martes, 2 de octubre de 2018

NO SE OLVIDA: EL 68 EN OAXACA

Un libro que no podía faltar es éste, que se presentó el pasado 26 de septiembre en esta ciudad. Su originalidad estriba en que es la re-visión de aquellos acontecimientos que conmovieron al país, pero desde el escenario que fueron las ciudades de Oaxaca y Juchitán.
Su portada es la siguiente:


Para entrar en materia, veamos el índice de este volumen coordinado por el sociólogo Isidoro Yescas Martínez, de quien enseguida publicaremos la presentación con que describe este proyecto editorial, sus orígenes y motivaciones. Al final, unos comentarios por el autor de este blog que fue invitado a leer su texto durante aquella presentación en el Centro Cultural Santo Domingo.
Pero antes hay que decir que dicho libro se estará presentando en diversas instituciones educativas,  a solicitud de las mismas. 

Ya está a la venta en nuestra librería en Colón 605, en $150.00. Estamos a media cuadra de la Casa de la Cultura y para los lectores foráneos a través de www.carteleseditores.com


También está disponible en otras librerías de la ciudad.
Este libro, así como otros materiales que vayan saliendo, se está publicando en el siguiente link:

Vamos pues con el Indice de este libro:


Ahora, los motivos del Coordinador de la edición:

