Un nuevo hallazgo bibliográfico realizado por el doctor en Historia Carlos Sánchez Silva, del Instituto de Investigaciones en Humanidades, de la UABJO se convierte en el primer ejemplar de las NUEVAS 15 LETRAS, en su Segunda Época, que echa a andar para beneficio del lector local, su director el Maestro Francisco José Ruiz Cervantes.
Como muchos recordarán, las primeras 15 LETRAS fueron quince títulos que volvieron a dar a la publicidad libros y autores de tiempos pasados y presentes, cuyas obras estaban agotadas. Dada la trascendencia que tuvo, ahora empieza una nueva horneada de otros 15 volúmenes, siendo el primero de ellos el correspondiente a la letra o de Oaxaca...
Su portada contiene una "o" "alebrijada", pero en clave tipográfica, de modo que la letra intervenida tiene en sí misma una ornamentación original, un tanto arabesca... El resto de las características editoriales son las mismas de la primera época. Esta vez usaremos colores más vivos en las plastas.
Así pues, demos paso al detalle de esta obra impresa en Oaxaca y que ahora se reedita facsimilarmente, con el estudio introductorio de su descubridor, quien en su ensayo nos cuenta los pormenores de esta edición que influyó mucho ideológicamente en don Benito Juárez y en su generación... por algo se imprimió en Oaxaca, siendo su autor un liberal... venezolano.
Veamos pues la portada:
Y ahora demos paso al interesante estudio introductorio del Dr. Sánchez Silva. Hacemos notar que la feca de aparición de este libro es el 17 de septiembre de 2018. Ya avisaremos por este medio la fecha de su presentación al público. Va, pues...
INTRODUCCIÓN
Juan
Germán Roscio, un inquieto masón venezolano
en tierras oaxaqueñas
Carlos
R. Sánchez Silva
IIHUABJO
Suave
y honroso es morir por la Patria.Juan
Germán Roscio citando a Horacio
I.
Juan
Germán Roscio
y
su pensamiento independentista
Con
estas palabras concluía el venezolano Juan Germán Roscio, [San
Francisco de Tiznados, Estado Guárico, Venezuela, 27 de mayo de
1763-Cúcuta, Colombia, 10 de marzo de 1821)], el prólogo a su obra
titulada El
triunfo de la libertad sobre el despotismo. En la confesión de un
pecador arrepentido de sus errores políticos, y dedicado a
desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de
la tiranía.
Pero ¿quién era este personaje, por qué se publicó su obra en
Oaxaca en 1828, y qué lugar ocupa dentro de la historia de la
imprenta para ser considerado propiamente como el
primer libro que vio la luz pública en tierras oaxaqueñas?
En este primer estudio introductorio me ocuparé especialmente de las
dos primeras cuestiones; señalando algunos comentarios marginales
sobre el lugar que la publicación de su libro ocupa en la historia
de la imprenta en tierras oaxaqueñas.
¿Quién
era Roscio? Roscio es considerado, debido a su activismo político y
su faceta de periodista como redactor de La
Gazeta de Caracas
y director del Correo
del Orinoco,
como uno de los próceres venezolanos de la Guerra de Independencia
en contra de España. Su padre fue Giovanni Roscio, oficial retirado
nacido en Milán (Italia) y de Paula María Nieves, mestiza nativa de
La Victoria, Venezuela. Derivado que era considerado étnicamente
como “pardo” tuvo muchos problemas para desarrollar sus estudios.
Gracias a la protección brindada por doña María de la Luz Pacheco,
esposa del Conde de San Javier, Roscio ingresó finalmente a las
aulas para obtener grados de Bachiller en Cánones (1792), Doctorado
en Teología (1794) y en Derecho Civil (1800). Ejerció una docencia
efímera e interina (1798) frustrada en su continuidad por la
negativa del Colegio de Abogados de Caracas de aceptarlo como
miembro. Litigó varios años y consiguió su ingreso en 1801.
