lunes, 3 de noviembre de 2014

ARCELIA YAÑIZ, MUJER DE LIBROS Y PERIÓDICOS. IN MEMORIAM.


Carteles Editores publicó en dos tomos una selección de crónicas escritas por la periodista Arcelia Yañiz bajo el título “Oaxaca de mis amores: cosas, casos y personajes”. En septiembre de 2013 apareció el segundo tomo, que sería el último que salió con su firma de las prensas. Hace unos seis meses una embolia detuvo su aguerrido andar por la ciudad, la que recorría palmo a palmo enterándose de todo, pues su espíritu de reportera le exigía estar al día y ello la hacía feliz. Falleció el 26 de octubre de 2014.


Arcelia Yañiz Rosas. 1918-2014.
Foto de Basilio Pérez.



Decana, honesta y entusiasta, se entregó al periodismo y a la cultura, en particular al teatro y a los libros. Nació el 18 de agosto de 1918, en esta ciudad. Fue protagonista del siglo XX oaxaqueño. La SEP le extendió el título de Licenciada en Periodismo en 2013, cuando ya cumplía 70 años de magisterio en el oficio. Esto es un botón de muestra de su carácter y vitalidad. La equidad de género, los derechos de la mujer, el discurso femenino respecto de la realidad y la vida, tuvieron en ella a una temprana representante durante el siglo que no reconoció el voto femenino sino hasta que habían transcurrido más de 50 años! Su liderazgo intelectual y periodístico se debieron a su autodidactismo literario. Si bien fue alumna del Instituto de Ciencias y Artes del Estado, tuvo que hacerse a sí misma en un mundo diseñado para ser manejado por varones. Pero nunca chocó con los periodistas, nunca tuvo que abrirse paso a codazos o poniéndoles zancadillas. Aunque el periodismo es un oficio manchado por la corrupción, doña Arcelia nunca tuvo que recurrir al “chayote” ni a la tranza ni al alquiler de su pluma. Gracias a ello obtuvo una voz llena de autoridad y respeto, si bien siempre tuvo que conformarse con una vida económicamente modesta, lo cual jamás lastimó su decoro.

En la última década tuvimos la puntada de hablarnos por teléfono y charlar ampliamente de cuantos tópicos de actualidad cruzaban por Oaxaca: libros, gentes, crisis, recuerdos, obituarios, fiestas y la vida cotidiana que ella vivió y recordaba con brillante lucidez fueron los temas de nuestras charlas. Algunas las tuvimos cara a cara en su oficina de la Dirección Estatal de Bibliotecas. Arreglábamos al mundo a nuestro modo y siempre obtuve datos adicionales a lo que buscaba yo, pues ¡ella era una enciclopedia del Oaxaca de las últimas 7 décadas! Nada escapó a su interés intelectual. Ningún personaje, encumbrado o humilde que hiciera vida pública, dejó de llamar su atención. La severa crisis social y política de Oaxaca desde antes de 2006 ocuparon mucho tiempo de sus reflexiones y nuestras charlas. El desplome de la educación y la cultura de Oaxaca, fraguada desde el inicio de los 90s, no auguraba ningún destino positivo para nuestro estado. Me consta que lo advirtió a tiempo, pero los gobernantes, los legisladores y demás burócratas no tenían tiempo para otra cosa que no fuera el beneficio personal. El resultado está a la vista: el naufragio cultural de Oaxaca es parte de las demás ruinas del desastre. Doña Arcelia murió con ese dolor: la cultura y la educación fueron siempre sacrificadas en el dudoso altar del “progreso”: clínicas sin médicos ni medicinas, plantas tratadoras de aguas negras pero !sin equipo!... campos sin campesinos y la voraz delincuencia de cuello blanco o mugroso.

No se dotó de computadoras a las bibliotecas porque el estado prefería comprar granadas lacrimógenas. Aunque esta ciudad tiene 3 teatros, no había puestas en escena. En su lugar el estado nos modernizaba levantando cárceles más amplias... Reflexiones como éstas ocupaban nuestra indignación.

Otro tema recurrente de nuestras charlas fue el desvanecimiento del gremio periodístico oaxaqueño. No supimos cómo fue, pero la unidad de los periodistas locales lograda en los años setentas del siglo pasado se hizo humo, incluyendo aquella incipiente de las regiones. Hoy no queda nada de ello y seguimos preguntándonos ¿cómo ocurrió? ¿por qué? ¿qué sigue?...

Durante el homenaje que se hizo a su memoria en el Teatro Alcalá el día de su cremación, hubo guardias, pero ninguna de reporteros. ¿Ya no hay reporteros? Me temo que no, pues los pocos que asistimos fuimos los veteranos que junto con algunos fotógrafos de prensa improvisamos una última guardia de honor de colegas mientras su féretro hizo una pausa imprevista en el recibidor del Teatro.

Ya no recuerdo cuando conocía a doña Arcelia, pero debí haber sido un escuincle al que su padre llevaba mientras reporteaba alguna cosa sencilla dentro de la ciudad. Don Néstor Sánchez Hernández, mi querido padre, y ella, fueron muy buenos amigos y colegas desde fines de los años cincuentas. Les tocó ir a esas giras con los gobernadores de entonces que más bien eran safaris. En un solo vehículo iban el gobernador, dos reporteros, un fotógrafo de prensa (Amaro o Dimas) y el chofer. En otro vehículo irían funcionarios adicionales. Cero guaruras, cero lambiscones. Llegaban a los pueblos blancos de polvo del camino de terracería, pero eso sí, con corbata y saco oscuro. Comían lo que aquellas buenas y pobres gentes les podían dar y muchas veces tuvieron que sentarse en el piso para hacerlo, pues la única mesa mayor estaría en la sacristía... pero eso hacía más digno y humano el ejercicio del periodismo y desde luego, el del poder. Mi padre me dijo que muchas veces ni comían en todo el día, pues se recorrían los pueblos sin que hubiera mayor modo de avisarles de la visita del gobernador y de la caravana de funcionarios, acaso en dos o tres autos Ford. Quedarse atascados en el camino a causa de los lodazales no era ninguna anécdota. Bajarse a empujarlo entre todos, tampoco. Retornar a altas horas de la noche y escribir la nota y la crónica que saldría a la mañana siguiente, eran el pan cotidiano del reportero de las décadas de los 30 hasta los 80s.

Doña Arcelia cuenta en una de sus crónicas, varias de ellas autobiográficas, cómo su “reputación” estaba en boca de las “damas decentes” de la ciudad, pues ya había trascendido que aquella guapa mujer de ojos verdes salía de trabajar de la redacción a la una o dos de la madrugada y que se iba sola y a pie a su casa. ¡¡¡¿Qué clase de mujer hacía eso en el Oaxaca de mediados del siglo pasado?!!! Causaba risa a doña Arcelia recordar la mojigatería aldeana de nuestra bella ciudad. Décadas más tarde esta mujer mandaría pequeños kioskos portátiles de libros a los parques públicos. Acercaría el tesoro de los libros al caminante. Fue directora de la Biblioteca Pública de Oaxaca muchos años poniendo en práctica su vasconcelismo bibliográfico.

