martes, 12 de agosto de 2025

RÉQUIEM POR EL REPORTERO ISMAEL SANMARTÍN

  • No escapaba ningún tema a su atención. 
  • Aquí entrevista al músico Manuel Bustamante Gris,
  • famoso por sus animados bailongos populares.
  • .


  • Por Claudio Sánchez Islas
  • Oaxaca, 12 de agosto de 2025.

  • Le recuerdo libreta y pluma en mano en el zócalo, en los años 1970’s, cuando Oaxaca se sacudía como con fiebre alta a consecuencia de una de tantas crisis políticas. También fue una época de modernización de los talleres con que se diseñaban e imprimían los diarios. Era algo mayor de edad que yo, delgado, moreno, melenudo y prognato, pero mostraba nervio y olfato de sabueso reportero. Él mismo se apartaba de los “sangre–de–atole” que pululaban en el oficio periodístico, si bien era frecuente que publicara información que los demás dejábamos pasar por alto, empleando una técnica sorpresiva, mitad subjetiva mitad objetiva, hija de los ecos del “nuevo periodismo” que ya se había asomado en la prensa norteamericana al menos una década antes, y que en la Ciudad de México ya causaba furor. Ismael iba varios kilómetros adelante de un novato, como yo lo era. El secreto que empleaba estaba en el hilo narrativo que tejía, que es a lo que aquí le llamábamos “el ángulo de la noticia”. El modo de desenrollarla y mostrar sus caras ocultas, su textura inasible, su aroma grato o fétido de la “novedad” reporteada.
  • Entrevistando en la fuente "Aeropuerto" al político Kitus Iturribarría

  • Como un púgil en ascenso –“peso mosca”, supongo– su fuerza estaba en el resorte de sus piernas para perseguir y acorralar al entrevistado o para rodear el tema de su investigación. Amén de eso, su cintura era bastante flexible, de modo que esquivaba los lugares comunes, la rutina y lo convencional. Bailaba como una mariposa pero picaba como una avispa sobre las páginas de papel periódico. Casius Clay ya lo había hecho una docena de veces a lo largo de su carrera en el ring, ganado fama y dólares, lo cual era su objetivo. Ismael no tuvo “ese objetivo” en mente nunca. Practicaba a diario porque cada exclusiva que ganaba, cada nota que acertaba en el blanco, cada párrafo que trascendía en los corrillos y nos irritaba a los que no podíamos, le hacía superarse del modesto origen sociofamiliar del que emergía. Porque además, por su buen nivel de reportero estaba obligado a recomenzar de nuevo día tras día tras la búsqueda de noticias, el dato verificado, la declaración terminante, en un grado superior al del periódico de ayer.
  • Estábamos en un Oaxaca hundido en una fuerte disputa entre el régimen y sus propios defectos, ambiciosos y burradas, que le tenían zozobrando casi de manera permanente. Ismael, sin embargo, no era rijoso como sus jefes. Tampoco era prepotente como sus colegas de similar rango. No tuvo por lengua una lija del 100 ni embestía como toro de lidia burriciego a la hora de recabar la información. Fue un reportero idealista ortodoxo.
  • Libreta en mano con el pintor Rufino Tamayo