Proceso que duró hasta 1805 cuando por fin logró su definitiva
incorporación al Colegio de Abogados con sede en la ciudad de
Caracas, Venezuela.
Sin
embargo, fue su activismo político por lo que es recordado en
tierras sudamericanas. Como todo actor político que vive una
coyuntura importante, Roscio fue cambiando de acuerdo al devenir de
la crisis del orden colonial español y, como él mismo lo refiere y
sus biógrafos lo han registrado, fue su actuación en el bienio de
1810-1811 al intervenir de manera directa en la redacción del acta
de Independencia del 5 de julio de 1810 y de la primera Constitución
de 1811 de Venezuela, cuando define su posición para luchar por la
independencia
absoluta
del colonialismo español.
A este respecto, hay coincidencia entre los que han estudiado su
producción escrita que un texto fundamental de sus variados escritos
es el que apareció en 1811 bajo el título de El
patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes.
Texto que está íntimamente relacionado con el que publicó en este
mismo año bajo el nombre de Los
católicos de Irlanda,
texto este último donde aboga por la tolerancia religiosa en los
dominios españoles. Estos escritos van delineando su pensamiento
político.
Luego
del fracaso de estos intentos independentistas en tierras
sudamericanas, Roscio es apresado y confinado por las autoridades
coloniales españolas en julio de 1812: primero en La Guaira
[Venezuela], posteriormente es trasladado a Cádiz [España] y en
1813 a Ceuta [África]. Los años en que purgó su condena coinciden
con el regreso del absolutismo en España bajo Fernando VII en 1814.
Es precisamente en sus años de encarcelamiento cuando imagina y
redacta su obra El
triunfo de la libertad sobre el despotismo…
Roscio
sale de prisión a fines de 1815; se embarca hacia América y después
de una escala en Kingston, Jamaica, se traslada a los Estados Unidos
de Norteamérica, donde arriba vía el puerto de Nueva Orleans con
destino final hacia la ciudad de Filadelfia a principios de 1817. A
la sazón, cabe mencionar que nuestro biografiado formaba parte de un
conjunto de “hombres del mundo” militantes de la masonería. Por
esta razón, las dos primeras ediciones de esta obra fueron
publicadas en Filadelfia, lugar considerado históricamente como un
centro de concurrencia y ayuda mutua entre los hermanos masones. Así
los cosas, la primera edición salió en 1817 de la imprenta de
Thomas H. Palmer; la segunda vio la luz pública en el año de 1821 y
estuvo a cargo de la imprenta de M. Carey e hijos. Segunda edición
norteamericana que Roscio ya no alcanzaría a conocer, ya que murió
precisamente en este mismo año, una vez que desde 1818 había
retornado a Sudamérica para desempeñar diversas actividades
públicas: apoyó a Simón Bolivar en la reconstitución de la
República venezolana y en la creación de la Gran Colombia. También
se desempeñó como Director General de Rentas, Presidente del
Congreso de Angostura, Vicepresidente del Departamento de Venezuela y
Vicepresidente de la Gran Colombia. Precisamente, la muerte lo
sorprendió el 10 de marzo de 1821 cuando ocupaba este último
cargo.Hasta
aquí, el libro de Roscio sería una más de tantas obras de
escritores latinoamericanos que se publicaron en esos años en
Londres, París u otras ciudades españolas y norteamericanas para
apoyar las guerras de independencia de España. Sin embargo, después
de estas dos primeras ediciones norteamericanas hubo otras más que
le siguieron en tierras latinoamericanas. Lo más asombroso para la
época es que esta obra tuviera cuatro ediciones más en México
entre los años que corren de 1823 a 1857, y sea hasta la segunda
mitad del siglo XX cuando viera la luz por primera vez en su patria
natal, Venezuela. De las ediciones en este último país, la primera
de ellas la dio a conocer en Caracas, Venezuela, en 1953 Pedro Grases
al publicar en este año las Obras
de Roscio; la segunda en 1971 por conducto de la Presidencia de la
República; la tercera en 1983 por Monte Ávila Editores en la misma
ciudad; y la cuarta en 1996 como parte de la Biblioteca Ayacucho,
bajo el diseño de Juan Fresán y fotocomposición y montaje de
Ediguías, C.A.