El lector hallará en sus crónicas el repaso por las vidas de gente que no “ameritaría” una semblanza biográfica, pero porque su sensibilidad siempre estuvo allí para echarles una mano registró para la historia sus hechos y virtudes sociales. Muchas de esas personas llegaron a despedirla al teatro Alcalá, donde doña Arcelia fue rodeada de música de cámara funeral. Devota de la Virgen de la Soledad –como todos los cronistas oaxaqueños– escuchó por última vez el vals “Dios nunca muere” y una extraordinaria pieza de oratoria fúnebre dicha por Guillermo García Manzano, director de la revista “A Contragolpe. Letras”, revista mensual donde publicó la Maestra Yañiz sus últimas cuartillas. Mejor lugar para homenajearla no pudo haber. Allí, bajo el vuelo estático de las musas de la poesía, el teatro y la música; en el escenario teatral, inspiración de su vida, con los crespones de luto y el perfume de las lilis, la mirada baja, el ambiente triste, la imaginación con las alas abatidas, el corazón emocionado y la gratitud elocuente, Oaxaca despidió de pie y con aplauso cerrado a tan noble alma.

Fue la última de una brillante generación de periodistas locales del siglo XX: Alfredo Ramírez “el chapulín”, José María Bradomín, Everardo Ramírez Bohórquez, Cutberto Hernández, Roque Carrasco, Carlos Velasco Pérez, Augusto García Moguel y Néstor Sánchez Hernández. Casi todos escribieron y publicaron libros de poesía, por ejemplo, lo que nos da certeza sobre el origen de sus sensibilidades.

Tuvieron una visión del Oaxaca ideal y lo expusieron en sus publicaciones. Tuvieron influencia en el medio y se empeñaron a fondo en la construcción y defensa de ese patrimonio cultural e ideológico, no sin recibir a cambio sinsabores y desaires. La generación de gobernantes con poder y dinero, sus contemporáneos, no estuvieron a la altura de las espectativas de sus ideas de ellos ni de su tiempo. Por eso el Oaxaca que nos han estado dejando esos burócratas resulta deficitario en cultura y en educación, pero pudo haber sido peor: ¡¿qué hubiera sido de este Oaxaca sin doña Arcelia y su generación?!

Es hora de pensar en la llegada de los nuevos periodistas, los nuevos cronistas. ¿Lo sabrán? ¿Qué están haciendo? El periodismo se renueva. Los ciclos se cumplen. El reto está allí, asociado a nuevas tecnologías y nuevas sensibilidades.

Reproduciré un par de sus crónicas escogidas por mí, de los tomos mencionados, para que el lector las conozca, aquilate su estilo personal y si lo desea, acuda a las librerías locales a conseguir ambos tomos. O bien en nuestras oficinas de Colón 605, a media cuadra de la Casa de la Cultura, en el barrio de Los Príncipes, de esta ciudad de Oaxaca. (CSI).

Portada del Tomo I.
Su Prefacio, algunas crónicas, otras semblanzas y entrevistas escogidas para este blog.
Estos son el estilo y los temas de doña Arcelia. Fueron tomados del ejemplar cuya portada es la siguiente:



PREFACIO

Escribir este libro no es “pura vanidad”, es más bien un gratificante placer, porque los recuerdos que envuelven con sus poéticos vendajes la nostalgia traerán, a la memoria de los lectores, seres y cosas que van por estas páginas como ánimas en pena, unas en el purgatorio, otras en el merito cielo, y pocas, muy pocas, en el infierno mismo, que ya lo tuvieron cuando vivieron.“Cosas, casos y personajes” estremecían mi mente, queriéndose escapar. ¿Qué los detuvo?, un sutil amor por esas gentes, porque en alguna forma transitaron en la vida social, política y cultural de esta Verde Antequera, convertida hoy en un gris espacio, en el que la inercia nos cubre con sus soporíferos aires. Va para los lectores, un regalo más que yo he considerado en mi propia vida tenerlo como un tesoro. Lo comparto con ellos, para bien de todos.
Trato de no excluir a nadie, todo lo contrario, quiero que los personajes que fueron y que son deambulen en las páginas, para dar al lector lo que busca: admiración, asombro, enseñanza, gozo y, ¿por qué no?, también dolor. Este último se liga a los que ya no están con nosotros, dejándonos parte de sí mismos, llevándose mucho de nosotros. En palabras más claras, yo anhelo que los lectores participen, con la que lo escribió, de la dicha de rehacer del pasado lejano y del pasado reciente todo lo que en sus páginas viven.

Una guirnalda blanca,
para los que ya no están con nosotros.
A.Y.


