viernes, 14 de septiembre de 2018

EL TRIUNFO DE LA LIBERTAD SOBRE EL DESPOTISMO... EL LIBRO QUE INFLUYÓ EN JUAREZ

Dos buenas nuevas tenemos en Oaxaca.
Un nuevo hallazgo bibliográfico realizado por el doctor en Historia Carlos Sánchez Silva, del Instituto de Investigaciones en Humanidades, de la UABJO se convierte en el primer ejemplar de las NUEVAS 15 LETRAS, en su Segunda Época, que echa a andar para beneficio del lector local, su director el Maestro Francisco José Ruiz Cervantes.
 Como muchos recordarán, las primeras 15 LETRAS fueron quince títulos que volvieron a dar a la publicidad libros y autores de tiempos pasados y presentes, cuyas obras estaban agotadas. Dada la trascendencia que tuvo, ahora empieza una nueva horneada de otros 15 volúmenes, siendo el primero de ellos el correspondiente a la letra o de Oaxaca...
Su portada contiene una "o" "alebrijada", pero en clave tipográfica, de modo que la letra intervenida tiene en sí misma una ornamentación original, un tanto arabesca... El resto de las características editoriales son las mismas de la primera época. Esta vez usaremos colores más vivos en las plastas.
Así pues, demos paso al detalle de esta obra impresa en Oaxaca y que ahora se reedita facsimilarmente, con el estudio introductorio de su descubridor, quien en su ensayo nos cuenta los pormenores de esta edición que influyó mucho ideológicamente en don Benito Juárez y en su generación... por algo se imprimió en Oaxaca, siendo su autor un liberal... venezolano.

Veamos pues la portada:


Y ahora demos paso al interesante estudio introductorio del Dr. Sánchez Silva. Hacemos notar que la feca de aparición de este libro es el 17 de septiembre de 2018. Ya avisaremos por este medio la fecha de su presentación al público. Va, pues...


INTRODUCCIÓN


Juan Germán Roscio, un inquieto masón venezolano 
en tierras oaxaqueñas


Carlos R. Sánchez Silva
IIHUABJO


Suave y honroso es morir por la Patria.Juan Germán Roscio citando a Horacio


I.
Juan Germán Roscio
y su pensamiento independentista


Con estas palabras concluía el venezolano Juan Germán Roscio, [San Francisco de Tiznados, Estado Guárico, Venezuela, 27 de mayo de 1763-Cúcuta, Colombia, 10 de marzo de 1821)], el prólogo a su obra titulada El triunfo de la libertad sobre el despotismo. En la confesión de un pecador arrepentido de sus errores políticos, y dedicado a desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de la tiranía. Pero ¿quién era este personaje, por qué se publicó su obra en Oaxaca en 1828, y qué lugar ocupa dentro de la historia de la imprenta para ser considerado propiamente como el primer libro que vio la luz pública en tierras oaxaqueñas? En este primer estudio introductorio me ocuparé especialmente de las dos primeras cuestiones; señalando algunos comentarios marginales sobre el lugar que la publicación de su libro ocupa en la historia de la imprenta en tierras oaxaqueñas.
¿Quién era Roscio? Roscio es considerado, debido a su activismo político y su faceta de periodista como redactor de La Gazeta de Caracas y director del Correo del Orinoco, como uno de los próceres venezolanos de la Guerra de Independencia en contra de España. Su padre fue Giovanni Roscio, oficial retirado nacido en Milán (Italia) y de Paula María Nieves, mestiza nativa de La Victoria, Venezuela. Derivado que era considerado étnicamente como “pardo” tuvo muchos problemas para desarrollar sus estudios. Gracias a la protección brindada por doña María de la Luz Pacheco, esposa del Conde de San Javier, Roscio ingresó finalmente a las aulas para obtener grados de Bachiller en Cánones (1792), Doctorado en Teología (1794) y en Derecho Civil (1800). Ejerció una docencia efímera e interina (1798) frustrada en su continuidad por la negativa del Colegio de Abogados de Caracas de aceptarlo como miembro. Litigó varios años y consiguió su ingreso en 1801. Proceso que duró hasta 1805 cuando por fin logró su definitiva incorporación al Colegio de Abogados con sede en la ciudad de Caracas, Venezuela.