En
relación a las ediciones mexicanas la primera de ellas se hizo en la
ciudad de Guadalajara en la oficina del ciudadano Urbano Sanromán en
el año de 1823, misma que atindadamente señala ser la “tercera
impresión”. Por cierto, esta edición no es mencionada por Miliani
en su sección titulada “1. OBRAS DE JUAN GERMAN ROSCIO”, y fue
un grato hallazgo el descubrir que se halla físicamente en varias
bibliotecas de nuestro país. La siguiente edición –segunda en
nuestro país– la realizó en la Ciudad de México el impresor
Martín Rivera en 1824, y se trata de una edición abreviada de 120
páginas que aparece con las iniciales N.S.; hablando con propiedad,
la quinta edición –tercera en México–, se hizo en Oaxaca en el
año de 1828 en la imprenta de York a cargo de Juan Oledo, versión
que es la que publicamos en esta ocasión. La sexta edición salió a
la luz pública también en la Ciudad de México en el año de 1857
de la imprenta de Juan Ramón Navarro y cuyo cuidado editorial estuvo
a cargo de Simón Blanquel, con un total de 326 páginas.
Esto
es por lo que toca a la secuencia temporal de las ediciones; sin
embargo, con la información que dispongo actualmente puedo dar
algunos elementos que permitan seguir la pista de la edición que
tomaron como base las tres primeras que se elaboraron en nuestro
país. Aunque para esta publicación no conté con la evidencia
física de la que salió a la luz pública abreviadamente en 1824 en
la capital mexicana, todo indica que la edición norteamericana de
1821 tomó, obviamente, como base la “edición príncipe” de 1817
pero le hizo algunos agregados importantes: por ejemplo, mientras la
primera ponía el nombre del autor nada más con las iniciales
“J.G.R.”, la segunda lo registra de esta manera “J.G. Roscio”,
tal como lo incorporaron las ediciones mexicanas de 1824 y 1828; a
diferencia de la de 1817, la edición norteamericana de 1821 pone el
“kilométrico” subtítulo en itálicas, de la misma manera como
lo van a realizar también las ediciones de 1824 en Guadalajara y la
de 1828 en Oaxaca; asimismo, las dos ediciones norteamericanas y la
de Guadalajara ponen el permiso legal que el distrito de Pensilvania
otorgaba para la publicación de este tipo de materiales; la edición
oaxaqueña lo omite.
Finalmente,
aunque la labor comparativa de las características técnicas de
estas cuatro ediciones la deben realizar personas más avezadas en
esta materia, sí puedo afirmar una cosa que se hace bastante
evidente para cualquier lector y que salta a la vista: que las dos
ediciones norteamericanas y la de Guadalajara son más nítidas que
la realizada en 1828 en Oaxaca en la imprenta de York.
II.
Roscio
y la difusión de sus ideas políticas en Oaxaca
Mi
primer contacto con esta obra de Roscio sucedió cuando desarrollaba
trabajos de investigación para escribir mi ensayo sobre la crisis
del sistema federalista en Oaxaca. La pregunta inmediata que me hice
fue cuáles eran las razones para que una obra de esta naturaleza y
dimensiones se haya publicado en tierras oaxaqueñas, máxime si
tomamos en cuenta que hasta 1828 las obras que habían salido de las
prensas locales eran bastante pequeñas por su volumen. En cambio, la
de Roscio tenía 291 páginas. Algo inusual para la época en la
labor de las imprentas de la antigua Intendencia y, para esos años,
del flamante estado libre y soberano de Oaxaca.
