sábado, 17 de diciembre de 2011

LOS AÑOS DEL DESMADRE. Primer aniversario

Hace un año salió a la circulación el libro
Oaxaca 2010. Voces de la Transición, cuya portada es la siguiente:


Una entrada anterior de este mismo blog le puede llevar a todos los antecedentes de este libro:






Intelectuales analizaban el estado de cosas de Oaxaca y respondían a dos preguntas básicas:
a)¿Por qué ganó Gabino? y
b)¿Para qué ganó?

365 días han transcurrido y es obvio que la transición político-económica de Oaxaca llamará poderosamente la atención a los futuros historiadores por el siguiente detalle:

¿Por qué sólo duró 10 minutos?!!!!

Hace 1 año la administración pública estaba paralizada por sus gigantescas deudas. Hoy, el gobierno del cambio concluye su transición vendiendo nueva y criminal deuda por MIL 947 MILLONES DE PESOS, hipotecando otros quince años a la sociedad que lo llevó al poder.

Para conmemorar este primer infame aniversario, reproduzco mi texto que fue epílogo del libro mencionado y que lleva este descriptivo título (que el lector saque sus propias conclusiones):



LOS AÑOS DEL DESMADRE


SUMARIO: 1.Razones de una portada. 2.La economía, de mala a catastrófica. 3.La revolución on line y la brecha generacional. 4.La reconstrucción estatal desde el palacio de gobierno.

1. RAZONES DE UNA PORTADA
La portada de esta edición es una alegoría del estado de Oaxaca, exhausto y violentado de cara a la nación… Es una toma en medio de la noche de un auto que fue modesto y al cual sus depredadores desvalijaron y agredieron sin piedad. El fotógrafo Porfirio Bustamante me entregó esta toma cuando le pedí que me presentara una imagen que fuera su síntesis del momento en que se dio esta elección 2010. Necesito algo “warholiano”, le dije. Algo que no sea el cursi folclor ni la guelaguetza ni las tehuanas ni los niños sonriendo ni las viejitas arrugadas. Necesito algo muy urbano y que dé cuenta del sentimiento general de frustración y del sinsentido en cuyo callejón estamos como sociedad. Pasaron las semanas y ya concluyendo el trabajo editorial de este libro, Porfirio no aparecía. Por fin llegó una tarde a pedirme un flash.

Le di uno viejo que tenía, pero no funcionaba. Porfirio le puso pilas nuevas, le dio varios golpes muy duros: –De todas maneras ya no sirve, dijo y para sorpresa mutua escuchamos un pitido agudo indicando que estaba cargando energía.

Le volví a ver una semana más tarde, con una secuencia de estas fotos, de las que elegimos una como la presente. Había hallado el icono que estaba pensando, me dijo, aunque le faltaba algo que lo hiciera gruñir. Coincidimos en que así era, así que volvió una semana más tarde con el icono intervenido. Había dejado pegado un día antes sobre la puerta de esa ruina de auto el logotipo y el lema del ulisismo: Oaxaca, de cara a la nación… Una llovizna providencial había colaborado en el débil icono dañando el maskingtape, pero mejorando el mensaje sociopolítico de su imagen. Tomó Porfirio la foto no sin dificultad y siendo visto sospechosamente por los vecinos del barrio de La Trinidad donde halló la imagen que buscaba… Me la llevó en una USB.

No tuve que hacerle nada. Su foto decía todo lo que teníamos que decir. Agregué la tipografía y listo. Me parece que no requiere de abundar en su explicación: es nuestro punto de partida para la transición, sin retórica. Así han dejado a Oaxaca sus gobiernos. El nuevo no podrá recibir las llaves, ponerse tras el volante y acelerar en la dirección prometida. Antes deberá contratar a un excelente equipo de mecánicos y pedir prestado para comprar las llantas –nomás para empezar–, y ya entonces emprender el paso.
Poner en marcha un vehículo así requerirá de muchas arduas jornadas de reconstrucción. No quedará a la primera. El nuevo motor deberá estar acorde al modelo y al bolsillo de su conductor. El color de la tapicería y el de la carrocería podrían ser motivo de discusión colectiva, pero el pago de la gasolina y lubricantes deberá estar entre las prioridades que no se discuten. Deberán intervenir ingenieros y “maistros” mecánicos, por igual. Se aceptará a todo aquel que llegue espontáneo y en buena onda a lavar y a empujar la carcacha hasta que arranque. Quizás se llegue a aceptar el tapete de peluche para el tablero, pero dicho carrito no podrá llevar a todos a bordo a la vez. Tampoco transitará siempre sobre carpetas de concreto hidráulico o chapopote. Si queda bien, le espera una vida dura, como la de todo coche de sitio foráneo. Deberá rendir lo que se le invirtió y todavía mucho más, pero no se esperaría que volviera a estacionar sus huesos oxidados frente a la nación. Al contrario. El deseo es que la lleve a un sitio mucho mejor que aquella calle sucia y a oscuras donde lo dejaron abandonado sus conductores anteriores.

                Hago un paréntesis. Este link le conducirá directamente a un interesante ensayo de Porfirio Santibáñez donde abunda sobre esta metáfora del auto averiado en la portada:



Hace seis años, en el libro Voces de la transición en Oaxaca puse como viñeta de portada una señal de carretera que advertía al chofer que estaba próximo a un descenso sinuoso y resbaloso. El viejo regimen ignoró la advertencia.

Desmadre es un vocablo tan plástico y mexicano que no requiere de mayores precisiones para ser entendido. Puede sonar a victoria efímera pero también a desgracia pasajera, sin embargo debo intentar acotarlo para que no resulte el ramplón exabrupto de un boquiflojo. Tomo desmadre como ese relajo progresivo de los ciudadanos cuando, constituidos como chorcha, alcanzamos un quórum tan rico en ambigüedades como carente de sentido. Este estado vulgar del alma arrebatada es el espacio ontológico en el que somos proclives a caer cada vez que la ocasión es propicia, o aunque no lo sea en abosoluto si se da el extraño caso de que se vive en Oaxaca. La frase los años del desmadre la tomé prestada del periodista Tom Wolfe.

2. LA ECONOMÍA. DE MALA A CATASTRÓFICA
¿Qué pudo haber sonado tan fuerte en los oidos del oaxaqueño que lo sacó a votar?
Fue la voz de la miseria golpeando con ambos puños su puerta.

Sólo un temor tan grande pudo haber hecho esa diferencia de más de cien mil votos a favor de Gabino Cué. El incesante hundimiento de la economía familiar del oaxaqueño; el salario congelado desde hace un año o dos; el regreso de mujeres y hombres de las maquiladoras del norte huyendo de la violencia del narcotráfico, buscando empleos donde no lo hallaron antes ni ahora; el retorno con sabor a fracaso de migrantes desde Norteamérica; el fraude de más de cinco mil millones de pesos de las cajas de ahorro que esfumó los ahorros familiares; y el temor de una inminente insurrección violenta como la de 2006, que fuese la puntilla para tantos pequeños negocios, más las revelaciones sobre el millonario saqueo de las arcas estatales fueron la caja de resonancia que despertó al pueblo.

El sexenio 1998-2004 se esmeró mucho en arruinar exitosamente la economía estatal, pero la “administración” (es una suposición mía sin fundamento) de su sucesor (2004-2010) ha sido la madre absoluta de todas las bancarrotas. Empezó mal. Siguió peor. En 2006 fue “appo”-calíptico y en 2008 Estados Unidos y su burbuja inmobiliaria estallaron, arrasándonos. La onda expansiva del “big bang” tramposo de Wall Street llegó espesa pero con ágil paso hasta Oaxaca, donde ya las cosas estaban feas.
Desde 1998 el motor económico que son las participaciones federales comenzaron a distorsionarse a fuerza de puntadas y disparates del gobernador, pero el principio del fin comenzó a la par que los helicópteros bombardeaban con gases lacrimógenos el centro histórico la madrugada del 14 de junio de 2006. A partir de ese día la decadencia económica aulló con una velocidad y gravedad excepcionales. Cientos de negocios cerraron. Se cerraron las fuentes de crédito. Las cajas de pago del gobierno del estado y las municipales bajaron las persianas. Nada se contrató y lo ya hecho resultaba incobrable. La burocracia había seguido el ejemplo de sus jefes: huir, esconderse, negarse y descolgar los teléfonos. El “estado” había provocado una bancarrota con efecto dominó y Oaxaca fue tierra en ruinas y con la ley muerta.

