Bohórquez,
Cutberto Hernández, Roque Carrasco, Carlos Velasco Pérez, Augusto
García Moguel y Néstor Sánchez Hernández. Casi todos escribieron
y publicaron libros de poesía, por ejemplo, lo que nos da certeza
sobre el origen de sus sensibilidades.
Tuvieron una visión del Oaxaca ideal y
lo expusieron en sus publicaciones. Tuvieron influencia en el medio y
se empeñaron a fondo en la construcción y defensa de ese patrimonio
cultural e ideológico, no sin recibir a cambio sinsabores y
desaires. La generación de gobernantes con poder y dinero, sus
contemporáneos, no estuvieron a la altura de las espectativas de sus
ideas de ellos ni de su tiempo. Por eso el Oaxaca que nos han estado
dejando esos burócratas resulta deficitario en cultura y en
educación, pero pudo haber sido peor: ¡¿qué hubiera sido de este
Oaxaca sin doña Arcelia y su generación?!
Es hora de pensar en la llegada de los
nuevos periodistas, los nuevos cronistas. ¿Lo sabrán? ¿Qué están
haciendo? El periodismo se renueva. Los ciclos se cumplen. El reto
está allí, asociado a nuevas tecnologías y nuevas sensibilidades.
Reproduciré un par de sus crónicas
escogidas por mí, de los tomos mencionados, para que el lector las
conozca, aquilate su estilo personal y si lo desea, acuda a las
librerías locales a conseguir ambos tomos. O bien en nuestras
oficinas de Colón 605, a media cuadra de la Casa de la Cultura, en
el barrio de Los Príncipes, de esta ciudad de Oaxaca. (CSI).
Portada del Tomo I.
Su Prefacio, algunas crónicas, otras semblanzas y entrevistas escogidas para este blog.
Estos son el estilo y los temas de doña Arcelia. Fueron tomados del ejemplar cuya portada es la siguiente:
PREFACIO
Escribir
este libro no es “pura vanidad”, es más bien un gratificante
placer, porque los recuerdos que envuelven con sus poéticos vendajes
la nostalgia traerán, a la memoria de los lectores, seres y cosas
que van por estas páginas como ánimas en pena, unas en el
purgatorio, otras en el merito cielo, y pocas, muy pocas, en
el infierno mismo, que ya lo tuvieron cuando vivieron.“Cosas, casos
y personajes” estremecían mi mente, queriéndose escapar. ¿Qué
los detuvo?, un sutil amor por esas gentes, porque en alguna forma
transitaron en la vida social, política y cultural de esta Verde
Antequera, convertida hoy en un gris espacio, en el que la inercia
nos cubre con sus soporíferos aires. Va para los lectores, un regalo
más que yo he considerado en mi propia vida tenerlo como un tesoro.
Lo comparto con ellos, para bien de todos.
Trato
de no excluir a nadie, todo lo contrario, quiero que los personajes
que fueron y que son deambulen en las páginas, para dar al lector lo
que busca: admiración, asombro, enseñanza, gozo y, ¿por qué no?,
también dolor. Este último se liga a los que ya no están con
nosotros, dejándonos parte de sí mismos, llevándose mucho de
nosotros. En palabras más claras, yo anhelo que los lectores
participen, con la que lo escribió, de la dicha de rehacer del
pasado lejano y del pasado reciente todo lo que en sus páginas
viven.
Una
guirnalda blanca,
para
los que ya no están con nosotros.
A.Y.
La
sacerdotisa de los hongos,
en
plena actividad curativa
Conocí
a María Sabina, indígena mazateca, ya de avanzada edad, en las
oficinas que fueron del Fondo Nacional para Actividades Sociales
(FONOPAS), en donde se le dio por acuerdo administrativo, una
despensa cada mes, conteniendo artículos básicos para su
manutención.
¿Quién
era y cómo era María Sabina?, como ya lo digo en palabras arriba,
era indígena, nacida en Huautla de Jiménez, quien descubrió los
hongos alucinógenos para el mundo, al habérselos dado a probar a
tres personajes de Francia, entre ellos uno que buscaba no el
esoterismo, sino su aplicación a la medicina. Esta mujer recibía en
su pueblo el nombre de curandera, después la elite cultural le puso
el nombre de sacerdotisa de los hongos. No hablaba español, y pienso
que estaba asombrada del poder que había conseguido al dar pelos y
señales de las virtudes curativas de los hongos.
El
licenciado Raúl Bolaños Cacho recibió, siendo presidente del PRI,
una caja de cartón, alargada y compuesta para regalo, como en las
que vienen las vestimentas femeninas, y traía esos hongos oscuros,
de color áspero, en suma de muy mal aspecto y de un olor penetrante
a tierra mojada. Me llamó a la redacción del Oaxaca
Gráfico,
que quedaba enfrente de su propia oficina de Independencia, y me dijo
“este regalo que me hicieron se lo cedo, porque usted es una
persona que conoce a muchas gentes que puedan estar interesadas en
comerlos”, yo me di cuenta del alcance que podía tener aquel
paquete, y dije que iba a buscar a otra persona, porque yo no me
podía hacer cargo de tal comisión. Hablé inmediatamente con un
psicólogo militar que había en Oaxaca, he olvidado totalmente su
nombre, y le repetí la misma frase que me hicieron a mí, que los
regalara, y el interfecto me contestó que sí, pero que yo le
buscara a las personas con las que hacer el experimento. Menudo
trabajo, pero lo hice, y el director de la escuela de Medicina
contribuyó a esta experiencia, que tuvo lugar en la casa de la
inolvidable compañera periodista, maestra en idiomas de la
universidad, Juanita Glessen, de origen holandés, y que tuvo su casa
en la plazuela Labastida, en donde ahora se encuentra el comedor El
Topil, donde exhibía sus conocimientos gastronómicos nuestra
estimada amiga, la maestra Soledad.