Sin embargo, fue su activismo político por lo que es recordado en tierras sudamericanas. Como todo actor político que vive una coyuntura importante, Roscio fue cambiando de acuerdo al devenir de la crisis del orden colonial español y, como él mismo lo refiere y sus biógrafos lo han registrado, fue su actuación en el bienio de 1810-1811 al intervenir de manera directa en la redacción del acta de Independencia del 5 de julio de 1810 y de la primera Constitución de 1811 de Venezuela, cuando define su posición para luchar por la independencia absoluta del colonialismo español. A este respecto, hay coincidencia entre los que han estudiado su producción escrita que un texto fundamental de sus variados escritos es el que apareció en 1811 bajo el título de El patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes. Texto que está íntimamente relacionado con el que publicó en este mismo año bajo el nombre de Los católicos de Irlanda, texto este último donde aboga por la tolerancia religiosa en los dominios españoles. Estos escritos van delineando su pensamiento político.
Luego del fracaso de estos intentos independentistas en tierras sudamericanas, Roscio es apresado y confinado por las autoridades coloniales españolas en julio de 1812: primero en La Guaira [Venezuela], posteriormente es trasladado a Cádiz [España] y en 1813 a Ceuta [África]. Los años en que purgó su condena coinciden con el regreso del absolutismo en España bajo Fernando VII en 1814. Es precisamente en sus años de encarcelamiento cuando imagina y redacta su obra El triunfo de la libertad sobre el despotismo…
Roscio sale de prisión a fines de 1815; se embarca hacia América y después de una escala en Kingston, Jamaica, se traslada a los Estados Unidos de Norteamérica, donde arriba vía el puerto de Nueva Orleans con destino final hacia la ciudad de Filadelfia a principios de 1817. A la sazón, cabe mencionar que nuestro biografiado formaba parte de un conjunto de “hombres del mundo” militantes de la masonería. Por esta razón, las dos primeras ediciones de esta obra fueron publicadas en Filadelfia, lugar considerado históricamente como un centro de concurrencia y ayuda mutua entre los hermanos masones. Así los cosas, la primera edición salió en 1817 de la imprenta de Thomas H. Palmer; la segunda vio la luz pública en el año de 1821 y estuvo a cargo de la imprenta de M. Carey e hijos. Segunda edición norteamericana que Roscio ya no alcanzaría a conocer, ya que murió precisamente en este mismo año, una vez que desde 1818 había retornado a Sudamérica para desempeñar diversas actividades públicas: apoyó a Simón Bolivar en la reconstitución de la República venezolana y en la creación de la Gran Colombia. También se desempeñó como Director General de Rentas, Presidente del Congreso de Angostura, Vicepresidente del Departamento de Venezuela y Vicepresidente de la Gran Colombia. Precisamente, la muerte lo sorprendió el 10 de marzo de 1821 cuando ocupaba este último cargo.Hasta aquí, el libro de Roscio sería una más de tantas obras de escritores latinoamericanos que se publicaron en esos años en Londres, París u otras ciudades españolas y norteamericanas para apoyar las guerras de independencia de España. Sin embargo, después de estas dos primeras ediciones norteamericanas hubo otras más que le siguieron en tierras latinoamericanas. Lo más asombroso para la época es que esta obra tuviera cuatro ediciones más en México entre los años que corren de 1823 a 1857, y sea hasta la segunda mitad del siglo XX cuando viera la luz por primera vez en su patria natal, Venezuela. De las ediciones en este último país, la primera de ellas la dio a conocer en Caracas, Venezuela, en 1953 Pedro Grases al publicar en este año las Obras de Roscio; la segunda en 1971 por conducto de la Presidencia de la República; la tercera en 1983 por Monte Ávila Editores en la misma ciudad; y la cuarta en 1996 como parte de la Biblioteca Ayacucho, bajo el diseño de Juan Fresán y fotocomposición y montaje de Ediguías, C.A.
En relación a las ediciones mexicanas la primera de ellas se hizo en la ciudad de Guadalajara en la oficina del ciudadano Urbano Sanromán en el año de 1823, misma que atindadamente señala ser la “tercera impresión”. Por cierto, esta edición no es mencionada por Miliani en su sección titulada “1. OBRAS DE JUAN GERMAN ROSCIO”, y fue un grato hallazgo el descubrir que se halla físicamente en varias bibliotecas de nuestro país. La siguiente edición –segunda en nuestro país– la realizó en la Ciudad de México el impresor Martín Rivera en 1824, y se trata de una edición abreviada de 120 páginas que aparece con las iniciales N.S.; hablando con propiedad, la quinta edición –tercera en México–, se hizo en Oaxaca en el año de 1828 en la imprenta de York a cargo de Juan Oledo, versión que es la que publicamos en esta ocasión. La sexta edición salió a la luz pública también en la Ciudad de México en el año de 1857 de la imprenta de Juan Ramón Navarro y cuyo cuidado editorial estuvo a cargo de Simón Blanquel, con un total de 326 páginas.


Esto es por lo que toca a la secuencia temporal de las ediciones; sin embargo, con la información que dispongo actualmente puedo dar algunos elementos que permitan seguir la pista de la edición que tomaron como base las tres primeras que se elaboraron en nuestro país. Aunque para esta publicación no conté con la evidencia física de la que salió a la luz pública abreviadamente en 1824 en la capital mexicana, todo indica que la edición norteamericana de 1821 tomó, obviamente, como base la “edición príncipe” de 1817 pero le hizo algunos agregados importantes: por ejemplo, mientras la primera ponía el nombre del autor nada más con las iniciales “J.G.R.”, la segunda lo registra de esta manera “J.G. Roscio”, tal como lo incorporaron las ediciones mexicanas de 1824 y 1828; a diferencia de la de 1817, la edición norteamericana de 1821 pone el “kilométrico” subtítulo en itálicas, de la misma manera como lo van a realizar también las ediciones de 1824 en Guadalajara y la de 1828 en Oaxaca; asimismo, las dos ediciones norteamericanas y la de Guadalajara ponen el permiso legal que el distrito de Pensilvania otorgaba para la publicación de este tipo de materiales; la edición oaxaqueña lo omite.
Finalmente, aunque la labor comparativa de las características técnicas de estas cuatro ediciones la deben realizar personas más avezadas en esta materia, sí puedo afirmar una cosa que se hace bastante evidente para cualquier lector y que salta a la vista: que las dos ediciones norteamericanas y la de Guadalajara son más nítidas que la realizada en 1828 en Oaxaca en la imprenta de York.