La sacerdotisa de los hongos,
en plena actividad curativa

Conocí a María Sabina, indígena mazateca, ya de avanzada edad, en las oficinas que fueron del Fondo Nacional para Actividades Sociales (FONOPAS), en donde se le dio por acuerdo administrativo, una despensa cada mes, conteniendo artículos básicos para su manutención.
¿Quién era y cómo era María Sabina?, como ya lo digo en palabras arriba, era indígena, nacida en Huautla de Jiménez, quien descubrió los hongos alucinógenos para el mundo, al habérselos dado a probar a tres personajes de Francia, entre ellos uno que buscaba no el esoterismo, sino su aplicación a la medicina. Esta mujer recibía en su pueblo el nombre de curandera, después la elite cultural le puso el nombre de sacerdotisa de los hongos. No hablaba español, y pienso que estaba asombrada del poder que había conseguido al dar pelos y señales de las virtudes curativas de los hongos.
El licenciado Raúl Bolaños Cacho recibió, siendo presidente del PRI, una caja de cartón, alargada y compuesta para regalo, como en las que vienen las vestimentas femeninas, y traía esos hongos oscuros, de color áspero, en suma de muy mal aspecto y de un olor penetrante a tierra mojada. Me llamó a la redacción del Oaxaca Gráfico, que quedaba enfrente de su propia oficina de Independencia, y me dijo “este regalo que me hicieron se lo cedo, porque usted es una persona que conoce a muchas gentes que puedan estar interesadas en comerlos”, yo me di cuenta del alcance que podía tener aquel paquete, y dije que iba a buscar a otra persona, porque yo no me podía hacer cargo de tal comisión. Hablé inmediatamente con un psicólogo militar que había en Oaxaca, he olvidado totalmente su nombre, y le repetí la misma frase que me hicieron a mí, que los regalara, y el interfecto me contestó que sí, pero que yo le buscara a las personas con las que hacer el experimento. Menudo trabajo, pero lo hice, y el director de la escuela de Medicina contribuyó a esta experiencia, que tuvo lugar en la casa de la inolvidable compañera periodista, maestra en idiomas de la universidad, Juanita Glessen, de origen holandés, y que tuvo su casa en la plazuela Labastida, en donde ahora se encuentra el comedor El Topil, donde exhibía sus conocimientos gastronómicos nuestra estimada amiga, la maestra Soledad.
¿Qué ocurrió ese día, en punto a las ocho de la noche?, lo que ya estaba previsto, acudieron los comensales de tan exótico platillo, que fueron dos maestros de pintura de la Escuela de Bellas Artes, un músico y la que escribe.
El doctor llevó un folleto reconocido internacionalmente, donde venía el manejo científico del hongo, y así lo aplicó a los voluntarios de tan extraordinario caso. La anfitriona no se atrevió a formar parte del equipo. El médico invitado como anfitrión tampoco, sólo siguió las reglas de que debía haber música clásica de fondo, y una persona encargada del hecho en sí. Llevado a cabo el propósito se vieron los resultados. Se puso el disco, porque siempre debe haber música que promueva los sentimientos de la toma, y bendijo un plato de cacao en su léxico nativo, semillas que aún poseo, y que se me quedaron de recuerdo. En mi caso no sucedió nada, en los otros, empezaron a ver cosas iluminadas y algunas escenas retrospectivas de su vida personal. Pasado el tiempo, no salía yo de mi asombro, de la inmunidad que demostré en esta prueba, pero pude percibir que por lo menos, durante un largo año, tuve enorme energía para todo, para mis habituales quehaceres de dar clases, de estar en el periódico toda la noche haciéndolo, y de reportear las noticias por la mañana, en la calle, y en las fuentes (que era el Palacio de Gobierno).
Doña María Sabina siempre había insistido al conocerme de que yo los probara, me cobraba quinientos pesos por este quehacer. Definitivamente yo había perdido el interés en los alucinógenos, no me interesaban en absoluto comerlos, y sólo corría por mi cuenta entrevistarla con su intérprete, y solicitar que se presentara en público en la biblioteca central, en una sesión especial, con las reglas que imponían, para que se hablara del tema. Aceptó la proposición hecha por mí. La persona que la presentó hablaba mazateco, era su ahijado, Juan García Carrera, y yo había buscado una beca para él, que se le otorgó en la escuela de contaduría de la que era propietaria mi amiga Covadonga Coheto Jiménez. En esta sesión se le hicieron preguntas, y a éstas contestó ella y su intérprete.
La vida de María Sabina fue de pobreza y de tolerancia con sus parientes, porque éstos la explotaban de lo lindo, disputándose cuantos regalos se le hacían a ella. Recuerdo que la esposa del gobernador de aquel entonces, la profesora María Eugenia Castañeda, le envió un ropero, una cama y no sé qué otro equipo de mobiliario, bienes sobre los que cayeron sus nietos, y se llevaron todo, dejando sólo el humilde lecho en el que ella acostumbraba dormir. Al presentarla en México, un publicista logró tomas cinematográficas que nunca vimos en la pantalla, los periodistas nacionales se ocuparon de ella por lo menos durante una semana, esta persona fue el tema exótico cotidiano. La hermana del señor presidente José López Portillo también explotó las facultades de doña Sabina, llevándola y trayéndola en presentaciones agotadoras. Ya era pobre cuando empezó su celebridad, y terminó siendo más pobre en aquellos días. Contaban de ella que se había casado muy joven, y que era una curandera como hay muchas en esa población, pero ella era la más famosa. Como todas las glorias humanas, pasó de la moda al olvido en muy breve espacio de tiempo. Vestía un huipil mazateco, su rebozo, andaba descalza y su cabello, peinada en dos trenzas a veces, se las colocaba artísticamente en la cabeza, con un listón oscuro. Las arrugas de su cara eran muy expresivas, y cuando hablaba su mazateco, el sonido era como un susurro, poco iba quedando de sí misma, y este poco se gastaba cada día, hasta que desapareció para la curiosidad pública, que ningún bien le hizo.


José María Bradomín

Su nombre de pila fue Guillermo Villa Castañeda, era hijo de capitán artillero José María Villa y de la bella señora Luz Castañeda Rojas. Vino al mundo el 2 de enero de 1910, en su casa de la calle Carlos María Bustamante.
La escolaridad la obtuvo en las escuelas Pestalozzi, Carlos Gracida y Porfirio Díaz. Toma un curso con el pedagogo Luis D. Ramírez de preparación de maestros rurales. Más tarde, muchos años después, presenta exámenes en el Instituto de Capacitación del Magisterio y obtiene el título de Maestro Normalista.
En la época que conoció el oficio de la tipografía, conoció también a los intelectuales de Oaxaca. Inmediatamente vio un escalón para mejorar su condición de intelectual y se hizo amigo de ellos. Éstos eran: Enriqueta Aragón, la magnífica poeta Teresa Luna Vargas, Juan G. Vasconcelos y Enrique Othón Díaz. Con ellos entró propiamente a cultivarse, y el resultado fue magnífico, porque dentro de muy poco tiempo se formó el inquieto investigador y el poeta lúcido. 1929 fue una época prolífica para su pluma, colabora para el periódico La Opinión de Fortino Lopalan Gómez Torrentera, en el Eco Estudiantil de Ángel Saavedra, en los Cuadernos de Oaxaca de Gonzalo Hernández Sanabria, en Libertad de Efrén Chávez… y ya firma en estas publicaciones con su seudónimo de José María Bradomín.
Y por lo que toca a la poética, publica sus versos en los dos libros Solar Nativo y Lira Dispersa. Había nacido pues, el periodista y poeta. Pero el periodista tiene un salto muy fuerte para volverse un investigador de fuste, y esto se lo dan las circunstancias, porque siendo profesor normalista se mete en todas las regiones del estado, y es ahí donde encuentra un riquísimo material que tuvo el tino de recoger, para después hacer todas sus obras.
Guillermo Villa Castañeda fue un crítico agudo, tenaz y persistente de la administración pública. ¿Por qué? Porque en aquellos tiempos que hemos venido narrando los problemas sociales de Oaxaca lo incitaron a esta postura, que llegó a ser una manera de ser de él. Así fue que sus artículos en los periódicos El Universal, La Nación, Omega y Hombre Libre, que fueron famosísimos periódicos nacionales, y estos dos últimos siempre en contra de los regímenes… la revista Jueves, del periódico Excélsior. Ahí vertió él sus disgustos y sus críticas, verdaderamente como un hombre libre. Siempre se manifestó como porfirista. El general Díaz fue su ídolo y por él sintió una profunda admiración. Fue lo que se llama un porfirista de hueso colorado.
Al terminar la década de los cincuentas se encuentra ya en una situación distinta, porque digamos que sus armas están pulidas, no las ha escrito en balde. Hizo una labor muy significativa en la escuela donde se encontraba en San Juan Bautista la Raya. Ahí nace su Monografía del Estado de Oaxaca y en otra que tuvo más tarde: Toponimia de Oaxaca.
Bradomín, para entonces, empezaba a saber que la fama y la gloria para los escritores no siempre es eso. Encuentra obstáculos, como encuentra también un terreno diferente donde se aprecia lo que un pensador hace, y ese terreno fue la capital de Oaxaca.
Don Guillermo fue un hombre alto fornido, recio en su personalidad, de ademanes bruscos muy parranderos, le gustaban las mujeres y a las mujeres les gustaba él, fue como un semental de la pradera. Don Guillermo también tuvo otra debilidad en su corazón: Cuando estuvo en Tlaxiaco se enamoró de una maestra, señorita de una familia distinguida, que devotamente quiso, y fue su gran amor imposible. Murió con ese gusanito donde frustró su machismo, digamos, pero fue su estrella, su musa, lo más delicado de su espíritu. Hagamos un elogio de este escritor que, es bueno decirlo, es muy solicitado en las bibliotecas, por jóvenes que buscan sus conocimientos, sus consejos, para saber cómo fueron las cosas…
Y ahí está José María Bradomín en la mente de estos jóvenes, vive todavía en ellos y vive en sus libros y en el corazón de las personas que lo conocimos.


