La artista plástica Susana Wald, nacida en Hungría, pero radicada en Oaxaca desde hace décadas, nos cuenta su biografía. Un interesante relato del siglo XX observado, vivido y transformado por una mujer adelantada a su época. Es un relato fascinante, escrito con una prosa llana, ilustrado con algunas fotos y, eso sí, llena de nombres y referencias del mundo del arte y la cultura sudamericanos y canadienses con quienes le tocó convivir tiempos de miel y épocas difíciles. Desde luego habla del traslado de su residencia a Oaxaca, junto con su compañero de aventuras surrealistas Ludwig Zeller. Este libro lo presentaremos al público en breve, pero ya lo pondremos en circulación en varias librerías esta semana. Por lo pronto en Carteles Editores ya está a la venta, en Colón 605. Más informes en klovisebooks@gmail.com
Su portada es la siguiente:
Enseguida publicamos el Preámbulo, para conocerlo mejor.
Preámbulo
Uso el título de “Espejo de papel” porque siento que antes de hacerme ver y entender por otros, estoy tratando de fijar sobre papel lo que soy y lo que he vivido. Este espejo es también un intento de verme a mí misma.
Vivimos en un tiempo en que la cultura es universal. Migraciones, matrimonios, mudanzas, huidas, catástrofes naturales o causadas por humanos, hacen surgir historias como la mía.
Mi lengua materna es el húngaro, escribo esto en castellano y con citas sacadas del castellano, inglés, húngaro o francés, hago relatos de mi vida en Hungría, Argentina, Chile, Canadá y en México, donde vivo.
Las lenguas que hablo, son sólo parte de mi esencia interior. Lo que me caracteriza y lo que ha caracterizado mi destino es que nací en una familia judía. Los judíos somos un grupo humano disperso que durante milenios se ve en constante mudanza de lugar en lugar. Por eso se da en mi familia que somos multilingües. En todas nuestras vidas hemos debido adaptarnos a culturas de los lugares donde nos tocó vagar adonde tuvimos que aprender insertarnos en las más diversas sociedades. Lo judío puede ser y casi siempre es, un rasgo cultural, una identidad nacional que durante muchos siglos no tuvo espacio geográfico propio. Eso me ha enseñado que la identidad no tiene que ver con el lugar en que se nace es algo mucho más etéreo.
Con alguna suerte (¡tiene que ser mucha!) puede quedar como testimonio de mi paso por el planeta mi obra plástica y la literaria que he logrado hacer. Hay sin embargo asuntos menos tangibles de toda vida, asuntos que tienen que ver con el diario vivir, con el morir y con lo que yo llamo "avatares". Esos asuntos pueden ser de algún interés a los que me han conocido y pienso que pueden incluso interesar a otros.
Como anciana cuando escribo estas líneas, estoy consciente del hecho de que para muchos de mis lectores considerar estos textos puede ser una experiencia similar a la que he podido tener yo cuando leía, por ejemplo, detalles de la vida del poeta húngaro Atilla József (1905-1937). Muy interesante, incluso cercana a la experiencia de mis padres, pero anterior a la mía. Este gran poeta húngaro se suicidó en el año en que he nacido. Incluso existe contacto con él porque la estación en que se lanzó frente a un tren que lo mató es el mismo al que luego, siendo niña, me tocó llegar cuando íbamos de vacaciones de verano. Recuerdo que he presenciado cómo los adultos bajaban la voz al percibir mi presencia mientras hablaban de ese suicidio.
Si consideramos a una generación como un periodo de veinticinco años, me separan más de dos de la de la mayoría de mis lectores. Ruego por tanto que tengan paciencia al leer lo que sigue.
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