miércoles, 24 de marzo de 2021

"Las Bodas de Cosijoeza", un rescate más que bibliográfico

En esta edición se rescata no solo el texto de la obra teatral "Las Bodas de Cosijoeza, último rey de los Zapotecas", sino a su autor.

La publicación fue auspiciada por el H. Ayuntamiento de la Villa de Zaachila, urbe que es descendiente directa de la antigua Monte Albán. El promotor de esta edición es el arqueólogo Ismael Gabriel Vicente Cruz, quien ya ha publicado otras obras relativas al pasado prehispánico de tan importante comunidad.

"Las Bodas de Cosijoeza..." fue una puesta en escena escrita hacia la década de los 1930s por el Profesor Adolfo Velasco Martínez, pero fue montada durante uno de los Lunes del Cerro y ayudó a consolidar lo que hoy llamamos Guelaguetza, ese espectáculo sensacional con que la ciudad de Oaxaca se engalana dando paso a la música, danza y trajes regionales de sus regiones, con las que cada pueblo participante expresa sus alegrías. 


La recuperación del libreto ha sido enriquecida con la colaboración de varios autores, cuyos textos analizan el fenómeno de dicha escenificación, que tuvo un enorme éxito en su momento, en la década de los 1940s. Uno de sus mayores logros es el abordaje de la biografía del autor, un intelectual de su tiempo cuyos trabajos y escritos se extraviaron casi totalmente de la memoria de Oaxaca, no se diga de Zaachila. Se recuperó también parte de la música, mediante una partitura. Hay observaciones del tema desde el punto de vista de la teoría de las artes escénicas. Hay explicación del mito que se fue construyendo a partir de personajes reales, de carne y hueso, históricos, como Cosijoeza y su boda con una princesa azteca.


Hay motivos para celebrar esta edición, por toda la información que aporta y las intenciones que se propone, a largo plazo, de hacer que Zaachila recupere un papel protagonista, creador de su propia riqueza cultural. Reproducimos enseguida su portada:


Y enseguida el índice, para que el lector pueda conocer la varidad y riqueza de sus contenidos, que además contiene fotos antiguas muy interesantes:


Leamos ahora lo que el compilador y editor nos anticipa en el estudio introductorio:

Introducción

 

 

Adolfo Velasco Martínez y las Bodas de Cosijoeza

a 90 años de su primera edición

 

 

En nuestra comunidad, sobre este valle, han nacido personajes importantes que le han dado mucha trascendencia y desarrollo a este pueblo de los valles centrales, se menciona y recuerda a los grandes músicos del siglo pasado como contemporáneos, importantes profesores, artistas y profesionales que no han dejado de sumar al enriquecimiento de nuestras costumbres, tradiciones y al mismo tiempo al reforzamiento de nuestra identidad. Prueba de ello, la literatura en el siglo pasado logró consolidarse y ser un referente estatal en la revalorización de nuestra identidad como pueblo zapoteco logrado gracias al trabajo del profesor rural Adolfo Velasco Martínez, incansable mentor de educación primaria en las regiones de la Sierra Sur, el Istmo de Tehuantepec y en la ciudad de Oaxaca. Su relación muy estrecha con el político Manuel Martínez Gracida pudo despertar el amor por su pasado y plasmarlo entre otros libros en su obra cumbre Las Bodas de Cosijoeza, ensayo escrito en el año de 1931 y afortunadamente reeditado en 1949, texto hecho a manera de obra teatral donde narra emotiva y épicamente el matrimonio en la época prehispánica de Cosijoeza (último señor principal de Zaachila) y Coyolicaltzin (hija de Ahuizotl, principal azteca) teniendo como referente principal el libro de El rey Cosijoeza y su familia, pero más que nada, en las tradiciones y costumbres de Zaachila que fielmente las vivió con gran respeto.


En esta ocasión hubo la oportunidad de indagar sobre este personaje muy notable del siglo pasado en Zaachila pero al mismo tiempo ignorado por muchas décadas. El primer acercamiento al texto fue en el año 2017 a partir de una plática impartida por parte del maestro Rodrigo Cruz Iriarte, acerca de la vida y obra del maestro Velasco Martínez en la Casa de Cultura de esta Villa de Zaachila; posteriormente en 2019, el maestro Cruz Iriarte me hizo llegar unas fotografías de su autoría tomadas al volumen editado en 1949, el cual se localiza actualmente en la Sala de Asuntos Oaxaqueños de la Biblioteca Pública Central en la ciudad de Oaxaca; este único ejemplar (en voz de Cruz Iriarte), son copias fotostáticas engrapadas que a bien fueron hechas para su consulta y al mismo tiempo conservar quizás el volumen original. 


Posteriormente gracias a la atención del director de la Biblioteca Pública Central el maestro Guillermo Rangel Rojas, confirmé lo descrito por el investigador acerca de esta edición de mediados del siglo XX. No habiendo un ejemplar de la edición de 1949 y menos la de 1931, se hizo una transcripción con base en las imágenes proporcionadas por el maestro Cruz Iriarte, la cual serviría para tener una copia digital del material y utilizarlo solo para fines meramente de difusión dentro de la comunidad. Para el 2020 la administración municipal aceptó la idea de apoyar el montaje de esta obra teatral (Las Bodas de Cosijoeza) con base en el texto digitalizado para engalanar las fiestas de Lunes del Cerro de Zaachila, lamentablemente los tiempos y otras circunstancias no lo permitieron; lo que sí se logró, fue conocer a la maestra Dora Vera gracias al apoyo de personas desinteresadas quienes fungieron como enlace para saber más acerca de la vida y obra del maestro Ricardo Vera Castro, compositor de la música que acompaña al texto arriba referido y que en un apartado de este volumen conoceremos más a fondo. Conociendo el interés de esta dirección de cultura por la búsqueda del texto original de Las Bodas de Cosijoeza y como resultado de una plática en la primavera de 2020 con el profesor Sócrates Gilberto Maces Noriega director de educación, se logró acceder a una copia original de la obra editada en 1949 propiedad del profesor, a quien se agradece infinitamente ese gesto de colaboración. Teniendo este valioso ejemplar, se comenzó a gestar y aterrizar un proyecto de revaloración y difusión de obras de autores zaachileños del siglo pasado, gracias a la gente del cabildo municipal y personas entusiastas que creyeron en esta idea pionera en una administración municipal.


En este año 2021 y como pretexto al cumplirse noventa años de la primera aparición de este volumen, el Honorable Ayuntamiento de esta Villa de Zaachila encabezado por el contador público Cástulo Bretón Mendoza, reconoce por medio de la presente edición la gran labor y aportación para la literatura oaxaqueña del profesor Adolfo Velasco Martínez quien mostró su interés, talento y creatividad para dar luz a una de las obras referentes en la exaltación y la consolidación de la identidad oaxaqueña imperante en esos años.  


Para lograr ese objetivo, la autoridad municipal se rodeó de un grupo de estudiosos y profesionales que sin dudar coincidieron y apoyaron a este gran proyecto impulsado por esta Dirección de Cultura, aportando desinteresadamente sus conocimientos convertidos en ensayos originales que nutren al volumen el cual se presente a continuación.


El primer texto está a cargo del doctor Jesús Lizama Quijano arduo investigador sobre la historia y desarrollo de la actualmente llamada Guelaguetza, su ensayo titulado Las Bodas del Rey: una aportación desde la Villa de Zaachila a la construcción de la identidad nacional; nos envuelve en las acciones y expresiones artísticas desarrolladas en la puesta en escena de 1949 en la Rotonda de la Azucena, que por el estilo y cuidado del montaje que impresionaron a los miles de asistentes. Además reconoce el talento y dedicación de Velasco Martínez por aportar con su conocimiento, la conservación de la memoria del pasado prehispánico oaxaqueño a través del libreto, imperante es esa época  postrevolucionaria y la construcción de la identidad nacional.