ENTREVISTA:
Siempre había sorpresas en las giras de Cárdenas
La comitiva que acompañaba al general Cárdenas y a Brena Torres, en la gira de trabajo por tierras mixtecas, vivió una extraña inauguración, por el imprevisto horario, dos o tres de la mañana, me cuenta mi informante, el arquitecto Martín Ruiz Camino.
Llegamos en la madrugada al lugar e inmediatamente, antes de asistir a la inauguración que se hizo con antorchas que iluminaba la noche, mientras recorríamos las aulas, me comenta, que tenían como techo bóvedas de ladrillo, que la Comisión del Balsas había construido, ni a las autoridades del lugar ni a los funcionarios visitantes ni a personas del pueblo, reunidos para el acto, les importó la hora. Había fervor (dice enfáticamente el arquitecto Ruiz Camino, quien ya enraizado en sus recuerdos me cuenta de un puente que se inauguró en ese horario desconcertante, antes que las aulas descritas, en un pueblo del que perdió el nombre, el arquitecto no recuerda ni el río, pero le quedó grabada la escena porque el general Cárdenas, en el instante de la inauguración, dijo que el gobernante oaxaqueño era un hombre que caminaba con el pueblo.)

A propósito del gobernador Brena Torres, ¿qué imagen tiene usted de él?, pregunto a Ruiz Camino.

Me impresionaba su inteligencia, –me dice de inmediato– sus dotes para la conversación y la calma para apreciar la poesía.

(Para abonar la personalidad del aludido, yo añado ¡todas las artes!, dio apoyo a la música, al teatro, que tuvo gran auge bajo su mandato. Era un hombre culto y sensible.)
(Ruiz Camino recuerda que era amigo personal del presidente Adolfo López Mateos. Su antesala estaba llena de políticos importantes y, sin embargo, una vez que lo visité con el regalo del libro de poemas Giraluna de Andrés Eloy Blanco, me leyó en voz alta toda la poesía “A un año de tu luz”:
A un año de tu luz, e iluminado
hasta el final de su latir, por ella,
desanda el viaje el corazón cansado.

De tu voz, de tu mano y de tu huella
retorna a la niñez, donde palpita
sangre de luz tu corazón de estrella.

Vamos los dos a la esperada cita,
y parece saltar de mi costado
santa y clara, tu voz de agua bendita.

Y así al solar de la niñez llegando,
mi corazón, devuelto de tu muerte,
a un año de tu luz, iluminado…

Y así siguiendo las tercetas hasta el final del poema, todo fue para mí gran sorpresa.)

¿Qué tipo de escuela fue?

La primera prefabricada y le pusimos de nombre Lázaro Cárdenas.

¿Se hizo costumbre sembrar árboles?

Sí, la idea me la dio mi padre. En los convenios de cooperación con los pueblos quedó el compromiso establecido.

¿Se habrá cumplido después de ustedes?

Fue un pino y está dando sombra el que sembró Brena Torres, después la vida me enseñó a limitarme, contesta. Hemos sembrado más de mil árboles, en un pequeño terreno en El Punto.


ENTREVISTA:
Oaxaca se distinguió nacionalmente por su participación en el movimiento del 68: Agustín Márquez Uribe

Entra al recinto el licenciado Agustín Márquez Uribe (A.M.U.), lo envuelve una sonrisa de oreja a oreja, con sus extremidades largas avanza en el salón hacia mí (A.Y.), y mis palabras lo encuentran para destejer el pasado.

A.Y. Dígame ¿cuál era el ambiente universitario en Oaxaca, previo al movimiento estudiantil del 68?
A.M.U. De absoluto respeto. Los estudiantes de esa época eran disciplinados, dedicados a estudiar, ocupados en actividades del deporte, actos culturales, claro con sus propias inquietudes relacionadas íntimamente con la política estudiantil.
A.M.U. (Recalcó y nos dijo, que eran muy respetuosos con sus maestros). Eran los tiempos de los licenciados Pedro Yescas Peralta, Alfredo Castillo Gómez, de su señor padre don Alfredo, reputado jurista, del “viejo” Alberto von Thaden, del contador don Alejandro Pombo, maestro de raíces griegas, todos ellos verdaderas lumbreras de las cátedras que daban.
A.Y. ¿En su condición de rector de la UABJO, cómo recibió la petición de la insurgencia estudiantil del 68?
A.M.U. En el fondo, con mucho entusiasmo, porque se conocía lo que había sucedido en México. Aun cuando aquí no empezó el 26 de julio, sino el 18 de agosto, y se inició con la marcha silenciosa, que comenzó desde el campo deportivo, recorriendo todas las calles de la ciudad, hasta llegar a la esquina de García Vigil e Independencia, di órdenes a Sadot, el “conserje”, para que se adelantara y abrieran de par en par las puertas del gimnasio, y ahí, en forma ordenada, estuvimos hasta que di las gracias a todos ellos, maestros y estudiantes. Esto evitó que nos uniéramos al grupo del internado de Reyes Mantecón, quienes ya habían preparado un violento mitin. (Márquez Uribe mojó su garganta para proseguir su muy interesante relato.)
A.Y. ¿Cómo vivió la problemática universitaria?
A.M.U. Muy difícil, porque se prolongó mucho tiempo y se venían los cambios políticos de gobernador, diputados y del propio rector, así como consecuentemente de los directores de escuelas. Pero el apoyo fue abierto de los estudiantes de Oaxaca al movimiento estudiantil de México; Oaxaca se distinguió nacionalmente por su participación tan decidida.
(Empezaba a atardecer y las nubes cargadas de agua en este patriótico mes de septiembre intentaron aterrizar. Empezó a oler a humedad, ya mi entrevistado no reía, la vivencia rejuveneció su mente y sólo existía el pasado.)
A.Y. ¿Cuáles fueron las presiones que usted recibió por la participación de la Universidad en su época?
A.M.U. (Apresuradamente contesta, sin titubeos). Muchas, recibí muchas del gobierno federal, local, de los padres de familia, de los mismos estudiantes, y de los maestros. Se pensaba que se podía perder el año. Yo entregué la rectoría al doctor Mario Pérez Ramírez, en la fecha programada.
(El semblante de mi entrevistado vuelve a la realidad, sus ojos ven el reloj, y me dice con una voz más profunda). Adiós, doña Chela, alargaré esto si es preciso porque hay muchas cosas qué saber y que no se han dicho.
A.Y. (Pero no lo dejo ir, para lanzarle la última pregunta). ¿Qué fue para usted en lo personal el movimiento del 68? (Para contestarla aparece el Agustín alegre, simpático, muy oaxaqueño al hablar, y contestándome.)


