Su portada es la siguiente:
Para entrar en materia, veamos el índice de este volumen coordinado por el sociólogo Isidoro Yescas Martínez, de quien enseguida publicaremos la presentación con que describe este proyecto editorial, sus orígenes y motivaciones. Al final, unos comentarios por el autor de este blog que fue invitado a leer su texto durante aquella presentación en el Centro Cultural Santo Domingo.
Pero antes hay que decir que dicho libro se estará presentando en diversas instituciones educativas, a solicitud de las mismas.
Ya está a la venta en nuestra librería en Colón 605, en $150.00. Estamos a media cuadra de la Casa de la Cultura y para los lectores foráneos a través de www.carteleseditores.com
También está disponible en otras librerías de la ciudad.
Este libro, así como otros materiales que vayan saliendo, se está publicando en el siguiente link:
Vamos pues con el Indice de este libro:
Ahora, los motivos del Coordinador de la edición:
PRESENTACIÓN
El
movimiento estudiantil mexicano de 1968 no solamente representó un
punto de ruptura con el autoritarismo del viejo sistema político
mexicano y la transición hacia un país plural y democrático, sino
la transición hacia una mayor libertad de expresión y en la
emergencia de nuevas formas y mecanismos de participación política
y organización ciudadana.
Decenas de
libros y ensayos se han escrito sobre esta etapa en la historia del
México contemporáneo, sin embargo la mayor parte de los
testimonios, memorias escritas y fotográficas, así como estudios
sociológicos y políticos, se han concentrado en lo acontecido a
nivel nacional, descuidando lo que ocurrió en provincia.
Se
multiplicaron las instituciones de educación superior de todo el
país, sobre todo universidades públicas, que se sumaron e hicieron
suyas las demandas del movimiento estudiantil que tuvo como eje
aglutinador a la Universidad Nacional Autónoma de México y al
Instituto Politécnico
Nacional.
Nacional.
Y en Oaxaca, la
Universidad “Benito Juárez” –todavía sin autonomía, que la
obtuvo hasta 1971– jugó un papel importante y estratégico no
solamente como institución solidaria con sus homólogos a nivel
nacional, sino como detonador de fuertes cambios políticos y
sociales de corto, mediano y largo plazo, dentro y fuera del campus
universitario.
En
el año de 1998, al conmemorarse 30 años de estos sucesos, el
Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad
Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca dedicó la edición número
3 de su revista Humanidades
para recuperar parte de esta historia a través de crónicas muy
puntuales, testimonios y entrevistas con observadores políticos y
exlíderes estudiantiles.
Dos
décadas atrás, René Bustamante coordinó un primer esfuerzo en el
mismo sentido en el libro Oaxaca,
una lucha reciente.
Fuera de estos
dos trabajos no se conoce de otro ejercicio académico-periodístico
de recuperación de la memoria histórica del movimiento
sesentaiochero en Oaxaca y, mucho menos, un análisis que permita
combinar los diversos sucesos que rodearon la movilización
estudiantil del 68 y sus primeros vínculos con los sectores
populares así como su impacto en la UABJO y en las instituciones
políticas y organizaciones de la sociedad civil.
De eso nos
ocupamos en este libro: de recrear el ambiente estudiantil, social,
cultural y político antes, durante y después de 1968 en la
principal casa de estudios de educación pública a nivel superior en
Oaxaca, y en reflexionar con sentido crítico de lo que hoy es Oaxaca
y sus instituciones 50 años después.
No
se olvida,
el
movimiento estudiantil del 68 en Oaxaca
se divide en dos partes: En Crónicas
y testimonios
escriben Victor Raúl Martínez Vásquez, Samael Hernández Ruiz y
Jorge
Machorro
Flores. Y
en Cincuenta
años
después
participan Isidoro Yescas Martínez, Jorge Hernández Díaz, Carlos
Sorroza Polo, Olga Montes García, Cirenia Vásquez López, Rodolfo
Navarro Jiménez, Manuel Matus Manzo y Manuel Esparza Camargo.
