lunes, 28 de noviembre de 2016

Nacer y renacer en la Triqui. Historia de vida de Juan Domingo Pérez Castillo

Salió a la publicación un relato biográfico de un personaje significativo en la historia contemporánea del pueblo triqui: don Juan Domingo Pérez Castillo.
El autor de este volumen es Carlos Moreno Derbez, hombre que ha vivido muchos años en Oaxaca y conoce mucho de su territorio y pueblos.
Para conseguir un ejemplar del mismo, le rogamos ponerse en contacto con el autor en el mail siguiente: morenoable@gmail.com
Su portada es la siguiente:


Enseguida reproducimos al texto introductorio que hace el autor. Con él podemos entender mejor de qué trata este libro, por qué se publica y quién es don Juan Domingo. Va pues este interesante texto.

Palabras Iniciales


El libro Nacer y Renacer en la triqui, se dedica a las mujeres y los hombres del pueblo triqui que han luchado por la paz de su región






La historia personal de Juan Domingo Pérez
Me une una amistad con Juan Domingo desde hace más de 25 años. Cuando lo conocí, su liderazgo en el Movimiento de Unificación de la Lucha Triqui (mult) tenía, como hoy, una gran vigencia y su voz, dentro de la dirección colectiva de ese organismo, ha pesado con fuerza pronunciándose por la determinación reiterada de lograr lo que se propusieron desde hace más de 40 años para su región, para su pueblo.
La idea de desterrar el cacicazgo, la explotación y la violación a los derechos humanos, siempre estuvo acompañada de la integración, la unidad y la lucha por medios pacíficos. Así se lo planteó el grupo originario de esta organización, con la integración de las primeras definiciones con lo que habían denominado “el Club”. Quienes se propusieron desde entonces que el territorio triqui se unifique bajo la condición de un solo distrito y que se le reintegre a San Juan Copala su categoría de municipio, como un acto de justicia que el Estado mexicano tiene en deuda con este pueblo.
El primer contacto con Juan Domingo fue gracias a la intervención de Ismael Villar Borja, “el tío”, amigo común entrañable. A partir de entonces hemos platicado de los problemas de algunos barrios, contactando con líderes naturales para tratar la problemática territorial y de la tenencia de la tierra, llevando a cabo algunos trabajos que permitieron arreglos entre agencias que tenían indefinición en los linderos, entre otros asuntos. En todas las discusiones era inevitable que surgieran imágenes de la región, con la luz fresca y brillante sobre las impresionantes montañas, y la referencia a la tristeza de sus mujeres y hombres. Tristeza por una cotidianidad dolida por la pobreza, la presencia de la muerte y los tiempos que se perdían en los rencores no resueltos, producto de las influencias de las fuerzas del poder regional y estatal.1
En los encuentros también fueron saliendo tramos de su historia personal, siempre ligada a la lucha por la unificación de su pueblo; que buscaba desde entonces su reconstitución desde la recuperación del tejido social, su historia, su memoria y su cultura. Cuando platicaba esos relatos seguramente vio que mi mirada se hacía cada vez más grande y que mis gestos eran de asombro por su capacidad de sobrevivencia; de simpatía por la valentía de sus definiciones o de preocupación por la coyuntura actual de la situación que ha estado viviendo.
Cuando le pregunté que si ya había escrito tal cantidad de anécdotas y de reflexiones sobre su lucha personal, me comentó que no lo había hecho pero que era conveniente escribirlo para constatar que la dirección colectiva del mult siempre luchó por la vía política; y que al formar el partido de Unidad Popular (pup) con Beto Pazos, el mensaje sería más claro todavía. Así desde el mult se integra un partido para que, de esta forma, se entienda que el mensaje de la lucha es por una vía en donde la violencia no tiene cabida.
Con la confianza de la amistad, me propuso realizar este trabajo con la idea de dejar en claro que la lucha de los triquis, de los que están honestamente interesados en otro tipo de vida para ese pueblo, necesitan conocer de viva voz de uno de sus protagonistas la manera en que se fue construyendo el trabajo y se alcanzaron avances para la región. “Quiero dejar mi libro para que los jóvenes vean cómo se dio nuestra lucha y sepan que los triquis no somos violentos, sino que luchamos siempre por nuestra autonomía y nos hemos defendido de los caciques y de los malos gobiernos.”
Fue entonces que nos dimos a la tarea de sentarnos en la casa de la cultura Triqui, que ocupan desde hace más de 30 años, con su hija Bety y con la compañera Emelia Ortíz, luchadora de los derechos de la mujer, a organizar el registro y llevar a cabo las grabaciones. Y así, disfrutando de la tortilla enchilada, a (chala’ya), alimento para ocasiones de ritual como Todos Santos, entre frutas de la región, pepitas, cacahuates, y refrescos, pasaban las horas llenas de buen humor y de sorpresas para todos. Ver que la memoria y el claro sentido de su preocupación por la vida pesaban más que la presencia de la muerte prematura, con la que se ha querido marcar a Juan Domingo desde su nacimiento.
La preocupación de dejar un registro de su vida y que esta fuera recordada con el sentido de unidad del pueblo triqui, y de la lucha sostenida para lograrlo, se dio poco tiempo después de la recuperación del tercer atentado contra su persona de muerte que sufrió afuera de la Casa de la Cultura Triqui, suceso que de nueva cuenta pudo remontar. La diferencia es que ahora, en lugar de cicatrices lleva la ojiva de la bala calibre 22 en la base del cráneo. Parece simbólico que el signo de la muerte violenta esté presente en su cerebro, no obstante la determinación de su conciencia por abrazar la vida y su afinidad por superar las situaciones de violencia para dar paz a su pueblo, son más fuertes que ese pedazo de plomo.
La historia de Juan Domingo tiene la característica de ser un tramo de vida dentro del largo proceso histórico de configuración de su pueblo. La visión que tiene de este largo periodo lo alienta a mantener la determinación de su lucha. Los contextos de la trayectoria de este pueblo está acotado y definido de manera profusa con la amplia bibliografía que se ha venido integrando desde los años sesenta sobre el tema: con la etnografía que encargó Alfonso Caso a Pablo Velázquez; Antropólogo purépecha, el profesor zapoteco Jacobo Montes, pasando por César Huerta, Jaime Nieto, y lo más reciente escrito profusamente por Francisco López Bárcenas, por mencionar solo algunos.