A.M.U. Fue el parteaguas que hizo que se iniciara el cambio tan necesario en el estado, cambiando también la misión de la universidad, por la participación decidida de las nuevas generaciones de jóvenes.
A.Y. En otra ocasión hablaremos con él sobre las cosas que no se han dicho, estamos emplazados.

Portada del Tomo II.
Otras crónicas, otras semblanzas... escogidas para este blog.
Estos son el estilo y los temas de doña Arcelia. Fueron tomados del ejemplar cuya portada es la siguiente:




¡HORROR!, EL HURACÁN PAULINA

Para sopesar toda su trascendencia del huracán Paulina, escogimos a Igor Arango, que ya había tenido experiencias breves y no graves en estos sorpresivos encuentros con la furia de la naturaleza. Igor, en una epístola que me envió desde el lugar de los hechos me cuenta:

Aparece en la puerta de su elegante alcoba una mucama de sonrisa pronta y de habla muy oaxaqueña que le dice: ¿Toma usted su desayuno? Pero diciendo y haciendo y en la mesita de noche, le coloca un vaso con leche, al que ella no le hace caso y prosigue con entusiasmo estas vivencias que le permiten acercarse a hechos conmovedores.
Todavía ayer saludamos con euforia a nuestro maestro en la Universidad del Mar. Al iniciarse, el lunes pasado el año lectivo, empezamos a conocerlo.
Todavía ayer admiramos con mirada furtiva o de franca admiración a nuestras compañeras mujeres.
Todavía ayer el sol brillaba con todo esplendor sobre estas maravillosas playa del Pacífico oaxaqueño, llamada Puerto Ángel, con un hotel empotrado en la cúspide, con las instalaciones del resguardo de la Armada Nacional, con su flora que tapizaba los senderos con árboles y palmeras, arbustos pequeños, matorrales, todo verde, color de la esperanza.
Todavía ayer mis ojos se deslumbraron con la playa Zipolite, bella entre las bellas, famosa entre las famosas, con sus playas aledañas Agustinillo y Mazunte, donde desovan las tortugas año con año y se protege la especie antediluviana de este Testudinido legendario.
Aquí en Zipolite escogí una casa que da albergue a estudiantes, para que fuera mi hogar durante cinco años, los mismos de la carrera.

Todavía ayer cruzamos miradas, nos dimos la mano, sonreímos, en ese gran conglomerado (como de seiscientos alumnos que aspirábamos a científicos) venidos de los cuatro puntos cardinales de la patria: Puebla, Tlaxcala, Tabasco, Campeche, Mérida, Chiapas, del Distrito Federal, del Bajío y del Norte del País.
Todavía ayer experimenté la algarabía de todos ellos y el silencio de las salas de estudio, pesado y ligero a la vez, pesado por su concentración en los temas y ligero por la ansiedad de aprender.
Todavía ayer nuestro ánimo de jóvenes estaba en el asta de la bandera universitaria, reíamos, soñábamos, amábamos la vida, no conocimos la corriente negativa y aleccionadora de una desgracia colectiva. No conocíamos la fuerza brutal de un siniestro, nos era desconocido el rostro monstruoso de Paulina, Huracán devastador que cambió nuestra vida.
En la Universidad nos dijo la maestra ¡váyanse! Serían como las doce del día. Yo ya había consultado el internet sobre el fenómeno Paulina donde marcaban la velocidad y que entraría a las 14 horas, con vientos de 180 a 240 kilómetros por hora.
En la comunidad de Zipolite sí se había escuchado por los medios de comunicación de la trayectoria y violencia del huracán, pero las gentes por su ignorancia, o negligencia se confiaron.
Cuando nos despacharon de la Universidad con tres compañeros, dos mujeres y un hombre, nos dirigimos a Zipolite y de allí a mi pequeño cuarto y nos dimos ánimo y confianza decididos a esperar. Estos lugares tienen algo ¡no sé como descifrarlo! Pero nos invadió un alerta pasivo, ferviente, presintiendo el peligro, pero este sentimiento fue rebasado desde el primer momento en que escuchamos un ruido como de “muchos trenes” pero por encima de este ruido que viajaba en el aire se oyó algo sobrenatural en el fatídico instante en que el huracán tocó tierra y su destrucción abarcó un gran radio mientras que el ojo fue Puerto Ángel.