En
su ensayo El
movimiento de 1968 en Oaxaca,
Victor Raúl Martínez Vásquez describe a detalle los antecedentes y
desarrollo del movimiento estudiantil y el proceso organizativo que
se deriva del mismo, tomando como referencia a la Universidad “Benito
Juárez” de Oaxaca (UBJO), punto de encuentro y desencuentro de
diversos grupos estudiantiles que durante la década de los sesenta
participan en la política universitaria y, en algunos casos, en el
quehacer electoral del Partido Revolucionario Institucional.
Y
será precisamente de las filas de uno de esos grupos, el denominado
Liceo
Juárez,
de donde surgirán algunos de los cuadros estudiantiles que tendrán
un papel protagónico no solamente en el liderazgo del movimiento del
68, sino en el impulso del movimiento popular que emerge con fuerza
en la década de los setenta.
Guiado
por su interés para transmitir a las generaciones del siglo XXI lo
que representó para su vida personal y profesional el movimiento del
68, Samael Hernández Ruiz nos obsequia en Juchitán
1968, una experiencia desde la provincia oaxaqueña,
una amena
crónica sobre lo que vió, oyó y experimentó en su adolecencia y
juventud en su natal Juchitán.
Pero no se
detiene ahí, porque Hernández también narra su tránsito a la
madurez de la vida y de cómo los medios de información y los
cambios provocados con el movimiento del 68 trastocaron los
ancestrales usos y costumbres de esta simbólica provincia del estado
de Oaxaca.
Cierra
esta primera parte Jorge Machorro Flores con su ensayo Volver
a los 17 después de vivir medio siglo, con
la clara intención de invitarnos a pensar en esta gesta cívica a
través de la lectura de breves reseñas bibliográficas sobre los
cambios ocurridos en 1968 a nivel nacional e internacional,
recordando que el ímpetu rebelde de los estudiantes de aquella época
se caracterizó por su animosidad, algarabía, participación
desinteresada y hasta festiva y hedonista.
El movimiento
del 68 mexicano, apunta el autor, fue anímica y éticamente
subversiva y antiautoritaria y este aliento fue el que reprimió el
Estado mexicano con violencia, al extremo del genocidio.
La
segunda parte del libro –Cincuenta
años después–
se inicia con un breve ensayo de Isidoro Yescas Martínez para hacer
un recorrido crítico sobre los cambios y transformaciones que se
escenifican en el ejercicio autoritario del poder tanto en la
Universidad “Benito Juárez” como en el sistema político
oaxaqueño.
De
esta manera en
Del autoritarismo al pluralismo democrático,
Yescas analiza los mecanismos de control vertical y el andamiaje
jurídico que antes del 68 garantizó el control de los órganos de
gobierno de la UBJO por parte del poder ejecutivo estatal y
autoridades universitarias, y el papel jugado por la Federación
Estudiantil Oaxaqueña, como máximo órgano de representación de
los estudiantes universitarios, para promover cambios en esta casa de
estudios y vincularla con los movimientos sociales. En esa misma
línea de reflexión analiza el proceso de transición del régimen
de partido único –expresado en elecciones de carro completo para
el PRI– al pluralismo en el sistema político-electoral.
El
movimiento indígena, entendido como una línea de continuidad, por
lo menos simbólica, con los anhelos transformadores del movimiento
del 68 es tema de estudio de Jorge Hernández Díaz en El
movimiento indígena y las movilizaciones de 1968.
Con esta
precisión, el autor es prolífico en describir los antecedentes y el
contexto nacional y local que impulsan el surgimiento y consolidación
de una multiplicidad de organizaciones indígenas durante el
echeverriato, y de cómo la aparición del EZLN en los 90 se
convierte en el detonador de cambios en las políticas
gubernamentales hacia los pueblos indígenas de México y Oaxaca, y
en la oportunidad para “montar una nueva hegemonía” para
preservar la diversidad cultural de estos pueblos.
A partir del
estudio de los cambios institucionales ocurridos en algunas
universidades mexicanas, durante y después de 1968, Carlos Sorroza,
Olga Montes y Cirenia Vásquez hacen un recuento de los fallidos
procesos democratizadores en la UABJO y de las crisis recurrentes que
ha padecido en las últimas décadas al grado que lo que hoy lo
distingue es su rezago académico y el desorden
administrativo-financiero.
