Se presentaron y están a la venta en www.carteleseditores.com
los primeros dos tomos de la fundación de Antequera Oaxaca en el siglo XVI, de la cual ofrecemos una de las cuatro reseñas con que fue recibida. Las portadas son:
TOMO I. FUNDACIÓN DE LA VILLA Y CIUDAD DE ANTEQUERA-OAXACA
TOMO II. CONSTRUCCIÓN DE LA CATEDRAL DE ANTEQUERA-OAXACA
LA CIUDAD DE OAXACA
EN EL SIGLO XVI,
CRÓNICAS Y DOCUMENTOS
Tomo II, Autor:
Maestro Jorge Mejía Torres
Edición conmemorativa
del 487º Aniversario / H. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez
Presentación del
libro, el viernes 26 de abril de 2019 a las 19:00 horas
Por Prometeo
Alejandro Sánchez Islas
¡Una catedral es como un
viaje en el tiempo!
De una catedral habla este
libro…
Por lo tanto, vamos a viajar
al pasado.
Visualizaremos el primer
tramo de esta aventura, al responder a la siguiente pregunta: ¿para qué
construir una catedral?
Hay una respuesta fácil: Todo
obispo requiere de una cátedra o
asiento, así que la recién creada Diócesis de Antequera debería contar con una
sede, desde la cual dirigir al clero secular, administrar sus crecientes bienes
y afrontar la evangelización de los indios.
…Parece sencillo: nueva
diócesis… nuevo obispo… nueva catedral.
En apoyo a lo anterior, cabe
mencionar que el mismo día en que Carlos V expidió la Cédula que elevaba la
categoría a esta Ciudad, Doña Isabel de Portugal, su esposa, quien actuaba como
gobernadora de los reinos de España, expidió otra cédula real instruyendo tanto
al Presidente de la Audiencia de Nueva España como al Obispo de México, Fray
Juan de Zumárraga, para que “reúnan y provean los diezmos de la nueva ciudad”
para edificar y equipar su iglesia, y para cubrir “el servicio de los clérigos
que en ella hubieren de estar”, además de levantar un hospital “donde se
recojan pobres y enfermos” (Mejía; p. 17).
Y aquí termina lo fácil: Como
se ha dicho, los Reyes de España, quienes también fungían como Emperador y
Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, ordenaban y… había que obedecer.
Pero… el universo no era
tan simple, ya que preexistía una fuente de complejidad… que deriva del hecho
de que la naciente urbe se ubicaba a más de 9 mil kilómetros de aquellos
personajes…
De este lado del planeta,
imaginen ustedes este valle hace 500 años… cuando la villa apenas comenzaba a
trazarse, el valle aún tenía algo de bosque, el río Atoyac llegaba casi a San
Juan de Dios, el clero secular era insignificante, las fuentes de materiales
para construcción se hallaban a muchos kilómetros… y los encomenderos no
querían “prestar” a sus indios para las obras. Adicionalmente, el asentamiento
aún no contaba con un abasto regular de agua, sus autoridades argumentaban que
el dinero de los diezmos no alcanzaba para financiar ni la iglesia ni el
hospital, y, aunque ya se tenían trazados los cimientos, hasta 1551, es decir,
16 años después de colocada la primera piedra, no había avances significativos.
Resolver estos y otros
obstáculos para edificar la Catedral de la Nueva Antequera, es lo que se relata
en este libro.
Aquí, Jorge Mejía Torres,
con la acuciosidad y el rigor que le caracterizan, encarna dos papeles en este
viaje por el tiempo: el primero, desde el presente, vislumbrando en un caótico firmamento
de archivos, las escasas referencias a este tema; y el segundo, situándose en
el período de 1538 a 1604, desde donde escribe una magnífica crónica, aderezada
con personajes, comentarios y contextos, que lo confirman como uno de los
mejores cronistas de nuestra ciudad.
Con este antecedente, pilotearemos
el segundo tramo del viaje, sólo insinuando los cientos de papeles consultados,
lo cuales se atesoran, principalmente, en el Archivo de la Arquidiócesis de
Oaxaca, en el Archivo General de Indias (en Sevilla), y en el Archivo General
de la Nación, además de escudriñar, entre muchos, dos textos fundamentales: El Libro de la Fábrica de la Catedral de
Antequera, y las Relaciones
Geográficas del Siglo XVI.
Viremos al tercer tramo
del tour temporal, respondiendo otra pregunta: ¿Cómo se construía una catedral?