¿Qué
ocurrió ese día, en punto a las ocho de la noche?, lo que ya estaba
previsto, acudieron los comensales de tan exótico platillo, que
fueron dos maestros de pintura de la Escuela de Bellas Artes, un
músico y la que escribe.
El
doctor llevó un folleto reconocido internacionalmente, donde venía
el manejo científico del hongo, y así lo aplicó a los voluntarios
de tan extraordinario caso. La anfitriona no se atrevió a formar
parte del equipo. El médico invitado como anfitrión tampoco, sólo
siguió las reglas de que debía haber música clásica de fondo, y
una persona encargada del hecho en sí. Llevado a cabo el propósito
se vieron los resultados. Se puso el disco, porque siempre debe haber
música que promueva los sentimientos de la toma, y bendijo un plato
de cacao en su léxico nativo, semillas que aún poseo, y que se me
quedaron de recuerdo. En mi caso no sucedió nada, en los otros,
empezaron a ver cosas iluminadas y algunas escenas retrospectivas de
su vida personal. Pasado el tiempo, no salía yo de mi asombro, de la
inmunidad que demostré en esta prueba, pero pude percibir que por lo
menos, durante un largo año, tuve enorme energía para todo, para
mis habituales quehaceres de dar clases, de estar en el periódico
toda la noche haciéndolo, y de reportear las noticias por la mañana,
en la calle, y en las fuentes (que era el Palacio de Gobierno).
Doña
María Sabina siempre había insistido al conocerme de que yo los
probara, me cobraba quinientos pesos por este quehacer.
Definitivamente yo había perdido el interés en los alucinógenos,
no me interesaban en absoluto comerlos, y sólo corría por mi cuenta
entrevistarla con su intérprete, y solicitar que se presentara en
público en la biblioteca central, en una sesión especial, con las
reglas que imponían, para que se hablara del tema. Aceptó la
proposición hecha por mí. La persona que la presentó hablaba
mazateco, era su ahijado, Juan García Carrera, y yo había buscado
una beca para él, que se le otorgó en la escuela de contaduría de
la que era propietaria mi amiga Covadonga Coheto Jiménez. En esta
sesión se le hicieron preguntas, y a éstas contestó ella y su
intérprete.
La
vida de María Sabina fue de pobreza y de tolerancia con sus
parientes, porque éstos la explotaban de lo lindo, disputándose
cuantos regalos se le hacían a ella. Recuerdo que la esposa del
gobernador de aquel entonces, la profesora María Eugenia Castañeda,
le envió un ropero, una cama y no sé qué otro equipo de
mobiliario, bienes sobre los que cayeron sus nietos, y se llevaron
todo, dejando sólo el humilde lecho en el que ella acostumbraba
dormir. Al presentarla en México, un publicista logró tomas
cinematográficas que nunca vimos en la pantalla, los periodistas
nacionales se ocuparon de ella por lo menos durante una semana, esta
persona fue el tema exótico cotidiano. La hermana del señor
presidente José López Portillo también explotó las facultades de
doña Sabina, llevándola y trayéndola en presentaciones agotadoras.
Ya era pobre cuando empezó su celebridad, y terminó siendo más
pobre en aquellos días. Contaban de ella que se había casado muy
joven, y que era una curandera como hay muchas en esa población,
pero ella era la más famosa. Como todas las glorias humanas, pasó
de la moda al olvido en muy breve espacio de tiempo. Vestía un
huipil mazateco, su rebozo, andaba descalza y su cabello, peinada en
dos trenzas a veces, se las colocaba artísticamente en la cabeza,
con un listón oscuro. Las arrugas de su cara eran muy expresivas, y
cuando hablaba su mazateco, el sonido era como un susurro, poco iba
quedando de sí misma, y este poco se gastaba cada día, hasta que
desapareció para la curiosidad pública, que ningún bien le hizo.
José
María Bradomín
Su
nombre de pila fue Guillermo Villa Castañeda, era hijo de capitán
artillero José María Villa y de la bella señora Luz Castañeda
Rojas. Vino al mundo el 2 de enero de 1910, en su casa de la calle
Carlos María Bustamante.
La
escolaridad la obtuvo en las escuelas Pestalozzi, Carlos Gracida y
Porfirio Díaz. Toma un curso con el pedagogo Luis D. Ramírez de
preparación de maestros rurales. Más tarde, muchos años después,
presenta exámenes en el Instituto de Capacitación del Magisterio y
obtiene el título de Maestro Normalista.
En
la época que conoció el oficio de la tipografía, conoció también
a los intelectuales de Oaxaca. Inmediatamente vio un escalón para
mejorar su condición de intelectual y se hizo amigo de ellos. Éstos
eran: Enriqueta Aragón, la magnífica poeta Teresa Luna Vargas, Juan
G. Vasconcelos y Enrique Othón Díaz. Con ellos entró propiamente a
cultivarse, y el resultado fue magnífico, porque dentro de muy poco
tiempo se formó el inquieto investigador y el poeta lúcido. 1929
fue una época prolífica para su pluma, colabora para el periódico
La Opinión
de Fortino Lopalan Gómez Torrentera, en el Eco
Estudiantil
de Ángel Saavedra, en los Cuadernos
de Oaxaca
de Gonzalo Hernández Sanabria, en Libertad
de Efrén Chávez… y ya firma en estas publicaciones con su
seudónimo de José María Bradomín.
Y
por lo que toca a la poética, publica sus versos en los dos libros
Solar
Nativo
y Lira
Dispersa.
Había nacido pues, el periodista y poeta. Pero el periodista tiene
un salto muy fuerte para volverse un investigador de fuste, y esto se
lo dan las circunstancias, porque siendo profesor normalista se mete
en todas las regiones del estado, y es ahí donde encuentra un
riquísimo material que tuvo el tino de recoger, para después hacer
todas sus obras.