Los
autores de UABJO:
Movimiento estudiantil, crisis institucional y futuro incierto
advierten,
luego de pasar revista a lo que han hecho y dejado de hacer sus
rectores, que para salvar a la UABJO haría falta romper con sus
viejas inercias de control caciquil e impulsar reformas profundas en
todos sus niveles.
Con ese mismo
espíritu crítico y propositivo, Rodolfo Navarro Jiménez considera
que la exigencia de una reforma universitaria enarbolada por el
movimiento estudiantil del 68 sigue vigente pues hasta la fecha la
UABJO no ha podido definir un modelo educativo que le permita superar
sus crisis y conflictos internos y despegar académicamente.
De
ahí que en su ensayo El
movimiento del 68 y la UABJO: hacia un nuevo modelo educativo
proponga realizar una evaluación a fondo sobre las fortalezas y
debilidades institucionales de esta casa de estudios para consensuar
un modelo educativo universitario que tome en cuenta su pasado y
presente y, sobre todo, los diagnósticos y recomendaciones de los
organismos evaluadores y acreditadores.
Teniendo
como hilo conductor de sus reflexiones el 68 y los viejos y nuevos
tiempos de un Oaxaca provincial y sumergido en una pobreza
multidimensional, Manuel Matus Manzo expone en Oaxaca
y su cultura, 50 años después
sus puntos de vista sobre las diversas expresiones de los movimientos
culturales tanto en el Istmo como en la ciudad de Oaxaca.
Por la pluma de
Matus lo intangible cobra forma en su breve pero intenso repaso que
hace sobre el significado cultural del movimiento sesentaiochero a 50
años de distancia, y de la importancia de no perder de vista la
trascendencia de nuestra riqueza lingüística e identidad indígena,
así como la fuerza que en el Oaxaca moderno han cobrado en la
educación y las relaciones sociales las artes plásticas y la
literatura.
El
último texto del libro es de la autoría de
Manuel Esparza Camargo, quien de manera suscinta expone en Impacto del movimiento de 1968 en la práctica de la antropología y conservación del patrimonio, el contexto, los personajes y las instituciones que contribuyeron en forma determinante a darle un fuerte impulso a la antropología social, así como para consolidar al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, desde sus centros regionales, defender y preservar el patrimonio histórico nacional.
Manuel Esparza Camargo, quien de manera suscinta expone en Impacto del movimiento de 1968 en la práctica de la antropología y conservación del patrimonio, el contexto, los personajes y las instituciones que contribuyeron en forma determinante a darle un fuerte impulso a la antropología social, así como para consolidar al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, desde sus centros regionales, defender y preservar el patrimonio histórico nacional.
Asimismo,
destaca que lo que hoy es el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS) tuvo como antecedente
inmediato el Centro de Investigaciones Superiores del INAH, promovido
por un brillante antropólogo e intelectual como lo fue Gonzalo
Aguirre Beltrán.
No
se Olvida, el movimiento estudiantil del 68 en Oaxaca,
es resultado del esfuerzo conjunto de un grupo de sociólogos,
antropólogos y profesionistas de otras disciplinas, la mayoría
formados en las aulas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez”
de Oaxaca, que buscamos con estos testimonios y reflexiones críticas
no solamente recuperar desde diversos ángulos la historia de lo que
ocurrió hace 50 años en nuestra casa de estudios y su entorno
social y político, sino sobre todo llamar la atención sobre el
presente y el futuro de Oaxaca y sus instituciones.
Esperamos que
esta diversidad de opiniones y temas abordados sobre un mismo suceso
contribuyan a despertar el interés de las nuevas generaciones de
universitarios sobre un acontecimiento histórico que abrió las
puertas para nuevas formas de convivencia y participación social y
política de los oaxaqueños, y mexicanos en general.
La edición de
este libro fue posible gracias al generoso apoyo del Secretario de
Administración de la UABJO, Taurino Amílcar Sosa Velasco, y otros
colegas y amigos, quienes desde un primer momento demostraron su
interés por participar del proyecto que, en buena medida, también
forma parte de la historia de todos los universitarios de esa época.
A nombre de los
autores agradezco la generosidad del maestro Francisco Toledo por
compartir su dibujo “Cañonazo”, de la colección
Toledo/INBA-IAGO (1999), mismo que ilustra la portada del libro. De
igual forma con el maestro Nicéforo Urbieta, quién facilitó
algunos de sus dibujos elaborados en los inicios de la década de los
setenta.