Mientras unos vivían en hoteles de lujo de un barrio popof de la ciudad de México, familias enteras caían en crisis nerviosas por la falta de ingresos. Aquéllos ya no olían los gases lacrimógenos ni veían las columnas de humo de incendios de camiones. Otros, no teníamos qué otra cosa ver. Brotó expontánea la Appo, como una interesante respuesta colectiva ante el atropello, pero pronto se ahogó en su propia belicosidad desmadrosa, exacerbando tanto como la apatía de los nuevos huéspedes de Polanco. En medio de ambos bandos cayó herida de muerte nuestra economía, justo al lado de nuestra verdad.
Tras cada movilización magisterial llegó un nuevo recorte de personal. Unos 9 mil puestos fueron cancelados y las pérdidas cuantificadas “a ojímetro” –por supuesto– por el secretario de Economía del gobierno del estado estimaron en 10 millones de pesos diarios las pérdidas en la capital y zonas conurbadas. (El Imparcial, p. 6B. 24 de noviembre 2010. Tesis de Karen Johanna Paredes González “Efectos económicos del movimiento social Appo en el estado de Oaxaca”).

Esta cifra es miope y güera, pero dicha por quien cobraba para desarrollar la economía estatal, adquiere otro sentido. Lo único real, tangible, es el grado de penuria generalizada en todas las ramas económicas. Ir a trabajar, a abrir el negocio, entregar un pedido, recibir visitantes, ir a la escuela o a divertirse, todo choca ante la incertidumbre de toparse con bloqueos, plantones, marchas, bacheos o reparación de calles, asaltos y violencia callejera. Todo ello eleva los costos, lo hace más caro y agotador y desanima el impulso por desarrollar la economía. En contraste, el gobierno del estado seguía su obsesión por construir más y más elefantes blancos. Tuvo la puntadota de encajarnos a chaleco el elefantote blancote más grandote de todos sobre al auditorio Guelaguetza, y luego la ocurrencia de mandarle vestir una trusa estilo Rinbros blancota y grandota y plasticota como banderota inequívoca del progresote alcanzado de carota a la naciónsota y al mundote y al universote...

Este caos continuo, o desmadre expedito, surgido de mentes en permanente estado de ebullición etílica, distorsionó todo la convivencia misma de la sociedad oaxaqueña, volviéndola incómoda y hostil. El malestar colectivo abrió paso a nuestros peores malos hábitos. La ciudad está permanentemente tan sucia que vale la pena ir pensando en sacar de su escudo el rostro de la Princesa Donají para sustituirle por el de la plebeya Chupitos... Así de molesto es este desmadre. Perdimos la mínima cortesía; se nos evaporó la cordialidad y la ilusión de que estábamos en una ciudad “patrimonio de la humanidad”... El mejor amigo del oaxaqueño es su claxon, pues con él te mienta la madre y corre. Caimos al nivel más bajo posible. La ruda patanería de aquellos gobernantes se nos pegó; se hizo norma, estilo, identidad.
De entonces para acá, nada se ha recuperado. La crisis global desatada por el capitalismo norteamericano en quiebra más el agandalle de los funcionarios neoempresarios que se compraban a sí mismos todo lo que se les ocurría, distorsionando la competencia mercantil y corrompiendo todas las licitaciones públicas, equivalió a que un elefante negro se nos sentara encima. La inseguridad en aumento incrementa las pérdidas todos los días.

La “desesperación” por mantener funcionando un negocio particular llevó a los díscolos dueños del pulpo camionero (antiguos soldados del viejo régimen) a subir sus tarifas por sus pistolas, luego de poner de rodillas a la ciudad y al gobernador con un par de días de bloqueos generales (17 de agosto, 2010). ¿Y el estado de derecho? Los compadres capitalistas atropellaban a sus consumidores cautivos para subsistir. El estado administrador (“la mano invisible del mercado”) escondía sus manos, pero dejaba al descubierto sus uñas.

El pueblo está crucificado entre ese empresariado cómplice y mal jugador, un sindicalismo feudal y chantajista y un estado depredador y mafioso. Ante la ausencia de gobierno, cada grupo se constituyó en un “poder fáctico” para sobrevivir o para mantener su ventajoso statuo quo: ambulantes, organizaciones sociales, mototaxis, taxis foráneos, transportistas, estudiantes, padres de familia, colonos, comuneros, profesores, barrenderos, etcétera... Nuestro triángulo de las Bermudas “fáctico”. Devolverlos a todos al sombrero de donde surgieron “por arte de magia negra” requerirá habilidades tipo David Copperfield. ¡Qué desmadre! Contra eso se votó masivamente.

3. LA REVOLUCIÓN ON LINE Y EL BRINCO GENERACIONAL
La revolución digital hizo sentir su peso de manera muy distinta a lo ocurrido seis años atrás. Hoy todo mundo tiene un celular que lo mantiene “en línea” de manera permanente. La prensa convencional, sometida desde el poder para difundir sus mentiras y ocultar sus yerros a cambio de contratos, convenios, chayotes, afinidades ideológicas o amenazas abiertas, ya no tuvo cabida como vehículo vertical y eficiente de la información y la opinión. Por primera vez el oaxaqueño ha prescindido de manera masiva de los medios tradicionales de comunicación. También por primera vez el monopolio de la verdad dejó de pertenecer a empresas de medios. Cualquiera puede hacer un portal, un blog, opinar en Facebook, en Twitter, You Tube o en mail. En este proceso electoral el alud de información alusiva que circuló en el ciberespacio estuvo compuesta de: opinión, chisme, rumor, sarcasmo, burla, mofa, fotografía, chiste, dibujo en audio y video, pero no tuvo como emisor a la radio, ni a la TV ni a las revistas ni a los periódicos profesionales. El eslabón poder-prensa se desgarró. Así que sin la participación de ellos la sociedad intercambió como nunca la “información” y los sentimientos que experimentaba ante el catastrófico estado de cosas.

Los menores de 28 años marcaron la diferencia. Son los ciberciudadanos. Entre ellos y nosotros la brecha digital es tan ancha como la sierra que nos separa del Papaloapan. La revolución digital ha llegado con todo su poder a cambiar las formas y con ello cambiará el fondo de las cosas. El concepto de bien común, de nación, de estado de derecho, justicia, progreso y demás yerbas ya no es el mismo entre ellos y nosotros. La globalización de los medios en sus manos permitió darle una paliza virtual al régimen despótico que había fincado su estrategia de manipulador de la opinión pública contratando medios de información tradicionales y descontinuados.

No hay cifras confiables, pero la inmensa mayoría de jóvenes en Oaxaca tienen acceso a internet de una u otra manera todos los días. Es así como la joven sociedad contemporánea se entera, dialoga, conoce, sospecha, opina, critica, se desahoga y comparte información, sobre todo. Ya no intenta hacerlo a través de los medios de comunicación clásicos, prefiere estar frente a una mayor variedad de medios alternativos de acceso gratuito. Esta generación online –conectada– hizo inútiles las altas murallas mediáticas que levantaron Murat y Ulises para aislar a la sociedad y manipularla a través de los medios tradicionales. Esta “generación online” con un brinco cualitativo los volvió aldeanos obsoletos. Además, gracias a estos gadgets el mismo Ulises tuvo oportunidad de desenmascararse solito ante sus gobernados, no una sino muchas veces. Recuérdese el diálogo por celular del “pendientito”.

La crisis del 2005 con Noticias y la del 2006 con la Appo, modificó la relación sociedad-medios convencionales en Oaxaca, pero no se entendió con total claridad en aquel momento este cambio de paradigmas. Tan no se entendió que cuando la Appo se hizo del monopolio fáctico de la radio y TV de Oaxaca (ésta última por unos cuantos días) usó los medios sólo para inundar de grotesca propaganda sectaria, demagógica y violenta las horas de transmisión, en lugar de intentar producir contenidos distintos y cualitativamente superiores a los que siempre criticó al PRI-gobierno y a la radio comercial. El gobierno, desde algún lugar en la clandestinidad patrocinó a Radio Ciudadana, que resultó por su formato y propósitos ser la bacinica alternativa de Radioappo. Una parte de la sociedad arrojó sus miasmas a los micrófonos abiertos cayendo en el juego de una guerra de medios facciosos surgidos para la manipulación.  La comunicación cubría todos los requisitos exactamente para no comunicar. Fueron instrumentos al servicio de la guerra sucia del 2006. Pan con lo mismo. En síntesis, la experiencia de comunicación “popular” y la “ciudadana” se volvieron otro desmadre. Ello cavó nuestra tumba informativa más hondo, pero el ciberciudadano, pese a su modesto acceso a las nuevas tecnologías, halló en la www opciones que no conocía... y se quedó interactuando con ellas y las volvió parte de su entorno familiar.

Frente a la guerrilla electrónica del SMS no pudieron gacetillas, boletines, fotos demagógicas ni spots en los medios. La conectividad las 24 horas del día, el hecho de ser la geografía estatal territorio telcel y el internet como filosofía de puertas abiertas gratuitas para todos, sin censores, sin montañas, contribuyeron al descrédito y caída del viejo régimen. Las medias verdades y la vertical retórica interesada de la prensa convencional hallaron su contrapeso en la horizontalidad del internet.

