viernes, 14 de junio de 2024

ÁRBOLES EMBLEMÁTICOS DE OAXACA POR F. VERSATEGUI

 Once años después de haber sido publicado por primera vez, el libro del medioambientalista Francisco Verástegui titulado "Árboles emblemáticos de Oaxaca" sale en una segunda edición. 

Su portada es la siguiente:


Agotado desde hace años, y fallecido el autor en 2019, esta edición es un IN MEMORIAM editorial a su legado. Enseguida presentaremos dos imágenes más, una de ellas donde aparece la portadilla de la segunda edición, una más con el índice y enseguida el nuevo prólogo que puntualiza los motivos de esta edición y el contexto en que fue escrita la primera y la perspectiva de la utilidad orientativa de esta segunda edición. El deseo nuestro es que cualquier lector actual pueda acceder al libro y sus contenidos, pues así podrá tener un panorama más claro del enfoque ecologista con que vio Verástegui a nuestro Oaxaca. Además, podrá conseguirlo en las librerías de la ciudad y en nuestro punto de venta, en Colón 605, a un precio muy accesible. La primera edición se la obsequiamos entera al autor, para facilitar su trabajo de divulgador ecologista, para sensibilizar a chicos y grandes sobre la relación árbol/humanidad. Así pues, muchos ejemplares los obsequió él a estudiantes, a interesados, a ecologistas y a funcionarios de entonces, de modo que acaso muy pocos ejemplares fueron colocados entre las librerías para abrir su acceso a todo el público. Lo sabemos porque nos han solicitado consultar las ideas de Verástegui. Es muy probable que algunas bibliotecas lo tengan entre sus acervos. Por lo pronto, aparece como opción de ser adquirido en las librerías del centro de la Ciudad.




Cerramos esta entrada con el prólogo a la presente edición:

EL APOSTOLADO VERDE DE VERÁSTEGUI

Prólogo a la segunda edición por Claudio Sánchez


La reedición de este libro tiene como propósito sernos un espejo para ver cuánto de la degradación de la naturaleza en nuestro entorno inmediato se debe a nuestra acción o apatía frente a ella. Ha pasado una década de la primera edición. Ya debemos hacer el recuento de aciertos y errores, hacer la necesaria comparación entre relación Oaxaca–árboles notables consignados con claridad en esta edición pero ahora desaparecidos, con las políticas públicas medioambientales, que el autor proponía fueran de largo alcance, donde necesariamente los científicos, los expertos y los medioambientalistas podrían aportar su expertise. Me quedan claras dos cosas: Primera, en la década después de su primera edición ningún gobernante mexicano adoptó una política verde, pese a las advertencias de los efectos nocivos del cambio climático. Segunda: qué dramática ha sido la decadencia arborística en nuestros dos pulmones: el Zócalo y el Llano, patrimonios naturales a los que se les agrede sin piedad, y que deberían tener ya una declaratoria especial para protegerlos, estudiarlos y mejorarlos, en cuanto son seres vivos con historia.


Hemos corregido en esta edición errores de dedo, algo de la portada y la actualicé con el presente prólogo. Ninguna fotografía se cambió: son testimonios irrepetibles. La lectura presente nos servirán para recordar a los árboles emblemáticos retratados que ya no están, que murieron frente a nuestra impotencia o apatía. También para recordar al autor, que nos dejó este legado. Falleció en noviembre de 2019. Carteles Editores le patrocinó este libro y su periódico La Patria Ilustrada, un volante doblado al tamaño de una tarjeta de presentación, donde él divulgaba sus conocimientos respecto a qué hacer como sociedad civil para revertir el cambio climático global.


Puede resultar interesante al lector conocer la génesis de este libro. Verástegui y yo –periodista– habíamos hecho amistad en el 2005, cuando docenas de artistas plásticos hicieron en el zócalo “barricadas” para evitar que el gobierno y algunos artistas plásticos (siervos del oficialismo) tiraran los árboles existentes bajo el tonto argumento de que “no eran especies oaxaqueñas” y que debían sembrarse en su lugar árboles “de aquí”… A eso Verástegui le llamaba racismo ecológico carente de bases éticas ni científicas. Tenía razón, en mi opinión, pero pocos le prestaban atención en serio. Algunas personas lo despreciaron por intransigente, porque mostraba bravura a la hora de defender sus argumentos… Solo era un crítico de las decisiones de arbolar las calles de Oaxaca a pesar de tener banquetas muy angostas. Por ejemplo, algún ecologista espontáneo con iniciativa, se le ocurrió sembrar fresnos y pochotes –ceibas–, en una minibanqueta en la que cinco metros arriba cruzaban cables de la CFE. El tiempo le daría la razón a Verástegui. Eso hizo que una gran parte de los arboles “sembrados” fueran talados/mutilados al crecer, luego hizo incómodo caminar por las banquetas, a causa de que sus raíces habían levantado el piso. Todo lo que él criticaba con argumentos no era tomado en cuenta, sino vilipendiado. Eso lo volvió más radical aun. Era capaz de agarrarse a puñetazos con los funcionarios de ecología municipal y estatal, que por su naturaleza de burócratas veían con displicencia el problema. Mientras Verástegui veía el bosque, el problema completo, ellos veían solo un arbolito emproblemado, pero se cruzaban de brazos “porque no hay presupuesto”.


El resultado lo podemos entender mejor desde esta original perspectiva historiográfica de Verástegui. Más de una docena de los árboles emblemáticos que él registró aquí, no existen más. Menos mal que les agradeció “en vida, hermano”, los útiles servicios ecológicos que prestaban a la ciudad, así como su linaje vegetal ligado a una costumbre veterana en que personajes de nuestra historia sembraron árboles como símbolos de sus victorias y anhelos de una mejor patria. Hoy ¿se destaca algún líder político, artista, intelectual, escolar, docente, que se enorgullezca porque ha sembrado y cuidado a tal árbol en particular? ¿Han pensando en que sería su legado a la colectividad, como un granito de arena contra los efectos angustiantes del cambio climático que sufren los Valles Centrales de Oaxaca?: agua a cuentagotas, agricultura en agonía, altísimas temperaturas climáticas, ignorancia y apatía respecto a los árboles como seres vivos y serviciales. Somos habitantes de un mismo planeta, pero éste es solo una abstracción.


Como me pareciera que Verástegui “clamaba en el desierto”, se lo confesé y lo discutimos muchas veces y le pedí que escribiera en un libro lo que repetía por aquí y por allá, porque solo mediante un libro su voz perduraría. Me ofrecí a editárselo sin ningún costo –él carecía de ingresos, fue el último “fraile de la ecología mendicante”– y le entregué el total de la edición para que con ella él tuviera una mejor herramienta para su apostolado verde. Afortunadamente me hizo caso y juntos emprendimos la elaboración de este libro, por eso varias fotos son mías y la edición es de Carteles Editores. Nos dedicamos muchas semanas a ir a retratar tal o cual árbol emblemático y en revisar y estructurar su texto, pues no era un escritor. Los nombres que cita, los agradecimientos, los datos que maneja, son su aportación al tema, un legado que después de su muerte nadie ha retomado con la misma claridad intelectual que él, restaurador, pintor y activista medioambiental, oriundo de la CDMX, pero oaxaqueño por convicción. Se mimetizó con el arte local, entonces con enorme energía creativa, pero más aun con la savia de nuestro arbolado, precisamente porque podía ver con claridad que la relación árbol/humanidad tienen un destino común. Los años transcurridos nos muestran cuánta razón tuvo Francisco Verástegui como autor y nosotros, como sus editores.



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