El maestro Francisco Rodrigo Cruz Iriarte en su ensayo titulado Adolfo Velasco Martínez: un personaje zaachileño olvidado, nos da una lectura del devenir histórico de los descendientes del señor principal Cosijoeza, y del apellido Velasco que sustituyó a Gabriel debido a la tradición familiar y oral en la comunidad sugerida por el historiador Manuel Martínez Gracida; al igual nos ofrece por primera vez datos precisos e importantes de la vida y obra del profesor Velasco Martínez de manera cronológica que hasta ahora eran desconocidos por muchos paisanos.


Posteriormente, el maestro Rodrigo Vargas Díaz, en su ensayo titulado Las bodas de Cosijoeza, un teatro popular basado en la identidad; nos presenta un minucioso escrito sobre el quehacer artístico desarrollado en la vida del México y en particular en la de Oaxaca postrevolucionaria, donde la única intención era encontrar esos elementos que darían orgullo e identidad. Para lograr tal enmienda, se convocó a todos los mentores de Oaxaca quienes tenían el conocimiento además de las materias primordiales, la capacidad de organizar y conformar a grupos representativos de cada uno de las regiones, que a la postre fuera un referente en el discurso nacionalista en las fiestas del llamado homenaje racial. Dentro de este contexto, Vargas Díaz, nos habla de la trama y el conflicto donde se mueve la obra Las Bodas de Cosijoeza, protagonizada por personajes de familias reales y poderosas y al mismo tiempo rivales.


Para cerrar esta serie de ensayos, la maestra Dora María Vera Esperanza, por primera vez conocemos la obra y vida del profesor Ricardo Vera Castro brillante músico, filántropo, gestor, catedrático y apasionado por la lectura. En este ensayo nos dan cuenta de la trayectoria musical y docente de un personaje clave en la conformación de grupos musicales como la Filarmónica Oaxaqueña de Bellas Artes así como la colaboración para elaborar el plan de estudios para la Escuela de Música y Declamación llamada después Escuela Oaxaqueña de Bellas Artes a partir de 1950. Su vocación de servir lo llevó a ser director de la Biblioteca del Estado donde también impartió clases de archivo y posteriormente fue miembro del Ateneo Oaxaqueño “Adalberto Carriedo” y de la Sociedad de Geografía y Estadística. Su talento lo llevó relacionarse con Velasco Martínez; quien a partir de la obra Las Bodas de Cosijoeza, pudo concebir la obra sonora del mismo nombre integrada por seis danzas y dos coros destinados exclusivamente a cada una de las escenas de la obra teatral. Sin duda esta composición musical fue la más importante del profesor Vera Castro en su notable carrera musical.


Finalmente agradecer a cada una de las personas involucradas en el proceso organización, edición e impresión de este volumen. Un reconocimiento al cabildo municipal de esta Villa de Zaachila 2019-2021 por la confianza, respaldo y cooperación. Al profesor Sócrates Gilberto Maces Noriega (†) quién fungía como Director de Educación del H. Ayuntamiento, por el préstamo desinteresado del material original de las Bodas de Cosijoeza editado en 1949, sin ese volumen, el presente libro dejaría muchos huecos históricos. También agradecer sus pláticas, anécdotas, sugerencias siempre a favor de la cultura de nuestro Zaachila. Mención especial a la maestra Carmen Velasco Hernández quien amablemente colaboró con reflexiones acerca del texto de su tío abuelo el maestro Velasco Martínez, y atinadamente compartió anécdotas familiares. Agradecer a cada uno de los ensayistas por el tiempo dedicado a la preparación de sus textos, la paciencia y espera para que este volumen viera la luz. A la familia Vera Bourguet por compartirnos parte de su acervo familiar consistente en las partituras y material fotográfico utilizado en este volumen. Por supuesto al licenciado Claudio Sánchez Islas y la licenciada Martha Vila Cueto de Carteles Editores por la dedicación, paciencia y pasión en la producción de este volumen. Reconocer a cada uno de los compañeros de la Regiduría de Educación, Dirección de Educación y Dirección de Cultura, profesor Andrés Alfonso Benítez Torres, al profesor Sócrates Gilberto Maces Noriega (†), Virginia Chimil Sánchez, Vicente Daniel Ángeles Sebastián, Cristian García Torres, Adriana Lorena Mejía Martínez, Miguel Ángel Cervantes Vargas, y David Torres Silva por el apoyo incondicional para que este proyecto viera la luz.

 

 

Ismael Gabriel Vicente Cruz

Invierno de 2020

 


Para rematar, agrego el texto con que participé, respondiendo así a la invitación que tan amablemente me hizo el arqueólogo Ismael Vicente. Esperando que aporte mayor interés a la edición, que puede conseguirse en Zaachila, precisamente.


Zaachila: de la contemplación a la acción

 

 

Claudio Sánchez Islas

Carteles Editores

 

 

 

¿Sirve para algo la historia? ¿Qué utilidad puede extraerle Zaachila, que tiene tanta?

El “buen provecho” de la Historia dependerá de quién la lea, mucho más que de quien la escriba. Si mueve a la acción social del lector, los historiadores sabrán que su árbol dio buenos frutos. De algo así trata este esfuerzo editorial encabezado por el primer arqueólogo titulado que ha aportado el municipio de Zaachila, Ismael G. Vicente Cruz.


Pasemos ahora a una pregunta concreta para la Historia de Zaachila y los estudiosos que la abordan desde distintas disciplinas académicas: ¿Sirve para algo hacer la remembranza de la legendaria boda de Cosijoeza con Coyolicaltzin? ¿No es solo folclor? ¿Hay algo más que una expresión exaltada de la estética del “nacionalismo revolucionario”, que se está rescatando del olvido mediante este libro?


La primera vez que supe de la existencia de Las bodas de Cosijoeza fue en 2012, cuando investigaba el contexto histórico del complejo simbólico: Lunes del Cerro–Guelaguetza. Concluí que era una obra maestra de la identidad oaxaqueña como patrimonio cultural, porque había conseguido unir en una única representación escénica los sentimientos del mito con los conocimientos académicos. El desarrollo coreográfico vino a ser el “libro abierto” que las masas conocían “de corazón”. A este vigor colectivo se sumaron los conocimientos obtenidos por la historia, la arqueología y la etnografía, los cuales eran francamente muy pocos y dispersos hacia 1931. No obstante ser algo muy difícil de lograr, si no es que imposible, consiguieron darle un giro a los sentimientos sociales de gobernantes y gobernados, dirigiendo su interés hacia las profundidades de su propio pasado, imprimiendo en aquella simbiosis altas dosis de exaltación patriochica, pero sobre todo el germen de la investigación metodológica por las ciencias sociales, que comenzaron a vernos a los oaxaqueños con otros ojos y alcances.


En 1949 se escenifica por primera vez en el Lunes del Cerro “Las bodas de Cosijoeza, con música autóctona de estilo precolombino”, basada en el guión que escribiera el zaachileño Adolfo Velasco Martínez. A raíz de su irrupción en 1932, las fiestas de los Lunes del Cerro habían convertido a la capital del estado en el núcleo dinámico del carácter autóctono, que de ser tan diverso entre sí, se pensó que tendría algún sentido, alguna dirección, alguna fuerza colectiva, pero unitaria –esto es lo importante–, respecto al devenir de Oaxaca. Como ya se sabe, se le tituló “Homenaje Racial”, pues el concepto de raza no se circunscribía solo a las características genéticas de un pueblo, sino a su cosmovisión entera. Aquel “Homenaje Racial” fue una obra maestra colectiva de los intelectuales de la Ciudad de Oaxaca en su tiempo, algunos de ellos hablantes, pensantes y sintientes de su lengua materna, por ejemplo don Policarpo T. Sánchez, mixteco de Tejupan, y Genaro V. Vásquez Quiroz, zapoteco de Jaltianguis, Ixtlán.