  • Lo mejor de su práctica venía no en el primer proceso de observación del estado de cosas, el visible y el que había que extraer leyendo “entre líneas”, sino en el segundo, cuando ya en el escritorio de la sala de redacción, cuando se hallaba solo frente a la máquina de escribir y el papel en blanco y los minutos corriendo dentro de su cabeza porque había que cerrar la edición ya. Él en ese momento se metía en el deber de emplear el mejor estilo posible para decirnos los hechos. No esperaría la regañiza de su superior o la directriz de su director y así se ganaba las primeras planas.
  • Al día siguiente yo leía la prensa de nuestra competencia. Le leía a él con atención y pensaba para mí:
  • “–Ya nos ganó esta nota”…. Fuera en El Fogonazo o en Noticias. Su actitud contrastaba con la mentalidad imperante del periodista de los 1970, que aun guardaba con celo su pertenencia sinuosa a un poder –el cuarto– que le podría rendir cierta ventaja personal, pero no hacerle ganar una picante exclusiva. Narciso Reyes –Chicho– poseía una energía similar. Eran inquietos, eran idealistas, eran temerarios, eran pulidos en el uso del lenguaje. Sabían que había que tener una buena entrevista, por ejemplo, pero que tendrían que aderezarla para obtener todo el perfil del entrevistado, el color del contexto, amén de saber resaltar los puntos de vista trascendentes.
  • Por sus estilos para redactar habían ganado mayor altura en el prestigio del oficio. Supieron cimentar su buena fama macheteando en lecturas de la prensa nacional y seguramente en libros internacionales. No había teoría del periodismo/comunicación, como hoy, así que las salas de redacción eran el taller donde uno se formaba bajo la tutela de alguien con más horas de vuelo, pero sin pizarrones de por medio. Se era autodidacta cien por ciento. Eso significaba que no se tuvieran maestros, sino simplemente “máistros media cuchara” que te imponían “su estilo” como el canon incuestionable de reportear y de redactar, que son dos cosas distintas. Por ejemplo los reporteros de radio en aquel tiempo solo preguntaban al vuelo y se transmitía el pedazo de cinta interesante, según su tema, pero no realizaban el esfuerzo más arduo, que es el de la reflexión y diálogo interno al que está obligado el que redacta, corrige, agrega, quita y estructura. Esta tarea requiere de modelos a imitar, que deben ser muy superiores a nuestras fuerzas porque deben servir como un resorte interior que nos muevan a superar lo escrito ayer. Nunca quedábamos conformes del todo, porque en el diarismo cada día es un gramo distinto al anterior, cada segundo pesa más, cada milímetro se convierte en un lejano kilómetro.
  • Abanderado, acompañado del caricaturista Mario Robles

  • No lo supe entonces, pero Ismael lo confesó en el último artículo que escribió y publicó en vida, cuando le solicité que colaborara en un libro en homenaje al Profesor Ventura López Sánchez. Allí menciona Sanmartín que era cliente en busca de libros de periodismo y narrativa en la “Proveedora Escolar”. De esa legendaria librería en los 1970’s, escribió:
  • En uno de esos viajes que hacía de vez en cuando a la librería, en medio de cientos de ejemplares, me encontré con un libro maravilloso, único ejemplar en ese momento, que vino a confirmar mi actividad como reportero: “El enamorado de la Osa Mayor”, libro autobiográfico del polaco Sergiusz Piasecki, quien en realidad –esto lo digo a título personal– es el verdadero origen del que vendría a ser después el “nuevo periodismo”, como lo reconoció tiempo después Ryszard Kapuscinski a la postre uno de los principales maestros y ejemplo para el llamado “boom latinoamericano”.
  • Esto aparece en la página 113 de su artículo titulado “El hombre de Yutanino”, de mi libro “Ventura López Sánchez. El profesor que hacía llover libros y cuadernos sobre Oaxaca” (Carteles Editores y Klovis Azul, 2025, disponible en línea en librosdeoaxaca.blogspot.com).
  • Piasecki (1899–1964) no había sido una “finísima persona”. Todo lo contrario. Toda la energía que empleó para sobrevivir a una juventud descarriada y sin escolaridad, bajo la losa de las guerras de su país, con una condena a muerte que esquivó solo porque una tragedia mayor se cernió sobre Polonia, le hizo ser un observador que dependía de sus sentidos y astucia para salir de todo tipo de embrollos, hasta que se subió al trote sobre el arte de narrar, como si se tratara de un cuaco salvaje al que condujo a matacaballo para lograr exponer la realidad de la experiencia humana, sin afeites, sin acondicionadores, sin organza ni tafetanes. Piasecki se convirtió en su modelo a seguir. No pudo haber escogido mayor.
  • Con los periodistas Manuel Buendía y Arcelia Yañiz, a la derecha.

