jueves, 13 de julio de 2017

Líderes históricos de la Universidad Autonóma Benito Juárez de Oaxaca

El doctor Odavías Martínez Soriano, académico de la Escuela de Medicina y Cirugía de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, presentó el más reciente volumen de su recuento histórico de nuestra Máxima Casa de Estudios. La ceremonia académica, que tuvo una excelente acogida en el Auditorio de Medicina, contó con la presencia del Rector, don Eduardo Bautista Martínez, el Director de la EMyC, Dr. Guilebaldo Cruz Cortés y el autor. En los comentarios estuvimos el Maestro en Sociología don Porfirio Santibáñez y quien esto escribe. Esta presentación ocurrió el pasado 10 de julio de 2017, a las 12 horas, en la ex Hacienda de Aguilera, casa de la acreditada Escuela de Medicina universitaria.

La portada del libro es la siguiente:



Este volumen puede conseguirse en la Escuela de Medicina o solicitándolo a través del correo electrónico siguiente: marso2025@gmail.com

Enseguida viene le texto con que presenté tal volumen. La foto de contraportada, que es muy interesante porque en ella se da pormenor de una reunión en donde coincidieron varios ex rectores, más la Rectora en funciones, doctora Leticia Mendoza. Por último una instantánea que al término del evento académico quedó "para el recuerdo". Va pues, mi texto:

Una foto histórica para nuestra UABJO.



LA PEDAGOGÍA DEL DOCTOR ODAVÍAS

Los libros que ha escrito y publicado el Doctor Odavías Martínez Soriano, y que me ha concedido el privilegio de imprimir y encuadernar en Carteles Editores, son tres. Los dos primeros tomos tratan extensamente la historia de la Escuela de Medicina de la UABJO, de la cual es hijoi. El actual tomo (Líderes históricos de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca”) pone a disposición de sus lectores mucho más que la historia de la Máxima Casa de Estudios en el estado. Vistos en conjunto sus tres libros, salidos de las prensas desde 2012 hasta hoy, me revelan a un investigador acucioso, que a través de su obra editada nos está mandando un mensaje que rebasa el ámbito escolar. Dicha intención autoral, expresada en su prosa prudente y objetiva, es un acierto, pues desea despertar en el lector una actitud reflexiva sobre el futuro de nuestra Universidad, porque tal es el recurso filosófico de la historia cuando se le demanda que sirva para algo.

Hablar de universidades en el mundo equivale a hablar de las maneras en que pensadores y académicos de una época determinada, deciden trazar el que creen sea el mejor camino hacia la modernidad por donde la sociedad deba dirigir sus pasos. Naturalmente, dicho camino debe de pasar a través de sus aulas. Esta mecánica –simplificada por mí– es la fuerza motriz de las épocas. Los cambios generacionales suelen ser una de sus más claras expresiones. Adquiere relieve con las ventajas que nos da la tecnología. El contexto socioeconómico muchas veces la disfraza para mal o para bien, pero no es posible ver su evolución “en tiempo real” si no es a través del recuento historiográfico. Este ensayo tiene esa misión: hacernos ver, como si fuese la película completa, la biografía de la Universidad oaxaqueña, narrada por ella misma desde el momento de su nacimiento en 1955.

La estructura editorial de la obra se sostiene en la reproducción de las actas del Consejo Universitario, cuyos originales forman el valioso archivo documental de la institución. Por ello, este libro será una valiosa herramienta para aprovechar el aforismo socrático del “conócete a ti mismo”. El punto de partida es el quiebre de paradigmas intelectuales que ocurren en 1955, cuando el Instituto de Ciencias y Artes asciende a Universidad. Llegar a ese punto no fue sencillo. Los intelectuales y profesores del Instituto, cuyos nombres vienen en estas páginas, tuvieron que contra argumentar las tesis de quienes se preguntaban ¿de veras Oaxaca necesita una universidad?

El Instituto se había fundado en 1827. Fue en su momento, la vanguardia de la modernidad de una sociedad que reconocía por primera vez los derechos del hombre, entre los cuales estaba el de recibir una educación de calidad gratuita y laica, sin prejuicios de raza o clase social. Había sido posible gracias a la germinación de las ideas que había sembrado el cura y General Morelos cuando tomó Oaxaca en 1812. Por ello, en su origen, abundaron en la cátedra los presbíteros y ex seminaristas republicanos. El Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca forjó entonces, en medio del caos que fue nuestro siglo XIX, la más increible generación de liberales que consolidó los cimientos de la nación mexicana.