II.
Roscio y la difusión de sus ideas políticas en Oaxaca


Mi primer contacto con esta obra de Roscio sucedió cuando desarrollaba trabajos de investigación para escribir mi ensayo sobre la crisis del sistema federalista en Oaxaca. La pregunta inmediata que me hice fue cuáles eran las razones para que una obra de esta naturaleza y dimensiones se haya publicado en tierras oaxaqueñas, máxime si tomamos en cuenta que hasta 1828 las obras que habían salido de las prensas locales eran bastante pequeñas por su volumen. En cambio, la de Roscio tenía 291 páginas. Algo inusual para la época en la labor de las imprentas de la antigua Intendencia y, para esos años, del flamante estado libre y soberano de Oaxaca.
Usé para mi escrito en ciernes algunas de las ideas de Roscio con el objeto de analizar el trasfondo ideológico-político y religioso del enfrentamiento entre facciones rivales en el tránsito del sistema federalista al centralista republicano, pero no fui más allá de este aspecto. Hoy día, y luego de continuar con mis investigaciones sobre el accionar del centralismo en Oaxaca durante los años de 1835 a 1846 y también de la difusión de las ideas por medio del estudio de la prensa, los impresores y los periodistas en la primera mitad del siglo XIX en el medio local, considero que tengo más elementos para un primer acercamiento que pueda ayudar a explicar las razones que llevaron a un conjunto de personajes de la vida política local a difundir la obra de Roscio en tierras oaxaqueñas.
Para que se entienda el interés de algunos oaxaqueños por publicar el libro de Roscio en 1828, resulta necesario esbozar a grandes rasgos la tesis principal de esta obra. Al efecto, debo mencionar que en el “kilométrico” título está delineada la tesis misma: El triunfo de la libertad sobre el despotismo. En la confesión de un pecador arrepentido de sus errores políticos, y dedicado a desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de la tiranía. Hasta 1810-1811 Roscio pensaba, como muchos que se lanzaron inicialmente al movimiento de independencia de España en tierras latinoamericanas, que derivado del cautiverio de Fernando VII por los franceses y ante la ausencia del monarca legítimo, había que luchar por el regreso del mismo; una vez logrado esto, las cosas volverían a su cauce normal con algunas modificaciones pero sin alterar el régimen monárquico español en ambos hemisferios. Luego que el mismo Roscio, pese a la apertura política con la promulgación de la constitución de Cádiz en 1812, fue confinado y condenado a prisión en este mismo año su posición se radicalizó. Y fue precisamente en su encarcelamiento en Ceuta cuando preparó su libro y lo hizo de una manera muy específica y novedosa: cuestionar desde las entrañas de la misma religión católica las bases que sostenían “el despotismo y la tiranía de la monarquía” española. Por eso “él confiesa”, siguiendo a San Agustín, que había estado cegado por las doctrinas que sostenían la tesis de que la soberanía de los reyes les venía directamente de dios, y que los ciudadanos deberían, en consecuencia, acatar ciegamente lo que sus monarcas dispusieran sin cuestionamiento alguno. Sin embargo, luego de revisar una extensa literatura religiosa, Roscio cae en la cuenta que es un pecador pero no por obedecer ciegamente a su monarca, sino al revés, por no darse cuenta que la “verdadera soberanía” reside en el pueblo, que tiene el derecho a evaluar el desempeño de su rey y en caso de que cometan una falta grave deponerlo por otro mejor. Sin que por este acto se les argumente que irán a parar al infierno. En suma, Roscio, apoyado en una amplísima literatura religiosa, destruye la unión que desde tiempos inmemoriales se había dado entre monarcas e iglesia para justificar el poder absoluto de los reyes, y que la verdadera religión históricamente no puede estar de lado de los tiranos y déspotas. Lo contrario, parafraseando a Roscio, es ofender a la verdadera y original religión católica.
Con la tesis de Roscio esbozada a muy grandes rasgos, veamos cual era la coyuntura en Oaxaca para emprender la titánica tarea editorial de publicar su libro en el año de 1828. El antecedente más inmediato sucedió con el último obispo colonial oaxaqueño, don Antonio Bergosa y Jordán, que ejerció su mando en Oaxaca entre los años de 1808-1812. Personaje que en uno de sus tantos escritos sostenía precisamente la tesis que Roscio combatía abiertamente en su libro. En palabras de Bergosa y Jordán:


La verdadera libertad es obedecer a Dios, al Rey y a sus Ministros: Los Reinos e Imperios se conservan, aquietan y pacifican con solo la obediencia como dijo Séneca: pues obediencia y fidelidad prometemos en defensa de nuestro legítimo REY FERNANDO VII y de su Consejo de Regencia; y lo prometemos singularmente contra las armas de nuestros crueles enemigos los Franceses, y contra sus rateros artificios de infames traidores, y emisarios seductores, con que nos amenazan.


