Es una perspectiva de la octava y novena cuadras de la avenida Independencia, durante la aurora estival, donde aparece en primer plano la "casa de los leones" y al fondo el neoclásico teatro "Macedonio Alcalá". La foto es de mi autoría. Creemos, quienes hicimos el diseño de esta edición –en mancuerna con Rocío Gómez García– , que sería evocadora, paradisíaca, por lo menos...
El tomo mide 14 x 21.5 cm (vertical) y se adaptó a otros libros que Ugartechea, al frente de la Ciudad, ha editado. Cuenta con 560 páginas, impresas todas en blanco y negro, pero profusamente ilustradas con imágenes de los archivos personales de la autora y de sus amistades, así como de la Fundación Bustamante Vasconcelos y otras de nuestra propia fototeca.
Estas crónicas hacen el "retrato" de la ciudad y sus habitantes durante casi todo el siglo XX. Más adelante reproduciremos el texto con que doña Luz María nos presenta su libro, enseguida el que escribió el Presidente Municipal y al final el que yo escribí y leí durante la presentación que tuvo lugar en el mismo Palacio municipal la tarde del 27 de abril de 2012, con enorme asistencia de público. También Guillermo García Manzano hizo sus comentarios a esta edición en ese evento. Intercalaremos algunas fotos que se incluyen en el libro para hacer más amena esta entrada del blog, pero lo mejor es que iniciemos conociendo a su autora:
Luz María Sara González Esperón. 1956.
Antes, Ahora, Mañana
La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda,
y cómo la recuerda para contarla.
Gabriel García Márquez
Cierro los ojos para no ver lo que me rodea y poderme internar más libremente en el mundo de los recuerdos. Ahí, en ese paraíso de mi memoria, –acumulación de emociones y vivencias–, hay muchas cosas que me hacen feliz y que deseo compartir y perpetuar. Me agrada volverme a sentir pequeñita y amada y recordar que nací y corretié en una casa provinciana, que hoy ostenta el número 204 de las calles de Trujano, de amplio patio, soleados los corredores y clara fuente, situada en el Centro Histórico, entonces de acogedor ambiente.
Recordar todo lo que me rodea en estos momentos de supremo abandono al recuerdo, es familiar y sagrado: los abuelos, mi padre y mi madre, mi hermana, mi esposo, mis hijos, mis nietos, los fieles amigos y las destacadas personalidades que ligadas por parentesco o amistad con mis padres, desde pequeña tuve la fortuna de conocer. La peculiar casona familiar de mi niñez y juventud con su maravilloso entorno, los fieles sirvientes, la asistencia a diferentes escuelas con sus inolvidables maestros, las fiestas de cumpleaños, el ir a ofrecer flores a la Virgen María, las piñatas y posadas, los nacimientos, el más querido y más evocador de los jardines El Llano, todo completa el cuadro familiar. Y nos es muy gratificante poder compartir este entramado complejo y múltiple que con estremecedora emoción nos sacude profundamente, ya que somos muy pocos los que, pertenecientes a generaciones pasadas, aún gozamos del privilegio de estar vivos.
Serafín González Cortés, padre nuestra autora.
Pasaron los años y hay que agregar también una serie de acontecimientos notables que formaron parte de nuestra vida en provincia, los que entretejidos por el tiempo a través de los años son ahora como mosaicos con relieves de realidad. Es así que pasan por estas páginas las estampas de un Oaxaca que se fue con nuestros Carnavales llenos de bullicio y alegría; los Juegos Florales, verdaderos concursos de arte, belleza y elegancia; el nacimiento y ocaso de la Sinfónica Instituto de Oaxaca, precursora de la de Jalapa, Ver., e igualmente el de otros destacados conjuntos musicales. Las antiguas y románticas serenatas, las que en el silencio de la noche, hacían vibrar nuestros más recónditos sentimientos; los elegantes y aristocráticos bailes del Casino, los bailes de postín que no han vuelto a repetirse, amenizados por magníficas orquestas, que nos proporcionaron tanta diversión; las tardeadas y “lunadas” en casas de amigos y familiares animadas por la Marimba del Estado con sus cálidas creaciones musicales. Los festejos en el Hotel Monte Albán, vigente desde mediados del siglo XIX; los antiguos salones de belleza con sus pacientes peluqueros que contribuyeron a mejorar nuestra apariencia personal de acuerdo con las últimas tendencias de la moda; y las diversiones que llevan el imprescindible sello de su sencillez, como lo fueron el Cotompinto, juego divertido por excelencia, de legítimo origen oaxaqueño, cuyo principal atractivo es oír los versos de cada figura llenos de gracia e ingenio, el Ancla que jugábamos con las nueces de Cuilapan en el seno familiar durante los festejos de Todos Santos y Día de Muertos y el Palo Ensebado, juego sobresaliente en las fiestas pueblerinas y religiosas.