Guillermo
Villa Castañeda fue un crítico agudo, tenaz y persistente de la
administración pública. ¿Por qué? Porque en aquellos tiempos que
hemos venido narrando los problemas sociales de Oaxaca lo incitaron a
esta postura, que llegó a ser una manera de ser de él. Así fue que
sus artículos en los periódicos El
Universal,
La Nación,
Omega
y Hombre
Libre, que
fueron famosísimos periódicos nacionales, y estos dos últimos
siempre en contra de los regímenes… la revista Jueves,
del periódico Excélsior.
Ahí vertió él sus disgustos y sus críticas, verdaderamente como
un hombre libre. Siempre se manifestó como porfirista. El general
Díaz fue su ídolo y por él sintió una profunda admiración. Fue
lo que se llama un porfirista de hueso colorado.
Al
terminar la década de los cincuentas se encuentra ya en una
situación distinta, porque digamos que sus armas están pulidas, no
las ha escrito en balde. Hizo una labor muy significativa en la
escuela donde se encontraba en San Juan Bautista la Raya. Ahí nace
su Monografía
del Estado de Oaxaca
y en otra que tuvo más tarde:
Toponimia de Oaxaca.
Bradomín,
para entonces, empezaba a saber que la fama y la gloria para los
escritores no siempre es eso. Encuentra obstáculos, como encuentra
también un terreno diferente donde se aprecia lo que un pensador
hace, y ese terreno fue la capital de Oaxaca.
Don
Guillermo fue un hombre alto fornido, recio en su personalidad, de
ademanes bruscos muy parranderos, le gustaban las mujeres y a las
mujeres les gustaba él, fue como un semental de la pradera. Don
Guillermo también tuvo otra debilidad en su corazón: Cuando estuvo
en Tlaxiaco se enamoró de una maestra, señorita de una familia
distinguida, que devotamente quiso, y fue su gran amor imposible.
Murió con ese gusanito donde frustró su machismo, digamos, pero fue
su estrella, su musa, lo más delicado de su espíritu. Hagamos un
elogio de este escritor que, es bueno decirlo, es muy solicitado en
las bibliotecas, por jóvenes que buscan sus conocimientos, sus
consejos, para saber cómo fueron las cosas…
Y
ahí está José María Bradomín en la mente de estos jóvenes, vive
todavía en ellos y vive en sus libros y en el corazón de las
personas que lo conocimos.
ENTREVISTA:
Siempre
había sorpresas en las giras de Cárdenas
La
comitiva que acompañaba al general Cárdenas y a Brena Torres, en la
gira de trabajo por tierras mixtecas, vivió una extraña
inauguración, por el imprevisto horario, dos o tres de la mañana,
me cuenta mi informante, el arquitecto Martín Ruiz Camino.
Llegamos
en la madrugada al lugar e inmediatamente, antes de asistir a la
inauguración que se hizo con antorchas que iluminaba la noche,
mientras recorríamos las aulas, me comenta, que tenían como techo
bóvedas de ladrillo, que la Comisión del Balsas había construido,
ni a las autoridades del lugar ni a los funcionarios visitantes ni a
personas del pueblo, reunidos para el acto, les importó la hora.
Había fervor (dice enfáticamente el arquitecto Ruiz Camino, quien
ya enraizado en sus recuerdos me cuenta de un puente que se inauguró
en ese horario desconcertante, antes que las aulas descritas, en un
pueblo del que perdió el nombre, el arquitecto no recuerda ni el
río, pero le quedó grabada la escena porque el general Cárdenas,
en el instante de la inauguración, dijo que el gobernante oaxaqueño
era un hombre que caminaba con el pueblo.)
A
propósito del gobernador Brena Torres, ¿qué imagen tiene usted de
él?, pregunto a Ruiz Camino.
Me
impresionaba su inteligencia, –me dice de inmediato– sus dotes
para la conversación y la calma para apreciar la poesía.
(Para
abonar la personalidad del aludido, yo añado ¡todas las artes!, dio
apoyo a la música, al teatro, que tuvo gran auge bajo su mandato.
Era un hombre culto y sensible.)
(Ruiz
Camino recuerda que era amigo personal del presidente Adolfo López
Mateos. Su antesala estaba llena de políticos importantes y, sin
embargo, una vez que lo visité con el regalo del libro de poemas
Giraluna
de Andrés Eloy Blanco, me leyó en voz alta toda la poesía “A un
año de tu luz”:
A
un año de tu luz, e iluminado
hasta
el final de su latir, por ella,
desanda
el viaje el corazón cansado.
De
tu voz, de tu mano y de tu huella
retorna
a la niñez, donde palpita
sangre
de luz tu corazón de estrella.
Vamos
los dos a la esperada cita,
y
parece saltar de mi costado
santa
y clara, tu voz de agua bendita.
Y
así al solar de la niñez llegando,
mi
corazón, devuelto de tu muerte,
a
un año de tu luz, iluminado…
Y
así siguiendo las tercetas hasta el final del poema, todo fue para
mí gran sorpresa.)
¿Qué
tipo de escuela fue?
La
primera prefabricada y le pusimos de nombre Lázaro Cárdenas.
¿Se
hizo costumbre sembrar árboles?
Sí,
la idea me la dio mi padre. En los convenios de cooperación con los
pueblos quedó el compromiso establecido.
¿Se
habrá cumplido después de ustedes?
Fue
un pino y está dando sombra el que sembró Brena Torres, después la
vida me enseñó a limitarme, contesta. Hemos sembrado más de mil
árboles, en un pequeño terreno en El Punto.
ENTREVISTA:
Oaxaca
se distinguió nacionalmente por su participación en el movimiento
del 68: Agustín Márquez Uribe
Entra
al recinto el licenciado Agustín Márquez Uribe (A.M.U.), lo
envuelve una sonrisa de oreja a oreja, con sus extremidades largas
avanza en el salón hacia mí (A.Y.), y mis palabras lo encuentran
para destejer el pasado.
A.Y. Dígame
¿cuál era el ambiente universitario en Oaxaca, previo al movimiento
estudiantil del 68?