La parte de la historia triqui con la que coincide la vida de Juan Domingo es uno de los principales parteaguas contemporáneos de lo que la región era, y en lo que los jóvenes y gentes de lucha aspiran. Con ello plantea que nunca pensó que el lugar en el que le había correspondido nacer, y sobrevivir, tuviera tanta importancia y a su vez él mismo estuviera tan determinado para comprometerse con su cambio. Y es aquí en donde se pone énfasis en la reflexión de lo que significa compartir la vida con un pedazo de la historia de su pueblo. Se trata de dejar asentado que el proceso de conciencia tiene una emergencia que busca de mil maneras consolidarse; y cambiar lo que evidentemente perjudica y lastima la vida de la gente con la que se comparte continuamente.
Evidentemente la lucha ha sido ardua y, desde los odios nacidos, viendo las atrocidades de los caciques de la región (o la conducta del gobierno del estado y del gobierno federal buscando la desarticulación de la anhelada unidad), se hicieron ensayos de diversos tipos en donde no estaban muy distantes de asumir la resistencia armada, para de esta manera transformar esa condición de vida. Sin embargo, se optó por la lucha política, conducto que hasta ahora se mantiene con la transparente disciplina y convencimiento de que ese es el camino correcto.2
Esta preocupación es la que se pretende transmitir con la mirada que Juan Domingo sostiene sobre su pueblo, partiendo de su trayectoria y de su contribución a la lucha Triqui. Así lo señala López Bárcenas (2009, pág. 128): “Como agente municipal, Juan Domingo propuso a los barrios luchar por la paz en la región y la gente lo apoyó…”
Divulgar la manera en la que se vivió el proceso más cercano de arranque de la transformación y de cambio del pueblo triqui es un acto de persistencia permanente, con la dosis de sufrimiento que ello conlleva. No solo por estar en medio de la violencia, sino por sufrir la ausencia de la familia, compartiendo corto tiempo con ella y estar en una condición de zozobra permanente. De esta manera la memoria del cambio, con el punto de vista particular pero compartida con muchos, implica más generosidad que la pretensión de ponerse asimismo en posición privilegiada.
Los que conocemos a Juan Domingo nos sorprende su buen humor, la confianza con la que andaba en las calles, y la disponibilidad para mantener su vida con la modestia con la que siempre ha vivido. Tal vez ese ha sido su principal error: el exceso de confianza. Porque era común encontrarlo en la calle caminando y abordarlo para decirle insistentemente que no anduviera de esa manera, a lo que contestaba que no pasaba nada y que si pasaba, pues tendría que pasar, mostrando la franca sonrisa de siempre.
Debo dejar constancia que, desde el punto de vista metodológico, el trabajo de la doctora María Teresa Valdivia3 para este tipo de registros, fue muy importante. Esta referencia fue comentada varias veces con Juan Domingo. Yo me encargaba de editar las múltiples versiones de la transcripción de las grabaciones que Bety, una de sus hijas, algunas veces sus hermanos y Emelia hacían de ellas, algunas veces con regaños debido a que entregaban un texto poco comprensivo luego de transcribir las notas.
Esta situación me costó mucho trabajo remontar debido a la cantidad de préstamos lingüísticos que Juan Domingo le transfiere con gran generosidad y sin ninguna limitación de su triqui al español. Finalmente entendí que, de acuerdo con sus palabras, lo que se escribiera debía ser comprendido por cualquier persona y que el mensaje de paz debía quedar claro.
También es necesario comentar que las partes, no capítulos, que se presentan en el índice, hacen referencia a momentos importantes o trascendentes que marcaron la vida de Juan Domingo y que dan cuenta también de sus principales contextos pero sobre todo de sus contribuciones a la unidad y paz de su pueblo. Es importante mencionar que no están manejados en una secuencia cronológica y que seguramente se encontrarán periodos traslapados o “brincos” temporales.
Este trabajo tiene contribuciones interesantes de muchos amigos compañeros e instituciones.
Merece especial reconocimiento Carolina Verduzco, quien compartió de diversas maneras el proceso aquí relatado por Juan Domingo y que hizo una interesante introducción a este trabajo, así como por sus duras y valiosas observaciones al manuscrito.
A. Jaime Nieto, compañero de la carrera de Antropología en la Escuela Nacional de Antopología e Historia (enah), de quien desconocía la importante contribución que realizó junto a Aurora Castillo; compañera de la enah, esposa y compañera de vida, fallecida tempranamente. Ambos entregaron varios de sus jóvenes años a la causa del pueblo triqui desde lo que fue la Comisión del Río Balsas. Nunca es tarde para ofrecer a Aurora y Jaime mi reconocimiento y amistad.
También un reconocimiento a Estaurófila Genoveva Solano, Fila para todos los cuates, con quien he podido compartir varios momentos del indigenismo de participación y de quien desconocía también su valiente incursión al trabajo con los triquis en momentos difíciles, pero muy creativos y propositivos.
A Guadalupe Vázquez Chávez valiente y contundente trabajadora comprometida de por vida con los triquis, y quien conoció en la región a su compañero, al invaluable e indigenista comprometido también Juan José Benítez. Recientemente fallecido por una fulminante enfermedad, Benítez merece reconocimiento por su excepcional trato con las organizaciones indígenas y campesinas durante más de 25 años, independientemente del perfil y postura que les caracteriza.
También se agradece a Alberto Vargas Pérez su testimonio que sin duda viene a complementar las interesantes referencias propuestas por quienes generosamente accedieron a escribir recatando memoria.
es importante agradecer al Arquitecto Armando de la Fuente Morales de la a.c. cecrea, por su invaluable apoyo para hacer posible esta publicación y por las lecturas y comentarios al trabajo y a sus importantes sugerencias. A Emelia Ortíz quien leyó y releyó las partes del texto e hizo importantes contribuciones: a Ceci, mi compañera, por la lectura de varios borradores y sus implacables observaciones con sus atinadas sugerencias. A Mara Alfaro agradezco su contribución al estilo y de ordenamiento de las partes que constituyen este proyecto. de igual manera se agradece a la Dirección de Desarrollo Educativo por su apoyo en la realización de la publicación especialmente a Varuch Sócrates López Cruz, Sergio Mauricio Galán Muñoz y Noemí Granados Malagón.
En gran medida este trabajo también es producto de discusiones al seno de las familias de Juan Domingo y la mía, pues siempre hubo alguien de ellos que escuchara los relatos, contribuyera con comentarios y propusiera medidas que fueron acertadas.
Agradezco el permitirme hacer la selección del cómo y en qué manera redactar el texto final. Por ello lo considero un acto de confianza y de decisión que me permitió el ejercicio de un diálogo valioso para acceder a un periodo de lucha de un pueblo indígena específico que, en lo personal, me parece excepcional y cuyas contribuciones y valoración total, todavía están en proceso.