  • Entre Ismael y yo no floreció la amistad en esos años 70’s. Antes de finalizar la década, yo abandoné Oaxaca para irme a la universidad. Fuera del claustro, en los cafés de periodistas y literatos, un gran amigo crítico literario me recomendó, en 1982, comprar un librito de portada insulsa, editado en castellano por la Universidad del Estado de México, es decir, era un tomo marginal que no entró en el circuito de los narradores de moda. Hallarlo no me fue fácil. Se llamaba “La guerra del fútbol”, firmado por el desconocido Ryszard Kapuscinski (1932–2007). Como a Ismael, ese reportero polaco me confirmó en la necesidad de observar bien y redactar mejor, incluso con belleza la miseria humana. Era el primer libro traducido al castellano de él. Al paso de los años vendrían más y dos décadas después, la gran fama como originalísimo reportero corresponsal de diarios impresos en la Varsovia comunista. Fue corresponsal ¡en Africa! Cuando ese continente iniciaba las guerras de independencia y el surgimiento de reyes tribales que mostraban una extraña fascinación por coronarse como… Napoleón Bonaparte. Era una composta fertilísima para un agudo reportero como Kapuscinski, de cuya pluma salían hasta los zumbidos de las moscas y el pujar doloroso de los afiebrados por la malaria.
  • En cuanto volví a Oaxaca, intenté seguí en mis notas y columnas en “Carteles del Sur” al modelo “nuevo periodismo”, que para mí tenía dos pilares: el norteamericano, con Wolf, Capote, Mailer, Talese y otros; y el europeo, con Kapuscinski, Millás, Vicent, Cruz, etcétera. En México: Loubet, Reyes Razo, Poniatowska, Garibay, Monsiváis… Las listas son largas, pero eran el cereal de nuestras mañanas. Nos nutrían de inquietudes, de ideas, de iniciativas. Era muy difícil enseñar a los noveles reporteros que debían desarrollar un estilo personal de reportear y de redactar. Fue entonces que Ismael volvió los ojos hacia mí, por mi estilo personal de redactar y por ciertas notas que yo le publicaba a mi reportero de nota roja, Joselito, del cual se volvió un divertido fan a causa de su candor y sus descripciones un tanto sicalípticas del bajo mundo. Eso me lo confesó Sanmartín mismo, que había memorizado ciertas perlas de la “escatológica antología joselítica”. Este Joselito no habría terminado ni la secundaria, pero no se rajaba a la hora de cubrir su fuente. Al igual que a Roberto Hernández –“el Piñero–, Fink, Ventura y otros, mi deber como su director era meterle mano a sus notas, pues literatos no eran, sin embargo, eran fieros reporteros y había que aprovechar sus valiosos datos.
  • Tras la muerte de mi padre, le pedí a Sanmartín que me dejara publicar una columna política que titulé “Adentro y afuera”, en relación a que yo ya ni estaba dentro del oficio, pero aun así no me sentía fuera de él para siempre. Accedió y mantuvimos una buena colaboración sabatina, hasta que por una maniobra de hombres que vivían dentro de “una burbuja” y de cuyos nombres nadie quiere acordarse, le obligó a atrincherarse –literalmente– en su edificio para mantener la edición de “Noticias” saliendo diariamente, en 2006. Una proeza que solo su temple de veterano reportero y sus sueños de narrador le hicieron posible, aunque pagando todos un costo silencioso a causa de la onda expansiva que nos afectó a todos, incluso a mí, que no pertenecía laboralmente al diario, pero eso no me quitó de ser elegido como blanco de las múltiples represalias de aquellas hienas. Ismael mantuvo firme el pulso en aquella época de convulsión y florecimiento de la corrupción en Oaxaca, ahora no como reportero, sino como director, el más alto nivel al que aspira un reportero. Pero seguramente aquel sacrificio comenzaría a cobrarle el esfuerzo, minando sus fuerzas físicas y deslavando sus afanes de periodista. Era un católico creyente, pero no hipócrita. En el fondo, no deseaba sino servir a Oaxaca, desde su complejo oficio, pero desde luego, la crisis de Noticias en aquel año le dejó algún dolor moral incurable pues cuando le invité a dejar escrito para la historia su experiencia en tan trágicos momentos, para el libro que publicamos titulado “Voces de la transición”, coordinado por Isidoro Yescas y yo en 2010, prefirió que otro de sus reporteros lo hiciera.
  • Periodistas Genaro Altamirano, Claudio Sánchez, Ernesto Reyes e Ismael Sanmartín