Usé
para mi escrito en ciernes algunas de las ideas de Roscio con el
objeto de analizar el trasfondo ideológico-político y religioso del
enfrentamiento entre facciones rivales en el tránsito del sistema
federalista al centralista republicano, pero no fui más allá de
este aspecto. Hoy día, y luego de continuar con mis investigaciones
sobre el accionar del centralismo en Oaxaca durante los años de 1835
a 1846 y también de la difusión de las ideas por medio del estudio
de la prensa, los impresores y los periodistas en la primera mitad
del siglo XIX en el medio local, considero que tengo más elementos
para un primer acercamiento que pueda ayudar a explicar las razones
que llevaron a un conjunto de personajes de la vida política local a
difundir la obra de Roscio en tierras oaxaqueñas.
Para
que se entienda el interés de algunos oaxaqueños por publicar el
libro de Roscio en 1828, resulta necesario esbozar a grandes rasgos
la tesis principal de esta obra. Al efecto, debo mencionar que en el
“kilométrico” título está delineada la tesis misma: El
triunfo de la libertad sobre el despotismo. En la confesión de un
pecador arrepentido de sus errores políticos, y dedicado a
desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de
la tiranía.
Hasta 1810-1811 Roscio pensaba, como muchos que se lanzaron
inicialmente al movimiento de independencia de España en tierras
latinoamericanas, que derivado del cautiverio de Fernando VII por los
franceses y ante la ausencia del monarca legítimo, había que luchar
por el regreso del mismo; una vez logrado esto, las cosas volverían
a su cauce normal con algunas modificaciones pero sin alterar el
régimen monárquico español en ambos hemisferios. Luego que el
mismo Roscio, pese a la apertura política con la promulgación de la
constitución de Cádiz en 1812, fue confinado y condenado a prisión
en este mismo año su posición se radicalizó. Y fue precisamente en
su encarcelamiento en Ceuta cuando preparó su libro y lo hizo de una
manera muy específica y novedosa: cuestionar desde las entrañas de
la misma religión católica las bases que sostenían “el
despotismo y la tiranía de la monarquía” española. Por eso “él
confiesa”, siguiendo a San Agustín, que había estado cegado por
las doctrinas que sostenían la tesis de que la soberanía de los
reyes les venía directamente de dios, y que los ciudadanos deberían,
en consecuencia, acatar ciegamente lo que sus monarcas dispusieran
sin cuestionamiento alguno. Sin embargo, luego de revisar una extensa
literatura religiosa, Roscio cae en la cuenta que es un pecador pero
no por obedecer ciegamente a su monarca, sino al revés, por no darse
cuenta que la “verdadera soberanía” reside en el pueblo, que
tiene el derecho a evaluar el desempeño de su rey y en caso de que
cometan una falta grave deponerlo por otro mejor. Sin que por este
acto se les argumente que irán a parar al infierno. En suma, Roscio,
apoyado en una amplísima literatura religiosa, destruye la unión
que desde tiempos inmemoriales se había dado entre monarcas e
iglesia para justificar el poder absoluto de los reyes, y que la
verdadera religión
históricamente no puede estar de lado de los tiranos
y déspotas.
Lo contrario, parafraseando a Roscio, es
ofender a la verdadera y original religión católica.
Con
la tesis de Roscio esbozada a muy grandes rasgos, veamos cual era la
coyuntura en Oaxaca para emprender la titánica tarea editorial de
publicar su libro en el año de 1828. El antecedente más inmediato
sucedió con el último obispo colonial oaxaqueño, don Antonio
Bergosa y Jordán, que ejerció su mando en Oaxaca entre los años de
1808-1812. Personaje que en uno de sus tantos escritos sostenía
precisamente la tesis que Roscio combatía abiertamente en su libro.