En este libro el lector verá relacionados estos nombres, fechas y circunstancias en donde germinaban al unísono la historia con el mito. Por ello se buscaba el aliento de obras como Las bodas de Cosijoeza, pues traían unos aires de mitología, muy necesarios para que el ánimo colectivo tuviera motivos para remontar las secuelas económicas de los terremotos de 1928-1931 y los políticos de la Revolución mexicana, que por entonces buscaba hacer lo mismo que nuestro “Homenaje…”, pero a nivel nacional, dándole un solo destino social-ideológico al país, que apenas comenzaba a conocer la paz generalizada. Oaxaca lo consiguió de esa manera, con el ingenio de intelectuales –muchos de ellos profesores– que habían sido educados en el positivismo afrancesado, durante el porfirismo, que entre sus facetas tuvo la de volver los ojos hacia el pasado prehispánico, idealizando mayormente el rol del pueblo azteca, hasta entonces el mejor estudiado por la arqueología. Por analogía, Oaxaca abrazó como suya aquella identidad mexica, pero los avances en los estudios académicos han ido poco a poco sacando a la luz las particularidades zapoteca y mixtecas remotas y presentes. El caso de las Bodas de Cosijoeza tiene esa mezcla de leyendas, pues Coyolicaltzin, la novia mítica, era hija del Señor azteca, mientras el contrayente, era el Señor de los zapotecas.  


Quisiera dejar en claro que, desde mi punto de vista, este libro tiene una utilidad social para Zaachila, que es la siguiente: Zaachila debe comenzar a prepararse para albergar las joyas prehispánicas que se hallen en otras partes del país, pues es en su tierra donde cobrarán todo el sentido que tienen. Deben trabajar en la construcción de consensos, en la consolidación de una generación de académicos nacidos en su terruño, deben poner en su agenda la meta de construir el gran museo que les muestre a ellos y al mundo, la riqueza de su historia y la de sus tradiciones, sentimientos y devociones. Me haría muy feliz que a partir de estas publicaciones comenzaran los mismos pobladores de Zaachila a darle un giro a su historia, teniendo una meta, un propósito, un espacio físico y simbólico donde vuelvan a integrar el vigor del mito fundacional –Las bodas de Cosijoeza–, con el rigor que la arqueología, la etnografía y los demás estudios de las ciencias sociales han comenzado a hacer allí.


Concluiré dando respuesta a mi pregunta inicial: ¿Sirve para algo hacer la remembranza de la legendaria boda de Cosijoeza con Coyolicaltzin? Conozco Zaachila poco, pero ese poco me señala sin que me quepa una sola duda, que Zaachila tiene una luz propia que deslumbra a los forasteros como yo, pero que no debe cegar a los hijos de ella, para que con la palanca que la Historia les ha venido proveyendo, den el esperado giro que requiere su profundo legado, que debe volver a iluminar su patria chica. La recuperación de Las Bodas de Cosijoeza espero que sea para los oaxaqueños ese resorte que nos haga pasar de la contemplación de un espectáculo a la acción sobre metas concretas: un Museo arqueológico y antropológico de gran aliento. Tienen con qué, siendo los herederos de Monte Albán.

 

 

 




EL HUEHUETE

 Una figura sustancial en ritualidad indígena de Oaxaca es el huehuete. Cumple una serie de funciones en la etiqueta social, específicamente en el cumplimiento de la correcta correspondencia entre la vida moral y los compromisos familiares e individuales definitorios, como la boda y el bautismo. El escenario donde se desenvuelve está predeterminado por la moral católica y sus ritos, más los comportamientos y frases que la costumbre ha ido construyendo a lo largo de décadas, siglos, más bien.

El huehuete es una presencia real en la vida rural y aun se le ve desempeñándose en ciudades pequeñas, como Tlacolula de Matamoros. Este libro es el caso narrado precisamente por un huehuete, que es el autor: don Froylán Pérez López.

No conozco otro libro en que se desvelen tantos detalles acerca de su misión dentro de las ocasiones solemnes en que cada familia se ve envuelta a lo largo de su existencia. Por eso este libro resulta interesante, pues lo que dice está sostenido en la experiencia, en la vivencia, en el cumplimiento del deber que ha venido haciendo el autor.


Su portada es la siguiente:


Para conocer más de cerca su contenido, veamos el índice:


Fue presentado hace unos días (marzo de 2021) en Tlacolula, una ciudad que aun guarda algo de su costumbrismo antiguo, si bien no está libre de los efectos de la "modernización" de la vida cotidiana. A continuación reproducimos el texto con que el autor introduce su propio libro. Un conjunto de datos muy valiosos para adentrarnos en el tema:


Introducción

 

 

Para abordar un tema es importante conocerlo, o al menos tener datos para conceptuarlo y así explicarlo desde una perspectiva personal, en el punto de la vivencia conceptuada como realidad. Vivir o experimentar algún fenómeno natural o social, combinándolo con los factores del entorno, nos da una apreciación individual o colectiva, que influye en todos nuestros sentidos dejando un aprendizaje significativo. Por lo tanto el nacer y crecer dentro de un núcleo o grupo social determina el comportamiento del ser humano. Expuesto al análisis crítico de quienes tengan en sus manos el presente documento tendrán la oportunidad de sopesar este sencillo trabajo para analizarlo con el afán de mejorarlo en el vivir, para el bien de la sociedad. Así también podrán entender el entorno físico de nuestro valle tlacolulense como legado histórico que reafirma nuestra identidad, conservarlo, preservarlo para disfrute de generaciones venideras.


Este material ahora en tus manos estimado lector, está compuesto de dos partes:

La primera, sustentada por la investigación empírica que se recoge a través de entrevistas realizadas a ancianos de esta localidad; caracterizados por sus conocimientos de las tradiciones y costumbres, en cumplimiento al envío encargado por la jerarquía pastoral de la iglesia católica, quienes interesados en el valor otorgado por la comunidad a las fiestas de bodas, integran un equipo de Agentes de Pastoral donde forma parte el C. Wilfrido López Cruz, quien de manera incondicional me facilitó sus conocimientos, tiempo y paciencia.


Esta etapa comprende la primera mitad del siglo XX, tiempo en que los ancianos entrevistados acumulan sus experiencias, quienes narran el proceso de integración de las familias de esta milenaria sociedad, pasando por el probable noviazgo, acuerdo de padres, pedimento de mano, entrada de yerno, hasta el culmen con el casamiento, en éste con la intervención de ellos, realizando la función de huehuetes.

La segunda se desarrolla en la etapa inicial de la sexta década del siglo XX, hasta la segunda del siglo XXI, y señalada con fecha en que se imprime el presente trabajo, donde el protagonista entrevistado vierte vivencias, ya como Huehuete, señala enfático que a pesar de los cambios sociales, tales como las actividades económicas, abandono del campo, migración, influencia de la escuela, las tradiciones culturales, están en etapa de resistencia, por lo que han mutado conservando su esencia de la cultura zapoteca que se destaca por el alto respeto a los padres, el amor a los abuelos, a familiares y a compadrazgos. El comportamiento de cortesía en los diferentes eventos familiares y sociales, el respeto a la naturaleza y actividades religiosas, usos y costumbres latentes en nuestra genética cultural asimilada por milenios de años de convivencia en esta área geográfica, también denominada Patrimonio Cultural de la Humanidad.


El tema que se aborda es el evento más importante del hombre: el casamiento, debido a que ocupará entre un tercio o un cuarto del tiempo de la vida terrenal y proyecta el resto hacia la convivencia social denominada familia; etapa acreedora de la multiplicación de responsabilidades emocionales, sociales, jurídicas y morales para quienes la integran, especialmente en este siglo XXI donde consolidar una familia dignificando a cada uno de sus integrantes, anteponiendo los cónyuges el bienestar individual de ambos por amor a la familia.


La familia es la institución natural más antigua que viene de la mano con la humanidad, por consiguiente ha evolucionado con ésta en las siguientes etapas:

Consanguínea: Cuya característica principal fue la promiscuidad absoluta, el parentesco solo es considerado por la línea materna.

Punalúa: Esposas y esposos de diferentes clanes sin particularizar parejas.

Sindiásmica: Forma de aparejar a las personas sin que vivieran juntas, con la decisión de separarse de cualquier miembro de la pareja.

Patriarcal: Autoridad absoluta del hombre quien contraía matrimonio con varias esposas.