  • Las salas de redacción no son un spa, agotan intelectual y físicamente porque son un espejo de las relaciones entre los cuatro poderes republicanos –la prensa forma parte de la ecuación– y no puede ser nunca tersa (excepto bajo una dictadura), a causa de ser poderes emanados de las sociedades, que se componen de suyo de puntos de vista contrastados y por ello permanecen en perpetua y sorda crítica entre sí.
  • Me pregunto si Sanmartín dejó escritas sus memorias y reflexiones en forma de libro. Muere en el mismo momento en que una época del periodismo mexicano libre se esfuerza con renovada energía por adaptarse a las nuevas circunstancias ideológicas y tecnológicas. En el “nuevo periodismo” el objetivo era poner al lector en la primera fila de los acontecimientos narrados. Hoy, los políticos han llegado al extremo de ponerse ellos mismos en la primera y única primera fila y desde allí informan sin el intermediario especializado, que es el periodista. No es porque desconozcan la diferencia entre información pública y propaganda, sino porque en el mundo sopla otra vez ese aire, el de las autocracias, el de los “seductores de la patria”. Kapuscinski expuso con riqueza narrativa lo que sucedía en África, con caudillos aldeanos arrebatándose unos a otros el poder, simplemente porque saltaba alguno que se mostraba más fuerte y cruel, pero no porque tuvieran la razón o la mejor parte de ésta. Si una razón política o ideológica no es dialogada con la prensa, es sinrazón, es nube estéril. Eso explica que aquel continente siga patinando en su círculo vicioso, pues pasaron de la independencia nacional a las dictaduras tribales y al empobrecimiento generalizado.
  • Descansa en paz reportero Ismael Sanmartín. Fuiste para mí un colega en el que atisbé brillos tempranos de un amor desbordado por el espinoso oficio de ser un periodista honesto.
  • Con su amada mascota Yarbis, en una foto reciente.
  • Ismael Sanmartín Hernández, Tututepec 1953–Oaxaca 2025.
Nota: las fotos pertenecen a su álbum personal del periodista fallecido, que me facilitó su familia


2 comentarios:

  1. Un gran y sentido homenaje sobre el compromiso de escribir bien y actuar mejor de un ser humano inigualable e inolvidable. El sonido de las máquinas estándar que aporreábamos antes, hasta que nos dolían las yemas de los dedos, le acompañan como corte celestial aderezado el rumor con tinta fresca que manchaban las manos de los obreros del taller, antes que tempranito en las mañanas, el inquieto lector de todas las clases sociales se enterara de las noticias del día anterior. ¡Cuánta nostalgia, amigo Claudio, camarada Ismael. Atte. Ernesto Reyes 12/08/2025

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  2. Se están yendo muy rápido los reporteros como ustedes, las nuevas generaciones no podemos entender muchas vivencias porque sus circunstancias fueron únicas. Qué bueno que dejan escuela, y que malo que no se valore por quienes practican los nuevos modelos de periodismo en redes. Tiene que dejar sus testimonios, hay mucho que aprenderles.

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