Oaxaca, Oaxaca
Julio 10 del
2018
Isidoro Yescas
Martínez
Finalmente, el comentario que escribí al respecto:
Libro:
NO SE OLVIDA. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN OAXACA.
Comentarios
por Claudio Sánchez Islas.
Carteles
Editores.
Todos
los presentes somos árboles sembradas en el siglo XX. Algunos han
extendido sus raíces o sus sombras, o han arrojado sus semillas y
frutos más allá de esos límites, llegando al siglo siguiente, el
XXI en el que estamos. Pero los que nazcan allí, serán
necesariamente otras plantas y su fronda será parecida a la nuestra,
pero no la misma. Nosotros, los que nacimos atados al siglo en que
nos formamos de pe a pa, hemos recibido por única herencia
intelectual y sentimental preguntarnos por el siglo XX, lo que
equivale a buscar en el yo personal, el origen de la savia que nos
alimentó.
El
símbolo del 68 representa el tipo de cáliz amargo que el poeta
Vallejo pedía apartaran de su obligación espiritual de beberlo.
Para nosotros, pues, los nacidos en aquel siglo, resultará en vano
esquivarlo. En cambio, quienes han nacido en el siglo que corre, o
poco antes, tendrán sus propias sangres que beberán, pero no
aquella que conmovió al mundo, antes y después de aquel año. Cada
época crea sus símbolos y estos suelen ser transitorios.
Es
distinto tener conciencia de la historia que haber sido protagonista
de ella. Quienes han escrito en estas páginas corresponden a esta
última calidad. Es cierto que todos somos seres en la historia, pero
no ocurre que de esa conciencia brote el juicio sobre la
irrepetibilidad de la experiencia, buscando comprender si tuvo o no
el sentido ideológico que le vimos, si modificó o no el rumbo de la
historia para los demás, como deseábamos; en una palabra, si valió
la pena.
El
libro se compone de dos partes: crónicas y análisis de hechos y
consecuencias del 68 en Oaxaca en ámbitos clave como la UABJO, el
patrimonio cultural, la educación, la partidocracia y el
indigenismo. Al haber sido sus autores protagonistas y testigos de
aquellos días y noches, sus testimonios, opiniones y reflexiones
aquí reunidas resultarán pertinentes para enriquecer la parcela del
siglo XXI.
Llegados
ya al “septiembre de su edad”, los autores, como los vigorosos
árboles que fueron, mudan su follaje, no mueren en ello, sino que
dan paso al siguiente ciclo vital. Por ello me resultan exquisitas
las crónicas que escribieron de sus “momentos” Víctor Raúl
Martínez Vásquez, Samael Hernández, Jorge Machorro y Manuel
Esparza. Conforme se avanza en la lectura puede uno sentir la energía
que les impulsaba entonces, escuchar la música que les animaba y
hasta verles parados, altaneros y heroicos con sus pantalones
acampanados y sus cuellos mao. No estaban haciendo historia, eran en
sí mismos historia, piedras rodantes en el torrente impetuoso de la
vida en que el 68 fue el clímax. Muchos árboles fueron arrancados,
otros quedaron mutilados, pero ellos siguieron de pie allí, en el
siglo XX, el espacio vital que se extiende no solo en los 360 grados
de la circunferencia, sino hacia arriba y hacia abajo. Con este
ímpetu de crecer tanto la fronda como al raíz, Isidoro Yescas,
Jorge Hernández Díaz, Carlos Sorroza, Olga Montes, Cirenia Vásquez,
Rodolfo Navarro y Manuel Matus, reflexionan a partir de hechos y
documentos, personajes y fechas locales, para entender cómo es que
las cosas son como están. No recurren al mito, sino a la autocrítica
y al análisis académico. De alguna manera incitan a la acción para
no quedar esclavizados por los yerros cometidos, por las omisiones o
los diagnósticos deficientes en su momento. Todo esto son sombras
que se proyectan desde el siglo pasado hasta el presente, sombras que
por su oscuridad no dejan crecer como debiera la necesaria nueva
vegetación en el presente. La más ominosa de ellas es la rala
educación pública con que pareciera que nosotros, los hijos del
siglo XX, hemos maldecido a los niños y jóvenes del XXI.