Monógama: familia considerada de la sociedad civilizada entre un hombre y una mujer con cohabitación exclusiva y consanguinidad independiente.


La integración actual de la familia y el simbolismo que le acompañan, elementos tangibles e intangibles que hacen su consolidación como compromiso de los participantes inmersos en la sociedad con legados de la cultura zapoteca, cuya evolución se manifiesta en diálogos consuetudinarios a la pregunta sobre el estado civil de un ciudadano o ciudadana, al responder “casado(a) por la tres leyes, ante Dios, los hombres y por la ley de los hombres”; Indicando que su compromiso lo ha asumido en el plano espiritual con las normas religiosas respectivas a su profesión de fe, la participación armoniosa de ambas familias y en apego a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con el propósito de crear un ambiente propicio para el desarrollo de los seres que integran este núcleo social.


Los preparativos, organización, invitaciones y contratación de los servicios, presencia de la familia, familiares y amigos de ambos contrayentes al matrimonio, el ambiente de alegría, abrazos, regalos, música, alimentos especiales, sonrisas y parabienes construyen la fortaleza del cuerpo, alma y espíritu de cada integrante de la nueva familia que inicia su proyecto de vida fortaleciendo así el compromiso. A modo de ilustración sobre el concepto del compromiso, lo abordo con el rico guisado llamado “higaditos” cuya integración del tomate, miltomate, ajos y cebollas, predomina la carne y los huevos, el primero generalmente era de cerdo, pero en la actualidad ha sido sustituido o combinado por el de pollo, resumiendo: para elaborar el rico platillo de “higaditos” las gallinas ayudaron y el cerdo se comprometió.


Poseedores de una gran herencia cultural construida por más de diez milenios, una de las seis culturas más antiguas del mundo, la de México que incluye a la estirpe zapoteca, en ella existen hombres importantes selectos entre los ancianos, a quienes se les denomina en la lengua materna Bets gul, que traducido al español significa “el Hermano mayor” y Huehuete en la lengua náhuatl. Actualmente es conocido con el segundo nombre, por lo tanto la identificación del presente material es con ese título. En el Huehuete recae la responsabilidad del buen desarrollo del pedimento de mano o casamiento, ya que en cada momento del proceso recalca los consejos a los actores de este importante evento. Por lo tanto el Huehuete es la síntesis de la herencia cultural prehispánica acerca de la cosmovisión de la cultura zapoteca que aunada a los conceptos hispánicos se amalgaman haciéndolo realidad en la vivencia comunitaria, fenómeno denominado: religiosidad popular (RP).


Este sencillo trabajo sale a la luz con el fin de ser un medio de información para las diversas generaciones, como un instrumento portador de nuestra herencia cultural intangible, generada y entregada por nuestros ancestros como COSTUMBRES, que se nos muestran con un conjunto de ritos.

Los ritos sociales toman la máxima importancia por el valor otorgado de generaciones anteriores, con los gestos sinceros desde el recibimiento, atención y agradecimiento de quienes comparten la dignificación merecida a la mujer, su familia e invitados.


El desarrollo de un evento social, con influencia de las costumbres va más allá del momento, significa que cada uno de sus integrantes toman parte activa en el acontecimiento, haciendo uso de lo que saben, porque lo han vivido desde el seno materno, infancia y adolescencia, pues siendo bebés estuvieron con sus padres en las diversas fiestas, defunciones y dejadas de cruz después de los novenarios. Por ejemplo, alguien pregunta: “–¿Ya tienen los cohetes? ¿Quién los quemará? ¿Quién se los entregará? ¿Dónde están?” Si ya los tienen pregunta por alguna otra cosa, por lo regular piensa en los elementos que no los tienen a la vista, pero siendo importantes no deben de faltar: el copal, el brasero, las velas, el mezcal, las copitas, etc. Y en caso de que falten se ofrece para conseguirlos. Si lo tiene lo presta inmediatamente, es decir “son comedidos”, en el entendido que está presto para servir incondicionalmente, aportando su conocimiento cultural para “que nada falte”. Es por eso que los eventos por costumbres “salen bien”, debido a que todos se preocupan por todos y todo, acciones que son de admiración de propios y visitantes.


Por lo tanto la participación individual, poniendo al servicio de la comunidad la experiencia en cuanto al desarrollo de los ritos, intervenciones, rango de ubicación de la presencia de los familiares, amigos, invitados o visitantes, medidas y materiales de aporte para la elaboración de alimentos especiales, o entregas a personalidades, adquiere un valor incalculable que permite al zapoteca realizar su espíritu de convivencia y servicio.


La música es elemento importante en una festividad pues hace vibrar las fibras del subconsciente humano dejando aprendizajes significativos en toda etapa humana, pero sobre todo es determinante para los novios. Los instrumentos musicales han sido utilizados para estos eventos de acuerdo a la época. Desde los silbidos emitidos con la boca, conchas, flautas, el teponaxtli, cántaro, guitarra y los de ejecución en las bandas filarmónicas, se incluye al “tocadiscos” de manivela, con sus agujas múltiples veces intercambiadas al brazo portador del amplificador que, sobre el círculo de carbón y calculando las revoluciones con su manivela, impulsa el experimentado operador, para transmitir las melodías del momento a la bocina cónica colocada en un árbol, o sujeta a una viga del techo de la casa, hasta los equipos actuales de sonido electrónico de alta fidelidad.


Las actitudes humanas cambian durante diversas épocas atendiendo a los factores del entorno. Por ejemplo: recuerdo que los adultos allá por el año de 1960, consideraban que bailar hombre y mujer entrelazando los cuerpos con los brazos, de acuerdo a la música, era lo máximo, y el baile separado, excepto el tradicional Jarabe del Valle era cosa de locos, debido a las contorsiones de los bailarines al compás acelerado de la música de moda, pasando por la tropical y hasta llegar a los ritmos tales como rock and roll, twist, etc.


El Huehuete, también se adapta a las posibilidades económicas y el uso de los instrumentos que utilicen los músicos o ejecutores de los equipos de sonido que se encuentren en esos momentos poniéndose de acuerdo con los directores u operadores.


Los Huehuetes se caracterizaron por ser personas adultas, con una experiencia y sabiduría en su comportamiento como esposo, responsable en el matrimonio, así como en los compromisos que contraían, pues durante los eventos a desarrollar ingerían bebidas embriagantes, pero solamente las protocolarias, ya que su sobriedad era y es determinante para tener un buen fin en los compromisos.


Por esta labor de intercesión es importante reconocer el empeño de los señores: Hilario Antonio, Silvano de los Santos y Porfirio Ramírez Antonio, finados, quienes fungieron como Huehuetes muy conocidos en la ciudad de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.


Todo lo descrito con anterioridad será abordado para entender el comportamiento social que se observa en las fiestas del Valle tlacolulense y partes de la Sierra donde la cultura zapoteca ha llegado.

Además observaremos detenidamente que la cultura prehispánica tiene su proceso de inculturación de la española.

 

 

Froylán Pérez López

 





LIBRO HOMENAJE A GUADALUPE ÁNGELA: TAL VEZ LA NOCHE DESCIENDA POR EL LÁPIZ

La escritora Guadalupe Ángela falleció en 2020, a una edad muy temprana, sin embargo ya había escrito una variedad de temas literarios, tanto de ficción como ensayísticos, había hecho carrera académica y administrativa dentro de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. En la acreditada Colección bibliográfica "Las 15 Letras" del Instituto de Investigaciones en Humanidades–UABJO, su director Francisco José Ruiz Cervantes decidió apoyar la edición de un libro homenaje para la profesora universitaria. El presente volumen es el que hoy presentamos. Su portada es la siguiente.


Le correspondió la "Letra Q" dentro de la segunda serie de esta Colección bibliográfica universitaria. Como verá el lector, le pusimos un "copete" punk porque Guadalupe Ángela vivió con intensidad en sus años mozos este movimiento social y cultural. Una silueta de pestaña en el lado derecho enfatiza su condición de mujer. La cromática negro y gris plata obedecen al mismo estilo estético de aquel movimiento contracultural.  
Enseguida pondremos el índice, un par de fotos y el texto de la presentación del volumen, que puede conseguirse en la sede de Humanidades de la UABJO, si bien es una edición de tiraje pequeño. Va pues esta novedad editorial que recoge la vena literaria de nuestra estimada Guadalupe Ángela.