El mensaje podría ser así: entre más información abierta mejor democracia.
Sin embargo, aunque la mayoría de esta cibergeneración está en línea y rechaza ser consumidor pasivo de la vieja demagogia, para ellos el gobierno del estado es esa cosa que no tiene un mejor futuro que ofrecerles. Nos equivocaríamos nuevamente si creyéramos que esta generación online da cheques en blanco. Será peor si asumimos que serán pacientes... El 4 de julio [de 2010] había nacido el post-Oaxaca.

4. LA RECONSTRUCCION ESTATAL DESDE EL PALACIO DE GOBIERNO
La idea de que la izquierda y la derecha eran vanguardias que marcaban los necesarios rumbos de las sociedades pertenece ya al siglo 20. Hoy un gobierno es transparente o no lo es. Es socialmente responsable o no lo es. Es eficaz o no lo es. Es práctico o no lo es. La coalición PAN-PRD-PT-CD fue un asunto resuelto sin el “estorbo” de la ideología. Por separado esos partidos han hecho de nuestra vida político-electoral un costoso desmadre. Unidos tras el objetivo común de iniciar la transición su imagen resultó otra cosa. El signo de estos tiempos es otro. El 4 de julio no ganó el PAN. Tampoco el PRD. Mucho menos el PT ni CD ni la Appo ni la Sección 22. Ganó el pueblo. Será mejor que ninguno olvidemos esta lección práctica de soberanía. Por eso votamos.

 El gobernador Cué anunció que el palacio de gobierno deberá volver a ser el despacho en el que dará audiencias y tomará decisiones. Dar audiencia es obligación del gobernante. Es el modo para enterarse de viva voz y de primera mano de un asunto que afecta a la ciudadanía. A un palacio de gobierno no lo hacen el nombre ni la presencia de un gobernador ni los pulidos mármoles de sus pisos tampoco. Para el colectivo popular lo que le hace palacio es que allí el hombre que fue elegido hace justicia. Ese es su trabajo. Y debe hacerlo con las dos manos: en la izquierda el bastón de mando y en la derecha el libro de la ley. La vara (bastón o cetro) de mando representa el antiguo mueble medieval con el que la justicia materializaba la punición. Con él en la mano la autoridad estaba equipada para dar un varazo como castigo al infractor de la ley y el orden.

Las decisiones que ejecuta el poderoso que reside en un palacio, en tanto juez supremo, dirimen las fricciones y reparten a cada quien según el derecho diga. Así era cuando no existía la división de poderes como hoy, pero su simbolismo arcaico sigue vivo solamente en el Oaxaca indígena. Fuera de allí es sólo una escenografía. La vara de mando también fue un instrumento del poder en Mesoamérica. Identificaba la auctoritas del soberano para guiar a su pueblo, con él a la cabeza. La devoción popular suele entregar bastones de mando místicos a sus más altas devociones, como nuestra Virgen de la Soledad, en vista de que en la tierra la justicia humana brilla por su ausencia.

El nuevo inquilino de tan histórico inmueble tiene que convertir esta función simbólica en hechos. No le deberá costar trabajo, bastará que recuerde que el zócalo se llama Plaza de la Constitución, de la ley. El zócalo novohispano es el espacio urbano del poder. Esto es lo que no entendió el viejo régimen. Los antiguos arquitectos-urbanistas lo hicieron así para que coincidieran en un espacio común los poderes esenciales: el de Dios, que se expresa a través del trono que tiene el arzobispo en la catedral, quien tiene su propia vara de mando espiritual en su báculo pastoral; el de los hombres, a través del justo gobernante que sirve vara en mano desde su despacho; el del dinero, que se practica a través del comercio que se da en los portales. El cuarto poder es el del pueblo, que allí manifiesta sus júbilos y sus protestas, aunque en los últimos años en ocasiones en forma de verdaderos desmadres. Contra eso votamos.

Es correcto que Gabino Cué recupere ese espacio, pero yo en su lugar desaparecería el vergonzoso “salón de gobernadores”. Resulta un arcaísmo pueblerino. La mayoría de los que están allí no cumplieron el papel del gobernante, ni del justo juez sino el del depredador y el pandillero. Ya la historia los juzgó y los puso en su lugar, pero su lugar no es ése. No merecen ese espacio al que deshonraron con sus hechos y con sus dichos. Además los retratitos están tan pobremente resueltos y no cubren otro requisito más que el culto a la personalidad postmortem política. Para acabarla de amolar, llevan a los escolares y les dicen que esos son los “gobernadores” que han construido la historia de Oaxaca. Esas cosas ya no caben en el presente. Lo malo es que esos ejemplos cunden y hasta el ayuntamiento capitalino, envidioso del culto, hizo el suyo con retratos “mignon” el doble de ridículos. ¿En qué sociedad democrática cabe este culto ranchero a la personalidad? Ninguno merece estar al lado de don Benito. Llámesele Salón Juárez y punto. Quítense o tápense con paños negros, como hicieron los dogos de Venecia con uno de sus pares que les salió truhán y matón. Es el tour estrella de los guías de turistas italianos y hasta hacen sonreír a miles de extranjeros diariamente que momentos antes ingresaron pagando su caro boleto. Esa es una opción a la que podría sacarle algún jugo la nueva secretaría bicéfala de turismo y economía.

Hace seis años el símbolo de la justicia fue echado al exilio. Ha vuelto a su trono primigenio: el palacio de gobierno que fue sometido durante el viejo régimen a lo que técnicamente se llama un “extreme makeover” estilo “melgoziano”... Una suerte de “liposucción” ad hoc con las gorditas quinceañeras que tuvieron el lujo de zapatear norteñas donde antes, alguna vez, resonaron los pasos de Juárez...
La transición no es el destino, sino la pausa frente al desfiladero para corregir lo que está mal. Es una suerte de paréntesis que se conceden sociedad y gobierno para abrirle paso a la verdad y la justicia para que actúen como cimiento de una nueva relación de confianza entre ambos. Cuando me refiero a la justicia no solamente me limito a la penal sino a la social. Mejorar radicalmente la calidad de la educación pública en todos sus niveles le dará destino a la transición votada. Enseñar a los niños y jóvenes indígenas, rurales y pobres de Oaxaca las mejores herramientas intelectuales y prácticas de la humanidad es la revolución del siglo 21 que nos tienen prometida. Esta es una tarea que depende únicamente de la voluntad de la Sección 22, no del poder ejecutivo. Esa es la justicia alternativa real, la “otra justicia”. Otra que nos debe su tarea es la UABJO. Con tal de mantener sus cacicazgos internos refunfuña a la hora de ofrecerles calidad educativa a los jóvenes de escasos y muy medianos recursos. ¿Puede haber peor injusticia?
Si la transición fracasa o retrocede preguntémonos cada uno ¿qué fue lo que dejamos de hacer?

Los últimos 12 años hubo un estilo de régimen que tuvo el poder absoluto en un puño y lo usó con increíble mala leche contra el pueblo para hacerlo cada día más pobre y hacerlo sentirse miserable y perdedor. Del humilladero de Murat al mevalesmadrescabrón de Ulises, fueron –hay que decirlo– muchos años de desmadre bien organizado. Oaxaca vivió 12 años bajo el síndrome de la mujer maltratada que lame la mano canalla de su agresor. Contra eso votamos.

CONCLUSIONES
Una transición positiva debe empezar por adoptar una actitud que permita que la luz de la justicia brille hasta en el último rincón del estado. Eso no es caro ni requiere de mayores presupuestos, sino solamente del capital humano idóneo. Si en algún poder se ha refugiado la burocracia más reaccionaria y la más interesada en proteger al “ancien regime” es en el poder judicial, pues al viejo régimen debe sus privilegios…

Hay cosas que la voluntad del nuevo gobierno podrá modificar y hay cosas que no. La economía no podría sino a largo plazo quizás, pero la justicia sí, y de manera inmediata. A diferencia de todo el desmadre de alrededor, la tarea de hacer justicia no le exigirá cuantiosos fondos a la nueva administración. Tienen en la mano cuantos pelos de la burra quieran para hacer su trabajo.
Pero en un país donde nada funciona como debiera, no sería extraño que nuestra transición se volviera otro desmadre.

Quizo el pueblo de Oaxaca cambiar su rumbo de manera pacífica en el año de sus centenarios. Debe haber una enérgica carga simbólica de fe en ello. Que no falte entonces la esperanza, bálsamo contra las injusticias. Todos hemos cometido errores, pero es la hora de ser prudentes y rectificar. Que no pase a la historia esta transición como otro oscuro relevo de pandillas, donde todo cambia para que todo siga igual.