Otra vez, la respuesta
fácil sería que: hay que contratar albañiles, carpinteros y fierreros… comprar
los materiales y edificar.
Pero la realidad fue mucho
más difícil…
Recordemos que nos
encontrábamos en el balbuceo del llamado “Nuevo Mundo”, cuando los albañiles
sólo sabían hacer CALIS, es decir, casas sobre bases piramidales y templetes
cerrados con mínimo espacio interior. Y no existían los herreros, aunque, en
cambio, los talladores de madera eran muy aptos.
Para los años en que se
inició esta catedral, ya los monjes-constructores habían avanzado en la
transición de la edificación prehispánica hacia la que hoy llamamos “colonial”,
enseñándole a los “naturales” cómo labrar la piedra, y cómo fabricar adobes, ladrillos,
azulejos y tejas “a la europea”.
La gran ventaja que se
agenciaron aquellos conquistadores, es que los artesanos “indios” eran muy
hábiles, aprendían rápido y eran capaces de interpretar dibujos y grabados
bidimensionales, para darles tridimensionalidad, optimizando su experiencia y
las herramientas recién llegadas. Ese fue el período de mestizaje artístico
llamado “tequitqui”, que daría lugar al “novohispano”.
Sobre esos tecnicismos, nuestro
autor describe las decisiones sobre el emplazamiento y el trazado del nuevo
templo; también identifica geográficamente los orígenes y costos de los
materiales y de la mano de obra, ya fuese para la llamada “fábrica material”
que se refiere al edificio en sí y a su mantenimiento, como para la “fábrica
espiritual”, referida a los elementos necesarios para el culto, como retablos,
campanas, muebles y obras de arte. Además, enumera a los maestros, oficiales, “indios
de servicio” y esclavos que erigieron el templo… y reseña las pinturas y
esculturas que convirtieron a esta catedral en una joya.
Este emocionante relato es,
a la vez, intuitivo y documentado. Narra los 27 años que tomó la obra de
piedra, es decir, cimientos, muros y columnas... Nos dice dónde estaban y como
era el cementerio exterior y el sepulcro de bóveda “para pobres” financiado por
un piadoso vecino y realizado por los cofrades del Santísimo Sacramento… También
nos cuenta cómo se hizo el empedrado del atrio, dibujando figuras con piedras de diversos colores traídas de
lugares tan lejanos como Capulalpan, y cuánto se le pagó al maestro “pedrador”
y a los indios acarreadores… Y menciona que la reja perimetral era “de metal
sostenida por pilares de cantera”, y que algunos temblores dañaron al edificio,
especialmente en las cubiertas.
Por cierto,
el capítulo de los techos seguramente provocará divergencias entre los
historiadores, ya que Jorge contradice a quienes afirmaron que esta “fue una
iglesia pobre, techada con paja, que se quemaba o destruía con los temblores,
ya que “esto no se puede sustentar” con documentos, y enfatiza que, “a lo largo
de cuatro siglos, existieron a su vez cuatro etapas constructivas, sin que
hubiese un incendio o derrumbe, aunque sí una serie de reedificaciones para
mejorar la construcción primaria”. Él identifica así las etapas de este templo:
1ª, Templo con techos de madera y lámina, en el siglo XVI; 2ª, sustitución del maderamen por bóvedas,
y manufactura de las capillas laterales, a finales del siglo XVII, 3ª, etapa
barroca, que corresponde a las nuevas fachadas: principal y laterales, en el
siglo XVIII: y 4ª, época neoclásica, en el siglo XIX, de la mano
del Arzobispo Eulogio Gillow. / En ninguna de ellas se cambiaron la traza ni
los muros originales. (paráfrasis pp. 57 Y 58).
Según esta investigación, el
templo jamás estuvo techado con paja, ni se incendió. En realidad estuvo
cubierto con armaduras ejecutadas con vigas traídas de la Sierra y de Ixtepec;
contó con un hermoso plafón artesonado de tablas llamadas “zapotecas”, el cual fue
totalmente dorado, lo que debió ofrecer un efecto espectacular al reflejar la
luz de las velas… y quedó cubierto con láminas de plomo en su nave principal, y
con tejas en sus locales accesorios. Entre algunas curiosidades se puede leer que
la tablazón del techo estuvo cubierta con petates recubiertos de brea, para
evitar los daños del sol y del agua, en lo que se colocaba el metal. / Como se
habrán dado cuenta, esto coincide con lo que vimos en el reciente incendio de Notre Dame de Paris, cuyo sistema
constructivo medieval es el mismo que trajeron los primeros colonizadores,
antes de que dominaran las formas del estilo Barroco.