Carlos Moreno Derbez
San Luis Beltrán, Oaxaca

Y enseguida viene el Índice para que el lector conozca mejor los contenidos de esta publicación:


ÍNDICE

Palabras iniciales por C. M. D. 7
La historia personal de Juan Domingo Pérez
Prólogo por Salomón Nahmad Sittón 13
Presentación por Carolina Verduzco 21
Juan Domingo Pérez, un triqui obsesionado por la
unidad de su pueblo

Nacer y renacer en la Triqui 33
Fragmentos de mi familia e infancia 36
Como no agarré carrera de escuela, agarré carrera de lucha 39
Buscando amor 42
Los dos tiros que me salvaron la vida. Mi segundo renacimiento 43
Las raíces de la violencia 47
Historia de Rafael García, líder ejemplar 52
El trato agrario interno 54
Entre la iglesia y el gobierno. Rutas de la autonomía 56
La relación con el general Cárdenas 57
La organización en el monte 59
Las elecciones de 1970 63
La responsabilidad y el poder 65
El proyecto de desarrollo comunitario 68
La muerte que me echaron encima 69
La reorganización en Huajuapan ante las nuevas elecciones 72
El sentido del asesinato de Luis Flores 75
De la elección de 1977 al inicio de la represión abierta 78
El exilio 80
El Club, los cimientos del mult 83
La represión que no cesaba y la desintegración del Club 87
La formación del mult 89
La articulación al movimiento popular 91
La movilización conjunta a principio de los años ochenta 95
El tercer renacimiento 98
La continuación de las negociaciones 99
El cuarto renacimiento 101
Balance del poder y la organización 103
La reconstitución de la cultura 105


Testimonios
Testimonio de Jaime Nieto Rodríguez 109
Testimonio de Estaurofila Genoveva Solano 113
Testimonio de María Guadalupe Vázquez Chávez 118
Testimonio de Alberto Vargas Pérez 124

Corrido a Juan Domingo Pérez 127
Mare Advertencia Lirika

Anexo Fotográfico y Mapas 130
Bibliografía 142




Costumbres, creencias, cuentos, leyendas, mitos y relatos de Santos Reyes Nopala, Oax.