Claudio Sánchez Islas.
Oaxaca de Juárez, 18 de diciembre de 2010.

sábado, 10 de diciembre de 2011

EL IMPORTADOR DE ILUSIONES Y DECEPCIONES...

El amenísimo libro que nos ocupa hoy tiene estos "forros" que aquí muestro abiertos como puertas, estando a la derecha la "portada" o "primera de forros" y a la izquierda la "contraportada" o "cuarta de forros"... En medio queda una línea tipográfica vertical que es el "lomo".


El subtítulo ayudará mucho mejor a ir entendiendo esta composición de portada:
Historia de una cántabra: Doña Lydia Gómez García.


La mujer de rostro alegre que ocupa la "cuarta de forros" es doña Lydia. Cántabra se refiere a la región española de donde es originaria: Cantabria, ubicada en un macizo montañoso que forma la cornisa norte de España, teniendo a su diestra a Galicia y a su siniestra al País Vasco.

Doña Lydia ha sido, desde que yo era niño, una presencia cotidiana en las calles del Centro Histórico de Oaxaca, fácilmente identificable por su modo de vestir tan español, quizás tan andaluz, pues usaba para ir a misa una peineta muy alta en su cabeza y un mantón negro y largo que la hacían lucir muy distinta al resto de oaxaqueñas que caminaban por las banquetas de las calles de la avenida Independencia. De por sí ella es más alta que el común y además siempre iba flanqueada por dos jóvenes, sus hijos, uno más alto que el otro, que era más bien levemente obeso.

Así los recuerdo pues les vi ir y venir por nuestras calles ya que doña Lydia vivía (y vive aún) a la vuelta de la que fue mi casa (altos de la pastelería La Vasconia, en la novena de Av. Independencia), es decir, en la primera calle de Reforma... Y en efecto, siempre me pareció que sonreía, tal como aparece en la foto de la "cuarta de forros".
¿Cómo no iba a sonreir si era esposa de uno de los hombres más ricos de Oaxaca?

¡Pues las apariencias engañan! O quizás reía a pesar de esa circunstancia tan personal... Leer el libro nos recuerda la "condición humana", esa marca de origen que no cubre la ropa ni lava el agua con jabón ni el tiempo ni la escuela borran...

Por "condición humana" me refiero a aquellas conductas que nos igualan a cualquier otro hombre o mujer  que hayan vivido en este planeta, sin importar la época: la avaricia, la ambición, la crueldad, la violencia y la ignorancia, opuestos al amor, a la fraternidad, a la solidaridad y a la hospitalidad, por citar unos cuantos.

El libro es un acierto más del historiador Manuel Esparza (INAH-Oaxaca) en su serie "Cuéntame una vida". Ya nos había obsequiado en un formato similar la vida y aventuras de don Fortuna Harp comerciante hasta el final, (Centro INAH-Oaxaca y Carteles Editores, 2008). Hombre de mucho éxito económico y político hacia los años 50-60s del siglo pasado. Don Fortunato (tío de don Alfredo Harp Helú), como doña Lydia, nos cuentan en primera persona su vida, examinada cuando han llegado ya a la penúltima estación de su vida. Esparza ha sabido sintetizar esa visión que los ancianos, aún lúcidos, hacen de su origen étnico, del paisaje de su infancia, de las vicisitudes del amor, de las tristezas de la vida, de los encantos del éxito y del trabajo sin descanso, todo en pos de una ilusión...

Es gracias al estilo literario que emplea Esparza que estos libros de su serie "Cuéntame una vida" resultan amenísimos, al grado de iniciar la lectura para no querer soltarla hasta el final. Además gozan de una estructura tan eficaz que el recorrido es tan ágil como si se tratara de un reportaje periodístico y no de lo que en realidad son: historia.

Para corroborar lo siguiente reproduzco aquí el inicio de este libro. Se trata del capítulo I, sólo un fragmento...:


I


EXTRAÑO A MI VACA LA GALLARDA



"¡Hale, hale Gallarda hija de puta…!" Y la mujer rió tan fuerte que hizo levantar la vista al hombre que leía en la tumbona a unos metros de distancia. El viento alborotaba el cabello de esa dama que llevaba buen rato recargada en la veranda del crucero viendo abajo el mar. Ese Mediterráneo que ella había leído que no siempre tuvo agua, hace unos seis millones de años fue una gran cuenca seca hasta que se volvió a abrir la esclusa natural de Gibraltar. Las gaviotas acompañando a ese hotel flotando le recordaban la primera vez que vio el mar en Santander. Sólo los que han nacido entre montañas saben por qué tanto las extrañan cuando sólo ven planicies hasta donde la tierra se curvea. Pero esa masa moviente y rumorosa que es el mar produce un solaz semejante al que da la oración ante el altar de una iglesia sin gente en una tarde lluviosa, o la paz de un atardecer cuando flotan islas inmensas blancas con jirones rojos sobre un fondo azul.

La memoria de aquel puerto la llevó a recordar a su vaca y a su cría la Gallardina. ¡Qué presencia de animal!, siempre caminado como si quisiera embestir cuanto obstáculo se hallaba enfrente. Ella era una niña entonces de escasos diez años que sacaba a pastar el ganado y les gritaba y azuzaba como siempre oyó que lo hacían los gañanes. Qué vida más difícil aquella, se decía, y tan absorta en sus recuerdos estaba que no se percató que un hombre se había acercado atraído por sus risas. Este llevaba buen rato observando a esa figura de mujer ya madura, alta, maciza, muy erguida, y tenía curiosidad de verle la cara.
Hola, dispense, pero la oí tan alegre que creí que abajo estaba sucediendo algo…
Qué va a suceder, nada más hay agua.

La mujer miró de frente al hombre y apartándose de él pasó casi rozándolo sin añadir palabra. De ojos cafés claros, cejas espesas, cara alargada, sin maquillaje, pelo negro detenido por atrás con una peineta, aretes, collar, anillos y pulseras de oro. De reojo el hombre vio el busto firme bajo un escote pronunciado. No pudo menos de seguirla con la vista hasta verla desaparecer por una escalera hacia la cubierta de las piscinas en el último nivel de ese edificio flotante.

La vio luego sentada con dos hombres que bebían refrescos. Los hombres tendrían casi la edad de ella o un poco menos, medio calvos, altos y uno con barba. Cuando uno de ellos se levantó acompañándola, el pasajero, ya con una curiosidad que apenas controlaba, no dudó en bajar y acercarse al que aún sorbía refresco y hojeaba un libro grande con fotografías a color.
Después de unas palabras cualquieras le preguntó quién era esa señora tan elegante, y aquel hombre de más de cuarenta y tantos años respondió como lo hace un niño al que le preguntan que con quién anda: "Es mi mamá". El tío se quedó de una pieza, se estaba imaginando que uno sería el esposo y el otro un pariente o quizá viajaban en trío como sucede en esos cruceros. Más se intrigó con la respuesta, era el tono de un infante en cuerpo de hombre maduro
–¿Qué lees?— se animó a preguntarle sin reflexionar que estaba tuteando a un desconocido, pero fue el "mi mamá" tan puro, tan inocente, que inconscientemente lo hizo dirigirse al otro como se hace con un menor de edad.

Así fue como aquel viajero solitario deseoso de hacer contacto con alguien, con alguna mujer que se sintiera con tanta soledad como él, se enteró por medio de Miguel y Tino que al rato llegó a la mesa a acompañar a su hermano, que también eran de México como él y que después del crucero irían a España a visitar parientes en el norte de donde era su "mamá".
De lejos se acercaba la dama de negro, se paró a cierta distancia a observar al que estaba con sus hijos viendo las fotos del libro de los pueblos de la Cantabria. Era un señor de la edad de sus hijos, delgado, bastante alto, de abundante pelo rubio, de cara con hendiduras verticales en los cachetes que le daban cierto parecido a Clint Eastwood. Todo un tipo, pensó para sus adentros y arreglándose la blusa se dirigió a donde estaban. Tino le presentó a Pedro, y ella sin responder se inclinó a ver qué foto estaban viendo. Inmediatamente sentándose se animó:

Eso es Potes, esa es la Torre del Infantado donde está el municipio. Ese puente es nuevo, el viejo lo dinamitaron los comunistas.

Y como si se conocieran de tiempo atrás los cuatro inclinados sobre el libro oían las explicaciones de esa mujer tan espontánea que casi era otra a la que había medio tratado Pedro hacía poco tiempo antes viendo el mar.

Tomándose un respiro la misteriosa señora de pronto sintió necesidad de presentarse:

Como dicen ustedes los mexicanos, los españoles somos muy brutos, me llamó Lydia Gómez García, creo que ya os conocéis.



Esta es una foto que aparece en el libro. Doña Lydia
acompañada de dos de sus hijos, abordo de un Crucero...