El tiempo colonial es seguramente el que más tradiciones creó en nuestra ciudad, por lo que no podíamos omitir entre ellas el Viernes de Dolores, festividad establecida en Oaxaca por los Jesuitas, para rendirle culto a la Virgen de los Dolores, fincándose la devoción después en el templo del Patrocinio y posteriormente en el de San Cosme y San Damián. Inolvidables son para nosotros la entonces tradicional vendimia que daba la pauta para la ornamentación del altar en casi todas las casas oaxaqueñas y la magnífica audición de música sacra, teniendo ambas lugar en la Alameda de León. La Semana Santa, con sus obligados estrenos de ropa y sus elegantes paseos en la Alameda y en el Zócalo, donde desgranaba sus melodías, al igual que en la festividad anterior, la Banda de Música del Estado. La Procesión del Silencio, rescatada en 1986, tradición legada por los dominicos hace cientos de años, y que pasó a engrosar las celebraciones tradicionales de la Semana Santa en Oaxaca. Las Cofradías, con su callada labor y continuado esfuerzo para preservar los Relicarios y Estandartes, piezas de gran belleza y valor artístico, que asombran a visitantes nacionales y extranjeros, además del colosal tapete del Día de Muertos en el templo de San Francisco, como un homenaje a Fray Juan Pedro Murillo O.F.M. antiguo capellán del citado templo.
Aparecen para hacerles justicia, ya que nos identifican y nos han dado fama más allá de nuestras fronteras a través de la gastronomía local: el enredado quesillo, los exóticos chapulines y nuestras inigualables nieves oaxaqueñas. De nuestras grandes devociones participa la Virgen de la Soledad, Santa Patrona de los oaxaqueños a la que siento un poco agobiada por el olvido de las nuevas generaciones, porque ya no es como antaño, brújula de nuestros actos y guía de nuestro espíritu y la creciente devoción del milagroso Señor del Rayo, al que miles de oaxaqueños recurrimos en momentos de congoja seguros de que escuchará nuestras plegarias y ruegos.
María Pimentel, abuela de nuestra autora. 1908.
Los relatos de mis mayores nos hablaron de personajes que dejaron huella cariñosa de su vida, quienes conocieron la generosidad de ser y prodigarse de muy diversas maneras. Tuvimos el privilegio en el 2009 de estar presentes tanto en la conmemoración del Centenario del emblemático Teatro Macedonio Alcalá, principal escenario de las bellas artes en tierras oaxaqueñas, considerado entre los principales en nuestro país, como en el Centenario de la Coronación Pontificia de Nuestra Santa Patrona, ocasión en que el pueblo de Oaxaca, se desbordó incontenible en manifestaciones de fe y devoción, y no podíamos olvidar a la Cruz Roja, Institución que en el 2010 celebró sus cien años de trabajo en el país salvando millones de vidas, a pesar de las limitaciones presupuestales.
Sara Esperón Pimentel, madre de nuestra autora. 1929.
Las calles, los templos, las casas, los jardines, toda la arquitectura de Oaxaca tiene su por qué y su sello especial, por lo que, recordar algo de la importancia que en el contexto histórico tienen algunos de sus edificios, nos llevó a seleccionar al Instituto de Ciencias y Artes del Estado, emblemático edificio, cuyo Paraninfo encontró el ocaso, por manos perversas en el 2001 y cien años de historia para la sociedad oaxaqueña se perdieron en escasos minutos; y al Panteón de San Miguel o Panteón General No. 1, recinto que por sus múltiples atributos puede considerarse como algo inédito dentro de los cementerios del país.
Al correr de los años con tristeza hemos visto que algunas de nuestras maneras de ser, de sentir y de llevar la vida, paso a paso, se han ido perdiendo en el horizonte, acompañadas por las últimas voces de las canciones que arrullaron nuestra mocedad lejana. Al modernizarnos estamos perdiendo lo mejor que teníamos: nuestra personalidad. Y, cuando alguna vez escuchamos el tañer de las campanas, en su melancolía parece que lloraran nuestros abuelos, nuestros padres por una vida de antaño tan amada por ellos y por nosotros que se pierde día a día y para siempre, para fundirse en lo común a toda población grande de cualquiera latitud.
Ahora, como resultado de la modernización que nos arrastra a la vorágine de las cosas rápidas, se ha olvidado la vida nuestra, que conservaba un sello propio de otras épocas, sin que ella pierda por eso la visión del momento actual. Además, vemos que falta algo entre las cosas entrañablemente amadas, de nuestra antigua manera de ser, de nuestro estilo de vida, de cosas muy nuestras que ya no se practican y que como dicen los jóvenes de ahora “están fuera de onda”, es decir, ya no se estilan, pero eso hacía a Oaxaca una de las poblaciones de provincia más características de la República, la que por desgracia y para nuestro sentir, pasa empujada por un devenir materialista.
Es tanto lo que hay que decir de Oaxaca con tan inmenso cariño, que realmente es corto el tiempo para traerlo a la memoria, porque en cualquier aspecto que se tome, salta ese paraíso que nos afirma la convicción de que Oaxaca es una entidad excepcional, plena de diversas culturas, personajes, tradiciones, leyendas, música, costumbres, folcklore, artesanías, gastronomía, arquitectura, arqueología, etc., que forman un acervo interesante y completo y hemos querido exaltar parte de ese tesoro que nos da una personalidad peculiar y genuina porque comprendemos claramente que muchas de las virtudes domésticas y cívicas del pueblo oaxaqueño están íntimamente vinculadas con ella.
Srita. Amparo Jordán con Emilio Pimentel,
gobernador de Oaxaca (1902-1911), el día de su boda.
Oaxaca, fue grande en el pasado, lo ha sido en el presente y tiene que seguir siéndolo en el porvenir. D.H. Lawrence se marchó de Oaxaca harto del disimulo de la ciudad, pero cayó rendido ante su belleza. Pero eso fue antes. Ahora, cuando se les pregunta a los viejos habitantes lo que ha pasado con su ciudad, contestan lacónicamente que la han perdido. Sobre nosotros pesa la responsabilidad de una herencia amasada con el ideal y el esfuerzo de nuestros antepasados, y en este momento histórico, de agudo desconcierto colectivo y de grandes degeneraciones en todos aspectos, en que se nos imponen otras maneras de ser que nos llegan de afuera y a las cuales no respondemos con ánimo de triunfo, es cuando más imperiosamente se impone la necesidad vital de refugiarnos en lo nuestro, primero, conociéndolo y después defendiéndolo con gallardía y suprema decisión, para que nuestra bella ciudad no pierda su hechizo.
Muchas de nuestras tradiciones y costumbres que dieron prestigio a la provincia no tienen el esplendor de antes, algunas que no han declinado o no han muerto se han falsificado y se ha abusado de ellas y otras, desgraciadamente, han desaparecido, se han alejado, se han perdido como un globo pintoresco que por descuido hubiésemos soltado de nuestras manos y desgraciadamente, algunas no merecieron el honor de conservarse en papel impreso. Nos angustia sobremanera que nuestra peculiar fisonomía se vaya borrando lentamente, deformándose y tornándose incolora al modernizarnos.
Estas impresiones que pueden ser consideradas por algunos como incompletas o superficiales, salieron a la luz con un tinte de romanticismo, tal vez ya pasado de moda y han sido un pretexto maravilloso para discurrir, o mejor, divagar, sobre tópicos diversos de algo de lo mucho que sucedió aquí y allá que sería muy largo de contar. Ellas nos dieron también la oportunidad de hacer presentes y rendir un sincero homenaje, a múltiples hombres y mujeres –a quienes tuvimos el privilegio de conocer–, pertenecientes a familias de gran arraigo en Oaxaca, miembros irrepetibles, lamentablemente desaparecidos y cuyos nombres no deben caer en el olvido, quienes dejaron por su bonhomía y personalidad honda huella en la vida ya sea cultural, social o económica de nuestra ciudad.
Llevada por la inquietud recurrimos a la literatura, forma absoluta de trascendencia, ya que la materia que utiliza es inmortal y no tiene preferencia por ningún tiempo verbal, ella siempre dará vida al presente, al pasado y al futuro. Sabemos que no podemos vivir de las glorias del pasado y que éste es únicamente un referente, que los pueblos no pueden permanecer estáticos que evolucionan y que hay acontecimientos y cosas que no volveremos a ver. Pero, del pasado, sí podemos rescatar lo bueno que nos haya dejado, por lo que tendremos que esforzarnos en actuar y enfrentar los retos que nos impone la realidad actual. De vital importancia se considera tener conocimiento aunque sea en una mínima parte de lo sucedido en nuestro entorno, para aquilatar su trascendencia, y poder decir “…En Oaxaca se estilaba de la siguiente manera…” Recordarlo nos deja un gratísimo sabor de boca y es tanto como agregar a la maravilla de haber nacido en nuestro amado Oaxaca, la maravilla de volver a nacer.
María de la Luz Sara González Esperón
Miembro del Seminario de Cultura Mexicana, A.C.
Corresponsalía Oaxaca “Ing. Alberto Bustamante Vasconcelos”
Alameda de León. Antiguo camellón con que se unía a la Catedral,
tenía estatuas que representaban a las cuatro estaciones del año.
Don Luis Ugartechea presenta de esta manera la edición:
Durante
las primeras décadas del siglo pasado, Oaxaca de Juárez era una
ciudad de proporciones humanas, con edificios solariegos y calles que
convergían en la seducción axial del Zócalo que era, y sigue
siendo, “algo más que la plaza más hermosa de México”, como lo
escribió con sentida nostalgia Eliot Weinberger.
Era
una ciudad retratada en blanco y negro, manta y barro de nuestra
cotidianidad, pero plena de luz y colores anclados en las fachadas
perenes de las casas bajas, en la policromía de los mercados y en la
exquisita variedad de nuestra gastronomía.
Esa
ciudad, que encontramos en Oaxaca
en el Centenario de la Independencia Nacional, de
Andrés Portillo, y
Oaxaca, de Manuel
Toussaint, ahora la recuperamos en este libro de María de la Luz
Sara González Esperón, escrito con amorosa autoridad de testigo de
época.
En
Oaxaca, paraíso de mi
memoria, su autora
construyó un memorial de añoranzas, que perpetúa una época que
pocos vivimos y todos debemos conocer para alentar la certeza que
Oaxaca de Juárez –como señala nuestra autora– “fue grande en
el pasado, lo ha sido en el presente y tiene que seguir siéndolo en
el porvenir”.
C.
Luis Ugartechea Begué
Presidente
Municipal Constitucional
de
Oaxaca de Juárez
El Portal de Flores, con la famosa tienda "La Primavera"...1950 ca.
Ahora reproducimos el escrito con el que participamos en su presentación. En él, buscamos narrar el contexto histórico y bibliográfico en el que aparecen estas crónicas.
Sra.
María de los Ángeles Martínez Arnaud, presidenta honoraria del DIF
Municipal.
Sra.
Luz María Sara González Esperón.
Sr.
Guillermo García Manzano.
Sr. Luis Ugartechea B. Presidente Municipal
Señoras
y señores.
Oaxaca
cumplió 480 años de ciudadanía. Este aniversario es ocasión
propicia para reflexionar en voz alta sobre ella y nosotros. Es digno
de halago que el Cabildo haya obsequiado este año a su ciudad con
por lo menos dos hechos llenos de simbolismo. El primero de ellos es
la siembra de ese guaje en la Alameda de León. El segundo, la
publicación de este libro inédito “Oaxaca, paraíso de mi
memoria” que recoge la original visión femenina de nuestra autora,
doña Luz María Sara González Esperón, activa viandante de nuestro
espacio urbano. Son muy escasas en Oaxaca estas aportaciones a la
crónica citadina provenientes de mujeres nacidas en ella.
La autora, en el "Baile de los penachos". 1959.
Ciudad,
libro, árbol y aniversario, de todo esto trata este escrito
introspectivo.
Al
transcurrir casi cinco centurias desde su origen como espacio urbano
reglamentado, creo que sería bueno empezar por saber qué pensaban
los humanistas del siglo 16 cuando se referían a la idea de fundar
una “ciudad”. El jesuita Giovanni Botero escribió en 1588 esta
misión así:
“Ciudad
se denomina el lugar en que muchos hombres se reunen para vivir con
felicidad. La grandeza de la ciudad se llama no el espacio, ni el
territorio, ni lo que rodean los muros, sino la multitud de vecinos y
su poder [para transformarla]. [Lo escribió en su libro “De la
causa de la grandeza de la ciudad”. p. 31. UAM. México, 2006. La
primera edición es de 1588 y apareció en castellano en 1593,
teniendo como editor a Felipe II, que le ordenó que lo tradujera al
castellano nada más ni nada menos que al arquitecto que le construyó
El Escorial, Antonio de Herrera.]
Si algo
le caracteriza es que fue diseñada como una ciudad abierta. Si la
imagináramos como un cuerpo humano, diría yo que la ciudad de
Oaxaca reposa sobre el templado valle como una urbe con los brazos
abiertos. Una mano se extiende hacia Puebla y la otra hacia
Guatemala. Desde el principio fue su vocación la hospitalidad para
los viajeros. Pero acabó siendo tan cautivante que muchos de
aquellos migrantes se quedaron a vivir en ella. Los que no, la
llevaron impresa en sus almas y éstas no descansaron hasta describir
sus maravillas y publicarlas como crónicas. A través de ellas
podemos leer entre comillas los “rostros” que ha tenido la
ciudad. A través de su pluma nos hacen testigos del garbo y
elocuencia con que 500 años han cincelado –y en ocasiones
destruído– el espacio vital que nos identifica. Hoy presentamos un
libro que compendia una mirada local y una activa participación de
su autora en la mayoría de los tópicos que narra. Como podrán ver
más adelante, se trata de todo un tomo que fue diseñado con muchas
fotografías y utilizando una letra que facilitara la lectura. Todo
ello lo hará un volumen bello y funcional digno de integrarse a sus
bibliotecas.
Docenas
de antiguos cronistas extranjeros que llegaron a Antequera-Oaxaca, la
retratan como una maravilla, producto de su perfecta sintonía con la
gente y la naturaleza que le rodeaba. España le cedió hace 480 años
privilegios para estimular su economía propia y hacerla rentable a
su único propietario: el rey. Para enfatizar sus derechos jurídicos
sobre la naciente ciudad le concede la alegoría de su poder bajo la
forma de un león coronado, en guardia, rugiendo. Se trata de un
escudo de ultramar que, aunque modesto, se ha vuelto fuente de un
linaje urbano y arquitectónico siempre vigente. Pero un linaje
nuevo, más popular, más sentimental, enteramente regional, se
agregó a esta ciudad tras las luchas de la Independencia. Años
después de la toma de Oaxaca por el General José María Morelos y
Pavón, hace casi doscientos años, nuestros antepasados buscaron una
nueva y necesaria identidad. La hallaron en el trágico mito
fundacional que sintetiza en una sola imagen tres virtudes a la vez:
valor, lealtad y amor: la Princesa Donají.
La
nueva ciudad de rasgos renacentistas diseñada con la modernidad del
urbanismo barroco, se hace una con la vieja ciudad mesoamericana de
rasgos zapotecas que hallamos en Monte Albán. Ambas son los extremos
citadinos que influyen en nuestro ser hasta el día de hoy. La ciudad
de trazo novohispano que se extiende hacia los 4 puntos cardinales
más la otra ciudad, la más antigua, Monte Albán, que extiende sus
brazos hacia el inframundo y hacia el cielo, jardín del sol, la luna
y las estrellas. Estos ejes sostienen la magnificencia de Oaxaca de
Juárez, ciudad abierta, ciudad celeste.
Paseando en el zócalo: Ángeles Ranz, María Engracia González Valle, Margarita Méndez Gracida, María de los Ángeles Trueba Díaz Ordaz y Elvira Mendoza Canseco.
¡Qué
espléndida síntesis! Mito e historia, conjugándose bajo el
luminoso cielo de Oaxaca hasta convertirse en identidad colectiva.
Donají no solamente es el escudo oficial de nuestro Ayuntamiento,
sino símbolo ético de todo oaxaqueño y aún de todo aquel fuereño
que llega y se enamora de esta ciudad. Ninguno sabemos a ciencia
cierta qué tiene la ciudad de Oaxaca que hechiza, conmueve,
inspira... Quizás sea esa mezcla de sufrimiento y valentía...
Quizás sea ese carácter sabio y profundo de saberse levantar sin
importar cuantas veces caiga a causa de terremotos o por crisis
sociales: Lo que camina frente a nuestros ojos es esa Oaxaca de pie
y gallarda...
Tal
actitud no será solamente por el esfuerzo masculino, sino más bien
por la voluntad de sus mujeres. Si yo mismo he flaqueado decidiendo
permanecer desfallecido, Martha, mi esposa, me sacude y me impulsa a
ese continuo volver a empezar, a ese permanente volver a verlo todo
como si acabara de ser creado, como si fuese nuevo, a ese volver a
leer las calles y los cielos oaxaqueños, volver a recordar, volver a
estar bajo la sombra de sus nobles árboles... Como buena ciudad de
raices culturales zapotecas, la mujer ocupa un rol fundamental, aún
si no ejerce el poder político directamente. Es tan importante la
mujer para Oaxaca que vivimos bajo el manto protector de una
princesa: Donají... y de una reina: Soledad, nuestra Patrona
espiritual. Ejemplos claros de nuestra síntesis cultural: zapoteca y
española.
Son
mujeres las que nos dan identidad popular como ciudad alegre y
esforzada: las chinas oaxaqueñas... La identidad gastronómica la
enriquecen las chapulineras, las tlayuderas, las tejateras, las
nicuatoleras, las neveras, las chocolateras y las amables señoras
que nos agasajan con los tamales de mole envueltos en hoja de
plátano... Son presencia cotidiana en nuestras calles, plazas y
mercados. El siglo 20 es la centuria de la emancipación de la mujer
oaxaqueña. La mujer es una aguda observadora de su entorno, aunque
utiliza magistralmente la persuación antes que la fuerza y el rencor
social o psicológico para imponerse.
En los
últimos diez años en Oaxaca hemos producido, sólo en Carteles
Editores, más libros de ciencias sociales cuya temática es nuestra
ciudad y nuestro estado, que en los últimos 30 años del siglo
pasado. Predomina la edición de libros de historia, disciplina ésta
tratada con gran rigor académico por autores y autoras locales y
extranjeras. Algunos de ellos, ya avecindados en esta ciudad. En la
actualidad, la historia de Oaxaca la escriben a la par hombres y
mujeres. Muchas de ellas no nacidas en este solar, pero como si lo
hubieran sido. La ciudad de Oaxaca sería otra muy distinta sin
ellas.
Kermesse en el zócalo. Grupo de hawaianas (1942).
Lolita Esteva, María Luisa Sáinz Meixueiro, Sara Abascal, Concepción Aziz Meixueiro, Guillermina Hernández Estrada, Yolanda Aziz Meixueiro, Gracia Larrazábal Forte, Beatriz Álvarez Moguel y Betty Aranda Robles.
Enriquece
esta nómina nuestra autora. Al libro “Oaxaca, paraíso de mi
memoria”, de doña Luz María González Esperón, le espera un
destino además de bello importante. Así es como un libro deviene en
un clásico. Y un clásico, desde el punto de vista editorial, es
aquel volumen escrito con tanta inteligencia como amor en sus
contenidos, lo que le hace re-editable. Este volumen que hoy nuestro
Cabildo obsequia a la Ciudad como regalo de cumpleaños, tiene como
primera virtud que, en conjunto, es un reportaje ilustrado de varias
décadas de nuestro siglo 20. Su siguiente virtud es que no contiene
solamente datos, nombres y fotografías, sino un alma entera, un alma
femenina que observa con entusiasmo siempre constructivo el devenir
del tiempo en la ciudad.
Cuando
se quiere conocer mejor la historia de México del siglo 19, deben
leerse necesariamente las crónicas que escribió la Marquesa
Calderón de la Barca, escocesa de nacimiento, testigo de una de las
etapas más convulsas de nuestra patria: La
vida en México, que es como tituló Porrúa
su libro, salido de la imprenta muchos decenios posteriores a su
redacción, pues su autora no se creía cronista ni mucho menos digna
de ser autora de tan original visión femenina...
“Oaxaca,
paraíso de mi memoria” estará a la par de aquel libro cuando el
oaxaqueño del siglo 22 quiera conocer cómo era nuestra costumbre de
ir a escuchar danzones bajo la fronda de un laurel en el zócalo,
cómo se enriquecía el ocio dominguero tomando una nieve de sorbete
con nenguanitos... qué tan galanas resultaban las muchachas de
sociedad... empezando por la autora, una mujer tan encantadora como
inteligente. Debo recalcar el título no es una metáfora simple pues
la autora reconoce a su ciudad como un paraíso digno de compartirse.
Boda de Bertha Santibáñez Muñozcano con René Michel (1946). Yolanda López Bonavides, María de Lourdes Fagoaga Muñozcano, María Elena Puig Cassauranc y Olga Santibáñez Muñozcano.
No
conozco los nombres de mujeres cronistas que hayan escrito sobre
Oaxaca entre los siglos 15 y 19. Al parecer, si debo confiar en mis
fuentes bibliográficas, no hubo ninguna. Es hasta el siglo pasado
que se tienen los testimonios escritos de muy pocas mujeres
extranjeras. A su paso por esta ciudad, Katherine Anne Porter,
periodista estadounidense, reseñó la artesanía de Oaxaca, que
conoció entre 1920 y 1923. La poeta chilena Gabriela Mistral, a
quien Mitla le hizo componerle versos. Laurette Sejourné, arqueóloga
y antropóloga francesa, que visitó hacia 1952 Juquila y escribió
Supervivencias de un mundo mágico...
y finalmente Lilianet Brintrup, chilena, doctora en literatura
hispanoamericana, que escribió la crónica de su apasionado
encuentro con nuestra ciudad en 1994 (inédito).
Tengo
la impresión que desde que inauguramos el actual milenio, el
oaxaqueño y la oaxaqueña han vuelto la mirada sobre sí mismos,
purificando sus memorias, organizando sus recuerdos, practicando el
intenso ejercicio de reflexionar sobre su papel en la sociedad,
iniciando un diálogo con su tiempo, con su época y con su ciudad.
Lo han hecho a través del ensayo biográfico, de la crónica
literaria, del poema y aún de la crónica fotográfica. Algunas son
ya libros publicados y otros son aún proyectos.
Por
ejemplo, citaré de memoria a quienes han publicado libros: Dora Cecilia Aceves Martínez, arquitecta dedicada a saber todo sobre las casas oaxaqueñas;
doña Arcelia Yañiz, que ha publicado mucho en la prensa y nos ha
dejado una crónica muy oportuna del amor que se tuvieron Oaxaca y el
teatro; doña Gloria Larumbe, y las costumbres de una ciudad llena de
gentileza; Gloria Zafra, quien ha enfocado su mirada hacia las
oaxaqueñas más humildes: las artesanas y las ya desaparecidas
tortilleras de san Felipe del Agua.
Utilizamos
para engalanar esta edición fotos del acervo de la Fundación
Bustamante Vasconcelos, ejemplar institución que dirige Chelito
Bustamante. Su fototeca del Oaxaca del ayer, sin lugar a dudas, la
más rica y emocionante. ¿Cuántas familias, ahora mismo, no poseen
imágenes de nuestra ciudad dignas de formar una única colección?
Sería bueno que las donasen a una institución municipal que
garantice su perpetuidad, pienso.
Diego Innes Acevedo (1891-1985) y Fausto García Pujol (1910-1997)
Amiga
de don Néstor Sánchez, mi padre, doña Luz María ha sido una
presencia constante en muchos sucesos culturales y sociales desde que
me acuerdo. La conocí en alguno de ellos. Mi afinidad con ella
radica en ese espíritu de reportera que tiene. Elige un tema para
investigarlo lo más a fondo que se pueda, busca a sus protagonistas
y toma sus declaraciones. Luego retorna al hogar y, quizás mientras
guisa los platillos del día, redacta un par de nuevas preguntas, con
las que vuelve al día siguiente a buscar otros interlocutores que
puedan respondérselas. Su curiosidad por las cosas de Oaxaca no
tiene límite. Emplea meses en atar los cabos sueltos. Al cabo del
tiempo, logra por fin redactar, revisar y re-escribir el fruto de su
investigación de campo. Hay mucha memoria, pero también mucho
diálogo encerrados en estas páginas. Escribir bien no es oficio que
se domine a las primeras. Sin embargo ella lo ha logrado y cada nueva
página que escribe supera a la anterior. Ha sido un honor para
Carteles Editores editar esta obra, cuyo toque femenino atrapará al
lector desde las primeras páginas.
Ya dije
qué es una ciudad y para qué sirve. Ahora terminaré opinando qué
es una cronista y para qué sirve.
Los
libros transforman la realidad que quien los lee. Un libro de esta
naturaleza sirve para recordarnos qué hicimos bien en el pasado. Una
vez que lo sabemos, podremos superar aquel esfuerzo, aquella idea,
engendrando una mejor.
Delante
de nuestros ojos el Municipio se transforma velozmente, pero no
siempre en la mejor dirección. Conceptos ambiguos y hechiceros como
“la modernidad” y “el progreso”, o la “fluida vialidad”
en vehículos de motor, suelen desenfocar nuestra mirada y hacernos
tomar decisiones esclavizados por esa perversa miopía. La aparición
de libros como éste podrían servirnos para reformularnos preguntas
sobre: ¿qué hacemos con las fiestas de nuestros barrios y sus
chachacuales? ¿Qué hacemos con nuestras casi desfallecientes
industrias artesanales? ¿Cómo modernizaremos nuestros mercados
públicos, sin dañar su esencia? ¿Cuándo nos libraremos de la
esclavitud del semi dios Automóvil, César del Magno Imperio
Gasolínico de la Magna y la Premium, y Gran Duque del Disel y otros
Combustóleos? ¿Cómo impediremos que nos destruyan los diáfanos
cielos de Oaxaca? ¿Esperaremos que también los declaren patrimonio
de la humanidad?...
Srita. Flora Elsa Brena Torres,
Reina de los Juegos Florales de 1944, en el teatro
Macedonio Alcalá.
Me
anima que este Ayuntamiento haya sembrado un ejemplar del árbol de
guaje en la Alameda de León, donde Alonso García Bravo tuvo que
talar cientos para poder levantar esta ciudad. Es un acto lleno de
simbolismo, un guiño hacia el futuro tanto como hacia el pasado,
pues esta ciudad capital y el territorio estatal ostentan como nombre
de pila el de aquel modesto ser vivo con alma vegetal: el guaje.
Este árbol no sólo dio el nombre al hermoso valle central que
cautivó a los viejos cronistas, sino que en sus primeros tiempos
ofreció su madera para construir casas, monumentos, y delimitar
solares; dio sus vainas para enriquecer la dieta popular; entregó su
madera para alimentar los fogones con los que se inventó la cocina
oaxaqueña, y sobre todo dio su personalidad ecológica y
paisajística a esta tierra cuyos primeros pobladores fueron
precisamente ellos, los guajes. Para mí, este acierto del Presidente
Municipal me confirma mi tesis de que, tras el cisma de 2006, el
oaxaqueño ha vuelto sus reflexiones hacia sí mismo, en una intensa
búsqueda para hallar las respuestas adecuadas al desafío de nuestro
presente. Todos deberíamos sumarnos a esta vuelta interior. El libro
“Oaxaca, paraíso de mi memoria” resulta un excelente comienzo
pues ha fijado en el papel lo que de suyo es fugaz: el tiempo.
