sábado, 4 de mayo de 2019

NUEVOS DOCUMENTOS SOBRE LA FUNDACION DE ANTEQUERA OAXACA

El investigador Jorge Torres Mejía publicó los primeros 2 de 4 tomos de sus estudios sobre la actual ciudad de Oaxaca en el siglo XVI, cuando en 1532 asciende a rango de ciudad.

El siguiente texto lo presentó la Arq. Patricia Chiñas y por su interés lo damos a conocer en este blog, junto con una interesante oferta para que el público pueda conseguir los libros y leerlos. Los tenemos en promoción. Mayores informes: Colón 605, tel 516 670 29 y 688 85 85, o bien en nuestra librería física, en Colón 605, barrio de los Príncipes o en www.carteleseditores.com. En Facebook también tenemos la cuenta: Carteles editores + Klovis diseño.



Va pues, el interesante análisis de la maestra Chiñas, leído en el Palacio Municipal de Oaxaca de Juárez, con motivo del 487 aniversario de nuestra Ciudad:

TEXTO DE LA ARQUITECTA PATRICIA CHIÑAS LÓPEZPARA LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DEL MAESTRO JORGE MEJÍA, SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LA CATEDRAL DE OAXACA.


“El patrimonio material e inmaterial es fuente de
cohesión social, factor de diversidad y motor de la creatividad, la innovación y la regeneración urbana”
Irina Bokova (foro urbano mundial 2012).

Es muy grato para mí estar hoy presentando este material fruto de una gran dedicación y pasión que el autor tiene por la historia y la investigación y al cual agradezco enormemente la confianza.

Víctor Hugo, refiriéndose a la recién siniestrada catedral de Notre Dame, en su célebre novela homónima apuntaba lo siguiente; “las grandes producciones de la arquitectura menos son obras individuales que sociales, más son el parto de los hombres que trabajan que el hijo del hombre genial” “son el depósito que deja una nación, las acumulaciones que dejan los siglos, el residuo de las sucesivas evaporaciones de la sociedad humana, en fin especies de formaciones…Los grandes edificios son, como las grandes montañas, obra de los siglos” (p. 117)

Lo anterior se aplica perfectamente a nuestra Catedral, armar una historia congruente acerca de alguno de estos íconos resulta un trabajo complejo, para saber leer lo que tenemos enfrente se necesita tenacidad y disciplina, saber dónde buscar y al dar con las fuentes: Analizar, comparar, deducir, descartar, y un sinfín de etcéteras. A mi parecer este es el gran mérito de este trabajo, el mtro. Mejía hace múltiples referencias a la bibliografía existente acerca del tema, dedicándole un capítulo a los cronistas e historiadores, mostrándonos diversos caminos donde poder transitar en busca de datos, acción que se agradece pues cualquier investigación iniciará en este punto, nos lleva de la mano a través de fuentes tanto primarias, como secundarias, una de las primeras es el libro de La Fábrica de la catedral de Oaxaca 1555-1604, donde se encuentran asentados, pagos, trabajos y personajes que intervinieron en la construcción de la misma, y gracias al cual aparecen nombres de trabajadores, siendo uno de los más ilustres el del mismísimo Andrés de la Concha afamado pintor sevillano que trabajó en el Escorial, pero además en múltiples templos de nuestra mixteca dominica donde podemos constatar la calidad de sus retablos, también el de los maestros de obra involucrados en su construcción al igual que en otras obras de la ciudad de Oaxaca, oficios varios y procedencia de los materiales, que nos van dando luz de las vocaciones de las poblaciones actuales, como Etla en los trabajos de cantería, o Tlalixtac con la manufactura de tejas y ladrillos.
Gracias a este trabajo podemos imaginarnos lo magnífica que fue la catedral del s. xvi con su cielo dorado, retablos y frescos de uno de los mejores artistas del siglo y regios materiales como el cedro. En fin les garantizo que será un gran placer transitar por esta lectura, además de que ya no volveremos a ver a nuestra Gran Dama igual, les invito a ir con su ejemplar en mano a recorrerla y como si fuera un pergamino encriptado, buscar las señales de su grandioso pasado y valorar su digno presente, los estudiosos del arte dicen que aún podemos encontrar a un de la Concha en la sacristía a través de un San Sebastián que ha sobrevivido a los avatares del tiempo, yo lo he visto y es magnífico.

