Hace un año salió a la circulación el libro
Oaxaca 2010. Voces de la Transición, cuya portada es la siguiente:
Una entrada anterior de este mismo blog le puede llevar a todos los antecedentes de este libro:
Intelectuales analizaban el estado de cosas de Oaxaca y respondían a dos preguntas básicas:
a)¿Por qué ganó Gabino? y
b)¿Para qué ganó?
365 días han transcurrido y es obvio que la transición político-económica de Oaxaca llamará poderosamente la atención a los futuros historiadores por el siguiente detalle:
¿Por qué sólo duró 10 minutos?!!!!
Hace 1 año la administración pública estaba paralizada por sus gigantescas deudas. Hoy, el gobierno del cambio concluye su transición vendiendo nueva y criminal deuda por MIL 947 MILLONES DE PESOS, hipotecando otros quince años a la sociedad que lo llevó al poder.
Para conmemorar este primer infame aniversario, reproduzco mi texto que fue epílogo del libro mencionado y que lleva este descriptivo título (que el lector saque sus propias conclusiones):
LOS AÑOS DEL DESMADRE
SUMARIO: 1.Razones de una portada. 2.La economía, de mala a catastrófica. 3.La revolución on line y la brecha generacional. 4.La reconstrucción estatal desde el palacio de gobierno.
1. RAZONES DE UNA PORTADA
La portada de esta edición es una alegoría del estado de Oaxaca, exhausto y violentado de cara a la nación… Es una toma en medio de la noche de un auto que fue modesto y al cual sus depredadores desvalijaron y agredieron sin piedad. El fotógrafo Porfirio Bustamante me entregó esta toma cuando le pedí que me presentara una imagen que fuera su síntesis del momento en que se dio esta elección 2010. Necesito algo “warholiano”, le dije. Algo que no sea el cursi folclor ni la guelaguetza ni las tehuanas ni los niños sonriendo ni las viejitas arrugadas. Necesito algo muy urbano y que dé cuenta del sentimiento general de frustración y del sinsentido en cuyo callejón estamos como sociedad. Pasaron las semanas y ya concluyendo el trabajo editorial de este libro, Porfirio no aparecía. Por fin llegó una tarde a pedirme un flash.
Le di uno viejo que tenía, pero no funcionaba. Porfirio le puso pilas nuevas, le dio varios golpes muy duros: –De todas maneras ya no sirve, dijo y para sorpresa mutua escuchamos un pitido agudo indicando que estaba cargando energía.
Le volví a ver una semana más tarde, con una secuencia de estas fotos, de las que elegimos una como la presente. Había hallado el icono que estaba pensando, me dijo, aunque le faltaba algo que lo hiciera gruñir. Coincidimos en que así era, así que volvió una semana más tarde con el icono intervenido. Había dejado pegado un día antes sobre la puerta de esa ruina de auto el logotipo y el lema del ulisismo: Oaxaca, de cara a la nación… Una llovizna providencial había colaborado en el débil icono dañando el maskingtape, pero mejorando el mensaje sociopolítico de su imagen. Tomó Porfirio la foto no sin dificultad y siendo visto sospechosamente por los vecinos del barrio de La Trinidad donde halló la imagen que buscaba… Me la llevó en una USB.
No tuve que hacerle nada. Su foto decía todo lo que teníamos que decir. Agregué la tipografía y listo. Me parece que no requiere de abundar en su explicación: es nuestro punto de partida para la transición, sin retórica. Así han dejado a Oaxaca sus gobiernos. El nuevo no podrá recibir las llaves, ponerse tras el volante y acelerar en la dirección prometida. Antes deberá contratar a un excelente equipo de mecánicos y pedir prestado para comprar las llantas –nomás para empezar–, y ya entonces emprender el paso.
Poner en marcha un vehículo así requerirá de muchas arduas jornadas de reconstrucción. No quedará a la primera. El nuevo motor deberá estar acorde al modelo y al bolsillo de su conductor. El color de la tapicería y el de la carrocería podrían ser motivo de discusión colectiva, pero el pago de la gasolina y lubricantes deberá estar entre las prioridades que no se discuten. Deberán intervenir ingenieros y “maistros” mecánicos, por igual. Se aceptará a todo aquel que llegue espontáneo y en buena onda a lavar y a empujar la carcacha hasta que arranque. Quizás se llegue a aceptar el tapete de peluche para el tablero, pero dicho carrito no podrá llevar a todos a bordo a la vez. Tampoco transitará siempre sobre carpetas de concreto hidráulico o chapopote. Si queda bien, le espera una vida dura, como la de todo coche de sitio foráneo. Deberá rendir lo que se le invirtió y todavía mucho más, pero no se esperaría que volviera a estacionar sus huesos oxidados frente a la nación. Al contrario. El deseo es que la lleve a un sitio mucho mejor que aquella calle sucia y a oscuras donde lo dejaron abandonado sus conductores anteriores.