El contenido del libro es el siguiente:

ÍNDICE


I Extraño a mi vaca La Gallarda
II La parentela
III El refugio mexicano
IV Desnudando a la familia
V Tanto va el cántaro al agua…
VI Que hable Tino
VII Mi gente
VIII Lylia asediada
IX Malos augurios
X Cría cuervos… y comprarán autoridades
En la azotea de la vida



PRESENTACIÓN DEL LIBRO
Doña Lydia, cuando yo le veía pasar frente a mi casa, era una mujer guapa, de facciones muy distintas a las de mis paisanas. De piel blanca, alta, peinada a la moda, con guantes que le llegaban hasta los codos, bolsos y vestidos elegantes, carrazo con chofer a la puerta, servidumbre uniformada, marido más chaparrito que ella, invariablemente de traje de casimir y corbata, con sombrero de fieltro... Uno diría que se trataba de gente de "sangre azul" y para acabarla de amolar ricos españoles... es decir, en aquellos años de mi niñez yo no veía más que el "cliché"... Pero no es así, más bien, no ERA así.

Doña Lydia deja en claro que de sangre azul no tiene ni la más remota gota, pues se identifica como una mujer hija de campesinos muy pobres que sobrevivían en las montañas de Liébana soportando el frío, comiendo papas y raíces y explotando para el autoconsumo su pequeño hato de ganadería. ¿Escuela? Ni pensar, pues no sólo eran pobres sino que ella, además, era mujer... ¿Hospitales? Menos. ¿Bancos? ¿Qué es eso? ¿Carreteras? Sólo brechas de herradura... En fin, doña Lydia, a diferencia de otras paisanas suyas que arribaron por aquellos años a Oaxaca (los 1940s) nunca se creyó "de sangre azul ni milloneta" ni se asumió como tal, según nos revela.

Lo curioso del caso es que su marido, que era su pariente, provenía del mismo pueblo de Piasca y tuvo un origen tan humilde como el suyo, pero su trabajo y dedicación le llevó al éxito económico a través de la famosa y muy antigua tienda de textiles y ropas El Importador de Oaxaca, pero el hombre –supongo yo–nunca superó sus traumas de una infancia llena de limitaciones, al contrario, entre más dinero llegó a amasar, más avaro se volvió y eso hizo que a su esposa, doña Lydia, le hiciera pasar estrecheces absurdas... En mis lecturas infantiles aprendí dos modos de leer la tacañería: a)El Periquillo Sarniento, de J.J. Fernández de Lizardi y b)Oliver Twist y David Copperfield, de Charles Dickens... para expresarlo en términos bibliográficos. No se diga la célebre trilogía de Un cuento de Navidad, con Mister Scrooge...

Las penurias de una millonaria –si me es permitida la metáfora– ocupa buena parte del texto, pero no solamente eso. Doña Lydia tuvo la pena de perder un hijo a manos de un ex empleado que le asesinó y sepultó su cadáver en una de sus mismas propiedades. El drama personal incluye a otro hijo con quien disputa la herencia del marido. La protagonista narra como siempre topó con una maraña de juzgados burócratas y "poderosos" políticos que han frenado hasta el día de hoy que la justicia se pronuncie en su caso. 


Pese a todo, doña Lydia no deja de ser risueña y liberal, identificándose con la gente más sencilla –es madrina de cientos de muchachos y muchachas de origen modesto– y la más discriminada por los prejuicios de la "clase alta": los homosexuales. También apadrinó una vela de "muxhes", los célebres hombres de Juchitán que nacieron en un cuerpo equivocado, aunque eso no les impide ser glamoros@s y orgullos@s...


En suma, "una vida contada" que llama la atención por los elementos de prejuicio, avaricia, ignorancia, violencia doméstica, discriminación, etcétera que, estamos "acostumbrados" (es un decir) que le ocurran a las mujeres oaxaqueñas, especialmente si son indígenas y pobres, pero ¡qué lejos estábamos de escuchar que una vecina de esta ciudad, española y ciertamente con recursos económicos, alzara su voz para exponer su experiencia. No cabe duda que es valiente doña Lydia y su libro hace añicos los clichés sociales del Oaxaca que nos toca vivir. La burguesía local no suele "sacar sus trapillos al sol", lo cual no quiere decir que sus mujeres, jóvenes o ancianas, no estén expuestas a los abusos de los hombres de su misma condición socioeconómica y las discriminaciones de género y aún la discriminación que el Estado –sus instituciones y leyes, usos y costumbres– se emperra en mantener vigente. Ya está en marcha por cierto el movimiento local ¡Totalmente Indignadas! que ha señalado el creciente número de feminicidios en Oaxaca. Entre diciembre de 2010 y noviembre de este año, acusó, han sido asesinadas 88 mujeres... simplemente porque eran mujeres.


Tocó presentar el libro hace unas semanas en la Biblioteca Margarita Maza a Ángeles Romero Frizzi y a Luz Estela Camargo Quiñones, y fue ocasión para escuchar unos cuantos "paso dobles" y beber una copa de vino.

Luz Estela Camargo, doña Lydia y Ángeles Romero F.


Firma de libros...

La autora dedicando su libro...




Un excelente trabajo de Manuel Esparza. Bien escrito y con mucho trasfondo... y si me lo permiten, muy a lo Dickens, es decir, muy vívido el retrato de doña Lydia y su época. Un libro es un maestro, siempre se aprende algo de él...
Está a la venta en las librerías de la ciudad de Oaxaca: Grañén Porrúa, Proveedora Escolar, Educal y en la Joyería Pepe.


Postdata. Por cierto, se extrañará el lector, ¿por qué un libro se vende en una joyería? Pues resulta que los propietarios de este establecimiento apoyaron económicamente con los costos de edición, pero no es eso lo que nos interesa reseñar aquí, sino que se cita en el texto como entrañable amiga de la autora a otra mujer emblemática del Oaxaca de los 50s y 60s y a la que conocí, pues era amiga de mi padre. Se trata de doña Catalina Cortés viuda de Rueda, a quien le llamaban cariñosamente doña Catita. 
Esta mujer, muy delgadita de cuerpo, es coautora también de la imagen turística que todavía se explota en Oaxaca y jugó un papel relevante en el diseño y comercialización de la joyería moderna de acentos estéticos oaxaqueñistas, tomando como modelos de belleza a las joyas mixtecas, las más suntuosas que han producido los diseñadores (artistas) mesoamericanos y que nos dejaron en Monte Albán. Si el lector atento observa el ajuar de oro que llevó doña Lydia a la presentación de su libro, entenderá mejor de lo que estoy hablando. El collar y los aretes de cascabeles tienen, inconfundiblemente, un aire de Monte Albán.
Doña Catita perteneció a aquella élite de oaxaqueños que, a través de la Asociación Folcklórica Oaxaqueña (puedo estar recordando de manera poco precisa el nombre) trazaron los rasgos de lo que hoy, con menor imaginación, seguimos explotando como imagen turística de estas tierras sureñas. 
Me dio gusto volver a leer en este libro su nombre de doña Catalina. Ojalá sus hijos nos obsequiaran una semblanza de la obra de doña Catita, a quien creí que habíamos olvidado. Qué bueno que no es así.






sábado, 26 de noviembre de 2011

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN OAXACA. NUEVAS PERSPECTIVAS

Un día soleado como el de este noviembre, pero de 1812, el rollizo e inteligente Presbítero y Capitán General José María Morelos y Pavón, se levantó muy temprano a tomarse una taza de chocolate con pan resobado de El Marquesado... Mirando la gran plaza que hoy es el zócalo de Oaxaca, donde pernoctó su tropa, debió haber meditado entre trago y bocado, la primera gran victoria que los Insurgentes obtuvieron en el Sur humillando a la Corona española. Morelos les había arrebatado algo así como medio Pemex: la eficasísima máquina novohispana de hacer dinero aceitada por la exportación de la grana cochinilla hacia Europa. Quizás el ejército de malcomidos y mal adiestrados revolucionarios lo que buscaba era hacerse de fondos para sostener la causa y Oaxaca era sitio indicado debido al gran flujo de efectivo que significaba la exportación monopolizada de ese colorante con que se teñían los mantos de las casas reales europeas, incluyendo las casacas del ejército napoleónico.

Pero no se trata aquí de exponer mis opiniones sino de celebrar bibliográficamente la aparición de un excelente libro cuya portada es la siguiente:


Como podrá apreciar el lector, se trata de otro acierto más de nuestra Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, a través de la iniciativa del Director de su Instituto de Investigaciones en Humanidades (IIHUABJO), el historiador Carlos Sánchez Silva.