En palabras de Bergosa y Jordán:
La
verdadera libertad es obedecer a Dios, al Rey y a sus Ministros:
Los Reinos e Imperios se conservan, aquietan y pacifican con solo la
obediencia como dijo Séneca: pues obediencia y fidelidad prometemos
en defensa de nuestro legítimo REY FERNANDO VII y de su Consejo de
Regencia; y lo prometemos singularmente contra las armas de nuestros
crueles enemigos los Franceses, y contra sus rateros artificios de
infames traidores, y emisarios seductores, con que nos amenazan.
Una
vez consumada la independencia en 1821 y pese a que en México se
estableció un gobierno republicano federalista, la lucha de
facciones políticas seguía imbuida entre el papel que se le debería
asignar a la religión dentro del nuevo orden de cosas. Así tenemos
que en Oaxaca, entidad que en unión de Jalisco, Zacatecas y Yucatán
fueron los bastiones principales para el establecimiento del
federalismo en nuestro país, surgieron dos grandes bandos políticos:
por un lado, los partidarios de la logia escocesa y que localmente
llevaron el sobrenombre de “aceites”; en la otra trinchera se
ubicaban los partidarios de la logia yorkina, mejor conocidos como
los “vinagres”. Los sobrenombres tenían, además de que en la
práctica estos líquidos no se juntan, serias implicaciones
político-ideológicas: a los “aceites”, pese a ser también
republicanos, se les identificaba con los cambios graduales y con la
defensa a ultranza de la religión católica; los “vinagres”, por
su parte, devinieron en una fuerza partidaria del federalismo radical
y de querer borrar de un plumazo todo lo que oliera al pasado
colonial, empezando por reservar para la iglesia el control de la
vida espiritual pero sin interferir en las decisiones de orden
temporal, donde sería el Estado quien llevara la voz absoluta y
cantante.
Puestas
las cosas en esta tesitura, no cabe la menor duda que la publicación
de libro de Roscio en 1828, al igual que los federalistas de Jalisco
la habían hecho en 1823 con la publicación de este mismo libro en
la ciudad de Guadalajara, era un claro mensaje de los “vinagres”
oaxaqueños para posicionarse en la lucha por el control político
del gobierno local. Para poder llevar a cabo su cometido debe tomarse
en cuenta que entre 1828-1829 la coyuntura política favorecía a los
yorkinos en el ámbito federal con el ascenso de su candidato
presidencial, Vicente Guerrero; a nivel local, esta cresta ascendente
también favoreció a los “vinagres”: a fines de 1827-1828 es
nombrado gobernador interino, Ramón Ramírez de Aguilar, uno de sus
principales militantes. Puesto al cual fue nuevamente designado como
interino en 1829-1830 y en 1833-1834. Es bajo esta circunstancia que
el gobierno de Oaxaca decide comprar en la ciudad de Nueva York una
imprenta con el objeto de modernizar sus trabajos editoriales. Una
vez que esta maquinaria arribó a tierras oaxaqueñas, los impresores
Guillermo Haff y Juan Oledo se hicieron cargo de ella. Cabe apuntar
que ambos personajes fueron militantes destacados de los “vinagres”,
lo que explica también que le pusieran al taller donde se hacían
sus trabajos editoriales: “Imprenta de York”, por una triple
razón. En primer lugar porque fue en esa ciudad norteamericana donde
se compró la maquinaria; en segundo lugar, porque ellos mismos y sus
aliados eran hermanos masones, militantes de la logia de York; y, en
tercer lugar, que mejor que iniciar sus labores editoriales con una
magna obra de un hermano latinoamericano también masón como lo era
Roscio.
Pero
no solo eso. También lo hicieron porque en esos momentos en Oaxaca
los “vinagres” estaban en constate debate con una iglesia local
que, si bien alicaída, seguía dando la lucha por regresar a su
lustre colonial y defender los principios tradicionales de la fe
católica. Es por ello que la obra de Roscio les cayó como anillo al
dedo a la facción “vinagre” para demostrar con un texto clave
que se podía ser republicano federalista y católico a la vez, sin
el temor de irse al infierno.