Hago un paréntesis. Este link le conducirá directamente a un interesante ensayo de Porfirio Santibáñez donde abunda sobre esta metáfora del auto averiado en la portada:
Hace seis años, en el libro Voces de la transición en Oaxaca puse como viñeta de portada una señal de carretera que advertía al chofer que estaba próximo a un descenso sinuoso y resbaloso. El viejo regimen ignoró la advertencia.
Desmadre es un vocablo tan plástico y mexicano que no requiere de mayores precisiones para ser entendido. Puede sonar a victoria efímera pero también a desgracia pasajera, sin embargo debo intentar acotarlo para que no resulte el ramplón exabrupto de un boquiflojo. Tomo desmadre como ese relajo progresivo de los ciudadanos cuando, constituidos como chorcha, alcanzamos un quórum tan rico en ambigüedades como carente de sentido. Este estado vulgar del alma arrebatada es el espacio ontológico en el que somos proclives a caer cada vez que la ocasión es propicia, o aunque no lo sea en abosoluto si se da el extraño caso de que se vive en Oaxaca. La frase los años del desmadre la tomé prestada del periodista Tom Wolfe.
2. LA ECONOMÍA. DE MALA A CATASTRÓFICA
¿Qué pudo haber sonado tan fuerte en los oidos del oaxaqueño que lo sacó a votar?
Fue la voz de la miseria golpeando con ambos puños su puerta.
Sólo un temor tan grande pudo haber hecho esa diferencia de más de cien mil votos a favor de Gabino Cué. El incesante hundimiento de la economía familiar del oaxaqueño; el salario congelado desde hace un año o dos; el regreso de mujeres y hombres de las maquiladoras del norte huyendo de la violencia del narcotráfico, buscando empleos donde no lo hallaron antes ni ahora; el retorno con sabor a fracaso de migrantes desde Norteamérica; el fraude de más de cinco mil millones de pesos de las cajas de ahorro que esfumó los ahorros familiares; y el temor de una inminente insurrección violenta como la de 2006, que fuese la puntilla para tantos pequeños negocios, más las revelaciones sobre el millonario saqueo de las arcas estatales fueron la caja de resonancia que despertó al pueblo.
El sexenio 1998-2004 se esmeró mucho en arruinar exitosamente la economía estatal, pero la “administración” (es una suposición mía sin fundamento) de su sucesor (2004-2010) ha sido la madre absoluta de todas las bancarrotas. Empezó mal. Siguió peor. En 2006 fue “appo”-calíptico y en 2008 Estados Unidos y su burbuja inmobiliaria estallaron, arrasándonos. La onda expansiva del “big bang” tramposo de Wall Street llegó espesa pero con ágil paso hasta Oaxaca, donde ya las cosas estaban feas.
Desde 1998 el motor económico que son las participaciones federales comenzaron a distorsionarse a fuerza de puntadas y disparates del gobernador, pero el principio del fin comenzó a la par que los helicópteros bombardeaban con gases lacrimógenos el centro histórico la madrugada del 14 de junio de 2006. A partir de ese día la decadencia económica aulló con una velocidad y gravedad excepcionales. Cientos de negocios cerraron. Se cerraron las fuentes de crédito. Las cajas de pago del gobierno del estado y las municipales bajaron las persianas. Nada se contrató y lo ya hecho resultaba incobrable. La burocracia había seguido el ejemplo de sus jefes: huir, esconderse, negarse y descolgar los teléfonos. El “estado” había provocado una bancarrota con efecto dominó y Oaxaca fue tierra en ruinas y con la ley muerta.
Mientras unos vivían en hoteles de lujo de un barrio popof de la ciudad de México, familias enteras caían en crisis nerviosas por la falta de ingresos. Aquéllos ya no olían los gases lacrimógenos ni veían las columnas de humo de incendios de camiones. Otros, no teníamos qué otra cosa ver. Brotó expontánea la Appo, como una interesante respuesta colectiva ante el atropello, pero pronto se ahogó en su propia belicosidad desmadrosa, exacerbando tanto como la apatía de los nuevos huéspedes de Polanco. En medio de ambos bandos cayó herida de muerte nuestra economía, justo al lado de nuestra verdad.
Tras cada movilización magisterial llegó un nuevo recorte de personal. Unos 9 mil puestos fueron cancelados y las pérdidas cuantificadas “a ojímetro” –por supuesto– por el secretario de Economía del gobierno del estado estimaron en 10 millones de pesos diarios las pérdidas en la capital y zonas conurbadas. (El Imparcial, p. 6B. 24 de noviembre 2010. Tesis de Karen Johanna Paredes González “Efectos económicos del movimiento social Appo en el estado de Oaxaca”).
Esta cifra es miope y güera, pero dicha por quien cobraba para desarrollar la economía estatal, adquiere otro sentido. Lo único real, tangible, es el grado de penuria generalizada en todas las ramas económicas. Ir a trabajar, a abrir el negocio, entregar un pedido, recibir visitantes, ir a la escuela o a divertirse, todo choca ante la incertidumbre de toparse con bloqueos, plantones, marchas, bacheos o reparación de calles, asaltos y violencia callejera. Todo ello eleva los costos, lo hace más caro y agotador y desanima el impulso por desarrollar la economía. En contraste, el gobierno del estado seguía su obsesión por construir más y más elefantes blancos. Tuvo la puntadota de encajarnos a chaleco el elefantote blancote más grandote de todos sobre al auditorio Guelaguetza, y luego la ocurrencia de mandarle vestir una trusa estilo Rinbros blancota y grandota y plasticota como banderota inequívoca del progresote alcanzado de carota a la naciónsota y al mundote y al universote...
Este caos continuo, o desmadre expedito, surgido de mentes en permanente estado de ebullición etílica, distorsionó todo la convivencia misma de la sociedad oaxaqueña, volviéndola incómoda y hostil. El malestar colectivo abrió paso a nuestros peores malos hábitos. La ciudad está permanentemente tan sucia que vale la pena ir pensando en sacar de su escudo el rostro de la Princesa Donají para sustituirle por el de la plebeya Chupitos... Así de molesto es este desmadre. Perdimos la mínima cortesía; se nos evaporó la cordialidad y la ilusión de que estábamos en una ciudad “patrimonio de la humanidad”... El mejor amigo del oaxaqueño es su claxon, pues con él te mienta la madre y corre. Caimos al nivel más bajo posible. La ruda patanería de aquellos gobernantes se nos pegó; se hizo norma, estilo, identidad.
De entonces para acá, nada se ha recuperado. La crisis global desatada por el capitalismo norteamericano en quiebra más el agandalle de los funcionarios neoempresarios que se compraban a sí mismos todo lo que se les ocurría, distorsionando la competencia mercantil y corrompiendo todas las licitaciones públicas, equivalió a que un elefante negro se nos sentara encima. La inseguridad en aumento incrementa las pérdidas todos los días.
La “desesperación” por mantener funcionando un negocio particular llevó a los díscolos dueños del pulpo camionero (antiguos soldados del viejo régimen) a subir sus tarifas por sus pistolas, luego de poner de rodillas a la ciudad y al gobernador con un par de días de bloqueos generales (17 de agosto, 2010). ¿Y el estado de derecho? Los compadres capitalistas atropellaban a sus consumidores cautivos para subsistir. El estado administrador (“la mano invisible del mercado”) escondía sus manos, pero dejaba al descubierto sus uñas.
El pueblo está crucificado entre ese empresariado cómplice y mal jugador, un sindicalismo feudal y chantajista y un estado depredador y mafioso. Ante la ausencia de gobierno, cada grupo se constituyó en un “poder fáctico” para sobrevivir o para mantener su ventajoso statuo quo: ambulantes, organizaciones sociales, mototaxis, taxis foráneos, transportistas, estudiantes, padres de familia, colonos, comuneros, profesores, barrenderos, etcétera... Nuestro triángulo de las Bermudas “fáctico”. Devolverlos a todos al sombrero de donde surgieron “por arte de magia negra” requerirá habilidades tipo David Copperfield. ¡Qué desmadre! Contra eso se votó masivamente.
3. LA REVOLUCIÓN ON LINE Y EL BRINCO GENERACIONAL
La revolución digital hizo sentir su peso de manera muy distinta a lo ocurrido seis años atrás. Hoy todo mundo tiene un celular que lo mantiene “en línea” de manera permanente. La prensa convencional, sometida desde el poder para difundir sus mentiras y ocultar sus yerros a cambio de contratos, convenios, chayotes, afinidades ideológicas o amenazas abiertas, ya no tuvo cabida como vehículo vertical y eficiente de la información y la opinión. Por primera vez el oaxaqueño ha prescindido de manera masiva de los medios tradicionales de comunicación. También por primera vez el monopolio de la verdad dejó de pertenecer a empresas de medios. Cualquiera puede hacer un portal, un blog, opinar en Facebook, en Twitter, You Tube o en mail. En este proceso electoral el alud de información alusiva que circuló en el ciberespacio estuvo compuesta de: opinión, chisme, rumor, sarcasmo, burla, mofa, fotografía, chiste, dibujo en audio y video, pero no tuvo como emisor a la radio, ni a la TV ni a las revistas ni a los periódicos profesionales. El eslabón poder-prensa se desgarró. Así que sin la participación de ellos la sociedad intercambió como nunca la “información” y los sentimientos que experimentaba ante el catastrófico estado de cosas.
Los menores de 28 años marcaron la diferencia. Son los ciberciudadanos. Entre ellos y nosotros la brecha digital es tan ancha como la sierra que nos separa del Papaloapan. La revolución digital ha llegado con todo su poder a cambiar las formas y con ello cambiará el fondo de las cosas. El concepto de bien común, de nación, de estado de derecho, justicia, progreso y demás yerbas ya no es el mismo entre ellos y nosotros. La globalización de los medios en sus manos permitió darle una paliza virtual al régimen despótico que había fincado su estrategia de manipulador de la opinión pública contratando medios de información tradicionales y descontinuados.
No hay cifras confiables, pero la inmensa mayoría de jóvenes en Oaxaca tienen acceso a internet de una u otra manera todos los días. Es así como la joven sociedad contemporánea se entera, dialoga, conoce, sospecha, opina, critica, se desahoga y comparte información, sobre todo. Ya no intenta hacerlo a través de los medios de comunicación clásicos, prefiere estar frente a una mayor variedad de medios alternativos de acceso gratuito. Esta generación online –conectada– hizo inútiles las altas murallas mediáticas que levantaron Murat y Ulises para aislar a la sociedad y manipularla a través de los medios tradicionales. Esta “generación online” con un brinco cualitativo los volvió aldeanos obsoletos. Además, gracias a estos gadgets el mismo Ulises tuvo oportunidad de desenmascararse solito ante sus gobernados, no una sino muchas veces. Recuérdese el diálogo por celular del “pendientito”.
La crisis del 2005 con Noticias y la del 2006 con la Appo, modificó la relación sociedad-medios convencionales en Oaxaca, pero no se entendió con total claridad en aquel momento este cambio de paradigmas. Tan no se entendió que cuando la Appo se hizo del monopolio fáctico de la radio y TV de Oaxaca (ésta última por unos cuantos días) usó los medios sólo para inundar de grotesca propaganda sectaria, demagógica y violenta las horas de transmisión, en lugar de intentar producir contenidos distintos y cualitativamente superiores a los que siempre criticó al PRI-gobierno y a la radio comercial. El gobierno, desde algún lugar en la clandestinidad patrocinó a Radio Ciudadana, que resultó por su formato y propósitos ser la bacinica alternativa de Radioappo. Una parte de la sociedad arrojó sus miasmas a los micrófonos abiertos cayendo en el juego de una guerra de medios facciosos surgidos para la manipulación. La comunicación cubría todos los requisitos exactamente para no comunicar. Fueron instrumentos al servicio de la guerra sucia del 2006. Pan con lo mismo. En síntesis, la experiencia de comunicación “popular” y la “ciudadana” se volvieron otro desmadre. Ello cavó nuestra tumba informativa más hondo, pero el ciberciudadano, pese a su modesto acceso a las nuevas tecnologías, halló en la www opciones que no conocía... y se quedó interactuando con ellas y las volvió parte de su entorno familiar.
Frente a la guerrilla electrónica del SMS no pudieron gacetillas, boletines, fotos demagógicas ni spots en los medios. La conectividad las 24 horas del día, el hecho de ser la geografía estatal territorio telcel y el internet como filosofía de puertas abiertas gratuitas para todos, sin censores, sin montañas, contribuyeron al descrédito y caída del viejo régimen. Las medias verdades y la vertical retórica interesada de la prensa convencional hallaron su contrapeso en la horizontalidad del internet.
El mensaje podría ser así: entre más información abierta mejor democracia.
Sin embargo, aunque la mayoría de esta cibergeneración está en línea y rechaza ser consumidor pasivo de la vieja demagogia, para ellos el gobierno del estado es esa cosa que no tiene un mejor futuro que ofrecerles. Nos equivocaríamos nuevamente si creyéramos que esta generación online da cheques en blanco. Será peor si asumimos que serán pacientes... El 4 de julio [de 2010] había nacido el post-Oaxaca.