Va el índice:



Finalizaremos esta reseña con la reproducción del ensayo con que el libro introduce al lector la vida y obra literaria de Guadalupe Ángela, a quien aquí vemos con su hija.





Introducción

Margarita V. Salazar Canseco

Jorge Pech Casanova

Carlos R. Sánchez Silva







Mucho más

allá de mi ventana

mi esperanza jugaba

a una flor, a un jardín,

como esperando abril



Silvio Rodríguez





I



Algunos acontecimientos del año de 1969 causaron tal efervescencia social que iban a definir el sentido de la historia durante muchos años subsiguientes. A la escritora Guadalupe Ángela Ramírez Victoria le tocó nacer en los primeros días de aquel año, el 4 de enero. La hija de Lázaro Manuel Ramírez Cortés y Guadalupe Tomasa Victoria de Ramírez no se enteró, pero antes de dos semanas de su primera respiración, la banda creadora del Heavy Metal, Led Zeppelin, había concluido su primer disco, que aparecería el 12 de ese mes. Tampoco sabían John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, que estaban por concluir el mes con el último concierto de los Beatles en Londres, improvisando un escenario sobre el techo del edificio Apple. La cultura del mundo también fue transformada ese año por dos sucesos: la llegada del primer vehículo tripulado por seres humanos a la luna, el 31 de julio, y un par de semanas después, del 15 al 18 de agosto, el festival de rock de Woodstock, donde el canto desgarrado de Janis Joplin iba a permanecer en la memoria de la multitud junto con las melodías ácidas de Jimi Hendrix y la inesperada secuencia de la ópera rock Tommy, de The Who, en los mismos días en que resonaron las voces de Joan Baez y Joe Cocker ante los miles de hippies reunidos en los campos.

En la tranquila ciudad de Oaxaca de Juárez, la niña Guadalupe Ángela no se enteraría de esos sucesos sino hasta años más tarde. En su casa del barrio de La Noria, en los confines del centro histórico, ella y sus tres hermanos han de haber crecido con la música tradicional, si acaso con el rocanrol en español, edulcorado, que la radio privilegiaba en la década de 1970.

La educación de la niña Ramírez Victoria comenzó en la escuela primaria “Vicente Guerrero”, muy cercana a su hogar, donde estudió del primero al tercer año. Ahí la conoció su futura amiga Vilma Huerta. Sin embargo, la niña Guadalupe se cambió de escuela en el cuarto año, y concluyó la primaria en el recién construido colegio urbano federal “27 de Septiembre”. La escritora consideraba que en esa escuela comenzó su formación literaria, gracias a su profesor Enrique Ramírez, a quien le dedicó el cortometraje Sí a la poesía, que ella escribió y cuya dirección confió al realizador Alex Sérbulo en 2017. En ese video documental, la poeta recordaba que cuando ella tenía doce años murió su hermana mayor, lo cual devastó a su familia. Alguien le recomendó a su padre que enviara a los hermanos sobrevivientes, Lázaro, Guadalupe y María del Carmen, a un curso de psicología que la Universidad Benito Juárez abrió para el público en general. La adolescente y sus hermanos sólo asistieron al curso unos meses, pues su padre, al enterarse de que el instructor era en realidad “esoterista” y enseñaba a sus estudiantes cosas como la magnetización de objetos, prohibió a sus hijos acudir allí. Sin embargo, animada por aquel instructor, Guadalupe Ángela comenzó a leer un libro que consiguió prestado con una vecina: Papillon, la crónica de Henri Charrière sobre sus experiencias en una colonia penitenciaria francesa, aparecida el mismo año en que nació la niña Ramírez Victoria.

La doctora Vilma Huerta, amiga de Guadalupe Ángela desde la infancia, recuerda que se reencontró con su compañera de la primaria en el Colegio de Bachilleres de Pueblo Nuevo. Las dos jóvenes, junto con Araceli, la hermana de Vilma, fueron muy unidas y frecuentaron juntas las escasas diversiones que había en la ciudad: patinar en el paseo Guadalupe-El Llano (el parque más amplio de entonces, donde llegó a haber un pequeño zoológico) y recorrer las calles del centro en bicicleta. Guadalupe Ángela, retadora, usaba para esos paseos una camiseta en cuya espalda había pintado el letrero “Sígueme”. La doctora Huerta recuerda que por entonces su amiga comenzaba a dar muestras de una inconformidad con la vida provinciana que la llevó a adoptar el atuendo “rocker”: portaba chamarras con estoperoles, mallas de red y botas altas de grueso tacón.

Incitadas por Guadalupe, las hermanas Vilma y Araceli gustaban de acudir con ella a una fuente de sodas donde adquirían cerveza de raíz y, fingiendo que contenía alcohol, la bebían ostensiblemente para retar la vigilancia policíaca, cuyas reprimendas evadían luego con burlas. Otra diversión preferida de las jóvenes era acudir a los bailes del salón “Candela” y a la discoteca “Jockey”, en la cual estaban instaladas unas jaulas elevadas en cuya altura exhibían las tres muchachas sus habilidades dancísticas.

Por entonces, la joven Ramírez Victoria concibió la inquietud de viajar por el mundo. Entendió que su medio para lograrlo era aprender lenguas extranjeras, por lo cual se inscribió junto con sus amigas al Centro de Idiomas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Fue el comienzo de la relación que la autora sostendría toda su vida con ese centro de estudios. En ese ámbito, Guadalupe Ángela decidió que para aumentar sus conocimientos necesitaba hablar con personas del extranjero; por eso animaba a sus amigas a visitar el zócalo de Oaxaca, donde conversaban con los visitantes que allí concurrían, sin importarles que las llamaran “Gabacheras”. Querían saber del mundo más allá de la provinciana Oaxaca.

Las muchachas iban acercándose a la vida adulta. Un signo de su cada vez mayor audacia fue sustituir sus bicicletas por motonetas, gesto inusual para las jóvenes en esa época: Guadalupe Ángela conducía una Vespa Ciao, y su amiga Vilma, una Chispa Carabela. Después de los bailes, de madrugada, daban una vuelta por el zócalo con sus motos antes de retirarse a dormir.

Desde esa época, recuerda la doctora Huerta, Guadalupe Ángela era una lectora ávida. Por ello, no era fácil ser su amiga, pues exigía que sus amistades adoptaran sus inquietudes intelectuales además de acompañarla en sus diversiones. A la joven Vilma, Guadalupe la encauzaba en la lectura de las obras de Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Carlos Fuentes. También recomendaba con entusiasmo los libros de Henry Miller; entre sus lecturas favoritas también se contaban El lobo estepario, de Herman Hesse, y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Otro libro atesorado por la futura autora fue El tambor de hojalata, de Günter Grass, obsequio de un visitante alemán.

Al concluir la preparatoria, Guadalupe Ángela se fue a la ciudad de Puebla a estudiar la licenciatura de Enseñanza de Lenguas Extranjeras en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Allí compartió habitaciones con otra joven oaxaqueña, María Azcona. A Oaxaca regresaba en las vacaciones para refugiarse en el mar, en Puerto Escondido, pues, como le subrayaba a su amiga Vilma, “cuando voy a la playa, vivo al cien”.

Mientras Guadalupe Ángela estudiaba en Puebla, su hermano Lázaro, más inquieto aún, se fue a vivir a Chicago. Allí se estableció, trabajando sin papeles en bares y sitios afines. Al igual que su hermana, Lázaro disfrutaba los viajes, y su trabajo en Estados Unidos le permitía ahorrar lo suficiente para satisfacer sus anhelos. Además, se había relacionado con el ambiente bohemio de la ciudad, en el cual probaba sus dotes artísticas. No tardó en invitar a su hermana para que experimentase la vida en el extranjero, y así, Guadalupe Ángela pudo cumplir una de sus metas: vivir en el país vecino.