PRESENTACIÓN
El movimiento estudiantil mexicano de 1968 no solamente representó un punto de ruptura con el autoritarismo del viejo sistema político mexicano y la transición hacia un país plural y democrático, sino la transición hacia una mayor libertad de expresión y en la emergencia de nuevas formas y mecanismos de participación política y organización ciudadana.
Decenas de libros y ensayos se han escrito sobre esta etapa en la historia del México contemporáneo, sin embargo la mayor parte de los testimonios, memorias escritas y fotográficas, así como estudios sociológicos y políticos, se han concentrado en lo acontecido a nivel nacional, descuidando lo que ocurrió en provincia.
Se multiplicaron las instituciones de educación superior de todo el país, sobre todo universidades públicas, que se sumaron e hicieron suyas las demandas del movimiento estudiantil que tuvo como eje aglutinador a la Universidad Nacional Autónoma de México y al Instituto Politécnico
Nacional.
Y en Oaxaca, la Universidad “Benito Juárez” –todavía sin autonomía, que la obtuvo hasta 1971– jugó un papel importante y estratégico no solamente como institución solidaria con sus homólogos a nivel nacional, sino como detonador de fuertes cambios políticos y sociales de corto, mediano y largo plazo, dentro y fuera del campus universitario.
En el año de 1998, al conmemorarse 30 años de estos sucesos, el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca dedicó la edición número 3 de su revista Humanidades para recuperar parte de esta historia a través de crónicas muy puntuales, testimonios y entrevistas con observadores políticos y exlíderes estudiantiles.
Dos décadas atrás, René Bustamante coordinó un primer esfuerzo en el mismo sentido en el libro Oaxaca, una lucha reciente.
Fuera de estos dos trabajos no se conoce de otro ejercicio académico-periodístico de recuperación de la memoria histórica del movimiento sesentaiochero en Oaxaca y, mucho menos, un análisis que permita combinar los diversos sucesos que rodearon la movilización estudiantil del 68 y sus primeros vínculos con los sectores populares así como su impacto en la UABJO y en las instituciones políticas y organizaciones de la sociedad civil.
De eso nos ocupamos en este libro: de recrear el ambiente estudiantil, social, cultural y político antes, durante y después de 1968 en la principal casa de estudios de educación pública a nivel superior en Oaxaca, y en reflexionar con sentido crítico de lo que hoy es Oaxaca y sus instituciones 50 años después.
No se olvida, el movimiento estudiantil del 68 en Oaxaca se divide en dos partes: En Crónicas y testimonios escriben Victor Raúl Martínez Vásquez, Samael Hernández Ruiz y Jorge Machorro Flores. Y en Cincuenta años después participan Isidoro Yescas Martínez, Jorge Hernández Díaz, Carlos Sorroza Polo, Olga Montes García, Cirenia Vásquez López, Rodolfo Navarro Jiménez, Manuel Matus Manzo y Manuel Esparza Camargo.
En su ensayo El movimiento de 1968 en Oaxaca, Victor Raúl Martínez Vásquez describe a detalle los antecedentes y desarrollo del movimiento estudiantil y el proceso organizativo que se deriva del mismo, tomando como referencia a la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca (UBJO), punto de encuentro y desencuentro de diversos grupos estudiantiles que durante la década de los sesenta participan en la política universitaria y, en algunos casos, en el quehacer electoral del Partido Revolucionario Institucional.
Y será precisamente de las filas de uno de esos grupos, el denominado Liceo Juárez, de donde surgirán algunos de los cuadros estudiantiles que tendrán un papel protagónico no solamente en el liderazgo del movimiento del 68, sino en el impulso del movimiento popular que emerge con fuerza en la década de los setenta.
Guiado por su interés para transmitir a las generaciones del siglo XXI lo que representó para su vida personal y profesional el movimiento del 68, Samael Hernández Ruiz nos obsequia en Juchitán 1968, una experiencia desde la provincia oaxaqueña, una amena crónica sobre lo que vió, oyó y experimentó en su adolecencia y juventud en su natal Juchitán.
Pero no se detiene ahí, porque Hernández también narra su tránsito a la madurez de la vida y de cómo los medios de información y los cambios provocados con el movimiento del 68 trastocaron los ancestrales usos y costumbres de esta simbólica provincia del estado de Oaxaca.
Cierra esta primera parte Jorge Machorro Flores con su ensayo Volver a los 17 después de vivir medio siglo, con la clara intención de invitarnos a pensar en esta gesta cívica a través de la lectura de breves reseñas bibliográficas sobre los cambios ocurridos en 1968 a nivel nacional e internacional, recordando que el ímpetu rebelde de los estudiantes de aquella época se caracterizó por su animosidad, algarabía, participación desinteresada y hasta festiva y hedonista.
El movimiento del 68 mexicano, apunta el autor, fue anímica y éticamente subversiva y antiautoritaria y este aliento fue el que reprimió el Estado mexicano con violencia, al extremo del genocidio.
La segunda parte del libro –Cincuenta años después– se inicia con un breve ensayo de Isidoro Yescas Martínez para hacer un recorrido crítico sobre los cambios y transformaciones que se escenifican en el ejercicio autoritario del poder tanto en la Universidad “Benito Juárez” como en el sistema político oaxaqueño.