Una vez consumada la independencia en 1821 y pese a que en México se estableció un gobierno republicano federalista, la lucha de facciones políticas seguía imbuida entre el papel que se le debería asignar a la religión dentro del nuevo orden de cosas. Así tenemos que en Oaxaca, entidad que en unión de Jalisco, Zacatecas y Yucatán fueron los bastiones principales para el establecimiento del federalismo en nuestro país, surgieron dos grandes bandos políticos: por un lado, los partidarios de la logia escocesa y que localmente llevaron el sobrenombre de “aceites”; en la otra trinchera se ubicaban los partidarios de la logia yorkina, mejor conocidos como los “vinagres”. Los sobrenombres tenían, además de que en la práctica estos líquidos no se juntan, serias implicaciones político-ideológicas: a los “aceites”, pese a ser también republicanos, se les identificaba con los cambios graduales y con la defensa a ultranza de la religión católica; los “vinagres”, por su parte, devinieron en una fuerza partidaria del federalismo radical y de querer borrar de un plumazo todo lo que oliera al pasado colonial, empezando por reservar para la iglesia el control de la vida espiritual pero sin interferir en las decisiones de orden temporal, donde sería el Estado quien llevara la voz absoluta y cantante.
Puestas las cosas en esta tesitura, no cabe la menor duda que la publicación de libro de Roscio en 1828, al igual que los federalistas de Jalisco la habían hecho en 1823 con la publicación de este mismo libro en la ciudad de Guadalajara, era un claro mensaje de los “vinagres” oaxaqueños para posicionarse en la lucha por el control político del gobierno local. Para poder llevar a cabo su cometido debe tomarse en cuenta que entre 1828-1829 la coyuntura política favorecía a los yorkinos en el ámbito federal con el ascenso de su candidato presidencial, Vicente Guerrero; a nivel local, esta cresta ascendente también favoreció a los “vinagres”: a fines de 1827-1828 es nombrado gobernador interino, Ramón Ramírez de Aguilar, uno de sus principales militantes. Puesto al cual fue nuevamente designado como interino en 1829-1830 y en 1833-1834. Es bajo esta circunstancia que el gobierno de Oaxaca decide comprar en la ciudad de Nueva York una imprenta con el objeto de modernizar sus trabajos editoriales. Una vez que esta maquinaria arribó a tierras oaxaqueñas, los impresores Guillermo Haff y Juan Oledo se hicieron cargo de ella. Cabe apuntar que ambos personajes fueron militantes destacados de los “vinagres”, lo que explica también que le pusieran al taller donde se hacían sus trabajos editoriales: “Imprenta de York”, por una triple razón. En primer lugar porque fue en esa ciudad norteamericana donde se compró la maquinaria; en segundo lugar, porque ellos mismos y sus aliados eran hermanos masones, militantes de la logia de York; y, en tercer lugar, que mejor que iniciar sus labores editoriales con una magna obra de un hermano latinoamericano también masón como lo era Roscio.
Pero no solo eso. También lo hicieron porque en esos momentos en Oaxaca los “vinagres” estaban en constate debate con una iglesia local que, si bien alicaída, seguía dando la lucha por regresar a su lustre colonial y defender los principios tradicionales de la fe católica. Es por ello que la obra de Roscio les cayó como anillo al dedo a la facción “vinagre” para demostrar con un texto clave que se podía ser republicano federalista y católico a la vez, sin el temor de irse al infierno.
El control del país por los federalistas radicales llegó a su término en 1835, cuando se dieron los pasos para adoptar un régimen republicano centralista que duró hasta 1846. En este último año nuestro país retornó al federalismo y durante una década más el país tuvo que pasar infinidad de problemas que sirvieron para que una nueva generación de liberales por fin delineara una nueva constitución política en 1857. Constitución que tajantemente lograba la separación entre el Estado y la Iglesia bajo el liderazgo de Benito Juárez.


III.
Epílogo
Sirva como epílogo de este pequeño estudio introductorio al libro del venezolano Roscio, señalar que existe la versión de que Benito Juárez leyó en su juventud este libro, y que de él tomó algunas ideas para su actuación política que lo ayudaron a convertirse en el principal líder nacional que consiguió a mediados del siglo XIX el triunfo del proyecto liberal en el país. La verdad es que cuando se publicó el libro de Roscio en Oaxaca en 1828, Juárez era estudiante de la carrera de jurisprudencia en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca e iniciaba su carrera política, lo que le da un viso de probabilidad de que leyera en esos años a Roscio.
Sin embargo, a ciencia cierta no sabemos si Juárez leyó o no la obra de Roscio. De lo que sí estamos seguros es que compartía muchas de las ideas de los llamados “vinagres” y, en la época que venimos glosando, el patricio oaxaqueño fue adquiriendo la templanza política que lo llevó, por ejemplo, a pedir, en su calidad de diputado local en 1833, el desagravio a la figura de Vicente Guerrero para que sus restos fueran trasladados del pueblo de Cuilapam a la capital oaxaqueña. Proyecto respaldado ampliamente por los “vinagres” oaxaqueños por conducto de su periódico El Zapoteco y su editor/impresor estrella, Juan Oledo. El mismo que en 1828 había publicado el libro de Roscio.
En este orden de ideas, resulta bastante significativo que la cuarta edición mexicana de la obra de Roscio se publicara en la Ciudad de México en el año de 1857, justo cuando los liberales promulgaron la nueva constitución política que le daba el marco jurídico a su proyecto político. ¿Sería casualidad? O existía un grupo de liberales, entre ellos Juárez y sus partidarios, que veían todavía en la obra de Roscio un libro importante en su lucha política en contra de la iglesia y de los grupos de poder que defendían todavía las viejas ideas del pasado colonial. La pregunta queda en el aire y sería muy oportuno que algún colega indagará qué personajes estuvieron detrás de la edición de mediados del siglo XIX de esta importante obra del pensamiento latinoamericano.
Sea de ello lo que fuere, en esta ocasión el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO y el Cuerpo Académico “Historia, Literatura y Cultura de Oaxaca, siglos XVI-XXI”, ha decidio publicar como la letra “O” de su colección Las Quince Letras, en su segunda época, esta obra del venezolano Roscio. En el entendido de que es necesario darla a conocer al público en general por las siguientes razones: primero, por ser el primer “verdadero libro” que salió de una imprenta oaxaqueña; en segundo lugar, por el impacto que tuvo entre las facciones políticas locales en la primera mitad del siglo XIX y, en tercer lugar, para que los estudiosos de la historia oaxaqueña conozcan mejor la evolución e influencias que el pensamiento latinoamericano tuvo sobre el accionar de los políticos mexicanos y oaxaqueños en el difícil camino de la construcción de nuestro Estado-nacional.
Finalmente, quisiera agradecer a la Biblioteca Nacional de Venezuela las facilidades otorgadas para publicar esta obra que se encuentra debidamente resguardada en su rico acervo.