Había amanecido lloviendo, el aire era pesado en la mañana y el mar mostraba síntomas de alteración pero a la hora de la hora las olas en esa playa eran de unos seis metros de altura. Por arriba de nuestras cabezas pasaron árboles completos, láminas galvanizadas, tejas, morillos y techos de palma. Todo crujía ensordecedoramente. Las instalaciones de la Armada se desplomaban estrepitosamente. El agua empezó a entrar en la habitación, primero agua y después lodo espeso que nos iba cubriendo, mientras afuera la máquina destructora, entre agua y vientos enfurecidos se llevaban al mar animales, restaurantes de endebles materiales, enteros con puertas, ventanas, el mobiliario propio, refrigeradores y las camas y sillas de las personas. ¡Todo desaparecía…! Y nuestras fuerzas estaban en el límite de la desesperación por la impotencia: ¡salvar la vida…! ¡salvar la vida…! Era lo único que pensábamos. Las sombras de la noche adelantaron su llegada. Cuando el endemoniado Paulina tomó su curso, rumbo a Acapulco, nosotros nos asomamos a ver el panorama. Para llorar, aun siendo hombres. La Universidad del Mar, destruida, esas instalaciones fueron construidas, me dicen, hace poco menos de diez años, eran de calidad, bien planeadas. Ahora solo hay rastros de lo que hubo.
En Zipolite la gente, pescadores con sus esposas y niños y personas ancianas, sus parientes, después de rezar lloraban a gritos.
Sus casas de carrizo, adobe y otros materiales de la región desaparecieron. El panorama total era increíble. La playa parecía una playa virgen y lo mismo se decía de Mazunte y Agustinillo. Ahí en Zipolite, volvió a salir el sol hasta el tercer día, pero para alumbrar la desolación de la gente.
Acababa de ocurrir la tragedia, al amanecer la gente empezó a buscar sus pertenencias, entre el lodo, la arena, las piedras que viajaron por el aire como si fueran plumas. ¡Nadie rescató gran cosa, porque todo había sido arrasado. Nosotros salimos del refugio como estatuas de lodo, muertos de terror y ahora de pena al ver a la gente sufrir por sus cosas y porque no tenían qué comer y tenían hambre y, sobre todo, sed. Los niños se reunieron en lo que fue la escuela para recibir algo de comer; en la presidencia hicieron cola para recibir despensas. Una bicoca era lo que se estaba dando ante la demanda de la población desarrapada, sin ropa que cambiarse, ni mantas con qué cubrirse. La gente vieja hablaba de que nunca antes hubo un huracán, muchos coincidían que se aproximaba el fin del mundo.
Los gringos del hotel, único turismo productivo y hasta eso poco, huyeron despavoridos. En Zipolite no había turismo; había, según decían los nativos algunos extranjeros que por ahí andaban, quizá cuidando los terrenos donde vivían, también en apuros para sobrevivir, mientras llegaba la ayuda que, cuando salí el viernes por la tarde, todavía no entraba en Zipolite.
Encontramos un hombre ya viejo que buscaba entre escombros e iba de un lado a otro, casi con lágrimas en los ojos ¿qué busca? Le preguntamos. Con voz cortada nos contestó: a mi marrana.
Todo lo que tenía era su marrana la que sin duda ya estaba a kilómetros bien muerta.
En este lugar la vida venía del mar, ahora el dolor, el pánico, la furia de la naturaleza, lo convirtió en foco insalubre. No hay drenaje y con todo el desastre encima, basura hacinada, escombros, troncos y maleza que van a podrirse en pocas horas pueden estallar las epidemias, dengue o cólera.
Hicimos planes de salir y lo pudimos lograr yendo a Pochutla y tomando el camión llegar a Salina Cruz, también afectada, en mínima parte, pero al llegar aquí ¡ya la hicimos!
Estoy aquí en Oaxaca nuevamente junto a mi familia, padres y hermanos, junto a ti que te preocupaste tanto por mí, pero mi pensamiento sigue en aquella latitud flagelada por el fenómeno y en esa playa, de la que sabes mucho y espero me cuentes. ¿Es cierto que la llamaron del amor? ¿Es cierto que la escogieron los hipies al finalizar los años sesentas para vivir y hacer sus proclamas de protesta contra las guerras, el uso de la bomba nuclear, la prepotencia de los gobiernos y la desunión del género humano. ¿Cómo es esa historia?

Respuesta a Igor:
Tus revelaciones sobre el fenómeno que sufrieron los habitantes de la Costa Chica oaxaqueña, precisamente Puerto Ángel, con su playa Zipolite, Agustinillo y Mazunte, me han impresionado: Vivir angustiosos minutos en el ojo del huracán, no es lo mismo que escribir una crónica después sobre el meteoro.
Me pides que te cuente las historias de Zipolite, lo hago con gusto porque me tocó vivir una de ellas, la del joven escritor y luchador social Juan Herrera, quien fuera alumno mío en la Sección de Teatro de la Escuela de Bellas Artes en la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca, al finalizar los años cincuenta, cuando él era un niño de doce años, más o menos; en ese tiempo su madre enfermó de cáncer y murió cuando iba el a cumplir quince quedándose, como el hijo mayor, al frente de sus hermanos menores que eran tres más.
Juan empezó a escribir reportajes y entrevistas, luego escribió obras de teatro que fueron llevadas a escena por él mismo y dados a conocer en la Penitenciaría y en la Escuela Normal donde cursaba la carrera de maestro, Vivir Escalones 4 y Medio y La Hormiga fueron las primeras y la otra que causó impacto por el tema que trataba (la homosexualidad) El Gato y el Ovoide. Los dramaturgos jóvenes de esa época, entre ellos Juan José Gurrola, lo llamaron teatro de vanguardia. Esta pieza participó en los Concursos Teatrales y fue de gira a Guadalajara.
En ese tiempo fundó la “Casa del Estudiante”, en la calle de Morelos, junto al Museo Prehispánico Rufino Tamayo. Grandes tropiezos, obstáculos y ataques tuvo al principio. Su tenacidad fue mayor y logró que la casa creciera y fuera un foro artístico y cultural. Al mismo tiempo luchó porque la Escuela Normal tuviera un edificio propio por lo que organizó una marcha a México con los normalistas oaxaqueños, consiguiéndolo. Es el que funciona hasta la fecha en la Calzada a San Felipe del Agua.
Después de los disturbios del 68, Juan regresó a Oaxaca muy alentado, había trabajado en la propaganda de los Juegos Olímpicos haciendo textos y se vio envuelto en los sucesos del 68, con todas sus consecuencias.
La Noche de Rábanos lo encontré en la romería y me dijo: “Me voy a vivir a Zipolite, el agente municipal me regaló un terreno para que haga mi casa ahí en la playa, me voy a poner a escribir”. Estas noticias me las daba el 23 de diciembre de 1968 y el 6 de enero del año siguiente recibí un telegrama donde me anunciaban que se había ahogado en la playa y que mandara a recoger su cadáver.
No fue fácil, pero esa maravillosa solidaridad del pueblo lo permitió: Enrique Audiffred, Virgilio Gómez y José Luis Robles, marcharon en comisión. Al llegar a Zipolite, unas 48 horas antes lo había enterrado la comunidad hipie con rezos, flores, música, muchas veladoras, cánticos y hasta meditaciones.
Lo curioso es que en sus papeles hay unas notas que escribía para un guión cinematográfico: “El mar me llama, me dice ven… ¡No lo resisto!” Encontraron las líneas que transcribo, dedicadas a Zipolite: “Faro de Zipolite,/ removimiento de las tinieblas/que se agazapan a lo lejos./ Tú sabías,/ Bienamada, mar, vino rojo,/ cosas que ayer fueron, amor:/la hierba creó en sueños/ un robusto cuerpo de árbol,/para albergar su tarea persistencia/ entre las cosas;/ pero olvidé el accidentado génesis/que habría de ahogar en pradera,/su deseo de alta fronda./¿Retornar?/¿Acaso podrás despertar?/ como si nada/¿Con eso crees, acaso;/ que nada después/ te transformará? /¿Levantar a los muertos?/¡Oh miseria!/ ¿Renacer?/¡Absurdo!/ ¿Trascender?