De esta manera en Del autoritarismo al pluralismo democrático, Yescas analiza los mecanismos de control vertical y el andamiaje jurídico que antes del 68 garantizó el control de los órganos de gobierno de la UBJO por parte del poder ejecutivo estatal y autoridades universitarias, y el papel jugado por la Federación Estudiantil Oaxaqueña, como máximo órgano de representación de los estudiantes universitarios, para promover cambios en esta casa de estudios y vincularla con los movimientos sociales. En esa misma línea de reflexión analiza el proceso de transición del régimen de partido único –expresado en elecciones de carro completo para el PRI– al pluralismo en el sistema político-electoral.
El movimiento indígena, entendido como una línea de continuidad, por lo menos simbólica, con los anhelos transformadores del movimiento del 68 es tema de estudio de Jorge Hernández Díaz en El movimiento indígena y las movilizaciones de 1968.
Con esta precisión, el autor es prolífico en describir los antecedentes y el contexto nacional y local que impulsan el surgimiento y consolidación de una multiplicidad de organizaciones indígenas durante el echeverriato, y de cómo la aparición del EZLN en los 90 se convierte en el detonador de cambios en las políticas gubernamentales hacia los pueblos indígenas de México y Oaxaca, y en la oportunidad para “montar una nueva hegemonía” para preservar la diversidad cultural de estos pueblos.
A partir del estudio de los cambios institucionales ocurridos en algunas universidades mexicanas, durante y después de 1968, Carlos Sorroza, Olga Montes y Cirenia Vásquez hacen un recuento de los fallidos procesos democratizadores en la UABJO y de las crisis recurrentes que ha padecido en las últimas décadas al grado que lo que hoy lo distingue es su rezago académico y el desorden administrativo-financiero.
Los autores de UABJO: Movimiento estudiantil, crisis institucional y futuro incierto advierten, luego de pasar revista a lo que han hecho y dejado de hacer sus rectores, que para salvar a la UABJO haría falta romper con sus viejas inercias de control caciquil e impulsar reformas profundas en todos sus niveles.
Con ese mismo espíritu crítico y propositivo, Rodolfo Navarro Jiménez considera que la exigencia de una reforma universitaria enarbolada por el movimiento estudiantil del 68 sigue vigente pues hasta la fecha la UABJO no ha podido definir un modelo educativo que le permita superar sus crisis y conflictos internos y despegar académicamente.
De ahí que en su ensayo El movimiento del 68 y la UABJO: hacia un nuevo modelo educativo proponga realizar una evaluación a fondo sobre las fortalezas y debilidades institucionales de esta casa de estudios para consensuar un modelo educativo universitario que tome en cuenta su pasado y presente y, sobre todo, los diagnósticos y recomendaciones de los organismos evaluadores y acreditadores.
Teniendo como hilo conductor de sus reflexiones el 68 y los viejos y nuevos tiempos de un Oaxaca provincial y sumergido en una pobreza multidimensional, Manuel Matus Manzo expone en Oaxaca y su cultura, 50 años después sus puntos de vista sobre las diversas expresiones de los movimientos culturales tanto en el Istmo como en la ciudad de Oaxaca.
Por la pluma de Matus lo intangible cobra forma en su breve pero intenso repaso que hace sobre el significado cultural del movimiento sesentaiochero a 50 años de distancia, y de la importancia de no perder de vista la trascendencia de nuestra riqueza lingüística e identidad indígena, así como la fuerza que en el Oaxaca moderno han cobrado en la educación y las relaciones sociales las artes plásticas y la literatura.
El último texto del libro es de la autoría de
Manuel Esparza Camargo, quien de manera suscinta expone en
Impacto del movimiento de 1968 en la práctica de la antropología y conservación del patrimonio, el contexto, los personajes y las instituciones que contribuyeron en forma determinante a darle un fuerte impulso a la antropología social, así como para consolidar al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, desde sus centros regionales, defender y preservar el patrimonio histórico nacional.
Asimismo, destaca que lo que hoy es el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) tuvo como antecedente inmediato el Centro de Investigaciones Superiores del INAH, promovido por un brillante antropólogo e intelectual como lo fue Gonzalo Aguirre Beltrán.
No se Olvida, el movimiento estudiantil del 68 en Oaxaca, es resultado del esfuerzo conjunto de un grupo de sociólogos, antropólogos y profesionistas de otras disciplinas, la mayoría formados en las aulas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, que buscamos con estos testimonios y reflexiones críticas no solamente recuperar desde diversos ángulos la historia de lo que ocurrió hace 50 años en nuestra casa de estudios y su entorno social y político, sino sobre todo llamar la atención sobre el presente y el futuro de Oaxaca y sus instituciones.
Esperamos que esta diversidad de opiniones y temas abordados sobre un mismo suceso contribuyan a despertar el interés de las nuevas generaciones de universitarios sobre un acontecimiento histórico que abrió las puertas para nuevas formas de convivencia y participación social y política de los oaxaqueños, y mexicanos en general.