Este libro de formato 15.5x23 cm, de 240 páginas, está a la venta ya en la misma sede del IIHUABJO, en Av. Independencia 901, y tiene de interesante al menos dos cosas:

a)Su oportuna aparición, pues a partir de ahora inician de esta manera editorial los festejos universitarios por el Bicentenario de la Toma de Oaxaca por Morelos, y
b)La puesta al servicio del lector de NUEVAS PERSPECTIVAS sobre el particular.

Se sabe que en Oaxaca hay dos modos de observar a la Historia, una es como lo exige el mito y la tradición, más conocida como la "historia oficial", que es útil en tanto soporte el manoseo de los gobernantes en turno; ...y el otro modo es como la moderna historiografía lo exige: volviendo a leer lo que ya se conoce, volviendo a observar los detalles, volviendo a atar cabos, volviendo a plantearse hipótesis y volviendo a asombrarse con lo que se descubre, aunque desbanque mitos y leyendas ya arraigadas. Este libro va en este sentido.

Por si eso no fuera suficiente, la nómina de historiadores de distintas Universidades y nacionalidades le revelará al lector el calibre de este libro que echa por tierra, de manera definitiva, muchos mitos escolares y "tesis grandilocuentes" de la aburrida retórica de nuestros políticos locales. 

Pasemos al índice del libro, que es el siguiente, sólo a manera de aperitivo intelectual:


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
La Guerra de Independencia en Oaxaca
Nuevas perspectivas ~9
Carlos Sánchez Silva

La experiencia insurgente de Oaxaca ~17
Ana Carolina Ibarra

La Iglesia de Oaxaca en tiempo de la Independencia:
El obispo Bergosa y Jordán
~39
Manuel Esparza

Los cabildos civil y eclesiástico de la ciudad de Oaxaca
ante la invasión insurgente, 1812~1814
~63
Carlos Sánchez Silva

Cambio político y cultura constitucional
en Oaxaca, 1814~1822 ~83
Silke Hensel

Los pueblos mixtecos en la Guerra de Independencia ~103
Francisco López Bárcenas

Los efectos de la insurgencia sobre la propiedad
en la Mixteca ~125
Margarita Menegus Bornemann

Las fortificaciones de Yanhuitlán
durante la Guerra de Independencia ~137
Alejandra González Leyva

El impacto de la constitución gaditana
en los pueblos chocholtecos de Oaxaca
~149
J. Edgar Mendoza García

Problemas generales y coyunturas internas:
Una visión del sexenio absolutista desde Villa Alta (Oaxaca) ~171
Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell

Actores sociales en el proceso de independencia
en la región de Tehuantepec, Oaxaca ~197
Laura Olivia Machuca Gallegos

Fuentes utilizadas ~227

Nadie mejor que Carlos Sánchez Silva para explicar los orígenes, intenciones y alcances de esta edición, por lo que enseguida reproducimos su Presentación. Por favor preste atención el lector al epígrafe que utilizó..., pero antes una foto clásica debida a la cámara del viajero y fotógrafo alemán Teobert Maler...



Herr Maler subió con su pesada cámara de cajón a la torre sur de nuestra catedral, niveló su tripie y fabricó su placa, seguramente de albúmina, la colocó en el chasís del respaldo y debió haberla expuesto por varios segundos. El resultado es esta toma del zócalo de Oaxaca que conoció Morelos...

Al fondo, se mira el palacio de gobierno y a la derecha la imponente mole pétrea del Colegio de los Jesuitas y el templo de la Compañía –ideólogos del movimiento pro independencia– y justo enfrente de él, los portales en dos plantas que fueron la casa del Generalísimo durante unas cuantas semanas. Esta foto de Herr Teobert es de 1867, es decir, varias décadas después de la guerra de Independencia. Llaman la atención los laureles sembrados, uno de ellos frente a lo que hoy es el Bar Jardín y que recientemente "se cayó" como consecuencia de la cursilería de Ulises Ruiz y su piara de cortesanos, como un pseudo virrey de apellido Melcozha o algo así, ya casi lo olvidé...

 Otro arbolito que apenas despunta es el que aparece en primer plano, ligeramente hacia la derecha. Se trata del que actualmente da sombra a las escoletas dominicales y serenatas de la Banda de Música del Estado. Bella foto histórica la reproducimos porque también se usó en la edición, aunque como elemento del diseño. Pertenece a la fototeca de la Casa de la Ciudad, junto con otras más del mismo autor, todas muy emblemáticas del Oaxaca decimonónico.

Y ahora dejemos este espacio para el texto de Sánchez Silva.



La Guerra de Independencia en Oaxaca
Nuevas perspectivas


Carlos Sánchez Silva
Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO


Por primera vez los oaxaqueños,
después de largos siglos de paz,
iban a experimentar los azares de la guerra.

José Antonio Gay, Historia de Oaxaca.


Todo indica que entre más tiempo pasa de las fechas claves, 1810-1821 y 1910-1920, en la constitución de nuestro país como nación “libre e independiente”, el interés público y privado va disminuyendo de manera considerable. La evidencia más cercana la experimentamos el pasado año de 2010, cuando se conmemoró de una manera bastante gris y deslucida, por decir lo menos, los centenarios del inicio de la Guerra de Independencia y de la Revolución Mexicana. Como contraejemplo, baste comparar los eventos que el gobierno del general don Porfirio Díaz realizó en 1910 para homenajear las llamadas “fiestas del centenario” y se corroborará mi afirmación. Con un espectáculo de “circo y luces”, que nada tiene que ver con una realidad lacerante de un país cada vez más empobrecido y que se está cayendo en pedazos, tanto a nivel nacional como local, poco hay que destacar y, mucho menos, recordar con motivo de las conmemoraciones del 2010 de las fechas príncipes del calendario cívico mexicano.
Afortunadamente, y ante el desinterés casi generalizado de las instituciones gubernamentales, la academia, gracias a la unión de esfuerzos comunes, se encuentra realizando una serie de trabajos para reflexionar sobre la importancia de los centenarios en la conformación del México de hoy. Muestra de ello es esta Colección 2010, que bajo la batuta de la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, diversas instituciones del país venimos llevando a cabo desde el 2008.
La premisa de la cual parte la citada Colección 2010 es que este año debe servir de momento de arranque para una profunda reflexión sobre el pasado, presente y futuro de nuestro país. Así, mientras “oficialmente” los centenarios ya se terminaron el 31 de diciembre de 2010, para la academia los resultados apenas comienzan. Máxime si se toma en cuenta que la historia de un país se construye con diferentes tiempos y ritmos locales, desfases que le dan identidad y singularidad a las diferentes partes que conforman la República Mexicana. En suma, que mientras para unos celebrar los centenarios de 1810 o 1910 fue clave, para otros no. Tal es el caso de Oaxaca en ambas fechas.

El caso de la Guerra de Independencia en Oaxaca

Hasta fechas recientes la historiografía, con contadas excepciones, había soslayado la participación de la Intendencia de Oaxaca dentro de la Guerra de Independencia. El hecho más memorable es que Morelos y sus huestes insurgentes habían tomado la ciudad de Oaxaca y gobernado sus destinos entre fines de 1812 y principios de 1814, pero fuera de ello, se suponía que esta Intendencia tuvo poco que ver con un proceso que se manifestó principalmente en el centro y centro-occidente del virreinato novohispano. Los diez ensayos que se incluyen en este libro dan un panorama mucho más complejo de lo que fue la Guerra de Independencia en diferentes ámbitos de la accidentada geografía oaxaqueña.
El libro abre con el trabajo de Ana Carolina Ibarra, titulado “La experiencia insurgente en Oaxaca”, el cual resume lo que significó este movimiento desde 1808 no sólo para los oaxaqueños de la época sino lo que la experiencia del gobierno insurgente en esta Intendencia aportó a la misma Guerra de Independencia. En sus propias palabras:

Todavía hay mucho que seguir indagando para valorar la importancia y el aporte oaxaqueño para el proyecto insurgente. Indudablemente, fueron casi quince meses de una experiencia extraordinariamente singular en el contexto de la guerra. La ciudad de la grana cochinilla no sólo ofreció la posibilidad de convertir las granas en fusiles, como alguna vez lo soñó Morelos, sino de crear un gobierno americano a partir de las corporaciones instituidas, de impulsar la opinión pública en ciernes y de dotar a la insurgencia de una base de legitimidad en un momento crítico.

Manuel Esparza, por su parte, discurre en su ensayo sobre el papel de la iglesia y lo ejemplifica con el comportamiento del obispo Antonio Bergosa y Jordán. Esparza lo sigue paso a paso desde su arribo a Oaxaca y echa por tierra la idea que algunos autores han querido construir de él como ejemplo de caridad cristiana. Después de su minucioso análisis, donde vemos a Bergosa y Jordán ser un fiel servidor del Rey, aliado del virrey Félix María Calleja, victimario “espiritual” de Hidalgo y Morelos, el autor concluye sobre este polémico personaje:

[Bergosa y Jordán es] otro ejemplo más de un obispo regalista, con una concepción medieval del honor personal, nada cristiana; honor al que hay que apuntalar con precedencias públicas, con rentas dignas de su investidura, con sedes episcopales acordes a su ilustre carrera, con renuncias a puestos inferiores así dejara en la orfandad a los que él voluntariamente aceptó para ser guía [léase los indios de Oaxaca] en sus necesidades espirituales.