A su regreso de Estados Unidos, Guadalupe Ángela conoció a un joven de Oaxaca que se convertiría en uno de sus mejores amigos: Boris Loredo, quien regresaba de estudiar arte en la Ciudad de México. El encuentro ocurrió hacia 1991 e impulsaría la creatividad de ambos. Por entonces, Guadalupe Ángela dibujaba, escribía y confeccionaba objetos que decoraba con su escritura y dibujos. Más tarde, cuando la joven pudo viajar a Berlín con una beca, la asidua correspondencia que sostuvo con Boris Loredo y su pareja de entonces, Eduardo Garza, no sólo constaba de cálidos mensajes y descripciones de sus viajes, sino incluía casetes con la música que llamaba la atención de Guadalupe Ángela, y sobre todo, elaboradas postales que ella confeccionaba, dibujaba y decoraba con impresos, fotografías y otros objetos recolectados en Berlín, donde trabajaba y estudiaba, así como en algunas ciudades de Portugal que visitó durante sus vacaciones. Cuando estuvo de vuelta en Oaxaca, el primer texto que Guadalupe Ángela publicó en una revista local –el cuento titulado Corazones pintados– fue una narración en torno a la vida de su amigo artista.

Boris Loredo conserva esas misivas y ha permitido reproducir las más significativas en este volumen. Con ellas podemos conocer un aspecto poco difundido de la creatividad de Guadalupe Ángela, quien a lo largo de su vida eligió definirse como poeta, sin embargo, también experimentó con otras artes como las visuales o inclusive la escultura, como lo prueba una urna en cerámica que le obsequió a su amigo Boris.

Durante la década de 1990 Guadalupe Ángela estudió, viajó y disfrutó de la vida cuanto pudo. Para finales de ese decenio ingresó a trabajar en el Centro de Idiomas de la UABJO a invitación de la académica Ángeles Clemente, como profesora de español para extranjeros. El trabajo le permitió conocer a diferentes personas a quienes más tarde visitó a su vez. La joven profesora mantenía su existencia bohemia y era conocida por su apego a la bicicleta como medio de transporte, en la cual iba y venía por la ciudad. En 1996, tuvo uno de los encuentros más significativos de su vida: comenzó su relación con la poeta Rocío González. Guadalupe Ángela lo narró así en un texto que le dedicó muchos años después, cuando su amiga y mentora estaba a punto de fallecer por un tumor canceroso:

Conocí a Rocío en 1996, en la Casa de la Cultura de Oaxaca. Dirigía un taller de poesía y de creación. […] Fue mi primera maestra de estudios literarios. Aunque no estuviéramos en una universidad o escuela, ella nos describía detalladamente el panorama de la literatura mexicana, así como los gestos del lenguaje literario que intentábamos reproducir en nuestros primeros textos.



La amistad entre Guadalupe y Rocío se extendió durante los 23 años que le restaban de vida a la poeta nacida en Juchitán en 1964. Así lo demostró Guadalupe Ángela al organizarle un homenaje en el año 2019, cuando la poeta Rocío estaba a punto de ser derrotada por el cáncer. En esa ocasión, Guadalupe rememoró otra de sus experiencias formativas en el taller de poesía de Alberto Blanco, a quien el escritor Manuel Matus Manzo invitó a impartir un taller en el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. En el taller (que resultó decisivo para muchos autores oaxaqueños) Guadalupe Ángela y Rocío González coincidieron de nuevo.

En 1998 Guadalupe Ángela participó en otro taller de poesía que se impartió en el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO, bajo la conducción de Jorge Pech Casanova. Al finalizar ese curso, la autora convenció a sus compañeros para publicar una plaquette de poemas con la cual fundó un proyecto que iba a retomar en diferentes épocas, a fin de dar a conocer su obra poética: Editorial A Mano. El delgado folleto verde, como su nombre lo indicaba, impreso mediante fotocopias, fue encuadernado con cartulina por sus propios autores. Desde su época de viajera en Portugal, la autora había participado en ediciones colectivas, como lo muestra la página de un libro que envió a Boris Loredo desde Algarve, en el cual publicó dos breves y bellos poemas en portugués.





As córes



Recolhes o azul de madeira do mar

tarde da costa alta

o branco mexe meu vestido

olho-te

construir teu próprio barco

a neblina apaga o horizonte

partes no cinzento

e chove.



Correio



Roda a chave da minha existéncia

o moinho de ansiedade

abre os envelopes de teu siléncio



Tu voz, o sonho duma Caixa de prata.





Los colores



Recoges el azul madera del mar

anochece en marea alta

el blanco mece mi vestido

te oigo

construir tu barco

la neblina apaga el horizonte

partes al ceniciento

y llueve.





Correo



Gira la llave de mi existencia

un molino de ansiedad

abre los pliegues de tu silencio



Tu voz, el sueño de una caja de plata.





Un gran cambio aconteció en la existencia de Ángela con el inesperado nacimiento de su hija Abril Artemisa Kurzmeyer Ramírez en 2003. El suceso transformó a la escritora y profesora. Abandonó la vida bohemia para concentrarse en el cuidado de su hija y en la escritura, como lo prueba la publicación, al año siguiente, de su primer título individual de poesía: Hiedra de luz, bajo el sello de Editorial A Mano, creado por ella seis años antes.

En los años que restaban de esa década, Guadalupe Ángela combinó sus tareas de madre con sus estudios. Desde 2001 había ingresado a la Maestría en Literatura Mexicana que se impartió en el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO, y egresó con la primera generación que se graduó en 2004. La autora se tituló varios años después con una tesis sobre Incurable, de David Huerta, para la cual contó con la asesoría de la poeta Rocío González. Posteriormente, en 2011 y 2012, Guadalupe Ángela sería profesora invitada en la licenciatura de Humanidades que hasta la fecha sostiene el IIHUABJO, como docente de la materia de Comprensión y Traducción de Textos en Inglés.

En los años en que estudiaba la Maestría, la escritora experimentó con otras manifestaciones artísticas. En 2003 colaboró con la cantautora Ana Díaz y el músico Julio García para componer la canción “Aquí”, incluida en el disco La vida que comienza, de Ana Díaz. Al año siguiente, la poeta y la cantante compusieron la canción “Nubes de junio”, incluida en el disco del mismo nombre. Pasaría más de una década para la siguiente y última colaboración de Guadalupe Ángela con Ana Díaz: la canción “Sauces llorones”, que forma parte del disco La ruta de los peces, de 2017.

A partir de 2007 y hasta 2012 la poeta se sumó a la dirección colectiva de la revista oaxaqueña de reflexión y arte Luna Zeta, junto con Abraham Nahón, Juan Carlos Cruz, Judith Romero, Gerardo Escalante y Jorge Pech Casanova. Uno de los muchos resultados del trabajo conjunto fue la publicación de la antología Oaxaca. Siete poetas, en coedición del colectivo Luna Zeta con la editorial Almadía, recopilada por Pech Casanova, a la que contribuyeron la propia Guadalupe Ángela, Abraham Nahón, Gerardo Escalante, Efraín Velasco y Luis Amador, entre otros. El volumen alcanzó dos ediciones, con presentaciones de Raúl Renán y Rocío González. Mientras tanto, Guadalupe Ángela siguió escribiendo poesía hasta conjuntar en 2009 su volumen Conchas donde guarda la jacaranda sus semillas, que imprimió en ese año la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Oaxaca. El libro destaca no sólo por la solvencia poética de su autora, sino por el homenaje que le rinde a su hermano Lázaro, quien falleció en 2005 en la ciudad de Oaxaca. En 2009, asimismo, la poeta se reencontró con el editor Jesús Rito, a quien había conocido en el taller del IIHUABJO en 1998. En el sello Pharus, de Rito, Guadalupe Ángela difundió su breve compilación cuchillitos, minicuentos –cuya portada la ilustra una fotografía del artista visual Boris Loredo–. Con ese volumen comenzó el cultivo de la minificción, que después la llevaría a escribir relatos más extensos.