La edición de este libro fue posible gracias al generoso apoyo del Secretario de Administración de la UABJO, Taurino Amílcar Sosa Velasco, y otros colegas y amigos, quienes desde un primer momento demostraron su interés por participar del proyecto que, en buena medida, también forma parte de la historia de todos los universitarios de esa época.
A nombre de los autores agradezco la generosidad del maestro Francisco Toledo por compartir su dibujo “Cañonazo”, de la colección Toledo/INBA-IAGO (1999), mismo que ilustra la portada del libro. De igual forma con el maestro Nicéforo Urbieta, quién facilitó algunos de sus dibujos elaborados en los inicios de la década de los setenta.
Oaxaca, Oaxaca
Julio 10 del 2018
Isidoro Yescas Martínez

Finalmente, el comentario que escribí al respecto:

Libro: NO SE OLVIDA. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN OAXACA.
Comentarios por Claudio Sánchez Islas.
Carteles Editores.

Todos los presentes somos árboles sembradas en el siglo XX. Algunos han extendido sus raíces o sus sombras, o han arrojado sus semillas y frutos más allá de esos límites, llegando al siglo siguiente, el XXI en el que estamos. Pero los que nazcan allí, serán necesariamente otras plantas y su fronda será parecida a la nuestra, pero no la misma. Nosotros, los que nacimos atados al siglo en que nos formamos de pe a pa, hemos recibido por única herencia intelectual y sentimental preguntarnos por el siglo XX, lo que equivale a buscar en el yo personal, el origen de la savia que nos alimentó.
El símbolo del 68 representa el tipo de cáliz amargo que el poeta Vallejo pedía apartaran de su obligación espiritual de beberlo. Para nosotros, pues, los nacidos en aquel siglo, resultará en vano esquivarlo. En cambio, quienes han nacido en el siglo que corre, o poco antes, tendrán sus propias sangres que beberán, pero no aquella que conmovió al mundo, antes y después de aquel año. Cada época crea sus símbolos y estos suelen ser transitorios.
Es distinto tener conciencia de la historia que haber sido protagonista de ella. Quienes han escrito en estas páginas corresponden a esta última calidad. Es cierto que todos somos seres en la historia, pero no ocurre que de esa conciencia brote el juicio sobre la irrepetibilidad de la experiencia, buscando comprender si tuvo o no el sentido ideológico que le vimos, si modificó o no el rumbo de la historia para los demás, como deseábamos; en una palabra, si valió la pena.
El libro se compone de dos partes: crónicas y análisis de hechos y consecuencias del 68 en Oaxaca en ámbitos clave como la UABJO, el patrimonio cultural, la educación, la partidocracia y el indigenismo. Al haber sido sus autores protagonistas y testigos de aquellos días y noches, sus testimonios, opiniones y reflexiones aquí reunidas resultarán pertinentes para enriquecer la parcela del siglo XXI.

Llegados ya al “septiembre de su edad”, los autores, como los vigorosos árboles que fueron, mudan su follaje, no mueren en ello, sino que dan paso al siguiente ciclo vital. Por ello me resultan exquisitas las crónicas que escribieron de sus “momentos” Víctor Raúl Martínez Vásquez, Samael Hernández, Jorge Machorro y Manuel Esparza. Conforme se avanza en la lectura puede uno sentir la energía que les impulsaba entonces, escuchar la música que les animaba y hasta verles parados, altaneros y heroicos con sus pantalones acampanados y sus cuellos mao. No estaban haciendo historia, eran en sí mismos historia, piedras rodantes en el torrente impetuoso de la vida en que el 68 fue el clímax. Muchos árboles fueron arrancados, otros quedaron mutilados, pero ellos siguieron de pie allí, en el siglo XX, el espacio vital que se extiende no solo en los 360 grados de la circunferencia, sino hacia arriba y hacia abajo. Con este ímpetu de crecer tanto la fronda como al raíz, Isidoro Yescas, Jorge Hernández Díaz, Carlos Sorroza, Olga Montes, Cirenia Vásquez, Rodolfo Navarro y Manuel Matus, reflexionan a partir de hechos y documentos, personajes y fechas locales, para entender cómo es que las cosas son como están. No recurren al mito, sino a la autocrítica y al análisis académico. De alguna manera incitan a la acción para no quedar esclavizados por los yerros cometidos, por las omisiones o los diagnósticos deficientes en su momento. Todo esto son sombras que se proyectan desde el siglo pasado hasta el presente, sombras que por su oscuridad no dejan crecer como debiera la necesaria nueva vegetación en el presente. La más ominosa de ellas es la rala educación pública con que pareciera que nosotros, los hijos del siglo XX, hemos maldecido a los niños y jóvenes del XXI.