El artículo de mi autoría, titulado “Los cabildos civil y eclesiástico de la ciudad de Oaxaca ante la invasión insurgente, 1812-1814”, va entretejiendo el comportamiento contradictorio de estas instituciones en el periodo que arranca con la crisis imperial de 1808 y termina en 1814 con la reconquista realista por conducto del brigadier Melchor Álvarez Thomas. El autor concluye que:

el periodo 1808-1814 fue decisivo para que, por un lado, las fuerzas insurgentes definieran su lucha por la “independencia absoluta” de la “Madre Patria” y, por el otro, la élite tradicional oaxaqueña tomara cartas en el asunto y se preparara con la finalidad de que una vez lograda la independencia de España, retomaran los hilos del poder y siguiera controlando de una manera “revestida” los destinos de la antigua intendencia de Oaxaca, ahora convertido en el flamante “Estado Libre y Soberano de Oaxaca”.

Bajo el nombre de “Cambio político y cultura constitucional en Oaxaca, 1814-1822”, Silke Hensel analiza el impacto que la “modernidad política” y la “cultura constitucional” trajo para los oaxaqueños en la transición del Antiguo Régimen al México republicano. Lejos de concluir que fue absoluto, la autora desmenuza los componentes “simbólicos” y “reales” del cambio y las permanencias en este periodo. Lo relevante del texto de la doctora Hensel es que más allá de la dimensión normativa, ella incorpora a su análisis el orden simbólico en la realidad oaxaqueña. Con la precisión de que: “Las constituciones sólo pueden cumplir su función principal –a saber: la legitimación e integración de la entidad política y sus instituciones– si sus reglas normativas y el sentido central de su contenido son aceptados y practicados en la realidad social; es decir, si se lleva a cabo un diálogo entre gobernantes y ciudadanos sobre los valores fundamentales y los patrones de conducta”. Enfoque que le permite concluir que el impacto de la Constitución de Cádiz en tierras oaxaqueñas, derivado de sus formas de gobierno indígena, fue más variado de lo que distintos académicos han considerado.1

El libro prosigue con el análisis del impacto de la guerra de Independencia en una de las zonas más activas durante el periodo 1810-1821: la Mixteca oaxaqueña, por conducto de cuatro trabajos que nos muestran diversas facetas de esta revolución. Abre esta sección el ensayo de Francisco López Bárcenas, cuyo cometido central es realizar un largo recuento sobre la participación indígena en la Mixteca en este movimiento social durante el periodo que va desde los inicios en 1811 hasta la consumación en 1821. Este trabajo sirve de telón de fondo para que Margarita Menegus ponga énfasis en los efectos del movimiento insurgente sobre la propiedad tradicional en la Mixteca Baja y el papel desafortunado en este largo proceso de los terrazgueros. Con una serie de casos, la autora concluye que “…debemos tomar con pinzas las proclamas de los insurgentes, ya que fueron apropiadas por los pueblos a su conveniencia, pero como vemos con estos ejemplos, frecuentemente fueron revocados los derechos que se abrogaron los pueblos durante los años de la insurgencia. Terminada la contienda los derechos de los caciques a sus tierras fueron restituidos en la gran mayoría de los casos”. Lo que a largo plazo significó para la Mixteca Baja, a contracorriente de lo que ha sostenido otros autores para otras regiones de Oaxaca, la constitución a fines del siglo XIX de “… una burguesía local que se hizo de las tierras de los antiguos cacicazgos y de las tierras que intentaron comprar los terrazgueros”.


El trabajo de Alejandra González Leyva es un recuento minucioso del origen del Convento de Yanhuitlán y cómo la misma Guerra de Independencia incidió tanto en su uso como en los cambios que sus ocupantes, ya fueran realistas o insurgentes, le imprimieron a la edificación original. Al final, la autora muestra que inclusive hasta los momentos previos a la consumación de la independencia en 1821, este recinto fue teatro de ocupaciones y alteraciones. Hoy día:

En el conjunto conventual de Yanhuitlán, las improntas de los espacios usados durante la guerra de Independencia fueron borradas por otras guerras, por el tiempo, por los arreglos que mandaron a hacer los funcionarios porfirianos y por los procesos de conservación de los siglos XX y XXI. De la fortificación realista de San Fernando tampoco queda nada, sólo quizá el formato de la planta del atrio rehecho en 1882.2

Cierra esta sección el trabajo de Edgar Mendoza sobre el impacto del constitucionalismo gaditano sobre los pueblos chocholtecos. El trabajo del doctor Mendoza es un fino análisis sobre la influencia que la constitución de Cádiz tuvo sobre el sistema de gobierno municipal y sus contribuciones en la división política y administrativa de la entidad, con especial énfasis en la organización política de los pueblos chocholtecos y su incidencia en el México republicano. Al final, una de las contribuciones centrales de este trabajo es poner claridad sobre el verdadero impacto gaditano sobre los pueblos de indios: “A mi juicio, la constitución gaditana de 1812 no fue el factor decisivo en la organización de la modernidad política sobre el gobierno local de los pueblos. Por el contrario, en el caso de Oaxaca y quizá de otras entidades como el Estado de México, la constitución de Cádiz tuvo un éxito relativo porque previamente existía una organización política y económica; la república de indios del periodo colonial”. Para rematar su argumentación con una propuesta de largo plazo que explica que el proceso de fragmentación político-administrativa en Oaxaca se puede rastrear en las composiciones de tierras que llevaron a cabo las cabeceras y sus sujetos desde fines del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII. “Dicho de otro modo, no fue la constitución gaditana la que llevó a la revolución territorial, pues en Oaxaca, fue la constitución estatal de 1825 la que coadyuvó a la fragmentación de cabeceras y sujetos”.
De la zona mixteca y chocholteca, nuestro viaje continúa en la Sierra Norte, con el trabajo de Luis Alberto Arrioja, titulado “Problemas generales y coyunturas internas: Una visión del sexenio absolutista desde Villa Alta (Oaxaca)”, que como su mismo título lo indica es un primer esfuerzo metodológico por relacionar “…si las coyunturas particulares tienen una resonancia amplia o si los problemas generales poseen repercusiones individuales que lleguen a ser trascendentes”. Al final, ¿cuál es el aporte central del trabajo de Arrioja? Que el retorno absolutista en 1814 no fue suficiente para restituir el Antiguo Régimen en los dominios españoles y que en esta imposibilidad de restaurar el pasado tuvieron que ver tanto las políticas imperiales como las coyunturas por las que atravesaban los pueblos de Villa Alta. El resultado de todo ello incidió directamente sobre los pueblos de indios: respaldo de algunos pueblos a la lucha insurgente con el objeto de reivindicar viejas rencillas con la cabecera de San Ildefonso de Villa Alta y el asedio permanente a estos pueblos; agravación de la crisis textil como efecto de las mismas movilizaciones armadas; reacción de los pueblos ante las medidas absolutistas: restauración y extensión de impuestos, y el restablecimiento del repartimiento forzoso de mercancías y, finalmente, en el ámbito político, se vislumbran fuertes disputas internas que provocaron, en algunos casos, que la nobleza fuera relegada de su poder tradicional y, en otros, el ascenso de los macehuales al poder político de sus pueblos.

Nuestro recorrido termina en el Istmo de Tehuantepec con el trabajo de Laura Machuca sobre la activa participación de diversos actores sociales en la Guerra de Independencia en esta región oaxaqueña. De entrada, la autora nos precisa que a diferencia de otras zonas novohispanas, en su área de estudio estuvieron involucrados tanto los miembros de la élite y las clases medias, así como los más diversos estratos sociales y étnicos. Acorde con este enfoque, la autora con lujo de detalles pasa revista al comportamiento político militar de esta variada gama de actores de “carne y hueso” en esta gesta revolucionaria: jefes realistas, indios y mestizos insurgentes, mulatos y negros insurgentes, curas insurgentes, criollos insurgentes, autoridades virreinales insurgentes. Sin embargo, la doctora Machuca no se queda en proporcionarnos un catálogo de sus personajes sino que explica las razones sociales, políticas y étnicas que cada uno de estos grupos de actores sociales tuvo para luchar por una u otra causa durante la Guerra de Independencia en el Istmo de Tehuantepec.