Volviendo a la reseña de la muerte de Juan, la comisión que fue a recoger sus restos lo exhumaron siguieron la petición de sus hermanos porque dijeron que había el proyecto de hacer de ese panteón una obra turística; el sepelio fue al siguiente día, por la mañana. La población normalista con su director Delfino Techachal a la cabeza, los escritores, teatristas, danzarines, periodistas, estuvieron en el acto, hasta las señoritas Martínez Vigil con un grupo de niñas de una escuela confesional, asistieron. Rodolfo Álvarez, Edmundo Aquino, Luis Lagunas Parra, Francisco Espinoza Valencia y sus hermanos rodeamos su fosa, deplorando su muerte prematura. Siempre quedó en el aire, como la moneda de las apuestas (cara o águila) ¿Accidente o suicidio?
Genoveva Méndez Gracida, ex monja, vaca sagrada de la educación en la Secretaría de Educación Pública asesoraba aquí a la Normal Superior. Pereció, igualmente, una mañana, en esas aguas que la naturaleza imita de color–rumor–energía–canto de sirenas o risas de Ángel de la Guarda.
Zipolite fue escenario de nudistas, de orgías de droga y alcohol, es la parte oscura de su historia.




RODOLFO ÁLVAREZ: Llegó a Oaxaca como turista

Llegó a Oaxaca como turista y se quedó aquí, fascinado por el ambiente, el paisaje, la temperatura templada del Oaxaca que ya no existe. Sus amigos que le acompañaron a este viaje se asombraron de la decisión que había tomado, y que fue definitiva y tajante, porque aunque le aconsejaban que lo pensara bien, que se llevara un tiempo para decidirlo, su decisión estaba tomada consigo mismo, y así tuvimos los oaxaqueños a un forastero que al principio no sabía cómo sacar provecho a su profesión. Al mismo tiempo acababa de estrenarse con gran éxito su obra de teatro Martina en el teatro El Globo, de la capital del país, actuando la gran artista María Douglas. Bajo este halo de triunfo, él hizo planes para hacer aquí teatro, desde luego buscar integrantes para un grupo, hombres y mujeres, y darle realidad a su sueño: ser director de escena. Las cosas no fueron fáciles, porque su profesión no era conocida, pues los grupos existentes eran autodidactas. Eran 3: el que manejaba el contador Alejandro Pombo, con su Grupo Universitario; el de don Francisco Ruiz García que era el grupo Catalina D´Erzell; y el grupo de don Francisco Espinosa Osornio, llamado Compañía Artística Oaxaqueña.
En las instituciones culturales no se ofrecía la carrera, sólo en Bellas Artes, pero muy limitada. El INBA estaba preparando apenas para mandar maestros a provincia, y lo muy urgente para Rodolfo Álvarez era la cuestión económica, cómo sobrevivir. Bajo esta imperiosa necesidad, se me ocurrió, y así se lo comuniqué al Secretario de Gobierno, Ingeniero Norberto Aguirre Palancares, para que nos diera su apoyo, que podía inscribirse en la policía, como un servidor más, para tener acceso a un sueldo y dar las clases en la Escuela de Bellas Artes, así ocurrió, pero al poco tiempo, el director de la Escuela Normal, Defino Techachal supo de lo ocurrido, y lo llamó ofreciéndole una plaza de maestro en ese lugar, lo que salvó la situación y dio a la Escuela Normal la oportunidad de poner varias obras, como un verdadero creador de la escena. Rodolfo había sido educado en el colegio Alemán en México, y sus calificaciones fueron siempre altas. Con la puesta en escena de su obra Martina se descubrió en él al dramaturgo, y al realizar aquí el oficio de director, coronó su ambición de ser protagonista de uno de los aspectos educacionales de mayor importancia para un pueblo: el teatro, y lo fue así, porque se dio por entero en tiempo y forma, a poner obras teatrales ocupando una línea muy segura, que en esos tiempos se llamó experimental. Los autores de que se ocupó fueron diversos, como Camus con Calígula, Electra de Eurípides en lo clásico, y otras como El enfermo de Aprensión de Moliere, llegando hasta el italiano Vito de Martini con El Dios Indiferente, y otros como La Calle sin Puertas de Wolfgang Borchert y se ocupó de los dramaturgos nacionales como Carballido, Rafael Solana, Octavio Paz, Sergio Magaña y González Caballero.
Al finalizar los cincuenta llegó a Oaxaca y en un largo lapso puso obras que contribuyeron a la educación popular y fueron repertorio para el mismo público que él formó, que fue otro de sus méritos. Una traicionera enfermedad lo llevó al Centro Médico, y ahí fue operado de un tumor en el cerebro; un penoso incidente complicó el resultado de dicha operación y tres días después de ésta murió.
Había dejado a medias la puesta de La Danza que Sueña la Tortuga, de Emilio Carballido, que se escenificó después de su muerte en la sala Juárez, haciendo hincapié en que los actores siguieron el trazo original.
Su muerte fue definitiva para la escena oaxaqueña, podría decirse que se cerró el telón, se apagaron las candilejas y hubo un réquiem no sólo para él, sino para el teatro para el que estábamos acostumbrados.




¿Quién llamó Guelaguetza a los Lunes del Cerro?