En
las crónicas sus autores han hecho énfasis en particular de algunos
maestros y libros, y aun compañeros de aulas de su misma edad, que
les abrieron de par en par las puertas inéditas del actuar en el
mundo, con intención de mejorarlo de alguna manera. Preguntémonos
ahora por los cronistas del año 2068 y si alguno de ellos citará
nuestro nombre o nuestros libros como epifanías deslumbrantes que
hicieron se arrojaran al torrente de la vida y no que se quedaran
estancados en el de la ignorancia y la miseria...
Para
los jóvenes que hoy tienen 18 años, la revolución es una palabra
que tiene un sentido distinto al del 68. Ellos piensan con otro
criterio. Si alguna revolución les entusiasma es la de los
algoritmos. Han inventado un nuevo lenguaje para escribirlos,
mientras nosotros perdemos sin parar las lenguas indígenas. Si las
preocupaciones de los sesentayocheros eran las masas campesinas y
proletarias, la de los nativos del siglo XXI son el perfeccionamiento
de robots que hagan realidad la utopía de liberar al hombre de la
esclavitud del trabajo manual mal remunerado.
No
obstante, toda esta generación que nos está sucediendo no nació
por generación espontánea. Heredan nuestros pasivos, pero tambien
la irreverencia, la rebeldía, el desparpajo de gozar al mundo. En
ese sentido hay continuidad, pero su paisaje es otro, aceptémoslo.
He
insistido con la idea de que hay que dejar escrito el testimonio de
nuestra época. La crónica histórica o periodística son la
herramienta adecuada. Aquí está la prueba. Narrar en primera
persona ya no es pecado. Nunca lo fue, pero prejuicios sociales y
escolares hicieron que desterráramos de nuestra formación
intelectual la poesía, el cuento y la novela, que se nutren de la
experiencia cotidiana y de la leyenda para recrear mundos paralelos.
En mis modestas investigaciones al respecto he notado que tras los
libros de José María Bradomín, la crónica como un género que
narra a la vez que asienta la identidad individual con el terruño,
cayó en el más feo de los silencios o en el aun más feo de los
clichés folclorizantes. Le he insistido a varios que están ahora
presentes y que tienen una probada capacidad expresiva, que nos
cuenten se tiempo y... nada pasaba.
No
había habido valientes hasta hoy que los leo y releo en este libro y
por serme tan próxima la escena y sus protagonistas, me resulta más
enriquecedora, pero sobre todo, más clarificadora de mi propio
pasado oaxaqueño.
Lo
hicieron bien, chicos. Se los agradezco. Por lo que veo, el otoño
les ha asentado de maravilla. Quizás les rechinen las rodillas, pero
han puesto toda su capacidad reflexiva y además alma, vida y corazón
para la comprensión de una época que dejó todo un capítulo
escrito en el complejísimo siglo XX, cuando éste, en sus manos, era
aun un futuro por hacerse.
Cuando
Eric Hobsbawm se propuso explicarse a sí mismo su propio siglo, el
XX, publicó un tomo de 600 y pico de páginas, aunque pudo condensar
así en unas cuantas líneas: “Comienza con la primera guerra
mundial, que marcó el derrumbe de la civilización (occidental) del
siglo XIX. Esa civilización era capitalista desde el punto de vista
económico, liberal en su estructura jurídica y constitucional,
burguesa por la imagen de su clase hegemónica característica y
brillante por los adelantos alcanzados en el ámbito de la ciencia,
el conocimiento y la educación, así como del progreso material y
moral...” (Hobsbawm, E. (2012) Historia del siglo XX. Crítica.
España. p. 16.)
La
vida de un individuo no alcanza para ver el principio y el final de
un ciclo mundial, como fue la atmósfera entera del 68, en la que
ustedes se vieron envueltos y de la que ahora nos ofrecen estos
testimonios y reflexiones sobre cómo aquel vendabal llegó hasta
Oaxaca y reclamó sus juventudes. Bien hecho, chicos. Muchas gracias.
Oaxaca,
Oax., 26 de septiembre de 2018.
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