La
ciudad es para sus vecinos “su mundo”, y en este sentido el mundo
es receptáculo del tiempo. El tiempo lo creó Dios, pero lo diseñó
así para que la vida pudiera agitarse, transcurrir y reposar (Hermes
Trimegisto).
El
tiempo dialoga con el Orden espacial. El Espacio y el Tiempo, la
ciudad y la vida, provocan la transformación de todas las cosas que
hay en la ciudad, pero sería el caos más absurdo atropellándose
ante nuestros ojos si no tuviéramos el auxilio de los cronistas. La
crónica convoca a las almas de nuestros ancestros y las sienta en
una mesa de banquete a dialogar con nosotros. Dice la tradición que
Homero, el más grande cronista de todos los tiempos, era ciego, pero
dictaba sus versos a un escriba... bástenos sólo abrir un libro
–éste libro– y posar los ojos en cualquier párrafo para que
brote ese manantial de conocimientos y sensaciones recogidas y
ordenadas por una mujer memoriosa. Desde siempre el trabajo de los
cronistas es evitar que nuestra memoria se desmorone como un pan en
el agua. La patria es por igual territorio que memoria. Entonces ¿qué
es un cronista?
Es un
humilde intermediario entre el tiempo y la eternidad...
Claudio
Sánchez Islas.
27 de
abril de 2012.
Oaxaca
de Juárez.
Nota: los pies de foto, tan detallados, pertenecen a la edición impresa.
Baile de disfraces en el Casino Oaxaca, 1920 ca.
El índice de este libro es el siguiente. El número corresponde a la página:
Presentación. 7
Antes, ahora, mañana. 11
A mis maestras, con respeto y gratitud. 19
Colegio particular "Unión y Progreso". 29
Luz Cordero Bermúdez de Galindo y la Academia Científica "La Corregidora". 45
Mayo, mes de las flores. 59
Relatos de la abuela. 67
Una remembranza obligada. 81
Aquellos bailes del Casino. 101
Baile del recuerdo y festejos de XV años. 123
Baile de los Penachos. 131.
Juegos Florales, arte, cultura y belleza. 137
Las antiguas serenatas. 159
Como era el Carnaval en Oaxaca. 179
Un diálogo con El Llano. 205
El Hotel Monte Albán, el más antiguo de Oaxaca. 225.
Viernes de Dolores. 243
La Procesión del Silencio. 255
Cofradías, Estandartes y Relicarios. 263
El colosal tapete del "Día de Muertos" en el templo de San Francisco. 273
El Señor del Rayo, (Santa Iglesia Catedral de Oaxaca). 281
Los salones de belleza de antaño. 291
Las inigualables nieves oaxaqueñas. 305
El afamado quesillo oaxaqueño y los chapulines. 321
¡Tabla aquí cotompintero! El Ancla y el Palo Ensebado. 321
Las piñatas y las posadas. 355
Los Nacimientos. 369
Marimba del Estado de Oaxaca. 383
Homenaje póstumo a don Diego Innes Acevedo. 395
Coronación, Jubileo y Centenario de la Coronación Pontificia de nuestra Santa Patrona. 401
Cruz Roja Mexicana. Delegación Oaxaca. 425
Instituto de Ciencias y Artes del Estado y el ocaso del Paraninfo. 449
La Orquesta Sinfónica Instituto y otros conjuntos orquestales de Oaxaca. 469
Un rostro que se niega a ser olvidado: Adolfo G. Silva. 491
Centenario del Teatro Macedonio Alcalá. 503
El antiguo Panteón de San Miguel. 531
In memoriam. 548
Agradecimientos. 550
Bibliografía. 553
El libro puede conseguirse en la Dirección de Relaciones Públicas del H. Ayuntamiento de nuestra ciudad... Aún no estamos ciertos de si estará en librerías, pero lo averiguaremos y lo informaremos en este blog cuando tengamos el dato.
¿que tal? me encantó la nota que publicaron y más aun que publicaron la foto de la boda de mis amados abuelos Bertha Hampshire Santibañez Muñozcano y René Michel. Jamás ahbia visto ésta foto y fué una enorme sorpresay alegria para mi y toda mi familia. Muchas gracias por compartir y felicidades por todo lo que hacen para poner en alto el nombre de nuestra amada ciudad de Oaxaca. Se despide y agradece su atento servidor: René Michel-Hampshire
ResponderEliminarGracias!, Sr. Michel–Hampshire.
ResponderEliminarFelicidades por el tomo! Bellos recuerdos de Oaxaca y de mi familia los Hampshire Santibáñez
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