El
control del país por los federalistas radicales llegó a su término
en 1835, cuando se dieron los pasos para adoptar un régimen
republicano centralista que duró hasta 1846. En este último año
nuestro país retornó al federalismo y durante una década más el
país tuvo que pasar infinidad de problemas que sirvieron para que
una nueva generación de liberales por fin delineara una nueva
constitución política en 1857. Constitución que tajantemente
lograba la separación entre el Estado y la Iglesia bajo el liderazgo
de Benito Juárez.
III.
Epílogo
Sirva
como epílogo de este pequeño estudio introductorio al libro del
venezolano Roscio, señalar que existe la versión de que Benito
Juárez leyó en su juventud este libro, y que de él tomó algunas
ideas para su actuación política que lo ayudaron a convertirse en
el principal líder nacional que consiguió a mediados del siglo XIX
el triunfo del proyecto liberal en el país. La verdad es que cuando
se publicó el libro de Roscio en Oaxaca en 1828, Juárez era
estudiante de la carrera de jurisprudencia en el Instituto de
Ciencias y Artes de Oaxaca e iniciaba su carrera política, lo que le
da un viso de probabilidad de que leyera en esos años a Roscio.
Sin
embargo, a ciencia cierta no sabemos si Juárez leyó o no la obra de
Roscio. De lo que sí estamos seguros es que compartía muchas de las
ideas de los llamados “vinagres” y, en la época que venimos
glosando, el patricio oaxaqueño fue adquiriendo la templanza
política que lo llevó, por ejemplo, a pedir, en su calidad de
diputado local en 1833, el desagravio a la figura de Vicente Guerrero
para que sus restos fueran trasladados del pueblo de Cuilapam a la
capital oaxaqueña. Proyecto respaldado ampliamente por los
“vinagres” oaxaqueños por conducto de su periódico El
Zapoteco y
su editor/impresor estrella, Juan Oledo. El mismo que en 1828 había
publicado el libro de Roscio.
En
este orden de ideas, resulta bastante significativo que la cuarta
edición mexicana de la obra de Roscio se publicara en la Ciudad de
México en el año de 1857, justo cuando los liberales promulgaron la
nueva constitución política que le daba el marco jurídico a su
proyecto político. ¿Sería casualidad? O existía un grupo de
liberales, entre ellos Juárez y sus partidarios, que veían todavía
en la obra de Roscio un libro importante en su lucha política en
contra de la iglesia y de los grupos de poder que defendían todavía
las viejas ideas del pasado colonial. La pregunta queda en el aire y
sería muy oportuno que algún colega indagará qué personajes
estuvieron detrás de la edición de mediados del siglo XIX de esta
importante obra del pensamiento latinoamericano.
Sea
de ello lo que fuere, en esta ocasión el Instituto de
Investigaciones en Humanidades de la UABJO y el Cuerpo Académico
“Historia, Literatura y Cultura de Oaxaca, siglos XVI-XXI”, ha
decidio publicar como la letra “O” de su colección Las
Quince Letras,
en su segunda época, esta obra del venezolano Roscio. En el
entendido de que es necesario darla a conocer al público en general
por las siguientes razones: primero, por ser el primer “verdadero
libro” que salió de una imprenta oaxaqueña; en segundo lugar, por
el impacto que tuvo entre las facciones políticas locales en la
primera mitad del siglo XIX y, en tercer lugar, para que los
estudiosos de la historia oaxaqueña conozcan mejor la evolución e
influencias que el pensamiento latinoamericano tuvo sobre el accionar
de los políticos mexicanos y oaxaqueños en el difícil camino de la
construcción de nuestro Estado-nacional.
Finalmente,
quisiera agradecer a la Biblioteca Nacional de Venezuela las
facilidades otorgadas para publicar esta obra que se encuentra
debidamente resguardada en su rico acervo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario