viernes, 16 de septiembre de 2016

LAS MEDALLAS DE DON PORFIRIO DÍAZ, UN BOSQUE DESCONOCIDO


Necesaria y oportuna reflexión antes de entrar en materia.

Estamos en septiembre de 2016, fecha fatal para los mexicanos dado que las “burbujas” gobernantes nacional y estatal han hundido con sus dichos y sus actos a nuestro ser patrio. Es hora de que aquellos que han saboteado a la patria reconozcan –a su pesar– el rol de Díaz como estadista. A ver si este texto sirve para algo en el sentido que fincamos nuestro nacionalismo en el estudio de la Historia con mayúsculas. Es el único escudo eficaz que tenemos contra los depredadores de Oaxaca y de México. 

Portada del libro que citamos.


Hace un año (julio 2, 2015) leí este texto durante la presentación del magnífico libro hecho sobre Porfirio Díaz con motivo del centenario de su fallecimiento. Tal libro fue coordinado por los historiadores del Instituto de Investigaciones en Humanidades, Dr. Carlos Sánchez Silva y Maestro Francisco José Ruiz Cervantes y desde el principio contó con el sensible interés del Lic. Eduardo Martínez Helmes, entonces rector. Me tocó diseñarlo, imprimirlo y encuadernarlo... y quizás por ello recibí la invitación a hacer comentarios que no publiqué de inmediato aquí, como es mi costumbre, porque Humanidades me solicitó reservara la primicia del mismo para su revista del mismo nombre, cosa que me halaga mucho, sobre todo ahora que ya está circulando. Sin embargo en esta ocasión y dado el desolado panorama social que enfrentamos, sólo publicaré parcialmente el texto escogiendo aquellos párrafos que me parecen más pertinentes. Además es un tema inédito y de muy necesaria revisión seria, como lo es conocer el significado y las razones históricas de las medallas que presumía el general Díaz en su casaca militar. No todas las que cubren su pecho, solo las que ganó como soldado de la patria. Quedan en mi tintero las demás, las diplomáticas y las escalafonarias, pero se contarán en otra ocasión para no hacer tedioso este texto.

Sólo hubo en todo el país dos publicaciones dignas de alabanza editorial con motivo de la efeméride. Una de ellas Porfirio Díaz. De soldado de la patria a estadista, 1830-1915, cuya portada abre esta entrada. Por sus contenidos editoriales y de diseño gráfico, se volvió de inmediato un libro de colección, y más gracias al reducido tiraje del mismo: 500 ejemplares. Tome nota el lector que este texto no se incluyó en tan bello libro pues lo escribí cuando ya estaba impreso. El otro tomo es el titulado Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La guerra (1830–1867) que escribió y publicó en Debate el historiador Carlos Tello Díaz, primero de una trilogía prometida. Aun está en librerías y es una lectura obligada para recuperar la Historia nacional.

Va pues mi texto adaptado al formato de este blog:

Invitación que circuló. Vista de la misma extendida, primera y última páginas.

Páginas interiores de la invitación...



LAS MEDALLAS DE DON PORFIRIO DÍAZ, 

UN BOSQUE DESCONOCIDO

...Lo que sigue [recuérdese que eliminé el texto que le antecedía] son lecturas personales que fueron brotándome conforme trabajaba en las imágenes incluidas [Porfirio Díaz. De soldado de la patria a estadista, 1830-1915]. Es la ventaja que tiene ilustrar libros de esta profundidad. Las fotos antiguas de Oaxaca siempre desafían mi imaginación y me han obligado a hacerme preguntas que tardo mucho tiempo en resolver si consigo una buena pista. Este es el caso.

Metido en las labores del diseño dos imágenes me cautivaron y motivaron mi más minuciosa observación. La primera es el retrato ecuestre que usamos en las invitaciones para la presentación del libro, de la que ya dijimos bastante [solo pongo la foto]. La segunda es acerca de tantas medallas que aparecen en sus retratos y de las que todos hablan, pero nadie describe, absolutamente nadie. Yo me pregunté ¿qué discurso expresaría para la mentalidad de las sociedades de su tiempo? La que sigue es también mi lectura personal que en algún momento deberé profundizar.