A.M.U. De
absoluto respeto. Los estudiantes de esa época eran disciplinados,
dedicados a estudiar, ocupados en actividades del deporte, actos
culturales, claro con sus propias inquietudes relacionadas
íntimamente con la política estudiantil.
A.M.U. (Recalcó
y nos dijo, que eran muy respetuosos con sus maestros). Eran los
tiempos de los licenciados Pedro Yescas Peralta, Alfredo Castillo
Gómez, de su señor padre don Alfredo, reputado jurista, del “viejo”
Alberto von Thaden, del contador don Alejandro Pombo, maestro de
raíces griegas, todos ellos verdaderas lumbreras de las cátedras
que daban.
A.Y. ¿En
su condición de rector de la UABJO, cómo recibió la petición de
la insurgencia estudiantil del 68?
A.M.U. En
el fondo, con mucho entusiasmo, porque se conocía lo que había
sucedido en México. Aun cuando aquí no empezó el 26 de julio, sino
el 18 de agosto, y se inició con la marcha silenciosa, que comenzó
desde el campo deportivo, recorriendo todas las calles de la ciudad,
hasta llegar a la esquina de García Vigil e Independencia, di
órdenes a Sadot, el “conserje”, para que se adelantara y
abrieran de par en par las puertas del gimnasio, y ahí, en forma
ordenada, estuvimos hasta que di las gracias a todos ellos, maestros
y estudiantes. Esto evitó que nos uniéramos al grupo del internado
de Reyes Mantecón, quienes ya habían preparado un violento mitin.
(Márquez Uribe mojó su garganta para proseguir su muy interesante
relato.)
A.Y. ¿Cómo
vivió la problemática universitaria?
A.M.U. Muy
difícil, porque se prolongó mucho tiempo y se venían los cambios
políticos de gobernador, diputados y del propio rector, así como
consecuentemente de los directores de escuelas. Pero el apoyo fue
abierto de los estudiantes de Oaxaca al movimiento estudiantil de
México; Oaxaca se distinguió nacionalmente por su participación
tan decidida.
(Empezaba
a atardecer y las nubes cargadas de agua en este patriótico mes de
septiembre intentaron aterrizar. Empezó a oler a humedad, ya mi
entrevistado no reía, la vivencia rejuveneció su mente y sólo
existía el pasado.)
A.Y. ¿Cuáles
fueron las presiones que usted recibió por la participación de la
Universidad en su época?
A.M.U. (Apresuradamente
contesta, sin titubeos). Muchas, recibí muchas del gobierno federal,
local, de los padres de familia, de los mismos estudiantes, y de los
maestros. Se pensaba que se podía perder el año. Yo entregué la
rectoría al doctor Mario Pérez Ramírez, en la fecha programada.
(El
semblante de mi entrevistado vuelve a la realidad, sus ojos ven el
reloj, y me dice con una voz más profunda). Adiós, doña Chela,
alargaré esto si es preciso porque hay muchas cosas qué saber y que
no se han dicho.
A.Y. (Pero
no lo dejo ir, para lanzarle la última pregunta). ¿Qué fue para
usted en lo personal el movimiento del 68? (Para contestarla aparece
el Agustín alegre, simpático, muy oaxaqueño al hablar, y
contestándome.)
A.M.U. Fue
el parteaguas que hizo que se iniciara el cambio tan necesario en el
estado, cambiando también la misión de la universidad, por la
participación decidida de las nuevas generaciones de jóvenes.
A.Y. En
otra ocasión hablaremos con él sobre las cosas que no se han dicho,
estamos emplazados.
Portada del Tomo II.
Otras crónicas, otras semblanzas... escogidas para este blog.
Estos son el estilo y los temas de doña Arcelia. Fueron tomados del ejemplar cuya portada es la siguiente:
¡HORROR!,
EL HURACÁN PAULINA
Para
sopesar toda su trascendencia del huracán Paulina, escogimos a Igor
Arango, que ya había tenido experiencias breves y no graves en estos
sorpresivos encuentros con la furia de la naturaleza. Igor, en una
epístola que me envió desde el lugar de los hechos me cuenta:
Aparece
en la puerta de su elegante alcoba una mucama de sonrisa pronta y de
habla muy oaxaqueña que le dice: ¿Toma usted su desayuno? Pero
diciendo y haciendo y en la mesita de noche, le coloca un vaso con
leche, al que ella no le hace caso y prosigue con entusiasmo estas
vivencias que le permiten acercarse a hechos conmovedores.
Todavía
ayer saludamos con euforia a nuestro maestro en la Universidad del
Mar. Al iniciarse, el lunes pasado el año lectivo, empezamos a
conocerlo.
Todavía
ayer admiramos con mirada furtiva o de franca admiración a nuestras
compañeras mujeres.
Todavía
ayer el sol brillaba con todo esplendor sobre estas maravillosas
playa del Pacífico oaxaqueño, llamada Puerto Ángel, con un hotel
empotrado en la cúspide, con las instalaciones del resguardo de la
Armada Nacional, con su flora que tapizaba los senderos con árboles
y palmeras, arbustos pequeños, matorrales, todo verde, color de la
esperanza.
Todavía
ayer mis ojos se deslumbraron con la playa Zipolite, bella entre las
bellas, famosa entre las famosas, con sus playas aledañas
Agustinillo y Mazunte, donde desovan las tortugas año con año y se
protege la especie antediluviana de este Testudinido
legendario.
Aquí
en Zipolite escogí una casa que da albergue a estudiantes, para que
fuera mi hogar durante cinco años, los mismos de la carrera.
Todavía
ayer cruzamos miradas, nos dimos la mano, sonreímos, en ese gran
conglomerado (como de seiscientos alumnos que aspirábamos a
científicos) venidos de los cuatro puntos cardinales de la patria:
Puebla, Tlaxcala, Tabasco, Campeche, Mérida, Chiapas, del Distrito
Federal, del Bajío y del Norte del País.