Y después de haber contrastado lo leído con lo vivido les exhorto a contagiar a sus seres cercanos el respeto que sentirán por nuestra Catedral, la cual ha estado ahí desde el s. xvi acompañándonos en nuestro diario caminar; indígenas, negros y españoles trabajaron en ella. Ahora contamos con algunos nombres y procedencias, y como si de una abuela querida cuando nos cuenta sus historias se tratara, sabremos entenderla y valorarla mucho mejor. Al mismo tiempo debemos ser conscientes del compromiso que adquirimos con este conocimiento, respecto a este tema para finalizar quisiera compartir lo que ha escrito Mauricio Velasco Ávalos en el libro Ciudades y centros históricos a propósito de los símbolos y costumbres en las estructuras históricasAun aceptando la posibilidad de salvaguardar una obra arquitectónica desvinculada de su contexto social, teniendo como único beneficiario a la ciencia y a la historia del arte, deberemos pensar que la arquitectura debe su existencia al conjunto de los factores sociales, económicos y culturales que justifican su presencia. Por esto, es deseable que la comunidad que “posee” el monumento estructure algún tipo de discurso a propósito de él, para evitar la indiferencia, tan destructiva como la aversión” (p. 97)


¡GRACIAS!


Patricia Chiñas López. Oaxaca, Oax. abril de 2019.

Nota de la Redacción. En entrada anterior publicamos el otro texto alusivo, de la autoría del Arq. Prometeo Sánchez. Y en sucesivos publicaremos otros que sean de similar interés.

jueves, 2 de mayo de 2019

¿CÓMO SE CONSTRUYÓ LA CATEDRAL DE OAXACA?


Se presentaron y están a la venta en www.carteleseditores.com
los primeros dos tomos de la fundación de Antequera Oaxaca en el siglo XVI, de la cual ofrecemos una de las cuatro reseñas con que fue recibida. Las portadas son:


 TOMO I. FUNDACIÓN DE LA VILLA Y CIUDAD DE ANTEQUERA-OAXACA


TOMO II. CONSTRUCCIÓN DE LA CATEDRAL DE ANTEQUERA-OAXACA




LA CIUDAD DE OAXACA EN EL SIGLO XVI,
CRÓNICAS Y DOCUMENTOS

Tomo II, Autor: Maestro Jorge Mejía Torres
Edición conmemorativa del 487º Aniversario / H. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez
Presentación del libro, el viernes 26 de abril de 2019 a las 19:00 horas

Por Prometeo Alejandro Sánchez Islas


¡Una catedral es como un viaje en el tiempo!
De una catedral habla este libro…
Por lo tanto, vamos a viajar al pasado.

Visualizaremos el primer tramo de esta aventura, al responder a la siguiente pregunta: ¿para qué construir una catedral?
Hay una respuesta fácil: Todo obispo requiere de una cátedra o asiento, así que la recién creada Diócesis de Antequera debería contar con una sede, desde la cual dirigir al clero secular, administrar sus crecientes bienes y afrontar la evangelización de los indios.
…Parece sencillo: nueva diócesis… nuevo obispo… nueva catedral.
En apoyo a lo anterior, cabe mencionar que el mismo día en que Carlos V expidió la Cédula que elevaba la categoría a esta Ciudad, Doña Isabel de Portugal, su esposa, quien actuaba como gobernadora de los reinos de España, expidió otra cédula real instruyendo tanto al Presidente de la Audiencia de Nueva España como al Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, para que “reúnan y provean los diezmos de la nueva ciudad” para edificar y equipar su iglesia, y para cubrir “el servicio de los clérigos que en ella hubieren de estar”, además de levantar un hospital “donde se recojan pobres y enfermos” (Mejía; p. 17).
Y aquí termina lo fácil: Como se ha dicho, los Reyes de España, quienes también fungían como Emperador y Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, ordenaban y… había que obedecer.
Pero… el universo no era tan simple, ya que preexistía una fuente de complejidad… que deriva del hecho de que la naciente urbe se ubicaba a más de 9 mil kilómetros de aquellos personajes…
De este lado del planeta, imaginen ustedes este valle hace 500 años… cuando la villa apenas comenzaba a trazarse, el valle aún tenía algo de bosque, el río Atoyac llegaba casi a San Juan de Dios, el clero secular era insignificante, las fuentes de materiales para construcción se hallaban a muchos kilómetros… y los encomenderos no querían “prestar” a sus indios para las obras. Adicionalmente, el asentamiento aún no contaba con un abasto regular de agua, sus autoridades argumentaban que el dinero de los diezmos no alcanzaba para financiar ni la iglesia ni el hospital, y, aunque ya se tenían trazados los cimientos, hasta 1551, es decir, 16 años después de colocada la primera piedra, no había avances significativos.
Resolver estos y otros obstáculos para edificar la Catedral de la Nueva Antequera, es lo que se relata en este libro.
Aquí, Jorge Mejía Torres, con la acuciosidad y el rigor que le caracterizan, encarna dos papeles en este viaje por el tiempo: el primero, desde el presente, vislumbrando en un caótico firmamento de archivos, las escasas referencias a este tema; y el segundo, situándose en el período de 1538 a 1604, desde donde escribe una magnífica crónica, aderezada con personajes, comentarios y contextos, que lo confirman como uno de los mejores cronistas de nuestra ciudad.