El retrato de don Porfirio que empleamos para cerrar la edición parece una imagen del Otoño del Patriarca... por usar un título literario. Fue tomada del acervo de la Fundación Bustamante Vasconcelos. El doctor Carlos Sánchez la eligió para despedir al lector. Su terquedad me intrigó aún más porque yo había sugerido la foto de la abandonada estación “Oaxaca” del tren...

Retrato donde podemos observar las medallas grandes, todas extranjeras, que el Gral. Díaz usaba según lo requiriera el protocolo, pero las que nunca faltaban eran las mexicanas, que están allí, pero las aprenderá a ver el lector en la siguiente foto...


Pero volvamos al enigma buscado donde el pelo y bigote canos, el fulgor de la plata, el oro y los esmaltes más el tono dorado del fondo acentúan el aislamiento del personaje, aun cuando pareciera estar en la gloria. El cuadro fue pintado por José Inés Tovilla y adornó el libro que le mandó hacer como homenaje a sus 80 años el también general Bernardo Reyes. La impresión litográfica se hizo en Barcelona –1910– y es de verdad muy fina para la época. La realizó José Ballescá, el mismo que hizo la primera edición de México a través de los siglos, magna obra bibliográfica del porfirismo.

Estamos en 1910 y Díaz es el hombre más condecorado del Continente. Cada placa, cada medalla, cada collar se refieren a un mérito. Con las Fiestas del Centenario próximas recibiría más homenajes de naciones realmente lejanas –en todos sentidos: China y Persia, por ejemplo– y sin embargo, al ver este retrato de poder elegido por Reyes, quien en ese momento se consideraba su sucesor natural, nos lleva a hacernos esta pregunta: ¿A quién mira don Porfirio? Carlos Tello Díaz, autor del primer capítulo de nuestro libro, cuenta que para entonces la sordera le martirizaba (El exilio. Retrato de familia). Pero no es por eso por lo que elegí comentar esta obra, sino por la curiosidad de entender, si me fuera posible, qué era todo ese ajuar barroco de joyas en su pecho. Cuando escolar escuchaba nombrarlas con güasa como “corcholatas”, otros decían que se vestía de “ferretería”... pero entonces nadie sabía leer esa constelación simbólica que ahora podría estar más cerca de la anécdota que de la historia. Tampoco lo sabemos hoy... Quizás sean minucias, pero se las comparto y ustedes decidirán qué tanto lo son...

Las medallas por méritos guerreros ocupaban el lugar de honor o preeminencia...
Están encerradas en un recuadro azul para su más fácil ubicación.


Recurrí a dos amigos en busca de pistas, el heraldista Jesús Ávila Pajarito http://mexicoheraldico.blogspot.mx/ y el experto en falerística, palabra que recién aprendí al escribir este texto, doctor Ricardo Trillanes Sánchez, cuyo blog puede consultarse en http://www.condecoraciones.galeon.com/cvitae2495841.html
La falerística se ocupa del estudio de las medallas y condecoraciones. Así, con sus orientaciones, pude empezar a despejar el bosque de medallas de don Porfirio y ver uno que otro árbol...

El recién ascendido general Díaz mostraba entonces 
cuatro medallas ganadas durante la Guerra de Reforma...
Este óleo pertenece a don Pablo Gómez Ortigoza.


En toda aquella constelación simbólica, las medallas más modestas y pequeñas eran las mexicanas. Pero no nos confundamos porque la falta de glamur se puede deber a su republicanismo o a la modestia económica de la patria otorgante o a la ausencia de orfebres con mayor creatividad artística... Casi no se ven en esta imagen, pero ocupaban siempre el lugar de preeminencia en el pecho de Díaz. La etiqueta diplomática de entonces disponía que a la condecoración de más alto honor le correspondía la parte superior del pecho, arriba del corazón. En contraste, la etiqueta diplomática contemporánea limita a cuatro el uso simultáneo de condecoraciones y dicta que se pongan tres dedos por debajo del corazón, según me comentó el Doctor Trillanes, autor del Catálogo de Medallas y Condecoraciones del Acervo Histórico del Museo Nacional de Historia –Castillo de Chapultepec– consultado por mí para entender esta parafernalia. Del mismo pude obtener imágenes que ilustran este texto.

Aquí sí se distinguen las medallas mexicanas en el lugar de preeminencia...
Abajo, otras condecoraciones extranjeras.

Vista al detalle de la casaca militar de don Porfirio Díaz.
La foto fue originalmente en blanco y negro y se coloreó a mano.



Recurrí a otra foto de nuestro personaje que se incluyó en el libro para poder ver más claro “el bosque”, aunque careciera de color real, pues es una pieza acuareleada a mano. Las medallas chiquitas y escuetas que forman una línea a la altura del corazón las portaba siempre. Aparecen desde sus retratos tempranos. Son las que ganó en combate. De derecha a izquierda está su premio por la victoria del 2 de abril. Se llama Medalla de Puebla. El listón es rojo cruzado con una diagonal blanca. Le corona el gorro frigio y al reverso tiene la siguiente inscripción: Asaltó la Plaza de Puebla venciendo a los traidores a la Patria, 2 de abril de 1867.

Medalla de Puebla, ganada "Venciendo a los traidores a la patria"...


Obsérvese la cuarta, a partir de la derecha, y mírese que ocupa el lugar central de todas las distinciones. Es la Medalla de Oaxaca, creada en 1868 para premiar a los combatientes de las siguientes batallas: Juchitán, 5 de septiembre de 1866; Miahuatlán, 3 de octubre de 1866 y La Carbonera, 13 del mismo mes y año. Le distingue el águila mexicana explayada en el borde superior, y dos inscripciones. Al frente dice: Defendió la independencia nacional. Oaxaca y al reverso: Venciendo al enemigo extranjero y al traidor a su patria.

Medalla de Oaxaca...

Las dos más estimadas condecoraciones del General Díaz ocupaban no solo el lugar de preeminencia, pues la de Oaxaca estaba siempre al centro de esa posición de honor... Al buen entendedor, pocas palabras.



Las placas abajo de ellas son distinciones de carácter diplomático o escalafonario, extranjeras la mayor parte. 

Con estos elementos puedo por fin entender el curioso discurso falerístico de la guerrera de don Porfirio. Arriba están los símbolos del soldado de la patria. Abajo, los del estadista. La correspondencia con el título del libro es perfecta.


CONCLUSIÓN
Investigado por profesionales de la historia, este libro [Porfirio Díaz. De soldado de la patria a estadista, 1830-1915] atrapará al lector porque tiene una enorme cantidad de datos aportados por otras fuentes de información de las que no se disponía antaño. Tiene amenidad y estilo; opiniones y puntos de vista argumentados que arrojan luz y aportan nitidez al personaje y a su tiempo; tiene crítica y reconocimiento, extensión y detalle de la patria entera, a partir de su eje temático que es don Porfirio Díaz Mori. Todo visto en conjunto y en sintonía con un ciclo de 100 años que se cumple hoy, me parece que son la prueba de que el pasado dota de sentido al presente porque aclara la mente y embeleza al espíritu, afirma la rebeldía pero pule la ecuanimidad. Con razón se habla de atender, escuchar y entender el juicio de la Historia. La claridad y profundidad de esta obra bibliográfica de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, permítaseme el símil, la equiparo a contemplar uno de los paisajes de José María Velasco: es clara, es emocionante, es profunda... es México.


Por todo ello este libro atrapará al lector. La primera lectura la hará, no me cabe duda, con la curiosidad del que está ávido de certezas, novedades y sorpresas. La segunda lectura, si se es oaxaqueño, es probable que la tenga que hacer con el corazón.


Claudio Sánchez Islas.
Paraninfo de la UABJO.
Oaxaca, Oax., 2 de julio de 2015.