Todavía
ayer experimenté la algarabía de todos ellos y el silencio de las
salas de estudio, pesado y ligero a la vez, pesado por su
concentración en los temas y ligero por la ansiedad de aprender.
Todavía
ayer nuestro ánimo de jóvenes estaba en el asta de la bandera
universitaria, reíamos, soñábamos, amábamos la vida, no conocimos
la corriente negativa y aleccionadora de una desgracia colectiva. No
conocíamos la fuerza brutal de un siniestro, nos era desconocido el
rostro monstruoso de Paulina,
Huracán devastador que cambió nuestra vida.
En
la Universidad nos dijo la maestra ¡váyanse! Serían como las doce
del día. Yo ya había consultado el internet sobre el fenómeno
Paulina
donde marcaban la velocidad y que entraría a las 14 horas, con
vientos de 180 a 240 kilómetros por hora.
En
la comunidad de Zipolite sí se había escuchado por los medios de
comunicación de la trayectoria y violencia del huracán, pero las
gentes por su ignorancia, o negligencia se confiaron.
Cuando
nos despacharon de la Universidad con tres compañeros, dos mujeres y
un hombre, nos dirigimos a Zipolite y de allí a mi pequeño cuarto y
nos dimos ánimo y confianza decididos a esperar. Estos lugares
tienen algo ¡no sé como descifrarlo! Pero nos invadió un alerta
pasivo, ferviente, presintiendo el peligro, pero este sentimiento fue
rebasado desde el primer momento en que escuchamos un ruido como de
“muchos trenes” pero por encima de este ruido que viajaba en el
aire se oyó algo sobrenatural en el fatídico instante en que el
huracán tocó tierra y su destrucción abarcó un gran radio
mientras que el ojo fue Puerto Ángel.
Había
amanecido lloviendo, el aire era pesado en la mañana y el mar
mostraba síntomas de alteración pero a la hora de la hora las olas
en esa playa eran de unos seis metros de altura. Por arriba de
nuestras cabezas pasaron árboles completos, láminas galvanizadas,
tejas, morillos y techos de palma. Todo crujía ensordecedoramente.
Las instalaciones de la Armada se desplomaban estrepitosamente. El
agua empezó a entrar en la habitación, primero agua y después lodo
espeso que nos iba cubriendo, mientras afuera la máquina
destructora, entre agua y vientos enfurecidos se llevaban al mar
animales, restaurantes de endebles materiales, enteros con puertas,
ventanas, el mobiliario propio, refrigeradores y las camas y sillas
de las personas. ¡Todo desaparecía…! Y nuestras fuerzas estaban
en el límite de la desesperación por la impotencia: ¡salvar la
vida…! ¡salvar la vida…! Era lo único que pensábamos. Las
sombras de la noche adelantaron su llegada. Cuando el endemoniado
Paulina
tomó su curso, rumbo a Acapulco, nosotros nos asomamos a ver el
panorama. Para llorar, aun siendo hombres. La Universidad del Mar,
destruida, esas instalaciones fueron construidas, me dicen, hace poco
menos de diez años, eran de calidad, bien planeadas. Ahora solo hay
rastros de lo que hubo.
En
Zipolite la gente, pescadores con sus esposas y niños y personas
ancianas, sus parientes, después de rezar lloraban a gritos.
Sus
casas de carrizo, adobe y otros materiales de la región
desaparecieron. El panorama total era increíble. La playa parecía
una playa virgen y lo mismo se decía de Mazunte y Agustinillo. Ahí
en Zipolite, volvió a salir el sol hasta el tercer día, pero para
alumbrar la desolación de la gente.
Acababa
de ocurrir la tragedia, al amanecer la gente empezó a buscar sus
pertenencias, entre el lodo, la arena, las piedras que viajaron por
el aire como si fueran plumas. ¡Nadie rescató gran cosa, porque
todo había sido arrasado. Nosotros salimos del refugio como estatuas
de lodo, muertos de terror y ahora de pena al ver a la gente sufrir
por sus cosas y porque no tenían qué comer y tenían hambre y,
sobre todo, sed. Los niños se reunieron en lo que fue la escuela
para recibir algo de comer; en la presidencia hicieron cola para
recibir despensas. Una bicoca era lo que se estaba dando ante la
demanda de la población desarrapada, sin ropa que cambiarse, ni
mantas con qué cubrirse. La gente vieja hablaba de que nunca antes
hubo un huracán, muchos coincidían que se aproximaba el fin del
mundo.
Los
gringos del hotel, único turismo productivo y hasta eso poco,
huyeron despavoridos. En Zipolite no había turismo; había, según
decían los nativos algunos extranjeros que por ahí andaban, quizá
cuidando los terrenos donde vivían, también en apuros para
sobrevivir, mientras llegaba la ayuda que, cuando salí el viernes
por la tarde, todavía no entraba en Zipolite.
Encontramos
un hombre ya viejo que buscaba entre escombros e iba de un lado a
otro, casi con lágrimas en los ojos ¿qué busca? Le preguntamos.
Con voz cortada nos contestó: a mi marrana.
Todo
lo que tenía era su marrana la que sin duda ya estaba a kilómetros
bien muerta.
En
este lugar la vida venía del mar, ahora el dolor, el pánico, la
furia de la naturaleza, lo convirtió en foco insalubre. No hay
drenaje y con todo el desastre encima, basura hacinada, escombros,
troncos y maleza que van a podrirse en pocas horas pueden estallar
las epidemias, dengue o cólera.
Hicimos
planes de salir y lo pudimos lograr yendo a Pochutla y tomando el
camión llegar a Salina Cruz, también afectada, en mínima parte,
pero al llegar aquí ¡ya la hicimos!
Estoy
aquí en Oaxaca nuevamente junto a mi familia, padres y hermanos,
junto a ti que te preocupaste tanto por mí, pero mi pensamiento
sigue en aquella latitud flagelada por el fenómeno y en esa playa,
de la que sabes mucho y espero me cuentes. ¿Es cierto que la
llamaron del amor? ¿Es cierto que la escogieron los hipies
al finalizar los años sesentas para vivir y hacer sus proclamas de
protesta contra las guerras, el uso de la bomba nuclear, la
prepotencia de los gobiernos y la desunión del género humano. ¿Cómo
es esa historia?