Yo me acuso, como lo haría un fiel católico, ante el confesionario, de haber sido la persona que le puso nombre a los Lunes del Cerro. Los hechos ocurrieron de esta forma. Fue al finalizar la década de los cincuenta, dirigiendo el periódico Oaxaca Gráfico, escribí la crónica de ese día, allá en la Rotonda de la Azucena, como una fiesta espléndida, en que nuestros pueblos trajeron su legado y su identidad, para que en este muy amado Valle, y con el turismo atraído por la fama de los mismos, se conociera (como me lo declaró en una entrevista periodística el ingeniero Víctor Bravo Ahuja al promover, años más tarde, la construcción del actual auditorio) el legado artístico de los oaxaqueños, a propios y extraños. En esa crónica escribí que la fiesta me había conmovido por su belleza y autenticidad, hasta el grado de hurgar en mi cerebro un nombre que mereciera tal entrega y se me ocurrió llamar a esa fiesta, en aquella crónica, como una maravillosa “guelaguetza”. Esta cabeza, hablando periodísticamente, cubrió las ocho columnas, y fue muy bien recibida por los lectores de este periódico, y el mismo gobierno, que ya por su cuenta y riesgo la llamó Guelaguetza.
Este nombre lo tenía muy documentado por todas las pláticas que sostuve en ese entonces con el licenciado Manuel Zárate Aquino, presidente del Tribunal Superior de Justicia de ese entonces, y es más, para los juegos olímpicos que hubo en México, el Seguro Social pidió información de todos los Estados, que dedicaron un día a cada uno, para que luciera su música, sus tradiciones y todo aquello que a uno lo enorgullece como oaxaqueño. Según nuestras pláticas, la guelaguetza se practicaba en los momentos cruciales de la vida, el nacimiento, el casamiento y la muerte, y se practicaba en la forma más poderosa, dándose mutuamente regalos prácticos para la vida. Recuerdo que yo escribí con mucha conciencia el significado de la palabra en el trabajo que al Centro de la Seguridad Social para el Bienestar Familiar le habían pedido, y cuando vi el folleto en donde estaba inserto, que aparecía sin firma, quería exigir mi crédito, y consulté a un abogado, que me dijo que los textos debían tener tanto más cuánto de espacio para poder hacer la demanda, y a este le faltaba poco para cubrir este requisito, pero le faltaba… y se cebaron mis enfurecidos deseos de demandarlos. La palabra ahora abarca muchas cosas modernas, hasta hay chocolate que tiene ese nombre, casas de huéspedes y muchos otros detalles que son, como decía el maestro Azar, “de la sobada guelaguetza”.
Volviendo al tema que me ocupa, diré que mucho tiempo estuve inhibida por haber cambiado los Lunes del Cerro, que es el clásico nombre, por una palabra que sí resulta atractiva, pero que entonces no tenía arraigo. Además, yo no tenía ninguna culpa de que al Gobierno del Estado le hubiera gustado esa palabra y la tomara como si hubiera sido el autor, aquí no pensé en la demanda. Nada tonta, yo prevengo lo que me pueda suceder.
Mucha agua ha transcurrido bajo este puente de la vida, recuerdos magníficos, chuscos, irónicos, ahora la palabra es muy popular y significativa, ya la vergüenza se me quitó a mí, y mi recuerdo viaja muy tranquilo. Así suele suceder en muchas cosas que no festinamos, por falta de tiempo, o para no provocar el caos.




Lily Porras Mazari, una oaxaqueña imponderable

Hay personas que nacen para triunfar en la vida y una de ellas es la señora Alicia Lilia Porras Mazari. En su pasado remoto, colaborando con la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), siendo ella educadora de jardines de niños, armó varios carros, comparsas, para festinar fechas y hechos de la notable institución; fue más de una vez premiada por sus magníficas presentaciones, las que a usanza de esos tiempos fueron siempre representativas, incluyendo la edad escolar de niñas y niños. Lily, como todo mundo la conoce por sus virtudes expuestas en diferentes ocasiones, ha intervenido en empresas que la han llevado al triunfo total, porque ha resultado multipremiada. Estuvo frente a grupo pocos años, pues por sus capacidades, las autoridades educativas de ese tiempo la ascendieron a directora de un jardín de niños, puesto en el que se desempeñó por diecisiete años. Después de esto fue supervisora de las escuelas de nivel preescolar. Culminando su carrera en esta rama, siendo la primera Directora Federal de Educación Preescolar en el estado de Oaxaca, puesto que ejerció durante ocho años, hasta su jubilación. En toda su trayectoria, fundó noventa y cuatro centros de educación, sobre todo jardines de niños.
Físicamente mi biografiada tiene una imagen que le han otorgado sus virtudes personales y a las que ella nunca ha puesto un límite. Por su destacada personalidad, en 1949 fue nombrada Señorita Normalista. Su poder participativo la dio a conocer en todos los estratos de la sociedad oaxaqueña: pobres y ricos han sido sus aliados voluntarios para hacer crecer los nombres de instituciones internacionales, como es la UNESCO. En este año, el 25 de abril, fue distinguida por el H. Ayuntamiento, que dignamente dirige el licenciado Luis Ugartechea Begué, nombrándola Ciudadana Distinguida por su Labor Filantrópica en diferentes ámbitos, incluyendo el programa de desayunos a indigentes.
Pero no sólo es conocida por sus virtudes citadas, ella ha intervenido en el comercio, y en situaciones empresariales diversas, y siempre ha pisado con el pie derecho, porque ha obtenido los frutos respectivos: en lo personal aplausos y en lo práctico logros financieros.
Lily tiene de esposo al señor Salvador Acevedo Ricárdez, con quien se casó el 23 de julio de 1961, en la basílica menor de la Iglesia de la Soledad, quien desde luego ha marchado, como se dice en el lenguaje apropiado, codo con codo como su consorte, conociendo también los sabores del triunfo. Conocí a sus familiares antes que a ella, pero al conocerla también hace varios años, seguí su trayectoria y sus huellas son innegables, porque es intrépida, participativa, responsable, con capacidad creadora, en fin, una verdadera alhaja. De este matrimonio surgieron Salvador, Lilia y Doris, todos profesionistas y triunfadores, siguiendo el adagio popular de “hijo de tigre, pintito”.
Su actividad empresarial inició en 1957, cuando inauguró la tienda El Regalo, sobre las calles de Bustamante, y posteriormente, en 1963 la trasladó a las calles de Independencia, donde actualmente se denomina Regalos Mazari, en el 505 de esta calle. En 1998 incursionó en el ramo hotelero y funda Suites del Centro, en Hidalgo 206.
       El periódico El Imparcial la ha destacado por todos su merecimientos, otorgándole páginas completas, como fue la del 17 de febrero del 2006, y el día que recibió el premio municipal de la Medalla Donají, en el teatro Macedonio Alcalá no cabía el clásico alfiler. Es una persona maravillosa, con un gran sentido de amor al prójimo, con muchas virtudes que para su fortuna la han sabido aquilatar sus coterráneos.


Despedimos a doña Arcelia con esta esquela en la que un amorcillo, el Genio del Amor y de la Poesía, llora su muerte:


1 comentario:

  1. Descanse en paz la Sra Arcelia Yaniz.
    Disfrute muchísimo leyendo las los fragmentos de las crónicas incluidas en ambos tomos; son una historias fantásticas. Espero comprar aquellos libros que tienen muy buena pinta.
    Es la primera vez que encuentro este blog y me parese maravilloso sus entradas. Los sigo desdé ahora.
    Tengo un blog igualmente yake-kinky-kidboy.blogspot.com este es mi sitio y ahí me pueden leer y encontrar.
    Un abrazo enorme y que genialidad de blog

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