Hubo sin embargo un intento anterior de crear la primera Universidad del Sur. El obispo de Antequera–Oaxaca don Diego Felipe Gómez de Angulo recibió la silla catedralicia en 1745ii y al año siguiente ya estaba mandando oficios a Madrid hasta que obtuvo del rey de España licencia para crear aquella primera universidad en 1752, año en que fallece Gómez de Angulo y el proyecto “topa con la Iglesia”, literalmente... El obispo nacido en Burgos, España, quien además era abogado, había asumido el rol de ser el portavoz de una búsqueda de modernidad para Oaxaca cuando en ese entonces ésta gozaba de una prosperidad económica como nunca, gracias a la exportación de grana cochinilla. Los ricos comerciantes peninsulares y criollos ilustrados de Antequera–Oaxaca sufragarían los costos de aquel colegio superior, pero se opuso al plan el alto clero de la capital del virreinato en cuyas manos estuvo la entonces Pontificia Universidad de México... Sus togados no tuvieron necesidad de desperdiciar mucha saliva ni resolver mayores silogismos para darle un rotundo no al rey. Era improcedente fundar una univesidad en Oaxaca por “no poderse hacer dicha fundación en la forma que se propone, no ser necesaria, ni conveniente, y ceder totalmente en perjuicio así de esta universidad, como de los estudios de este reino”.iii

Por tales años del siglo XVIII se estableció en Oaxaca la que fuera la tercera imprenta de la Nueva España. Las dos primeras estaban trabajando en las ciudades de México y Puebla. ¿Para qué se querría tener una imprenta en nuestra ciudad entonces? Para hacer folletería catequética y papelería utilitaria, desde luego, pero sobre todo para hacer libros. Así que estaban dadas las condiciones materiales para que hubiera nacido aquella primera Universidad del Sur, pues podría disponer de la reproducción de libros para sus escolares.

Parece ser el sino de nuestra Alma Mater tener que batirse como leona ante las adversidades económicas, pues si en el siglo XVIII cuando hubo “carne” algún monseñor nos hizo tropezar diciéndonos que era “vigilia”, cuando por fin se funda el Instituto –por decreto oficial en 1827– lo hizo en plan de menesteroso dependiendo de las finanzas públicas estatales que estaban quebradas. Pese a todo ello, cuánto bien hizo a Oaxaca desde entonces.

No es muy distinta ni distante la situación socioeconómica y política de 1955 cuando para modernizarse, el Instituto entrega la estafeta a la Universidad que adoptó desde el inicio el nombre de su ilustre alumno y profesor, el licenciado don Benito Juárez. En las páginas de este libro el lector hallará todas las circunstancias y razones esgrimidas en el seno del Consejo Universitario, por las cuales el Benemérito es nuestro Rector Supremo. La intelectualidad de mediados del siglo XX no solo anhelaban ser modernos, sino precisar y aclarar el rumbo ideal que la naciente institución debía seguir para cosechar los buenos frutos de tal modernidad. Es la época en que nacen su escudo y su himno actuales y resuena en su campus la oratoria clásica, a la manera de Cicerón. Hay buenos ejemplos de ello en estas páginas. Aunque han pasado décadas, aquel ejercicio dialéctico expresado por sus profesores en ceremonias de mucha pompa y circunstancia, conmoverán al lector contemporáneo por su calidad argumentativa y la destreza de su metáfora. Todo eso y más se hallará en estas páginas. Pero también encontrará las horas críticas, aquellas en que la vorágine de sus crisis internas y el caos de contextos externos adversos cobraron vidas universitarias, mancillaron su buen nombre y dejaron en los puros huesos su brillante pasado histórico. Por estar sustentada en las actas de los consejos universitarios, vienen los nombres y apellidos de quienes actuaron de una u otra forma entre los años de 1955 y 2004. Aunque se han publicado otros libros sobre la historia de nuestra Máxima Casa de Estudios, éste se caracteriza por llevar al lector a las fuentes documentales por un camino sin atajos y empleando la mínima subjetividad interpretativa. He aquí uno de sus valores bibliográficos.

Pero así como no solo de pan vive el hombre, la universidad no solo vive de aulas. Libros y universidades tienen una larga amistad fraternal. Puesto que me dedico a hacer libros, permítanme recordar un poco de ello a propósito de esta edición de 680 páginas, que puso al límite la capacidad técnica de nuestra máquina encuadernadora. En la segunda mitad del siglo XV, los libreros, impresores y encuadernadores de libros iban a instalarse alrededor de las universidades, muchas veces subsidiados por éstas. En la Europa renacentista donde nacía una universidad, fuera católica o protestante, allí florecía el oficio nuestro, además del comercio de libros usados. El estudiante que pasaba de año, vendía su texto al librero que lo revendía al alumno que recién ingresaba, pero a un precio menor, por ser de segunda, tercera o cuarta mano... En cuanto pudieron las universidades fundaron sus propios talleres pues la demanda crecía y los profesores escribían los textos que sustentarían en las aulas. La imprenta había nacido en Maguncia y había impreso por primera vez la Biblia en 1450. Desde entonces nos han llovido bendiciones a los que nos dedicamos a este oficio, pero es interesante recordar lo que se pensaba en el siglo XV al respecto: “La imprenta que acaba de descubrirse en Maguncia es el arte de las artes, y la ciencia de las ciencias. Un número infinito de obras que muy pocos estudiantes podían consultar hasta ahora en [la universidad de la Sorbona de] París, en Atenas y en las bibliotecas de otras grandes ciudades universitarias, se ha traducido ahora a todos los idiomas y se ha divulgado por todas las naciones del mundo” iv