Con este antecedente, pilotearemos el segundo tramo del viaje, sólo insinuando los cientos de papeles consultados, lo cuales se atesoran, principalmente, en el Archivo de la Arquidiócesis de Oaxaca, en el Archivo General de Indias (en Sevilla), y en el Archivo General de la Nación, además de escudriñar, entre muchos, dos textos fundamentales: El Libro de la Fábrica de la Catedral de Antequera, y las Relaciones Geográficas del Siglo XVI.

Viremos al tercer tramo del tour temporal, respondiendo otra pregunta: ¿Cómo se construía una catedral?
Otra vez, la respuesta fácil sería que: hay que contratar albañiles, carpinteros y fierreros… comprar los materiales y edificar.
Pero la realidad fue mucho más difícil…
Recordemos que nos encontrábamos en el balbuceo del llamado “Nuevo Mundo”, cuando los albañiles sólo sabían hacer CALIS, es decir, casas sobre bases piramidales y templetes cerrados con mínimo espacio interior. Y no existían los herreros, aunque, en cambio, los talladores de madera eran muy aptos.
Para los años en que se inició esta catedral, ya los monjes-constructores habían avanzado en la transición de la edificación prehispánica hacia la que hoy llamamos “colonial”, enseñándole a los “naturales” cómo labrar la piedra, y cómo fabricar adobes, ladrillos, azulejos y tejas “a la europea”.
La gran ventaja que se agenciaron aquellos conquistadores, es que los artesanos “indios” eran muy hábiles, aprendían rápido y eran capaces de interpretar dibujos y grabados bidimensionales, para darles tridimensionalidad, optimizando su experiencia y las herramientas recién llegadas. Ese fue el período de mestizaje artístico llamado “tequitqui”, que daría lugar al “novohispano”.
Sobre esos tecnicismos, nuestro autor describe las decisiones sobre el emplazamiento y el trazado del nuevo templo; también identifica geográficamente los orígenes y costos de los materiales y de la mano de obra, ya fuese para la llamada “fábrica material” que se refiere al edificio en sí y a su mantenimiento, como para la “fábrica espiritual”, referida a los elementos necesarios para el culto, como retablos, campanas, muebles y obras de arte. Además, enumera a los maestros, oficiales, “indios de servicio” y esclavos que erigieron el templo… y reseña las pinturas y esculturas que convirtieron a esta catedral en una joya.
Este emocionante relato es, a la vez, intuitivo y documentado. Narra los 27 años que tomó la obra de piedra, es decir, cimientos, muros y columnas... Nos dice dónde estaban y como era el cementerio exterior y el sepulcro de bóveda “para pobres” financiado por un piadoso vecino y realizado por los cofrades del Santísimo Sacramento… También nos cuenta cómo se hizo el empedrado del atrio, dibujando figuras con piedras de diversos colores traídas de lugares tan lejanos como Capulalpan, y cuánto se le pagó al maestro “pedrador” y a los indios acarreadores… Y menciona que la reja perimetral era “de metal sostenida por pilares de cantera”, y que algunos temblores dañaron al edificio, especialmente en las cubiertas.
Por cierto, el capítulo de los techos seguramente provocará divergencias entre los historiadores, ya que Jorge contradice a quienes afirmaron que esta “fue una iglesia pobre, techada con paja, que se quemaba o destruía con los temblores, ya que “esto no se puede sustentar” con documentos, y enfatiza que, “a lo largo de cuatro siglos, existieron a su vez cuatro etapas constructivas, sin que hubiese un incendio o derrumbe, aunque sí una serie de reedificaciones para mejorar la construcción primaria”. Él identifica así las etapas de este templo: 1ª, Templo con techos de madera y lámina, en el siglo XVI;    2ª, sustitución del maderamen por bóvedas, y manufactura de las capillas laterales, a finales del siglo XVII,  3ª,  etapa barroca, que corresponde a las nuevas fachadas: principal y laterales, en el siglo XVIII:    y 4ª,  época neoclásica, en el siglo XIX, de la mano del Arzobispo Eulogio Gillow. / En ninguna de ellas se cambiaron la traza ni los muros originales. (paráfrasis pp. 57 Y 58).
Según esta investigación, el templo jamás estuvo techado con paja, ni se incendió. En realidad estuvo cubierto con armaduras ejecutadas con vigas traídas de la Sierra y de Ixtepec; contó con un hermoso plafón artesonado de tablas llamadas “zapotecas”, el cual fue totalmente dorado, lo que debió ofrecer un efecto espectacular al reflejar la luz de las velas… y quedó cubierto con láminas de plomo en su nave principal, y con tejas en sus locales accesorios.  Entre algunas curiosidades se puede leer que la tablazón del techo estuvo cubierta con petates recubiertos de brea, para evitar los daños del sol y del agua, en lo que se colocaba el metal. / Como se habrán dado cuenta, esto coincide con lo que vimos en el reciente incendio de Notre Dame de Paris, cuyo sistema constructivo medieval es el mismo que trajeron los primeros colonizadores, antes de que dominaran las formas del estilo Barroco.