El escritor Javier G. Pérez Sánchez publicó un compendio muy interesante de la tradición oral popular de Santos Reyes Nopala, región chatina que está en la Sierra Sur de Oaxaca. Hace años publicó una historia formal, pero hacía falta completarla con este novedoso ángulo de observar la vida nopalteca desde los dichos mismos de sus habitantes. 
Para conseguir un ejemplar no dude en ponerse en contacto a este correo: jagepesa@hotmail.com

Su portada es la siguiente:


Para el beneficio del lector, publicaremos el prólogo donde el autor nos presenta los alcances de su investigación. Va.

PRÓLOGO



Este sencillo pero muy significativo proyecto nace de la plática sostenida hace algún tiempo con un entrañable amigo, que hoy, a pesar de estar tan lejos, lo siento tan cerca. Debió concretarse mucho antes, más en tanto yo no encontraba espacio para visitarlo, él ya no tuvo tiempo para esperarme, se le acabó la vida. Dios le encomendaría otras tareas, en distinta circunstancia, más allá de las nubes, entre las estrellas del cielo. El amigo inolvidable, de siempre y para siempre, como me lo dijo en un sueño….”nuestra amistad trasciende más allá de la muerte” y, que me lo recordó en el día de su partida cuando tuvo el tiempo, el deseo y el permiso de Dios de avisarme que había fallecido.
Él quería tanto como yo esta tierra, porque en ella nacimos, crecimos, aquí se quedaron enterrados nuestros ombligos, aquí reposan los seres queridos que se nos adelantaron en el viaje.
Quiero hacer mías y de él en este texto, las palabras hechas canción del Maestro cantautor platense, que le cantó al mundo y a la vida, y que aún después de muerto, su música sigue cumpliendo con sus deseos, como en una de sus múltiples composiciones que pareciera haber sido escrita para momentos y lugares como este, y que a la letra dice……..”


Viento, campos y caminos... distancia,
que cantidad de recuerdos
de infancia, amores y amigos... distancia,
que se han quedado tan lejos.

Entre las calles amigas... distancia
del viejo y querido pueblo
donde se abrieron mis ojos... distancia,
donde jugué de pequeño.

Allí viví la alegría... distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida... distancia
entre la niebla del tiempo.

Primer amor de mi vida... distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma... distancia,
que se ha quedado en silencio.

Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento. 
¿Dónde estarán los amigos... distancia,
que compartieron mis juegos?
¿quien sabe donde se han ido... distancia,
lo que habrá sido de ellos?.

Regresaré a mis estrellas... distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amando a mi tierra... distancia,
cuando me marcho tan lejos.

Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mi pueblo ….”

Facundo Cabral.

No encuentro algo más que exprese con tanta claridad y vehemencia esa nostalgia que ahoga nuestro corazón cuando estamos lejos del terruño, de la tierra que añoramos cuando nos ausentamos de ella, insisto, que cada vez que la escucho, pienso y siento que fue escrita para nosotros y llego a la conclusión que es así, el Maestro la escribió para todos aquellos que como él se alejaron del lugar en donde los parieron, y la obsequió a todos los que sentimos esa tristeza de no estar donde quisiéramos. En esto coincidíamos mi amigo-hermano y yo, queríamos expresarlo a los paisanos –especialmente a los que el destino los ha alejado de su tierra– a través de un libro, gritar con todas nuestras fuerzas , pregonar hasta desfallecer el amor por el pueblo, por su origen, por su historia, sus costumbres, sus tradiciones, leyendas, creencias, mitos. Era nuestra preocupación permanente, que todo ese invaluable tesoro cultural se perdiera en el tiempo, como se va el polvo con el viento, hacia quien sabe donde, hacia el olvido y que nadie conociera ni recordara su pasado; un pasado hermoso, el lejano y el cercano, de un pueblo generoso, trabajador y hospitalario como es Santos Reyes Nopala.
En las páginas de éste libro te ofrezco estimado paisano, amable lector, un recorrido breve del patrimonio cultural de este maravilloso pueblo de Nopala, que nos remonta a su génesis y nos introduce a su alma y a su espíritu en sus leyendas, tradiciones, costumbres, creencias, mitos , cuentos y relatos. Recordamos con profunda nostalgia los tiempos idos relativamente recientes y que se nos quedaron grabados para siempre en la mente y en el corazón de quienes tuvimos la oportunidad de vivirlos y que aquí comparto gratamente con ustedes.