Honra la portada de este volumen la efigie de un Juárez triunfante pero ecuánime. La historia de cómo llegó a ese patio esta escultura está incluida en este libro. A mí solo permítaseme recordar que el segundo oficio del nuestro Rector Supremo fue el de encuadernador de libros, tras su afortunado fracasado en Guelatao como pastor de borregos. Encuadernar libros a mano, como lo hizo el niño Benito debió enseñarle secretos que años después le serían muy útiles. Por ejemplo el de la firmeza que a través de la pericia de sus manos el encuadernador debe darle el hilo, a las páginas frágiles pero ordenadas de un libro, para que pese a la rudeza o torpeza con que se le manejare, no se le desencuadernara.

Recuerdo en mi niñez, que alrededor del Edificio Central de la Universidad, estuvieron las imprentas y librerías, papelerías y fotocopiadoras que prosperaban surtiendo de novedades a aquel provinciano universo intelectual de oaxaqueños del siglo XX. Está por escribirse este paisaje universitario–libresco de entonces, pero baste decir que aquella noble tradición de académicos, autores y lectores, sigue floreciendo. Este libro se inscribe en esa antigua amistad entre universidades y libros, autores y lectores, no cabe duda.

Conocía al doctor Odavías Martínez Soriano a mediados de los 90s. Entonces se desempeñaba como Secretario General de la Universidad. Cuando entré por primera vez a su oficina y tomé asiento frente a su escritorio, tuve que estirarme para poder verlo detrás de una montaña de papeles en trámite. Él tuvo que hacer lo mismo para verme, pues ambos somos chaparritos. Resolvimos ponernos de pie y arreglar el caso de unas invitaciones que necesitaba “urgentísimas”... Vivía nuestro autor al servicio de la Universidad al ritmo de un trajín agitado a cualquier hora del día y la noche, pero eso le hizo ver a su Alma Mater desde otras perspectivas, como son las del servicio al alumnado, la de la administración de documentos oficiales, la de las relaciones institucionales con todo el mundo exterior al campus, pero sin glamur ninguno, y a esos afanes agréguense los de las grillas que nunca faltan.

Pero mucho antes el doctor Martínez, cuyo origen mixteco fue muy modesto (Zapotitlán Palmas, Huajuapan de Léon, 1946), como alumno halló en las aulas la redención de su condición de marginado socioeconómico. Por ello no olvida el rol importantísimo del buen maestro que transmite en el salón, con palabras y gises no solo los datos, sino los valores culturales de la humanidad que se cultivan en toda universidad de generación en generación. El alumno debe aprender los rigores de las ciencias, la importancia del método, todo ello objetivo, pero también debe imitar la ejemplaridad de sus maestros: es decir el espíritu de grupo, de servicio y de sacrificio, forjarse una conciencia cívica que le repita que tiene un deber para con la sociedad que sostiene a la escuela que le alberga temporalmente. Conocimientos y virtudes van de la mano en los campus universitarios.

Por ello es digno de celebración que el doctor Odavías Martínez Soriano, autor y protagonista durante algunas décadas en la UABJO, nos ofrezca estas páginas con el afán, creo yo, de decirnos a los universitarios: así es como llegamos a este punto, así fue como se picó piedra, de esta manera tropezamos y de esta otra nos pusimos nuevamente de pie, aunque con mucho sacrificio. Entérate y reflexiona como hijo de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, por favor, conócete a ti mismo.

Claudio Sánchez Islas.
Carteles Editores.
10 de julio de 2017.

Notas:
1. Tomo I: “Grandes maestros de la enseñanza de la medicina en Oaxaca: 1827–1954”, publicado en 2012 y el tomo II: “La enseñanza de la medicina en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 1955–2010, de su consolidación a su acreditación”, publicado en 2014).
  1. II Plan Diocesano de Pastoral, 2016–2020. La nueva evangelización. Arquidiócesis de Antequera–Oaxaca”. Oaxaca. 2016. p.21)
  2. Traffano, Daniela. “De educación superior en Oaxaca en el siglo XVIII”, en Testimonios del Cincuentenario”. UABJO–Fundación Harp Helú Oaxaca. Oaxaca. 2006. pp.13- 26).
  3. Febvre, Lucian y Henri Jean Martin. La aparición del libro. FCE–Conaculta. México. 2005. p. 198.
En el orden acostumbrado: Porfirio Santibáñez Orozco, 
Odavías Martínez Soriano y Claudio Sánchez Islas.