Respuesta
a Igor:
Tus
revelaciones sobre el fenómeno que sufrieron los habitantes de la
Costa Chica oaxaqueña, precisamente Puerto Ángel, con su playa
Zipolite, Agustinillo y Mazunte, me han impresionado: Vivir
angustiosos minutos en el ojo del huracán, no es lo mismo que
escribir una crónica después sobre el meteoro.
Me
pides que te cuente las historias de Zipolite, lo hago con gusto
porque me tocó vivir una de ellas, la del joven escritor y luchador
social Juan Herrera, quien fuera alumno mío en la Sección de Teatro
de la Escuela de Bellas Artes en la Universidad “Benito Juárez”
de Oaxaca, al finalizar los años cincuenta, cuando él era un niño
de doce años, más o menos; en ese tiempo su madre enfermó de
cáncer y murió cuando iba el a cumplir quince quedándose, como el
hijo mayor, al frente de sus hermanos menores que eran tres más.
Juan
empezó a escribir reportajes y entrevistas, luego escribió obras de
teatro que fueron llevadas a escena por él mismo y dados a conocer
en la Penitenciaría y en la Escuela Normal donde cursaba la carrera
de maestro, Vivir Escalones 4 y Medio
y La Hormiga
fueron las primeras y la otra que causó impacto por el tema que
trataba (la homosexualidad) El Gato y
el Ovoide. Los dramaturgos jóvenes
de esa época, entre ellos Juan José Gurrola, lo llamaron teatro de
vanguardia. Esta pieza participó en los Concursos Teatrales y fue de
gira a Guadalajara.
En
ese tiempo fundó la “Casa del Estudiante”, en la calle de
Morelos, junto al Museo Prehispánico Rufino Tamayo. Grandes
tropiezos, obstáculos y ataques tuvo al principio. Su tenacidad fue
mayor y logró que la casa creciera y fuera un foro artístico y
cultural. Al mismo tiempo luchó porque la Escuela Normal tuviera un
edificio propio por lo que organizó una marcha a México con los
normalistas oaxaqueños, consiguiéndolo. Es el que funciona hasta la
fecha en la Calzada a San Felipe del Agua.
Después
de los disturbios del 68, Juan regresó a Oaxaca muy alentado, había
trabajado en la propaganda de los Juegos Olímpicos haciendo textos y
se vio envuelto en los sucesos del 68, con todas sus consecuencias.
La
Noche de Rábanos lo encontré en la romería y me dijo: “Me
voy a vivir a Zipolite, el agente municipal me regaló un terreno
para que haga mi casa ahí en la playa, me voy a poner a escribir”.
Estas noticias me las daba el 23 de diciembre de 1968 y el 6 de enero
del año siguiente recibí un telegrama donde me anunciaban que se
había ahogado en la playa y que mandara a recoger su cadáver.
No
fue fácil, pero esa maravillosa solidaridad del pueblo lo permitió:
Enrique Audiffred, Virgilio Gómez y José Luis Robles, marcharon en
comisión. Al llegar a Zipolite, unas 48 horas antes lo había
enterrado la comunidad hipie
con rezos, flores, música, muchas veladoras, cánticos y hasta
meditaciones.
Lo
curioso es que en sus papeles hay unas notas que escribía para un
guión cinematográfico: “El mar me
llama, me dice ven… ¡No lo resisto!” Encontraron
las líneas que transcribo, dedicadas a Zipolite: “Faro
de Zipolite,/ removimiento de las tinieblas/que se agazapan a lo
lejos./ Tú sabías,/ Bienamada, mar, vino rojo,/ cosas que ayer
fueron, amor:/la hierba creó en sueños/ un robusto cuerpo de
árbol,/para albergar su tarea persistencia/ entre las cosas;/ pero
olvidé el accidentado génesis/que habría de ahogar en pradera,/su
deseo de alta fronda./¿Retornar?/¿Acaso podrás despertar?/ como si
nada/¿Con eso crees, acaso;/ que nada después/ te transformará?
/¿Levantar a los muertos?/¡Oh miseria!/ ¿Renacer?/¡Absurdo!/
¿Trascender?
Volviendo
a la reseña de la muerte de Juan, la comisión que fue a recoger sus
restos lo exhumaron siguieron la petición de sus hermanos porque
dijeron que había el proyecto de hacer de ese panteón una obra
turística; el sepelio fue al siguiente día, por la mañana. La
población normalista con su director Delfino Techachal a la cabeza,
los escritores, teatristas, danzarines, periodistas, estuvieron en el
acto, hasta las señoritas Martínez Vigil con un grupo de niñas de
una escuela confesional, asistieron. Rodolfo Álvarez, Edmundo
Aquino, Luis Lagunas Parra, Francisco Espinoza Valencia y sus
hermanos rodeamos su fosa, deplorando su muerte prematura. Siempre
quedó en el aire, como la moneda de las apuestas (cara o águila)
¿Accidente o suicidio?
Genoveva
Méndez Gracida, ex monja, vaca
sagrada de la educación en la
Secretaría de Educación Pública asesoraba aquí a la Normal
Superior. Pereció, igualmente, una mañana, en esas aguas que la
naturaleza imita de color–rumor–energía–canto de sirenas o
risas de Ángel de la Guarda.
Zipolite
fue escenario de nudistas, de orgías de droga y alcohol, es la parte
oscura de su historia.