LA SUSTENTABILIDAD ALIMENTARIA DESDE LA NUEVA ESCUELA AGROPECUARIA

Acaba de salir a la luz pública (septiembre de 2018) un interesante estudio sobre un tema que está nuevamente en el debate público: la alimentación de nuestro pueblo, de eminentes raíces agrícolas. Sus autores con Francisco Ramos García y Adolfo Toledo Infanzón. La portada es la siguiente:


Para todo aquel lector interesado en estos temas, incluimos el índice, que le dará el panorama de los contenidos:


Enseguida reproducimos su Introducción para que el lector pueda apreciar el enfoque y los alcances que se proponen los autores, aclarando que este texto forma parte del libro cuya aparición hoy celebramos, no sin antes ofrecer el contacto de Dr. Ramos para quien desee adquirir el ejemplar: educacion-humana@hotmail.com

Introducción
En el ensayo La Sustentabilidad Alimentaria desde la Nueva Escuela Agropecuaria, los autores tratan de plasmar diversas experiencias, ideas, conceptos y enfoques respecto al papel de la escuela agropecuaria como fehaciente precursora del desarrollo rural y de la soberanía alimentaria. Es parte de un estudio más amplio sobre la escuela agropecuaria pública que se realizó en el periodo de 2013 a 2016, incluyó al Nivel Medio Superior (nms) y al Nivel Superior (ns), y se concluyó en la Universidad Autónoma Chapingo como parte de estudios posdoctorales en sociología educativa. Se documentó histórica, administrativa e institucionalmente el proceso de conformación, funcionamiento y resultados obtenidos de la escuela agropecuaria, con el fin de conocer su pertinencia educativa. El estudio de campo consideró a trabajadores y jubilados: directivos, docentes y administrativos de 21 Centros de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (cbta), un Centro de Bachillerato Tecnológico Forestal (cbtf), 7 Brigadas de Educación para el Desarrollo Rural (bedr) y 4 ex Institutos Tecnológicos Agropecuarios (ita); ex líderes sindicales de la Sección 22 del snte, y ex alumnos, complementado por una investigación documental exhaustiva de los temas de estudio.
La información sugiere la reflexión de la escuela agropecuaria –incluida la forestal– de su función social y productiva, desde el proceso mismo de desmantelamiento oficial, la estructura de los emporios educativos agropecuarios organizados desde la década de 1970 en zonas agroproductivas específicas para el desarrollo rural y agroalimentario, pero además desde el aspecto académico con la pertinencia de los planes educativos, de las carreras técnicas y profesionales ofertadas y, en todo ello, implícito el enfoque educativo orientado a reproducir, memorizar, transferir conocimiento, técnicas, tecnología, entre otros, no sustentables.
La reflexión también sugiere analizar el trascendental objetivo que debe tener una escuela agropecuaria para un país cada vez más dependiente tecnológicamente y de alimentos básicos; la importancia como política de estado y precursora de talentos, de conocimientos y tecnologías para cumplir con la más alta y noble de las actividades humanas, que es la generación de alimentos. En este logro está implícito el aprendizaje significativo de los educandos, un conocimiento pertinente y eficaz, así como de habilidades y aptitudes que permitan a los egresados ser agentes de transformación de sus comunidades y de su propio desarrollo.
La escuela agropecuaria del nms y ns, se localiza en diversas zonas agroproductivas: desde el nivel del mar hasta las zonas de montaña, en climas áridos y de lluvias intensas, de cultivos anuales y perennes y bosques, entre otros. Ello facilita la posibilidad de convertirse en centros de desarrollo rural agroalimentario contextualizados, apoyados en la estrategia aprendizaje-investigación-vinculación. Esta transformación puede realizarse desde dos aspectos: a) inversión pública para financiar su crecimiento y modernización; y b) la transformación del enfoque-misión-visión, para lograr mayor pertinencia a los contextos y al desarrollo sustentable como práctica cotidiana y efectiva.
Precisamente es lo que se plantea en este escrito, a través de una escuela flexible, pertinente, eficiente y dinámica al contexto en que se ubica, que incida de mejor y mayor manera al desarrollo rural y a la soberanía alimentaria, a través de sus enseñanzas, investigaciones y tecnologías, su vinculación y retroalimentación permanente.
Este estudio se realizó con datos del estado de Oaxaca, aunque los planteamientos se ajustan bastante bien a la práctica nacional. Como planteamiento central se proponen algunos principios que provoquen un cambio de enfoque, misión, visión y objetivos de la escuela agropecuaria, para lograr una mejor incidencia en el perfil de egresados y, con ello, un mayor impacto agroproductivo.
Cabe mencionar que este ensayo fue presentado en la convocatoria 2017 del Premio Nacional “Dip. Francisco J. Múgica” sobre Desarrollo Rural Sustentable y Soberanía Alimentaria, que emitiera la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, a través del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria; en donde fue evaluado por un jurado de profesionistas con amplia experiencia de las siguientes instituciones: Universidad Autónoma Metropolitana (uam), unidad Xochimilco; Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam); Instituto Nacional de Administración Pública (inap); Universidad Autónoma Chapingo (uach); Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”; e Instituto de Investigaciones Sociales (iis) de la unam; quienes le otorgaron el tercer lugar nacional con mención honorífica en la categoría de investigaciones inéditas.
La reflexión institucional escolar agropecuaria
Todo sistema y sus procesos tienden a la estabilización dinámica cuando no presenta cambios, en tal sentido los productos generados tendrán siempre las mismas características. Si el contexto, a donde van dirigidos los “productos” obtenidos, no ha cambiado, el sistema y sus procesos continúan siendo pertinentes; un sistema estable para un contexto estable. Lo contrario ocurre cuando el contexto ha cambiado, se ha transformado y modificado, su dinamismo lo ha llevado a niveles superiores de interrelación, de complejidad, de entropía. Un contexto dinámico, cuya constante es el cambio, no es compatible a un sistema y a procesos estables, cuyo dinamismo lleva otro ritmo, otro diseño, otra intencionalidad.
El contexto de la escuela agropecuaria en sus diferentes regiones, ha cambiado, no es el mismo de hace 45 años. Ahora se tiene una sociedad más compleja y exigente, más crítica y de mayor participación, con otra visión e interés, una sociedad con mayor información, interactuante e interconectada con el mundo (alumnos, padres de familia, profesores, directivos, instituciones, organizaciones…) Por otra parte, también se tiene un sector agroproductivo deficitario de alimentos básicos, y no se diga para la comercialización, con niveles de producción y productividad bajos, recursos naturales degradados y contaminados (suelo, agua, microflora…), un cambio climático continuo y tecnologías inadecuadas o subutilizadas, entre otros. Además, la pedagogía también ha cambiado, ahora se sabe que el conductismo no ha sido la solución para el aprendizaje de los estudiantes, resalta el constructivismo, donde todo se construye en el proceso educativo, la comprensión de muchas formas para aprender, donde las emociones son transcendentales, así como el nivel de ingresos y los estudios de los padres, entre otros.
La necesidad de un empoderamiento de la escuela agropecuaria en el medio rural y/o agroproductivo se hace evidente e imprescindible; como sistema con procesos debe pasar por adecuarse al contexto territorial, cuyo dinamismo sociocultural, económico y ambiental deberá ser la medida de su actualización y flexibilidad de su enfoque, misión, visión y objetivos. Es urgente que la escuela agropecuaria nacional recupere su empoderamiento, participación e impacto en la educación para el desarrollo agroalimentario rural.
A continuación se enumera cada uno de los elementos que dieron pauta para la reflexión, el análisis y el planteamiento de la necesidad de su transformación:
1. El último estudio del funcionamiento realizado a la escuela agropecuaria de nivel medio superior fue en 1994, cuyos resultados indujeron cambios importantes en la manera de planear y operar. En el nivel superior no se conocen estudios generadores de cambios.
2. Se han realizado reformas educativas a la escuela agropecuaria de nivel medio superior desde 1970 hasta la actual de 2013, cuya justificación se ha centrado en la rigidez de planes, programas, contenidos, tiempos de clase, tipos de módulos, enfoque pedagógico, aspectos laborales, entre otros, sin considerar el enfoque, la misión, la visión y los objetivos de la misma.
3. Se carece de información integral de la situación de la escuela agropecuaria en cuanto al impacto de sus egresados y de la misma escuela respecto a su contexto sociocultural, económico, agroproductivo y ambiental. La situación del campesino y productor agropecuario es de bajos niveles productivos, de alta dependencia tecnológica del exterior, de problemas basados en los recursos naturales, desnutrición, entre otros; prácticamente el campesino y productor hacen lo que pueden según su nivel de capitalización.
4. Resulta imprescindible que la escuela agropecuaria realice estudios, análisis, investigaciones y genere información actualizada de lo que acontece en su propio contexto, que le permita reflexionar sobre su quehacer institucional en todos sus niveles directivos y académicos.
Por qué proponer un estudio de la escuela agropecuaria
El enfoque de la escuela agropecuaria no ha variado, en esencia, por casi 45 años, por lo que resultó indispensable el análisis de los temas propuestos. La escuela agropecuaria enfatizó, en su inicio, modernizar el campo al estilo de la revolución verde, es decir con un paquete tecnológico que incluía semillas mejoradas, riego, agroquímicos y maquinaria. Se pensó y, quizá, todavía se piensa, que una receta técnica podía cambiar la producción y productividad del medio rural. Sin embargo, con una realidad productiva compleja y diversa, por sí mismas la técnica y la tecnología no han sido suficientes para transformar el panorama socioeconómico rural y la soberanía alimentaria.
Más de 22 años han pasado del estudio intitulado Escuela y trabajo en el sector agropecuario en México (1994), realizado por la doctora María de Ibarrola Nicolín, del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (ipn), México, donde evidenció la falta de correspondencia entre las carreras técnicas y el mercado de contratación laboral de los técnicos. Cabe mencionar que dicha investigación se realizó en tres cbta de la misma dgeta. Sus conclusiones dieron pauta para generar algunos cambios en la manera de administrar la educación, pero lo más importante fue la apertura de la visión para entender la complejidad entre la escuela y el sector agropecuario en México.
A continuación se presentan algunas consideraciones que pretenden justificar el estudio y la propuesta realizados:
1. La escuela agropecuaria de la década de 1970 continúa administrativamente, más no es pertinente al contexto, a la complejidad y a los retos del siglo xxi.
2. El enfoque, la misión y la visión están generando un perfil de egreso de estudiantes sin las capacidades suficientes y, por lo mismo, con impactos poco significativos en el desarrollo rural y la soberanía alimentaria.
3. El proceso educativo está mimetizado, en gran medida, sobre metas administrativas que supera lo académico, la planeación, lo productivo, la investigación y el desarrollo tecnológico y la vinculación.