Profr. Javier G. Pérez Sánchez

Su índice es el siguiente:


jueves, 24 de noviembre de 2016

LA PRENSA DE MÉXICO EN EL SIGLO XIX, UN HUERTO ABIERTO Y SIEMPRE FRESCO PARA EL HISTORIADOR.

El pasado 30 de septiembre de 2016 fui invitado como presentador a compartir puntos de vista sobre la edición de que trata esta entrada.
El título del libro es el siguiente: Los Periódicos Oficiales de México. Doce recuentos históricos, pero en mi opinión es equívoco e inadecuado para el lector contemporáneo, pues todos sabemos la carga peyorativa que significa hoy llamar "oficial" a un periódico. Para una nueva edición deberían sus coordinadores pensar en poner uno más acertado.
Va pues el texto que preparé al respecto de libro tan interesante. La ilustración de portada se usó para hacer el diseño del póster-invitación:


LA PRENSA DE MÉXICO EN EL SIGLO XIX, UN HUERTO ABIERTO Y SIEMPRE FRESCO PARA EL HISTORIADOR.


Por Claudio Sánchez Islas.
Periodista y Director de Carteles Editores.
Ciudad de Oaxaca. 30 de septiembre de 2016.


Al periodista Sergio Aguayo, en solidaridad.

1.Se escribe en la prensa motivado por el deseo de influir en el lector. Tal es su esencia.

Empuñamos el cálamo, tundimos la máquina o sobre una pantalla touch pulsamos nuestros dedos: el objetivo de la prensa decimonónica era el mismo que el del tiempo que estamos corriendo. Hay un lector que nos preocupa y que creemos que nos lee y nos hará caso. Por eso escribimos en la prensa intentando incidir en lo que se conoce como opinión pública, que es una idealización del colectivo de lectores, unitario y moralmente justo, pero imperfecto a causa de que le falta una sola cosa para ser la Jerusalén celestial en la tierra: que conozca nuestra opinión personal publicada en letra de molde y que esté de acuerdo. Mientras ésta no se externe, la opinión pública nos parecerá coja a los periodistas. Una parte de la opinión pública, además, está ávida de que alguien le ponga en claro el estado de cosas que le afectan en su vida cotidiana. Ya sea que esté de acuerdo con el punto de vista del redactor o que olímpicamente lo rechace, aquella opinión personal irá a engrosar el caudal del río revuelto de opiniones, datos, sentires y mofas que fertilizan la imaginación de la sociedad y a veces, solo a veces, cambia el rumbo de su historia.

A la prensa le conocemos como el cuarto poder desde que tras la independencia dejó de imprimir sermones y rosarios y dedicó sus ajuares de plomo, tinta y papel a atizar el combate político entre federalistas y centralistas. Fue el siglo en que la patria si no olía a pólvora recién quemada olía a tinta recién impresa. En ambas iban da por medio la pasión y la rabia, pero también la burla y la crítica. La nación se fue haciendo con dosis parejas de vanguardia y retroceso, pero desde entonces quedaron establecidas las reglas no escritas de las zigzagueantes relaciones entre el poder público y los periodistas, algunas veces heroicas y muchas veces nefastas. Como sea, por ser la prensa en general el cuarto poder, tuvo que sufrir la misma suerte de los otros tres, es decir alternar periodos de crisis de credibilidad con destellos de asertividad. En el medio fue surgiendo el lector. Llamémosle así, genéricamente, a la sociedad cuya conciencia plural idealizada era el objetivo de tantas hojas impresas. En este libro que presentamos hoy, coordinado por Adriana Pineda Soto, y titulado Los Periódicos Oficiales de México. Doce recuentos históricos, como periodista que he sido, encuentro una estupenda puerta abierta que puedo traspasar si estoy interesado en comprender las relaciones pasadas y actuales entre la sociedad y el poder, intermediada por la prensa de provincia. Así que es bienvenida en Oaxaca esta publicación auspiciada por la Comisión de Bibliotecas y Asuntos Editoriales de la LXIII Legislatura del Senado de la República.

2.Hablar de la prensa de entonces y la actual también requiere de hacer gradaciones porque su abanico es tan ancho como lo es el interés de la sociedad. En un extremo convive el irreverente humor negro y en el otro la lisonja. Hay periódicos satíricos y hay periódicos filosóficos y moralistas, hay periodistas diestros en el silogismo y los hay albureros y perros... de todo hay en la viña del Señor. El ancho huerto informativo que forman los medios de comunicación convierten al lector de la prensa en una suerte de abeja utilísima cuyos intereses informativos la llevan de un tema a muchos otros y en ese mismo impulso va perpetuando la vitalidad de la floresta quizás sin ser consciente de ello, pero así funciona el ecosistema sociedad–prensa–poder.
En el siglo XIX la prensa asumía un principio moral del que carece en la contemporaneidad: llevarle las luces a la opinión pública, es decir educar a la masa en los derechos y deberes ideales para ser una nación “civilizada”... aunque debemos entender que se educaba según el color del cristal político ideológico tras el que cada quien escribía. Esto, sin embargo, no debe verse como un defecto, sino como una virtud de la pluralidad de la prensa. Desde que en las Cortes de Cádiz destaparon la “caja de pandora” y se establecieron los objetivos universales de la prensa liberal la sociedad mexicana no volvió a ser la misma.