RODOLFO
ÁLVAREZ: Llegó a Oaxaca como turista
Llegó
a Oaxaca como turista y se quedó aquí, fascinado por el ambiente,
el paisaje, la temperatura templada del Oaxaca que ya no existe. Sus
amigos que le acompañaron a este viaje se asombraron de la decisión
que había tomado, y que fue definitiva y tajante, porque aunque le
aconsejaban que lo pensara bien, que se llevara un tiempo para
decidirlo, su decisión estaba tomada consigo mismo, y así tuvimos
los oaxaqueños a un forastero que al principio no sabía cómo sacar
provecho a su profesión. Al mismo tiempo acababa de estrenarse con
gran éxito su obra de teatro Martina
en el teatro El Globo,
de la capital del país, actuando la gran artista María Douglas.
Bajo este halo de triunfo, él hizo planes para hacer aquí teatro,
desde luego buscar integrantes para un grupo, hombres y mujeres, y
darle realidad a su sueño: ser director de escena. Las cosas no
fueron fáciles, porque su profesión no era conocida, pues los
grupos existentes eran autodidactas. Eran 3: el que manejaba el
contador Alejandro Pombo, con su Grupo
Universitario; el de don Francisco
Ruiz García que era el grupo Catalina
D´Erzell; y el grupo de don
Francisco Espinosa Osornio, llamado Compañía
Artística Oaxaqueña.
En
las instituciones culturales no se ofrecía la carrera, sólo en
Bellas Artes, pero muy limitada. El INBA estaba preparando apenas
para mandar maestros a provincia, y lo muy urgente para Rodolfo
Álvarez era la cuestión económica, cómo sobrevivir. Bajo esta
imperiosa necesidad, se me ocurrió, y así se lo comuniqué al
Secretario de Gobierno, Ingeniero Norberto Aguirre Palancares, para
que nos diera su apoyo, que podía inscribirse en la policía, como
un servidor más, para tener acceso a un sueldo y dar las clases en
la Escuela de Bellas Artes, así ocurrió, pero al poco tiempo, el
director de la Escuela Normal, Defino Techachal supo de lo ocurrido,
y lo llamó ofreciéndole una plaza de maestro en ese lugar, lo que
salvó la situación y dio a la Escuela Normal la oportunidad de
poner varias obras, como un verdadero creador de la escena. Rodolfo
había sido educado en el colegio Alemán en México, y sus
calificaciones fueron siempre altas. Con la puesta en escena de su
obra Martina
se descubrió en él al dramaturgo, y al realizar aquí el oficio de
director, coronó su ambición de ser protagonista de uno de los
aspectos educacionales de mayor importancia para un pueblo: el
teatro, y lo fue así, porque se dio por entero en tiempo y forma, a
poner obras teatrales ocupando una línea muy segura, que en esos
tiempos se llamó experimental.
Los autores de que se ocupó fueron diversos, como Camus con
Calígula, Electra
de Eurípides en lo clásico, y otras como El
enfermo de Aprensión de Moliere,
llegando hasta el italiano Vito de Martini con El
Dios Indiferente, y otros como La
Calle sin Puertas de Wolfgang
Borchert y se ocupó de los dramaturgos nacionales como Carballido,
Rafael Solana, Octavio Paz, Sergio Magaña y González Caballero.
Al
finalizar los cincuenta llegó a Oaxaca y en un largo lapso puso
obras que contribuyeron a la educación popular y fueron repertorio
para el mismo público que él formó, que fue otro de sus méritos.
Una traicionera enfermedad lo llevó al Centro Médico, y ahí fue
operado de un tumor en el cerebro; un penoso incidente complicó el
resultado de dicha operación y tres días después de ésta murió.
Había
dejado a medias la puesta de La Danza
que Sueña la Tortuga, de Emilio
Carballido, que se escenificó después de su muerte en la sala
Juárez, haciendo hincapié en que los actores siguieron el trazo
original.
Su
muerte fue definitiva para la escena oaxaqueña, podría decirse que
se cerró el telón, se apagaron las candilejas y hubo un réquiem no
sólo para él, sino para el teatro para el que estábamos
acostumbrados.
¿Quién
llamó Guelaguetza
a los Lunes del Cerro?
Yo
me acuso, como lo haría un fiel católico, ante el confesionario, de
haber sido la persona que le puso nombre a los Lunes del Cerro. Los
hechos ocurrieron de esta forma. Fue al finalizar la década de los
cincuenta, dirigiendo el periódico Oaxaca
Gráfico, escribí la crónica de
ese día, allá en la Rotonda de la Azucena, como una fiesta
espléndida, en que nuestros pueblos trajeron su legado y su
identidad, para que en este muy amado Valle, y con el turismo atraído
por la fama de los mismos, se conociera (como me lo declaró en una
entrevista periodística el ingeniero Víctor Bravo Ahuja al
promover, años más tarde, la construcción del actual auditorio) el
legado artístico de los oaxaqueños, a propios y extraños. En esa
crónica escribí que la fiesta me había conmovido por su belleza y
autenticidad, hasta el grado de hurgar en mi cerebro un nombre que
mereciera tal entrega y se me ocurrió llamar a esa fiesta, en
aquella crónica, como una
maravillosa “guelaguetza”. Esta
cabeza, hablando periodísticamente, cubrió las ocho columnas, y fue
muy bien recibida por los lectores de este periódico, y el mismo
gobierno, que ya por su cuenta y riesgo la llamó Guelaguetza.
Este
nombre lo tenía muy documentado por todas las pláticas que sostuve
en ese entonces con el licenciado Manuel Zárate Aquino, presidente
del Tribunal Superior de Justicia de ese entonces, y es más, para
los juegos olímpicos que hubo en México, el Seguro Social pidió
información de todos los Estados, que dedicaron un día a cada uno,
para que luciera su música, sus tradiciones y todo aquello que a uno
lo enorgullece como oaxaqueño. Según nuestras pláticas, la
guelaguetza
se practicaba en los momentos cruciales de la vida, el nacimiento, el
casamiento y la muerte, y se practicaba en la forma más poderosa,
dándose mutuamente regalos prácticos para la vida. Recuerdo que yo
escribí con mucha conciencia el significado de la palabra en el
trabajo que al Centro de la Seguridad Social para el Bienestar
Familiar le habían pedido, y cuando vi el folleto en donde estaba
inserto, que aparecía sin firma, quería exigir mi crédito, y
consulté a un abogado, que me dijo que los textos debían tener
tanto más cuánto de espacio para poder hacer la demanda, y a este
le faltaba poco para cubrir este requisito, pero le faltaba… y se
cebaron mis enfurecidos deseos de demandarlos. La palabra ahora
abarca muchas cosas modernas, hasta hay chocolate que tiene ese
nombre, casas de huéspedes y muchos otros detalles que son, como
decía el maestro Azar, “de la sobada guelaguetza”.