Finalmente, quisiera agradecer a este grupo de académicos que desinteresadamente colaboraron en este libro colectivo. Al final del camino, será el asiduo lector quien valorará si el esfuerzo despejó sus inquietudes sobre la “verdadera” participación de la Intendencia de Oaxaca en la Guerra de Independencia.

1 Al respecto, consúltese Carlos Sánchez Silva “‘No todo empezó en Cádiz’: simbiosis política en Oaxaca entre Colonia y República” en Signos Históricos # 19, México, enero-junio de 2008, “Viejas y nuevas prácticas políticas en Oaxaca: del constitucionalismo gaditano al México republicano” en Silke Hensel (coord.), Constitución, poder y representación. Dimensiones simbólicas del cambio político en la época de la independencia mexicana, Frankfurt/Madrid, Iberoamericana-Vervuert-Bonilla Artigas, 2011, y Hensel, “¿Cambios políticos mediante nuevos procedimientos? Las elecciones en Oaxaca en la época de la Independencia” en Signos Históricos # 20, México, julio-diciembre de 2009.

2 De los diez trabajos que componen este libro colectivo, éste es el único que había aparecido publicado anteriormente en Alejandra González Leyva (coord.), El convento de Yanhuitlán y sus capillas de visita. Construcción y arte en el país de las nubes, México, Facultad de Filosofía y Letras, Dirección General de Asuntos del Personal Académico, UNAM, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2009, pp. 205-213. Se vuelve a publicar este texto debido a la importancia que reviste para la Guerra de Independencia en Yanhuitlán.

EL INDIO MIXTECO QUE CONOCIÓ A MORELOS

Como verán, el libro resulta indispensable para entender el Oaxaca de hoy y por extensión el país que pretendieron diseñar nuestros ancestros.

Para cerrar agregaremos la foto de Morelos que se "atribuye a un indio mixteco" –equivale a decir "anónimo"– y se supone la pintó tomando directamente del natural, es decir, haciéndolo posar, al mismísimo Siervo de la Nación mientras estuvo en Oaxaca.



Tratemos de ver más de cerca a nuestro Libertador. El artista –el conocido apenas como "indio mixteco"– pudo haber sido un hombre que simpatizó con la Causa y tenía conocimientos del retrato académico del Hombre de Poder, ya que usó todas su habilidades para presentarnos a este caudillo como lo que realmente aspiraba a ser don José María. No sería extraño que él mismo hubiera promovido la factura de este retrato. Peter Guardino, de quien ya hemos hablado antes en este blog a causa de su libro "El tiempo de la libertad. La cultura política popular en Oaxaca 1750-1850", da razón de un censo de pintores que trabajaban en esta ciudad de Oaxaca en esa época y menciona que había al menos 35... Muchos de ellos debieron haber pintado obispos, santos, santas y otras imágenes del gusto popular que tenían demanda.

Pero volviendo a los "contenidos políticos" del retrato de Morelos hay que mencionar que el uniforme que porta es de Capitán General, el mismo que usaban en España y en la Nueva España, ostentando el color rojo que le asocia al César. Toda su ornamentación es de oro, pues se trata de un general victorioso. Le adornan, siempre en oro, un collar del que pende una cruz de gran tamaño, sin embargo no es una condecoración por méritos en campaña, aunque así parezca ser a primera vista. En el retrato cortesano de los reyes españoles esta cadena sostenía al "toisón de oro" (una zalea de cordero), ese emblema hasta hoy limitado a los de verdadera sangre azul que suelen seguirse entregando unos a otros... El actual rey español Juan Carlos, la porta en ocasiones de gran pompa... Morelos quita ese símbolo de la pureza de sangre y hace que el pintor coloque allí una gran cruz de oro y piedras preciosas, brillantes o rubíes al parecer, que recuerda a la que portan los obispos. En lugar de la zalea del cordero de los Austrias y Hasburgos, Morelos porta en el pecho el símbolo del rey de reyes: Cristo... Parece ser que al "indio mixteco" no se le escapó ningún detalle a la hora de "honrar" al religioso y militar que tenía enfrente.

Una banda cruza su pecho y desciende hasta la gran empuñadura de su espada, la cual no es posible ver con claridad ya que la oculta su tocado militar, aunque se adivina una imagen de un sol de oro en ella. El bicornio militar, también rematado en oro, ya es más francés que español y le timbra una escarapela exquisita, tocada con plumas. Es el tocado clásico del combatiente popular heredero de la Revolución francesa... Lo que llama su atención son sus colores: azul celeste y blanco, es decir, los colores de la Virgen María... En sus Sentimientos de la Nación, Morelos impone su credo y devoción marianas.




Este mismo código de color caracteriza unas guirnaldas que ondean –victoriosas– por encima de la cabeza de nuestro retratado, enfatizando que se halla bajo la protección nada más y nada menos que de la Purísima Concepción, la Madre de Cristo, en su advocación más mexicana: la Virgen de Guadalupe... así es que el esbozo de un escudo nacional –recuérdese que la Bandera nacional tal como hoy la conocemos aún no existía– ocupa el lugar central mostrándonos ya al águila parada sobre un nopal, luchando por devorarse a una escuálida serpiente.
Le rodean a este proto-escudo nacional las rocallas clásica del barroco, y le guardan a los costados 4 banderas rendidas: una blanca y otra azul con blanco a la izquierda y otra roja y una negra (quizás verde muy oscuro) a la derecha.



Las altísimas solapas que cubren casi hasta la mitad de la oreja del patriota, quizás revelen que el uniforme es más fruto de la imaginación del artista que una casaca real de Jefe Supremo de los Ejércitos... Sin embargo forman un marco que enfatiza un rostro poderoso y decidido, aún preocupado, si nos fijamos en el ceño fruncido. Nariz poderosa, mentón duro, cejas pobladas y ojos grandes que se posan en el observador, más una tez definitivamente morena, de mestizo, acentúan las facciones de un caudillo político y militar que posa como una figura regia, de tres cuartos, soberana, que tiene conciencia  clara de la necesidad de que se realice un cambio de orden social a fondo. Así pues, el "indio mixteco" pudo entender el carácter del michoacano mientras posaba para él y atendía los asuntos del nuevo estado mexicano que estaba naciendo en el fragor de la lucha armada. Lo que materializó de Morelos el "artista" fue su figura de "auctoritas", a la que el paño oscuro que envuelve su cabeza le da un aura misionera. En absoluto vemos a un hombre dubitativo o demasiado cauteloso, sino a alguien joven y lleno de vigor entregado a la causa. Es el ideal del retrato del hombre de poder, por supuesto, pero para que haya sido pintado por alguien a quien se le ha minimizado como "indio mixteco", una vista más cautelosa resulta intrigante y amena. 

Para acenturar lo que los historiadores del arte llaman su "potestas" –potestad– es decir su poder dentro de un mundo temporal, terrenal, el "indio mixteco" hace que Morelos tome con decidido gesto de la mano derecha, la del poder, el bastón de mando ornamentado de oro sobre cedro. Junto con la Cruz, símbolo de un reino eterno, que no es de este mundo, aparece el puño de Morelos con el símbolo del poder temporal, de este mundo, a la altura de su corazón. Este retrato, dentro de toda su aparente "ingenuidad", resulta así todo un discurso político, una proclama ideológica que merece un pebetero de oro, un sostén de la llama perpetua del deber y el homenaje. Este pebetero aparece colgado justo debajo del escudo con el águila parada sobre el nopal...

Sugiere Carlos Sánchez Silva que este retrato se traiga a Oaxaca y se exhiba aquí, como pieza central del homenaje que le debemos a tan ilustre mártir de la Independencia Nacional. Existen otros dos retratos en el cabildo de Oaxaca, el primero que Morelos declaró independiente. Uno de ellos de perfil, que adorna el respaldo de la "silla de Morelos", su "trono" en la Ciudad de Oaxaca, aunque se hizo varios años después de que el Generalísimo tomara por las armas la ciudad de Oaxaca, un 25 de noviembre de 1812. De la misma forma, otros retratos que se conocen de él fueron pintados décadas después de que hubiera sido fusilado. Quizás el más famoso –y popular– sea el que lo muestra de pie, muy heroico, que lo mandó hacer Maximiliano de Hasburgo durante su breve Imperio. Es el "clásico" que adorna los salones de clases.

Este retrato al óleo pertenece al Museo Nacional de Historia y puede verse en el antiguo Castillo de Chapultepec. Pertenece al INAH.

En la coedición que coordinó el director del IIHUABJO aparecen estos logotipos:UABJO, UNAM, IPN, UAM, BUAP, CIESAS, Universidad y El Colegio de Sonora; Secretaría de Cultura y El Colegio de Michoacán; El Colegio de Chihuahua, El Colegio de San Luis, El Colegio de Jalisco, Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, SHCP, UAM-Aztcapotzalco.