Esto da pauta para viajar nuestro cuarto trayecto. En éste, recordamos con admiración y respeto al maestro de la obra, Arnaldo de Piamonte, quien ha permanecido olvidado por siglos. Oriundo de Palencia, trabajó aquí desde la planeación del templo en 1532, hasta 1561, cuando la mampostería quedó concluida. Por su trabajo, Piamonte recibió mil ochocientos pesos en oro” (paráfrasis p.58). Este protagonista, cuyo retrato en cantera corona uno de los pequeños contrafuertes de la fachada oriente de la Catedral, también engalana la portada del libro que estamos presentando.
Al seguir la pista de Arnaldo Piamonte, se supo que fue acusado en 1561 de blasfemia ante la Santa Inquisición... A partir de esa fecha llegaron a complementar los trabajos, los maestros Juan de Alcántara y Juan de Vega (paráfrasis p.60).
Incidentalmente, el herrero Andrés García, quien fundió la primera campana para esta iglesia, en 1557, también fue acusado de blasfemia, lo que permite suponer que, tanto las envidias de los colegas, como las formas autoritarias de intimidar, eventualmente subsisten.

El quinto y penúltimo tramo del viaje responde a otra pregunta: ¿Cómo hacer de esta catedral, la más bella?
No me extenderé en la relatoría de todas las obras al fresco, fuesen grisallas o imágenes a color; ni sobre el refulgente dorado de sus interiores; y no me detendré en la escultura, ni en la herrería, ni en la carpintería, ni en la fundición de campanas, ni en los dos primeros órganos que emocionaron a los feligreses, porque hoy les quedará de tarea, a ustedes, leerlo en este libro…
Solamente mencionaré que el enorme pintor, retablero y arquitecto Andrés de Concha llegó de Sevilla para dejar su impronta en esta y otras importantes ciudades de la Nueva España… Y, aunque él nunca firmó sus obras, su estilo “manierista” apadrinó la escuela de lo que hoy llamamos “barroco mexicano”. Aquí, concluyó en 1576, los retablos… y en 1578 un arco toral “que maravilló a quien posara sus ojos en ellos”, según asentaron los escribanos catedralicios.
Otro grande del arte plástico que intervino en esta dilatada provincia fue Simón Pereyns, proveniente de Amberes, estableciendo una escuela de gran finura… Sin embargo también Pereyns tuvo que aceptar, bajo tortura de la Inquisición, ser blasfemo, lo cual pagó a realizar el famosísimo Altar del Perdón para la Catedral de México.
Durante los siguientes 200 años se complementaron las capillas, el coro, el ciprés, las fachadas y los nuevos campanarios, pero, al finalizar el siglo XVI, nuestra catedral, a pesar de su baja estatura, sus macizos muros y su estilo sobrio, fue considerada la más bella del Nuevo Mundo…
Desgraciadamente, entre la inconciencia, la impotencia y la barbarie que asoló a Oaxaca en el siglo XIX, perdimos la mayoría de aquellos tesoros.

Concluimos este viaje en su sexto trecho, con un capítulo que, a mi parecer, queda como un cosmos para ser explorado: me refiero a la lectura simbólica de un edificio que fue diseñado con los ideales formales del Renacimiento, aunque sus técnicas constructivas hayan emanado del Medioevo. Este tema, amerita otra conferencia y, en rigor, otro libro, pues en este tomo sólo se insinúa la interpretación cosmogónica ancestral, la carga simbólica inspirada por el cristianismo, el diseño en planta que adoptaría en esa misma época el Concilio de Trento y las recomendaciones procedentes de Vitruvio y de Borromeo.

Por hoy, le damos la bienvenida a esta serie de libros que el Honorable Ayuntamiento ha tenido el enorme tino de publicar, esperando que esta fiesta de aniversario constituya también el inicio de una política editorial orientada a nuestra cultura, a nuestros cronistas, a nuestros diseñadores, impresores y editores, y a nuestro pueblo, quienes adoptamos, tanto a la Catedral como a la institución municipal, como genuinamente nuestros.

Autoridades, autor y ciudadanos de esta noble Antequera:

¡¡¡ Muchas felicidades !!!