Vale la pena citar textualmente el famoso Decreto IX de Cádiz fechado el 10 de noviembre de 1810 titulado “Libertad política de la Imprenta” que dice así: “Atendiendo las Cortes Generales y extraordinarias a que la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas es, no sólo un freno de la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a la Nación en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública [...]1 .

El revolucionario código de Cádiz parecía haberlo contemplado todo porque en el artículo IV establecía lo siguiente: “Los libelos infamatorios, los subversivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licenciosos y contrarios a la decencia pública y buenas costumbres serán castigados con la pena de la ley y las que aquí se señalarán.” En efecto, marcaba un límite a la prensa lenguaraz, pero dejaba suelta a la lisonjera y este exceso del periodismo –que ya en el siglo XX alcanzaría la cima de su desprestigio– resultó más dañino para la sociedad que el otro, sobre todo cuando con dineros públicos ha sido pagado el endiosamiento del poderoso y el corrupto, cual sea el color de su partido político. Por ello en este libro se pone a discusión si la prensa puede ser o no una fuente confiable para la historia. Todo ello ha deslavado en general al ejercicio periodístico de provincia que ahora estaría obligado a leer libros como éste porque le conviene hacer las reflexiones que recuperen su historicismo y prestigio pues no solo los tres poderes están enfangados en la decadencia, también el cuarto poder. La democratización de la vida institucional de México será imposible si alguno de los cuatro se rezaga.

La imprenta tipográfica le ofrecía al gobierno constitucional economía para producir ejemplares, volumen para multiplicar su mensaje y velocidad para alcanzar a la masa lectora... Era el espíritu de la modernidad puesto en las manos de la élite letrada provinciana, pero no iba solo ni hueco: arropaba el vital deseo de opinar sobre la realidad y quizás de proponer alternativas para transformarla, cuando no simplemente de pitorrearse del poderoso y las pifias sociales. En ese contexto es como debemos entender que el concepto de “periódico oficial” que sustenta este tomo es muy diferente al que hoy posee. Así pues, la esmerada flor que brotaba de la institución pública en tanto “líder legítimo” de la opinión pública o “modelo legal” a seguir, en ese mismo huerto crecía alrededor de tan sacrosanta corola la más viva, tenaz y variada maleza. Donde había un periódico oficial florecía también la prensa de combate. El nombre de “Periódico oficial” quedó solamente como una extensión jurídico–administrativa de los gobiernos en funciones. Se le quedó el nombre en razón de su regularidad, pero no es un periódico para congeniar ni disentir, sino para referenciar edictos y decretos. Un periódico, para poder ser llamado como tal, debe tener una línea editorial opinativa.

Aquí estamos presentando un interesante tomo que reune las reflexiones de lectores extemporáneos que, cosa rara pero grata, se han puesto a leer y releer periódicos viejos buscando respuestas a una multitud de preguntas y en el fondo buscando resolver la curiosa ecuación que se va formando en el transcurso del tiempo entre el redactor, el periódico, el lector y la patria en construcción o demolición. Vale aclarar que no son lectores comunes, son investigadores de la Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica, a la que pertenecen nuestros anftriones Francisco José Ruiz Cervantes y Carlos Sánchez Silva, profesores del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO, que han mantenido de manera constante entre sus temas profesionales el estudio al detalle de los acervos hemerográficos oaxaqueños.

3.En mis tiempos de reportero se decía que el diario que acabábamos de publicar temprano en la mañana al medio día se revelaba por fin su verdadera utilidad, que era la de envolver las tortillas. Los políticos aldeanos como los de Oaxaca, cuando querían hacernos morder el polvo de su menosprecio nos decían que el periódico les era muy útil... pero para matar las moscas. No hace muchos días repitió en público esta catilinaria una burócrata de angora buscando con su jerigonza empalagar la oreja de su amigo gobernador2... Ya sin frenos la boquifloja le ilustró obsequiándole otro dato fruto de su experiencia doméstica –tip que el funcionario desconocía– que a falta de moscas ella empleaba el periódico para limpiar vidrios también...

¿Para qué sirve la prensa, pues? En su momento para resaltar lo que es capaz de ver y averiguar, pero casi dos siglos después ¿para qué nos puede sirvir esa sopa fría? La publicación del tomo “Los periódicos oficiales en México”, coordinador por Adriana Pineda Soto, nos ofrece no una sino doce respuestas, pues reunió ensayos de buena parte de la república mexicana. Por ejemplo del norte están Nuevo León y Zacatecas; del golfo, Veracruz; del centro: el ex Distrito Federal, Querétaro, Estado de México y Guanajuato; del occidente, Michoacán y Jalisco y del sur Chiapas y Oaxaca.