Volviendo
al tema que me ocupa, diré que mucho tiempo estuve inhibida por
haber cambiado los Lunes del Cerro, que es el clásico nombre, por
una palabra que sí resulta atractiva, pero que entonces no tenía
arraigo. Además, yo no tenía ninguna culpa de que al Gobierno del
Estado le hubiera gustado esa palabra y la tomara como si hubiera
sido el autor, aquí no pensé en la demanda. Nada tonta, yo prevengo
lo que me pueda suceder.
Mucha
agua ha transcurrido bajo este puente de la vida, recuerdos
magníficos, chuscos, irónicos, ahora la palabra es muy popular y
significativa, ya la vergüenza se me quitó a mí, y mi recuerdo
viaja muy tranquilo. Así suele suceder en muchas cosas que no
festinamos, por falta de tiempo, o para no provocar el caos.
Lily
Porras Mazari, una oaxaqueña imponderable
Hay
personas que nacen para triunfar en la vida y una de ellas es la
señora Alicia Lilia Porras Mazari. En su pasado remoto, colaborando
con la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura), siendo ella educadora de
jardines de niños, armó varios carros, comparsas, para festinar
fechas y hechos de la notable institución; fue más de una vez
premiada por sus magníficas presentaciones, las que a usanza de esos
tiempos fueron siempre representativas, incluyendo la edad escolar de
niñas y niños. Lily, como todo mundo la conoce por sus virtudes
expuestas en diferentes ocasiones, ha intervenido en empresas que la
han llevado al triunfo total, porque ha resultado multipremiada.
Estuvo frente a grupo pocos años, pues por sus capacidades, las
autoridades educativas de ese tiempo la ascendieron a directora de un
jardín de niños, puesto en el que se desempeñó por diecisiete
años. Después de esto fue supervisora de las escuelas de nivel
preescolar. Culminando su carrera en esta rama, siendo la primera
Directora Federal de Educación Preescolar en el estado de Oaxaca,
puesto que ejerció durante ocho años, hasta su jubilación. En toda
su trayectoria, fundó noventa y cuatro centros de educación, sobre
todo jardines de niños.
Físicamente
mi biografiada tiene una imagen que le han otorgado sus virtudes
personales y a las que ella nunca ha puesto un límite. Por su
destacada personalidad, en 1949 fue nombrada Señorita
Normalista. Su poder participativo
la dio a conocer en todos los estratos de la sociedad oaxaqueña:
pobres y ricos han sido sus aliados voluntarios para hacer crecer los
nombres de instituciones internacionales, como es la UNESCO. En este
año, el 25 de abril, fue distinguida por el H. Ayuntamiento, que
dignamente dirige el licenciado Luis Ugartechea Begué, nombrándola
Ciudadana Distinguida por su Labor
Filantrópica en diferentes ámbitos,
incluyendo el programa de desayunos a indigentes.
Pero
no sólo es conocida por sus virtudes citadas, ella ha intervenido en
el comercio, y en situaciones empresariales diversas, y siempre ha
pisado con el pie derecho, porque ha obtenido los frutos respectivos:
en lo personal aplausos y en lo práctico logros financieros.
Lily
tiene de esposo al señor Salvador Acevedo Ricárdez, con quien se
casó el 23 de julio de 1961, en la basílica menor de la Iglesia de
la Soledad, quien desde luego ha marchado, como se dice en el
lenguaje apropiado, codo con codo como su consorte, conociendo
también los sabores del triunfo. Conocí a sus familiares antes que
a ella, pero al conocerla también hace varios años, seguí su
trayectoria y sus huellas son innegables, porque es intrépida,
participativa, responsable, con capacidad creadora, en fin, una
verdadera alhaja. De este matrimonio surgieron Salvador, Lilia y
Doris, todos profesionistas y triunfadores, siguiendo el adagio
popular de “hijo de tigre, pintito”.
Su
actividad empresarial inició en 1957, cuando inauguró la tienda El
Regalo, sobre las calles de
Bustamante, y posteriormente, en 1963 la trasladó a las calles de
Independencia, donde actualmente se denomina Regalos Mazari, en el
505 de esta calle. En 1998 incursionó en el ramo hotelero y funda
Suites del Centro,
en Hidalgo 206.
El
periódico El Imparcial
la ha destacado por todos su merecimientos, otorgándole páginas
completas, como fue la del 17 de febrero del 2006, y el día que
recibió el premio municipal de la Medalla
Donají, en el teatro Macedonio
Alcalá no cabía el clásico alfiler. Es una persona maravillosa,
con un gran sentido de amor al prójimo, con muchas virtudes que para
su fortuna la han sabido aquilatar sus coterráneos.
Despedimos a doña Arcelia con esta esquela en la que un amorcillo, el Genio del Amor y de la Poesía, llora su muerte:
Descanse en paz la Sra Arcelia Yaniz.
ResponderEliminarDisfrute muchísimo leyendo las los fragmentos de las crónicas incluidas en ambos tomos; son una historias fantásticas. Espero comprar aquellos libros que tienen muy buena pinta.
Es la primera vez que encuentro este blog y me parese maravilloso sus entradas. Los sigo desdé ahora.
Tengo un blog igualmente yake-kinky-kidboy.blogspot.com este es mi sitio y ahí me pueden leer y encontrar.
Un abrazo enorme y que genialidad de blog