lunes, 10 de septiembre de 2018

MUSICA REGIONAL DE OAXACA DE AYER Y HOY. TRANSCRIPCIONES PARA ORGANO Y PIANO

La maestra Cecilia Winter, fundador del Instituto de Organos Históricos de Oaxaca, acaba de publicar en calidad de Editora, su libro de partituras de la música tradicional que forma parte de las fiestas de la Guelaguetza. Su portada es la siguiente:


Es un tomo que mide 30.5 x 23 cm, el tamaño que se estila de las partituras para colocarlo en un atril. Para su mejor manejo va engargolado, así que es fácil manejarlo mientras se interpreta. La ilustración de portada alude a una banda de conejitos hecha en barro rojo de Tavehua, en la Sierra Norte.



 Enseguida vamos a colocar el índice, para que el lector tenga el panorama completo y más abajo la introducción que hace la misma Editora. Al final, un texto con que lo presentamos al público en la Casa de la Cultura Oaxaqueña el pasado 5 de septiembre de 2018.




INTRODUCCIÓN


Este libro de transcripciones de la música regional oaxaqueña fue inspirado por el descubrimiento de que los órganos tubulares históricos de Oaxaca podían sonar como una banda de viento interpretando música folklórica. Ello no resulta tan sorprendente puesto que el órgano es también un instrumento de viento, de hecho es el más grande y versátil de todos, y sus numerosos tubos pueden producir sonidos parecidos a los de flautas, trompetas y trombones. Pero fue la entusiasta respuesta del público al escuchar selecciones de la música oaxaqueña tocadas en el órgano lo que nos alentó a crear un programa entero del repertorio folklórico.