Pese a sus logros literarios y académicos, la autora estaba insatisfecha con su desarrollo profesional. Así que para 2011, aprovechando que era tiempo de elecciones académicas, Guadalupe Ángela formó una planilla para organizar una campaña electoral con la que se presentó como candidata a directora en 2012. Su campaña imaginativa, honesta y renovadora la colocó en la dirección de la instancia educativa. A partir de su ingreso a la dirección de la Facultad, la maestra Guadalupe Ángela, en los cuatro años que la dirigió, creó la maestría en Lengua, Literatura y Traducción, sentando las bases para el doctorado en Estudios Críticos del Lenguaje que ella misma habría de cursar hacia el final de su vida. Además, fundó la revista de la Facultad Blanco y Negro, cuya publicación han sostenido sus sucesores en la dirección del centro de estudios.

Durante su gestión, la escritora atrajo a la Facultad a destacados académicos-escritores, además, fomentó las artes visuales al encomendar al colectivo de pintores Bicu Yuba la creación de murales en los edificios de la Facultad. Y con tan intensa actividad en la institución, Guadalupe Ángela se dio tiempo para publicar con la editorial Pharus el libro virtual Cartas a Santiago, en 2012. Además, en 2015, Guadalupe Ángela se unió a los autores Alba Miranda, Efraín Velasco, Adam Sederlin, Jorge Blancas Moreno y Jorge Pech Casanova para crear la revista digital de arte, literatura y psicoanálisis Kaballinsky.

La académica creyó que su desempeño al frente de la Facultad de Idiomas la haría una candidata natural a la rectoría universitaria. No contó con que las componendas que afectan a la UABJO desde 1977 la descartaban para ocupar ese puesto. Intentó presentar su candidatura al cargo, pero la imposición de un candidato oficial, sumada a la falta de apoyo de su propia Facultad, la decepcionaron. Decidió alejarse de la pugna universitaria por el poder, para concentrarse de nuevo en sus estudios, en la educación de su hija Abril y en la enseñanza, tanto en la Facultad de Idiomas como en el Instituto de Investigaciones en Humanidades. Comenzó sus cursos y talleres en que divulgó la literatura contemporánea escrita por mujeres de todo el mundo. En este esfuerzo se atrajo el apoyo de la Biblioteca “Andrés Henestrosa”, dirigida por el bibliotecólogo Freddy Aguilar Reyes, y el del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca fundado por Francisco Toledo. En esa etapa, la poeta consolidó su propia escritura: en 2011 publicó una plaquette de versos infantiles, ¡Cuidado! ¡Te cae la nube!, en Editorial Pharus; en 2012 dio a conocer la plaquette A lápiz, haikús, publicada por la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca. Al año siguiente, 2013, publicó la primera de sus obras de madurez: Poemario de las vírgenes, ilustrado por la pintora Siegrid Wiese, con el sello personal de la poeta, Editorial A Mano. Además, Ángela y Siegrid colaboraron con los videoastas Tarick Gracida y Paul Mijangos, y con el compositor Julio García, para realizar ese mismo año el cortometraje Poemario de las vírgenes.

En 2014 Guadalupe Ángela se encontró con quien sería su compañero por el resto de su vida, el profesor universitario Jesús Antonio Martínez Carrasco. Como directora de la Facultad de Idiomas, ella impulsaba en el Departamento de Español para Extranjeros un proyecto para hacer un libro de español como segunda lengua. En ese departamento trabajaba el profesor Jesús Antonio. Al siguiente año, en mayo, Guadalupe Ángela y Jesús Antonio comenzaron su relación. Testimonia la importancia de ésta uno de los poemas más personales de la escritora el cual carece de título y va dedicado sencillamente “Para Antonio”. Dicho poema apareció publicado en La alquimista, de 2015, libro ilustrado con collages del escritor, artista visual y cantante de ópera César Mayoral. Guadalupe Ángela compuso ese volumen de poesía mientras continuaba con sus cursos y proyectos académicos. Imprimió el libro la empresa 1450 Ediciones, de Mario Lugos y Cuauhtémoc Peña, que en 2019 editaría el último de los volúmenes individuales de la poeta.

En junio de 2017, Guadalupe Ángela tuvo que lidiar con un cáncer que amenazó su vida. Con gran entereza sobrellevó el tratamiento hasta apartar la enfermedad. Pese a la dolencia, había logrado alcanzar una etapa de gran productividad literaria y académica. En esos años comenzó a escribir su tesis de doctorado, que concluiría en 2019: “El misterioso mar, el lenguaje poético de Edward Hirsch”, investigación académica con la que obtuvo el grado de Doctora en Estudios Críticos del Lenguaje por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.

Fiel a sus principios, se trasladaba por la ciudad en bicicleta, y le gustaba vivir en sitios con historia. Vivió muchos años en el barrio de Jalatlaco, en una pequeña privada que compartía con la cantante Ana Díaz y otros artistas; luego rentó un departamento en la calle de El Punto, en el barrio de La Soledad. Mientras fue directora de la Facultad de Idiomas, vivió en una casa de la colonia Pintores, detrás de la antigua estación del ferrocarril. Y al final de su vida, en una casa de la Cerrada de la Calzada Porfirio Díaz, en la colonia Reforma. Antes de fallecer, la poeta legó su biblioteca con más de mil títulos a la Facultad de Idiomas que la vio crecer.

Continuando sus viajes por el mundo, en parte para reponerse del duro tratamiento anticancerígeno, en 2017, en Portugal, Guadalupe Ángela entró en contacto con la traductora Ángela Massotti y un grupo de artistas visuales para preparar su obra más ambiciosa: Zarpamos, antología personal, que tuvo dos ediciones bilingües: la primera en español e italiano, en 2018, y la segunda en español y alemán, en 2019. Ambas fueron publicadas por el centro cultural Cento Lumi, en Italia y se presentaron en la Embajada de México en Roma. Ilustraron la publicación las artistas mexicanas e italianas Gilda Genis García, Mercedes López, Ivonne Kennedy, Giorgia Madiai, Paola Marchi, Argelia Matus, Gloria Medina, Renata Otfinowska, Francesca Pieraccini, Magdalena Rantica, Paola Reséndiz, Sandra Rigali, Beatriz Russek, Caterina Salvi, Ana Santos, Soledad Velasco y Siegrid Wiese.

El año 2019 fue crucial para Guadalupe Ángela: el 25 de febrero organizó una lectura homenaje para la poeta Rocío González, a quien se le había agravado el tumor cerebral cancerígeno hasta causarle la muerte en abril de ese año. Poco antes, en marzo, falleció repentinamente, también de cáncer, otro de sus grandes amigos y colegas, el poeta guanajuatense José Molina, radicado en Oaxaca, con quien Guadalupe había impulsado cursos y talleres de poesía latinoamericana en la Biblioteca “Andrés Henestrosa” y en la UABJO.

El 26 de noviembre Guadalupe Ángela dio a conocer otro libro de poemas: Autorretratos de una joven bailarina, ilustrado por ella misma con dibujos y acuarelas, que apareció con el sello de 1450 Ediciones. Por esa época, la escritora instaba a los grupos con los que trabajaba en diversos proyectos, a apresurarse en las publicaciones previstas. Pocos podían adivinar que su apremio provenía de saber que sus días en la tierra estaban por culminar. Por ello, en julio de 2019 había cumplido la defensa de su tesis doctoral, aprobada con mención de honor. Enseguida, se embarcó en un nuevo proyecto de colaboración, el libro de artista La niebla en el jardín, una caja de maderas preciosas labradas por el artista Aureliano Cruz Sánchez, conteniendo poemas de Guadalupe Ángela, Gerardo Escalante, Efraín Velasco y Moisés Villavicencio, en diálogo con la obra gráfica de Mercedes López, Argelia Matus, Cristóbal Montoya y Ángel Velasco. Esta obra colectiva fue curada por la editorial Yutun Nui (Mano Creativa), al cuidado de Fernando Mondragón y Duneschka Calderón Ramírez. Aunque el proyecto sufrió demoras imprevistas en su realización, quedó concluido en los últimos días de enero de 2020. Por ello, la poeta, a inicios de febrero, pudo conocer la que sería su última publicación en vida, el micropoemario Dos obreros.