En las crónicas sus autores han hecho énfasis en particular de algunos maestros y libros, y aun compañeros de aulas de su misma edad, que les abrieron de par en par las puertas inéditas del actuar en el mundo, con intención de mejorarlo de alguna manera. Preguntémonos ahora por los cronistas del año 2068 y si alguno de ellos citará nuestro nombre o nuestros libros como epifanías deslumbrantes que hicieron se arrojaran al torrente de la vida y no que se quedaran estancados en el de la ignorancia y la miseria...
Para los jóvenes que hoy tienen 18 años, la revolución es una palabra que tiene un sentido distinto al del 68. Ellos piensan con otro criterio. Si alguna revolución les entusiasma es la de los algoritmos. Han inventado un nuevo lenguaje para escribirlos, mientras nosotros perdemos sin parar las lenguas indígenas. Si las preocupaciones de los sesentayocheros eran las masas campesinas y proletarias, la de los nativos del siglo XXI son el perfeccionamiento de robots que hagan realidad la utopía de liberar al hombre de la esclavitud del trabajo manual mal remunerado.


No obstante, toda esta generación que nos está sucediendo no nació por generación espontánea. Heredan nuestros pasivos, pero tambien la irreverencia, la rebeldía, el desparpajo de gozar al mundo. En ese sentido hay continuidad, pero su paisaje es otro, aceptémoslo.

He insistido con la idea de que hay que dejar escrito el testimonio de nuestra época. La crónica histórica o periodística son la herramienta adecuada. Aquí está la prueba. Narrar en primera persona ya no es pecado. Nunca lo fue, pero prejuicios sociales y escolares hicieron que desterráramos de nuestra formación intelectual la poesía, el cuento y la novela, que se nutren de la experiencia cotidiana y de la leyenda para recrear mundos paralelos. En mis modestas investigaciones al respecto he notado que tras los libros de José María Bradomín, la crónica como un género que narra a la vez que asienta la identidad individual con el terruño, cayó en el más feo de los silencios o en el aun más feo de los clichés folclorizantes. Le he insistido a varios que están ahora presentes y que tienen una probada capacidad expresiva, que nos cuenten se tiempo y... nada pasaba.

No había habido valientes hasta hoy que los leo y releo en este libro y por serme tan próxima la escena y sus protagonistas, me resulta más enriquecedora, pero sobre todo, más clarificadora de mi propio pasado oaxaqueño.

Lo hicieron bien, chicos. Se los agradezco. Por lo que veo, el otoño les ha asentado de maravilla. Quizás les rechinen las rodillas, pero han puesto toda su capacidad reflexiva y además alma, vida y corazón para la comprensión de una época que dejó todo un capítulo escrito en el complejísimo siglo XX, cuando éste, en sus manos, era aun un futuro por hacerse.

Cuando Eric Hobsbawm se propuso explicarse a sí mismo su propio siglo, el XX, publicó un tomo de 600 y pico de páginas, aunque pudo condensar así en unas cuantas líneas: “Comienza con la primera guerra mundial, que marcó el derrumbe de la civilización (occidental) del siglo XIX. Esa civilización era capitalista desde el punto de vista económico, liberal en su estructura jurídica y constitucional, burguesa por la imagen de su clase hegemónica característica y brillante por los adelantos alcanzados en el ámbito de la ciencia, el conocimiento y la educación, así como del progreso material y moral...” (Hobsbawm, E. (2012) Historia del siglo XX. Crítica. España. p. 16.)

La vida de un individuo no alcanza para ver el principio y el final de un ciclo mundial, como fue la atmósfera entera del 68, en la que ustedes se vieron envueltos y de la que ahora nos ofrecen estos testimonios y reflexiones sobre cómo aquel vendabal llegó hasta Oaxaca y reclamó sus juventudes. Bien hecho, chicos. Muchas gracias.
Oaxaca, Oax., 26 de septiembre de 2018.