La mayoría de las piezas fueron seleccionadas del repertorio de la Guelaguetza, el festival anual oaxaqueño de música y danza folklórica, en función de su valor musical como piezas de concierto, independientemente de su coreografía, su vestuario o su letra; también se incluyeron algunas canciones sin danzas relacionadas. El percusionista Valentín Hernández agregó instrumentación para capturar el pulso y el espíritu de las bandas de viento. Desde 2010, hemos presentado este concierto en los diez órganos restaurados del Estado durante las celebraciones de la comunidad y en 2013 se hizo una grabación del programa.

El disco ha demostrado ser especialmente útil como tarjeta de presentación del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca (IOHIO) en pueblos con órganos no restaurados y a menudo abandonados, donde la gente ya no guarda ningún recuerdo del uso original del órgano ni mucho menos de su sonido. Las autoridades en los pueblos han quedado asombrados al escuchar por primera vez esta música tan conocida tocada en un instrumento desconocido, permitiéndoles imaginar cómo sonaba el órgano de su comunidad. Esperamos que este material ayude a despertar el interés local para preservar y proteger los órganos, funcionen o no funcionen.

El siguiente paso fue transcribir las improvisaciones y los arreglos existentes de nuestro programa de concierto con el fin de publicar las partituras y así difundir el repertorio oaxaqueño más ampliamente. Si bien las interpretaciones fueron concebidas con el sonido del órgano tubular en mente, pueden tocarse en cualquier otro instrumento de teclado, ya sea piano, clavecín, órgano electrónico o teclado electrónico. 

La música seleccionada para este libro tiene una historia interesante. Se originó en los siglos XIX y XX en base a la tradición de tonalidades y formas europeas, como valses y marchas; se tocaba en instrumentos importados, principalmente de Francia, o en réplicas hechas localmente. Desde entonces, los bailes y el acompañamiento de la banda de viento se realizan en los pueblos durante las celebraciones especiales. Las piezas originalmente eran cortas y con muchas repeticiones; tenían títulos como El Guajolote, El Atole, El Palomo o El Toro y generalmente se referían a las etapas previas a una boda. Estas piezas posiblemente no hubieran evolucionado o incluso hubieran desaparecido, si no fuera por el interés y el compromiso de músicos locales –incluyendo a los “organistas” (que por lo general tocaban los armonios)– que visitaban comunidades en la región para transcribir y recopilar su música. Estos “etnomusicólogos” locales unieron las piezas en una sola obra más extensa, como es el caso del jarabe, que es una danza alegre y exuberante, y generalmente fueron nombrados según su región, como el Jarabe Mixteco o el Jarabe del Valle. Finalmente las transcripciones fueron arregladas para bandas de viento con el fin de dar mayor difusión a la música.

Las recopilaciones regionales se fusionaron posteriormente en un repertorio estatal, que fue presentado durante el “Homenaje Racial” en los 1930s y más tarde en la Guelaguetza en los 1950s. Desde entonces, estos arreglos se han formalizado y sofisticado de acuerdo con el avance tecnológico y los estándares internacionales para el turismo. Las bandas se enriquecieron con instrumentos mejorados y directores mejor capacitados. Los pasos de baile tradicionales –los hombres y las mujeres por lo general bailaban en líneas separadas, uno frente al otro pero sin tocarse ni mirarse– a menudo fueron modificados o reemplazados por coreografías más complejas y deslumbrantes y un vestuario más elaborado para coordinarse con la evolución de la música. De hecho, algunos bailes y trajes fueron inventados específicamente para el evento. Actualmente la Guelaguetza ya no es solo un evento oaxaqueño o incluso nacional, sino que se presenta en todo el mundo por oaxaqueños, mexicanos y no mexicanos; además se le puede ver en el internet. Por otro lado, las comunidades todavía sienten un vínculo especial por su propia música que sigue predominando en sus celebraciones.

Las bandas de viento son las principales transmisoras de la música regional, pero se toca también con mariachis, conjuntos de guitarras, grupos corales, cantantes, marimbas, bandas de rock y ahora, órganos tubulares. En Oaxaca donde se cree que un pueblo sin banda es un pueblo sin alma, las bandas tienen una presencia más fuerte que en cualquier otra parte de México. Éstas tocan en todo tipo de celebraciones: bodas, graduaciones, cumpleaños, días de santos, mayordomías, ceremonias gubernamentales e inauguraciones. No hay una distinción clara entre la música festiva y la música religiosa, donde las bandas siempre acompañan las procesiones religiosas en sus recorridos por las calles de la ciudad o del pueblo más pequeño. Las bandas también tocan dentro de las iglesias en misas especiales, desde los tonos tristes de una misa fúnebre hasta la alabanza alegre de un santo o a la Virgen María. Por ejemplo, los bailarines interpretan la Danza de la Pluma para el Señor del Rayo en la Catedral, el Jarabe del Valle para la Virgen María en la Basílica de la Soledad y el Rosario Oaxaqueño para la Virgen del Rosario en del Templo de Santo Domingo de Guzmán. El IOHIO ha encontrado numerosos manuscritos e instrumentos de banda del siglo XIX en las iglesias de áreas remotas de Oaxaca, escritos por compositores locales para fiestas religiosas específicas de sus comunidades.

Siglos atrás, los órganos portátiles acompañaron las ceremonias religiosas al aire libre. Los pequeños órganos “procesionales” de mesa que se importaron a la Nueva España en el siglo XVI fueron claves como apoyo musical en la evangelización de los pueblos. Podían cargarse alrededor del atrio o la capilla abierta de la iglesia y colocarse en el punto de parada de una procesión para acompañar los cantos durante un bautismo colectivo, a menudo para cientos de personas, o para la veneración de un santo o un ritual dominicano. A medida que las iglesias se ampliaron y se consolidaron para satisfacer las necesidades de una población en crecimiento, los órganos estacionarios más grandes reemplazaron a los órganos portátiles y desde entonces, su función litúrgica fue similar al de los órganos europeos. 