El primer día de febrero, en la biblioteca “Andrés Henestrosa”, los amigos de Guadalupe Ángela celebraron una lectura para desearle pronta recuperación. Sin embargo, siete días más tarde, el 8 de febrero de 2020, Guadalupe Ángela Ramírez, la poeta, la pintora, la académica, la promotora cultural, falleció en la casa que rentaba en la colonia Reforma de la capital de Oaxaca. El 4 de enero había cumplido 51 años de edad. El concierto-lectura del 16 de febrero que habían organizado Ana Díaz, Siegrid Wiese y Óscar Javier Martínez a beneficio de la poeta, sirvió para pagar su funeral. Se convirtió en el primer homenaje luctuoso que ella recibió de la comunidad artística de Oaxaca.



II



El Instituto de Investigaciones en Humanidades busca con la presente publicación dejar una sucinta constancia de la obra y la vida de una autora, Guadalupe Ángela Ramírez Victoria, quien a pesar de sus muchas producciones, creaciones y viajes, mantuvo una discreta presencia en la ciudad que modeló su vida. El constante ir y venir que caracterizó a la poeta Guadalupe Ángela dificulta el recuento de sus días en la tierra, pero los textos reunidos en este volumen quieren servir como primer memorial de su legado literario.

Los compiladores de este libro hemos dispuesto su contenido respetando, en la medida de lo posible, una primera selección realizada por la misma Guadalupe Ángela y facilitada por su pareja, Antonio Martínez Carrasco. A esa primera compilación hemos sumado el que muy probablemente sea su primer cuento publicado: “Corazones pintados” –lo suponemos porque aun firmaba con su nombre completo, lo que indica que aún no se asumía como la creadora que llegó a ser–. Cuento dedicado a su amigo el artista plástico Boris Loredo, quien amablemente lo facilitó para esta publicación. Cabe señalar que sólo guarda el recorte de este texto, por lo que no sabemos la fecha ni el nombre de la revista donde fue publicado. Asimismo, Boris Loredo nos facilitó el poema titulado “El número 33”, que es un mecanoescrito de la autora, e igualmente, dedicado a su amigo el día que cumplió los simbólicos 33 años de edad. Así también, incluimos en este compendio, la letra de las tres canciones que hizo en colaboración con Ana Díaz: “Aquí”, “Nubes de junio” y “Sauces llorones”.

De igual forma, hemos dividido esta antología en cinco secciones para mostrar un mejor acercamiento a la obra de Guadalupe Ángela. La primera sección, titulada “Vida y Obra” contiene dos testimonios biográficos: uno de Vilma Huerta y otro de Boris Loredo, quienes revelan pormenores desde su primera infancia hasta sus últimos días. La sección II. “Ensayos Críticos”, la conforma un conjunto de textos académicos que permiten asumir una mirada crítica a la obra literaria de la autora. El doctor Raúl Eduardo González realiza un recorrido por la poesía de esta autora mostrándonos la poética de Guadalupe Ángela y da cuenta de cómo “A veces de manera directa, a veces en la alegoría o en la divagación surrealista, sus experiencias, recuerdos y meditaciones aparecen en sus versos, de modo que, más allá de la variedad formal y de tono que desarrolló, su obra muestra una singular unidad, en íntima relación con su vida. […] Sin duda que no le resultó fácil: […] legando una obra en la que el gozo del lenguaje, la celebración de la belleza y las tribulaciones de la condición humana encuentran un digno lugar, en virtud de la dedicación, la sensibilidad y el conocimiento”.

En su análisis de un libro central de Guadalupe Ángela, Poemario de las Vírgenes, la maestra Margarita V. Salazar Canseco y la doctora Diana Isabel Hernández Juárez demuestran cómo la autora “concibe, en sus veintiséis vírgenes, a un yo poético que le permite transitar y trasmitir libremente, con un alto sentido del humor, […] [además de] configurar una poética con características feministas, por la exploración y libertad que recrea para las mujeres en sus versos, por el canto a la vida, al amor y al desamor, con un elevado nivel de la subjetividad, que incluye el consciente y el inconsciente, que permite un juego de desplazamientos entre la representación y la diferencia; la presencia y la discontinuidad; la autenticidad y la simulación. Así sus poemas son una invitación a las mujeres para disfrutar, para reír de los sufrimientos y para estar siempre en movimiento”.

Otro rasgo que se analiza en este volumen es la composición de haikús que realizó la poeta. Al respecto, la maestra Natalia de la Luz Romero Castellanos nos indica en su estudio: “es mediante su creación poética como Guadalupe Ángela nos enseña distintos modos de apreciación de lo tradicionalmente entendido como artístico, y en este sentido es que reside el concepto de libertad […]: la poesía se transforma en un escape gozoso, directo, fluido e incluso divertido y alegre hacia la libertad. Por tanto, un cuerpo puede convertirse ahora en un pedazo de papel, y la luz en la autora que busca plasmar sobre la piel que lo recubre las sensaciones que ella misma experimenta cada día, con el nacimiento del sol hasta el atardecer”.

Por su parte, la doctora María Guadalupe Flores Grajales presenta un acercamiento a la obra narrativa de Guadalupe Ángela. La contribución de esta académica al presente volumen nos deja observar que “lo que caracteriza y le otorga valor estético a la poética narrativa de Guadalupe Ángela es la representación de una poética vital, original y sin dejar de lado el poder de asombro que genera en sus lectores. [...] textos cuyos componentes creativos se basaron en la concepción lúdica espacio-temporal, en el manejo del lenguaje poético, metafórico, lleno de alegorías, alusiones, paradojas y finales fractales y polisémicos”.

La sección III está formada por la “Antología de poesía y prosa”, que es el centro de esta compilación. En este apartado se incluye parte de los poemas, narraciones y canciones que la escritora reunió en libros, revistas y ediciones electrónicas. La poeta se ocupó de difundir muchas obras suyas en medios electrónicos, lo cual facilita por una parte su localización, pero dificulta establecer en qué fecha y lugares los realizó y publicó originalmente.

En la siguiente sección, la IV, se reúnen cinco testimonios de amistad de las creadoras y editoras Araceli Mancilla, Enna Osorio, Siegrid Wiese, Zinthia Fuentes y Duneshka Calderón, quienes nos ofrecen su cálida remembranza de la poeta, mentora, promotora cultural y feminista que fue Guadalupe Ángela. Y, por último, la sección V incluye un dossier iconográfico proporcionado por Zinthia Fuentes, Antonio Martínez Carrasco y por el artista visual Boris Loredo, quien nos dio acceso a un invaluable archivo epistolar, fotográfico y artístico que posee sobre la poeta y del cual sólo podemos reproducir una brevísima muestra.

Asimismo, agradecemos la contribución solidaria de las artistas Ivonne Kennedy y Siegrid Wiese, y del escultor Luis M. Acuña, sin cuya generosa aportación este volumen no tendría contenidos imprescindibles que, gracias a su ayuda, fue posible integrar. También agradecemos a Isabel Martínez Tello la transcripción de las entrevistas que constituyen la sección “Vida de poeta”.

Cierto es que la muerte de Guadalupe Ángela nos ha reunido para hacer este libro. Cierto es también que su muerte ha sido el pretexto para analizar, valorar y acercarnos a su obra. Tan cierto es como el hecho mismo de que esta autora con sus escritos pasó a formar parte de la vida intelectual, cultural, artística y académica de Oaxaca, y que ahora nos congregamos a homenajearla. Y, cierto es también que Guadalupe Ángela fue la ciclista incansable, la dedicada madre de Abril Artemisa, la lectora apasionada, la profesora de tantas maneras de crear, la viajera, la dibujante, la poeta, la amante de la vida, la mujer. Para rememorarla nos afianzamos en sus poemas y narraciones, atestiguando que su vocación creativa permanece en sus letras, en sus imágenes y en nosotros mismos.





Oaxaca de Juárez, año de la pandemia, 2020.