Quienes hacemos periodismo vemos el tema desde otro ángulo porque somos “actores, […] agentes indiscutibles de la arena pública”3, como escribió Fausta Gantús en el interesante texto que prologa esta edición. Visto desde dentro, el periódico que circulará mañana será una momentánea síntesis de idealismo y frustración, solamente un cuadro fijo de una película muy larga. La psicología del periodista, sea oficial, oficioso o “de ataque”, es la misma: incidir en su realidad concreta para imponerle los rasgos ideales que está seguro deberían tener ya fuera para alcanzar la felicidad decimonónica o el desarrollo estabilizador del siglo XX o la democracia plena del XXI.

En la precariedad del siglo XIX un gobierno que dispusiera de una imprenta, tipógrafos, papel y tinta, no podía dejar de lado su función transformadora y utópica. Cada periódico era en sí mismo una extensión de la batalla por diseñar una patria funcional, un gobierno eficaz y una unidad nacional que sólo existía en la mente de sus redactores. Aunque retóricos a más no poder, no peroraban solos en el desierto, sino estimulados por una opinión pública que les exigía hablar más alto y más fuerte y si era en tono jacobino o sarcástico mejor. Lo podemos colegir por ejemplo en el apéndice del texto de Jaime Olveda “Los periódicos oficiales de Jalisco, siglo XIX”4, donde solo en 1869 circularon simultáneamente seis periódicos. El abanico era muy amplio. Tenemos por ejemplo al que se autonombraba “progresista”, en cuya cabeza se leía el título de “La Cencerrada”; el “Eco del Pueblo” se hacía llamar “independiente”; en la misma semana el tapatío podía ir a comprar “La Ilustración Espírita”, cuya divisa fue la “defensa del espiritismo” y otro menos chinguiñoso podría adquirir el “Lucas Gómez”, que advertía ser “Excéntrico, fracote”. Uno más se definía como “Miscelánea semanaria destinada a las clases menesterosas” y llevaba por título el pomposo neologismo “El filopólita”... Por cierto ¿qué significa “cencerrada”?

La variedad en la prensa oaxaqueña no se quedaba atrás. Sánchez Silva y Ruiz Cervantes, en el texto que se incluye en este tomo, nos hacen ver qué florido estaba nuestro huerto periodístico entre 1874 y 1875: “... como muestra de libertad de pensamiento existente en la capital estatal, en las páginas de El Regenerador [periódico oficial] se reportaba la existencia de otras publicaciones: La Linterna, La Voz Popular, El Municipal, El Grano de Arena y La Cruz, los dos últimos de clara filiación católica. Al año siguiente la prensa oficial daba cuenta de nuevos títulos: La Situación, semanario independiente, El Bautista, La Zarzuela y La Quijotita.5 Usar la sátira les ayudaba a esquivar la censura o la represión directa, además de que, por supuesto, le ponían sabor al caldo siendo el contrapeso vernáculo de los tres constitucionales, el cuarto poder, el único que se les ponía al tú por tú a tirios y troyanos, el pequeño David que acechaba al Goliat del estado.

Que contraste con el Oaxaca virreinal que el historiador José Antonio Gay describe con esta imagen: “...y es cierto que en aquel tiempo no se perpretaban horribles delitos, ni el pueblo se agitaba en convulsiones desoladoras, ni los azares de la política conmovían a nadie.”6

4.Siglos después el autor de la “Galaxia de Gutenberg”, Marshall McLuhan, nos descifraría la clave de la puntería de sus cabezas o nombres. Lo sintetizó con el axioma: el mensaje es el medio. El periódico impreso, ese papel con el que algunas secretarias de estado confiezan matar sus moscas y limpiar ventanas, es en sí mismo el vehículo de una potestad que pelea sin pólvora ni espadazos, sino con argumentos, información documentada o escarnio. Los editores de antes lo supieron de algún modo, por eso en la elección de las cabezas y lemas de sus periódicos mensajeaban a la opinión pública sus principios ideológicos según fueran reacomodándose las fuerzas políticas a las que daban voz. Ahora podemos entender mejor porqué en Jalisco bautizaban sus periódicos como “La Cencerrada” (1869), que el diccionario de la RAE dice que es el “ruido desapacible que se hace con cencerros, cuernos y otras cosas para burlarse de los viudos la primera noche de sus nuevas bodas”... o los matices ideológicos según el viento soplara. Por ejemplo el cotidiano michoacano que en un tiempo se intituló “La Bandera”, cuando publicó la Ley de Hacienda y en otro momento se cambió al de “La Bandera Roja”, cuyo director se confesó como “redactor que desprecia las opiniones moderadas”7... y posteriormente mudó al de “La Bandera Imperial”, cuando tuvo que ser la voz de Maximiliano resonando en tierras purhépechas... Hubo otro por esos lares que se tituló “La Sombra de Washington”8, pero en Zacatecas fueron más terminantes al llamar al suyo “La Sombra de Robespierre” (1859-1860)9, que fue, por supuesto, peródico oficial del gobierno de su estado.