Esto da
pauta para viajar nuestro cuarto trayecto. En éste, recordamos con admiración y
respeto al maestro de la obra, Arnaldo de Piamonte, quien ha permanecido
olvidado por siglos. Oriundo de Palencia, trabajó aquí desde la planeación del
templo en 1532, hasta 1561, cuando la mampostería quedó concluida. Por su
trabajo, Piamonte recibió mil ochocientos pesos en oro” (paráfrasis p.58). Este
protagonista, cuyo retrato en cantera corona uno de los pequeños contrafuertes
de la fachada oriente de la Catedral, también engalana la portada del libro que
estamos presentando.
Al seguir la
pista de Arnaldo Piamonte, se supo que fue acusado en 1561 de blasfemia ante la Santa Inquisición... A partir de esa fecha llegaron a complementar
los trabajos, los maestros Juan de Alcántara y Juan de Vega (paráfrasis p.60).
Incidentalmente,
el herrero Andrés García, quien fundió la primera campana para esta iglesia, en
1557, también fue acusado de blasfemia,
lo que permite suponer que, tanto las envidias de los colegas, como las formas
autoritarias de intimidar, eventualmente subsisten.
El quinto y penúltimo
tramo del viaje responde a otra pregunta: ¿Cómo hacer de esta catedral, la más
bella?
No me extenderé en la
relatoría de todas las obras al fresco, fuesen grisallas o imágenes a color; ni
sobre el refulgente dorado de sus interiores; y no me detendré en la escultura,
ni en la herrería, ni en la carpintería, ni en la fundición de campanas, ni en
los dos primeros órganos que emocionaron a los feligreses, porque hoy les
quedará de tarea, a ustedes, leerlo en este libro…
Solamente mencionaré que
el enorme pintor, retablero y arquitecto Andrés de Concha llegó de Sevilla para
dejar su impronta en esta y otras importantes ciudades de la Nueva España… Y, aunque
él nunca firmó sus obras, su estilo “manierista” apadrinó la escuela de lo que
hoy llamamos “barroco mexicano”. Aquí, concluyó en 1576, los retablos… y en
1578 un arco toral “que maravilló a quien posara sus ojos en ellos”, según
asentaron los escribanos catedralicios.
Otro grande del arte plástico
que intervino en esta dilatada provincia fue Simón Pereyns, proveniente de
Amberes, estableciendo una escuela de gran finura… Sin embargo también Pereyns
tuvo que aceptar, bajo tortura de la Inquisición, ser blasfemo, lo cual pagó a
realizar el famosísimo Altar del Perdón
para la Catedral de México.
Durante los siguientes 200
años se complementaron las capillas, el coro, el ciprés, las fachadas y los
nuevos campanarios, pero, al finalizar el siglo XVI, nuestra catedral, a pesar
de su baja estatura, sus macizos muros y su estilo sobrio, fue considerada la
más bella del Nuevo Mundo…
Desgraciadamente, entre la
inconciencia, la impotencia y la barbarie que asoló a Oaxaca en el siglo XIX,
perdimos la mayoría de aquellos tesoros.
Concluimos este viaje en
su sexto trecho, con un capítulo que, a mi parecer, queda como un cosmos para
ser explorado: me refiero a la lectura simbólica de un edificio que fue diseñado
con los ideales formales del Renacimiento, aunque sus técnicas constructivas hayan
emanado del Medioevo. Este tema, amerita otra conferencia y, en rigor, otro
libro, pues en este tomo sólo se insinúa la interpretación cosmogónica
ancestral, la carga simbólica inspirada por el cristianismo, el diseño en
planta que adoptaría en esa misma época el Concilio de Trento y las
recomendaciones procedentes de Vitruvio y de Borromeo.
Por hoy, le damos la bienvenida
a esta serie de libros que el Honorable Ayuntamiento ha tenido el enorme tino
de publicar, esperando que esta fiesta de aniversario constituya también el
inicio de una política editorial orientada a nuestra cultura, a nuestros
cronistas, a nuestros diseñadores, impresores y editores, y a nuestro pueblo,
quienes adoptamos, tanto a la Catedral como a la institución municipal, como
genuinamente nuestros.
Autoridades, autor y ciudadanos
de esta noble Antequera:
¡¡¡ Muchas felicidades !!!
Donde consigo el libro tomo II?
ResponderEliminarAmbos libros están agotados. Lo lamento.
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