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Este libro está dedicado a los compositores, recopiladores y arreglistas de la música folklórica oaxaqueña. Las obras que carecen de una autoría, se citan simplemente como sones tradicionales que afortunadamente fueron conservados a través del tiempo por su relevancia en las comunidades. Al momento en que se escribieron estas obras, todavía  estaban en uso algunos órganos tubulares oaxaqueños. Estoy segura de que los compositores nunca imaginaron que su música algún día podría escucharse en un órgano, y solo espero que les hubiera caído como una bonita sorpresa.

Cecilia Winter
Agosto de 2018

La contraportada es esta:


Finalmente viene esta semblanza literaria de la autora y su trabajo musical:

Cuando imaginamos a Oaxaca como solo la puede ver un pájaro desde el cielo, no podemos dejar de arrobarnos con la belleza geográfica de su Valle. A cuanto espíritu sensible, a cuanto extranjero ha llegado hasta aquí, le ha cortado el aliento. Se cuentan por decenas las citas que podríamos hacer de los testimonios que nos dejaron escritos los cronistas desde el siglo XVI. Era tan bello, tan luminoso, tan lleno de potencia este lugar donde vivimos, que Hernán Cortés, maestro de las mañas como era, a los primeros pobladores de este valle, sus mismos paisanos españoles y los mandó a vivir sobre el comal ardiente que es Tututepec. Allí los mandó a que se los comieran vivos los mosquitos, mientras él reclama como de su propiedad particular el Valle de Oaxaca, sus montañas y sus cielos. Pero aquellos primeros conquistadores ni tardos ni perezosos, empacaron lo que pudieron y emprendieron el veloz regreso a este Valle nuestro de Oaxaca y prefirieron soportar el incendio de echar pleito largo y ruinoso contra Cortés, pero quedándose a vivir en esta templada planicie que de tarde en tarde se solaza viendo atardeceres de película y así, Cortés no volvería jamás a ver el cielo azul de su marquesado.

Pero, si esto es un regalo para la vista, ¿cómo debería sonar este paisaje visual? ¿Qué notas, qué melodías, que instrumentos deberían ser los colores que le engalanen? ¿Y cuántos sentimientos debería un músico arrancarse del fondo de su alma para que entre su ser interior y el Oaxaca que le circunda se armonicen, inspirados?

No hace falta esforzarse demasiado porque ese mural ya ha sido pintado. Basta poner atención a los cuetes que anuncian las fiestas patronales de los pueblos, sus fandangos, porque allí, de seguro, sonará la música y se expandirá por ese cielo en que el pájaro vuela.

El corpus musical oaxaqueño es muy amplio y viene sonando desde siglos atrás.
La maestra Cecilia Winter ha emprendido el viaje hacia el big bang de la música oaxaqueña. Primero buscando órganos destartalados con la misma pasión que su esposo Marcus Winter se ha puesto a buscar restos arqueológicos en las entrañas de Monte Albán. Enseguida, una vez hallados sus restos fosilizados en coros de iglesias muy antiguas y señoriales, se ha propuesto devolverles la vida, el aliento. En el trayecto ha rescatado antiguos libros con partituras. Luego nos ha llevado de paseo a conocerlos, que no es otra cosa que verlos, contemplarlos, poderlos palpar, imaginar su época de esplendor y luego nos ha hecho escucharlos. Yo no sé quién ha palpitado más intensamente, si ha sido el órgano de Jalatlaco o el de Tlacolula o ha sido mi corazón al escuchar la música sacra salir volando desde las bocas de sus mil tubos.

Lo que sí sé, es que Cecilia Winter no pierde el tiempo volando como un ave sino que lo gana aterrizando proyectos como éste que nos reúne ahora. La publicación de su libro de partituras titulado “Música Regional Oaxaqueña de Ayer y Hoy, transcripciones para órgano y piano”, lo ha complementado con breves semblanzas históricas de cada una de las piezas y de los autores, cuando se conocen sus nombres y se saben sus significados.

Pero es en este punto en que el ave, que antes surcaba majestuosa los cielos de Oaxaca, se posa ahora en un vulgar cable de luz. La vista, en ese momento, cambia radicalmente si la mirada es la de un musicólogo o un historiador. Son varias las causas que nublan esta visión de cerca, a ras de suelo, siendo la principal de ella la escasa cantidad y calidad de información sobre la vida y obra de quienes pintaron este mural musical de que he hablado metafóricamente.

Es verdad que en nuestras comunidades abundan los músicos, pero cómo desearíamos que abundaran también los teóricos, los cronistas musicales, los periodistas especializados y los historiadores formales de este cuadro colectivo que, forjado en el yunque de los siglos, hacen que bailemos, cantemos y lloremos al son de sus notas.

Pero nunca es tarde. He aquí ya un modelo que propone Cecilia Winter para que otros sigan la receta: Tecnología, entusiasmo de los jóvenes músicos y apasionada entrega.

Cecilia, creo que ya estaba escrito todo esto en tu destino. No sé en cuál clave musical ha sido, pero seguramente fue la de sol, porque tus padres te bautizaron con el nombre de la santa patrona de los músicos: Cecilia... y he aquí, como se dice en mi barrio, ya traías la “música por dentro”...

Muchas gracias, maestra, por sembrar esta nueva semilla musical en el luminoso valle de Oaxaca que, pase lo que pase, luce y suena feliz cuando canta, baila y llora.

Claudio Sánchez.
5 de septiembre de 2018.