La prensa decimonónica, vista desde nuestro balcón contemporáneo, hizo un derroche de persuasión y retórica para conseguir aquellos fines civilizatorios y no dudó en publicar juicios inapelables, argumentos redondos y criminales caricaturas para reducir al político y al periodista de enfrente que le estorbaban el camino hacia el progreso social y económico que proponían. Dicho trayecto, que resultó muy sinuoso, sirvió para muchas cosas más: capacitó a tipógrafos, estimuló el nacimiento de la industria papelera nacional, multiplicó el oficio de voceador con lo que miles de menesterosos pudieron ganarse el pan de cada día, acercó a los lectores información de medio mundo, recreó a públicos femeninos, halagó o condenó costumbres sociales, hizo la crónica de la vida provinciana y divulgó la recién nacida literatura mexicana; concentró a los intelectuales en tantos bandos como fueran surgiendo, abrió sus páginas a las plumas más ilustres, la polémica rindió frutos, dio pormenores de derrotas o victorias militares y, como ave fénix, moría a cada rato para a cada rato volver a vivir únicamente para soñar cómo proponer una patria mejor.

5.CONCLUSIONES.
1.Este libro, tan útil como oportuno para el periodista contemporáneo, comprueba la utilidad de las hemerotecas. Mi padre, Néstor Sánchez, fundador en 1972 de la Hemeroteca Pública de Oaxaca, lo sabía y lo decía con frecuencia: “Aquí, en la hemeroteca, el río de tinta de la prensa oaxaqueña, impetuoso en su momento, llegará a alcanzar el mar sereno de la historia...” La UABJO posee otra, muy valiosa, hecha y resguardada por tipógrafos y periodistas que tuvo el Instituto de Ciencias y Artes entre los siglos XIX y XX.
2.Lo publicado en la prensa no se compone solo de certezas y fuentes objetivas. La prensa es el reflejo vivo de los contrastes de la sociedad que la escribe, que la lee y por supuesto aquella que no la lee. No hay evidencia material de una toma de conciencia moral de las sociedades, excepto por lo que se pueda expresar a través de su propia prensa.
3.La prensa profesional sí tiene entre sus funciones todavía marcar la pauta de un rumbo mejor para el estado. Eso la diferencia del “facebook” radicalmente. La masificación del internet en el siglo XXI, cambió el rumbo de la prensa, pero el lector u opinión pública sigue siendo la irremplazable abeja que requiere nuestro huerto social para florecer, especialmente cuando languidece la autoridad, el régimen envejece y las crisis sociales lo marchitan todo, como es nuestro caso.

Referencias:

1.Revista Iberoamericana de Derechos y Libertades Civiles. Año 2010. Núm. 0, Edición especial. España. Versión pdf descarga de internet el 25 de septiembre de 2016. p. 1
2. “Los periódicos sirven para matar moscas y limpiar vidrios”: [Rosario] Robles. http://www.jornada.unam.mx/2016/08/25/politica/021n3pol
3.Gantús, Fausta. “Los periódicos oficiales decimonónicos. Apuntes para una discusión conceptual y metodológica”, en Pineda Soto, Adriana, coord. (2016). Los periódicos oficiales en México. Doce recuentos históricos. Senado de la República y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica. México. p. 13.
4.Olveda, Jaime. “Los periódicos oficiales de Jalisco, siglo XIX”, en Pineda Soto, Adriana, coord. (2016). Los periódicos oficiales en México. Doce recuentos históricos. Senado de la República y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica. México. p. 43-54.
5.(Sánchez Silva, Carlos y Francisco José Ruiz Cervantes (2016). “Los periódicos oficiales: una fuente olvidad de la historiografía oaxaqueña, 1825–1920”, en Pineda Soto, Adriana, coord. (2016). Los periódicos oficiales en México. Doce recuentos históricos. Senado de la República y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica. México. p.66)
6.Gay, José Antonio. (1982) Historia de Oaxaca. México. Porrúa. p. 345.
7.Pineda Soto, Adriana. “Los periódicos oficiales en Michoacán: Caleidoscopios sociales, 1829-1917” en Pineda Soto, Adriana, coord. (2016). Los periódicos oficiales en México. Doce recuentos históricos. Senado de la República y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica. México. p. 174.
8.Ibidem. p.168.
9.Flores Zavala, Marco Antonio. “El periódico oficial de Zacatecas. Un recuento, 1828-1934” en Pineda Soto, Adriana, coord. (2016). Los periódicos oficiales en México. Doce recuentos históricos. Senado de la República y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica. México. p.148.