4. LA RECONSTRUCCION ESTATAL DESDE EL PALACIO DE GOBIERNO
La idea de que la izquierda y la derecha eran vanguardias que marcaban los necesarios rumbos de las sociedades pertenece ya al siglo 20. Hoy un gobierno es transparente o no lo es. Es socialmente responsable o no lo es. Es eficaz o no lo es. Es práctico o no lo es. La coalición PAN-PRD-PT-CD fue un asunto resuelto sin el “estorbo” de la ideología. Por separado esos partidos han hecho de nuestra vida político-electoral un costoso desmadre. Unidos tras el objetivo común de iniciar la transición su imagen resultó otra cosa. El signo de estos tiempos es otro. El 4 de julio no ganó el PAN. Tampoco el PRD. Mucho menos el PT ni CD ni la Appo ni la Sección 22. Ganó el pueblo. Será mejor que ninguno olvidemos esta lección práctica de soberanía. Por eso votamos.
El gobernador Cué anunció que el palacio de gobierno deberá volver a ser el despacho en el que dará audiencias y tomará decisiones. Dar audiencia es obligación del gobernante. Es el modo para enterarse de viva voz y de primera mano de un asunto que afecta a la ciudadanía. A un palacio de gobierno no lo hacen el nombre ni la presencia de un gobernador ni los pulidos mármoles de sus pisos tampoco. Para el colectivo popular lo que le hace palacio es que allí el hombre que fue elegido hace justicia. Ese es su trabajo. Y debe hacerlo con las dos manos: en la izquierda el bastón de mando y en la derecha el libro de la ley. La vara (bastón o cetro) de mando representa el antiguo mueble medieval con el que la justicia materializaba la punición. Con él en la mano la autoridad estaba equipada para dar un varazo como castigo al infractor de la ley y el orden.
Las decisiones que ejecuta el poderoso que reside en un palacio, en tanto juez supremo, dirimen las fricciones y reparten a cada quien según el derecho diga. Así era cuando no existía la división de poderes como hoy, pero su simbolismo arcaico sigue vivo solamente en el Oaxaca indígena. Fuera de allí es sólo una escenografía. La vara de mando también fue un instrumento del poder en Mesoamérica. Identificaba la auctoritas del soberano para guiar a su pueblo, con él a la cabeza. La devoción popular suele entregar bastones de mando místicos a sus más altas devociones, como nuestra Virgen de la Soledad, en vista de que en la tierra la justicia humana brilla por su ausencia.
El nuevo inquilino de tan histórico inmueble tiene que convertir esta función simbólica en hechos. No le deberá costar trabajo, bastará que recuerde que el zócalo se llama Plaza de la Constitución, de la ley. El zócalo novohispano es el espacio urbano del poder. Esto es lo que no entendió el viejo régimen. Los antiguos arquitectos-urbanistas lo hicieron así para que coincidieran en un espacio común los poderes esenciales: el de Dios, que se expresa a través del trono que tiene el arzobispo en la catedral, quien tiene su propia vara de mando espiritual en su báculo pastoral; el de los hombres, a través del justo gobernante que sirve vara en mano desde su despacho; el del dinero, que se practica a través del comercio que se da en los portales. El cuarto poder es el del pueblo, que allí manifiesta sus júbilos y sus protestas, aunque en los últimos años en ocasiones en forma de verdaderos desmadres. Contra eso votamos.
Es correcto que Gabino Cué recupere ese espacio, pero yo en su lugar desaparecería el vergonzoso “salón de gobernadores”. Resulta un arcaísmo pueblerino. La mayoría de los que están allí no cumplieron el papel del gobernante, ni del justo juez sino el del depredador y el pandillero. Ya la historia los juzgó y los puso en su lugar, pero su lugar no es ése. No merecen ese espacio al que deshonraron con sus hechos y con sus dichos. Además los retratitos están tan pobremente resueltos y no cubren otro requisito más que el culto a la personalidad postmortem política. Para acabarla de amolar, llevan a los escolares y les dicen que esos son los “gobernadores” que han construido la historia de Oaxaca. Esas cosas ya no caben en el presente. Lo malo es que esos ejemplos cunden y hasta el ayuntamiento capitalino, envidioso del culto, hizo el suyo con retratos “mignon” el doble de ridículos. ¿En qué sociedad democrática cabe este culto ranchero a la personalidad? Ninguno merece estar al lado de don Benito. Llámesele Salón Juárez y punto. Quítense o tápense con paños negros, como hicieron los dogos de Venecia con uno de sus pares que les salió truhán y matón. Es el tour estrella de los guías de turistas italianos y hasta hacen sonreír a miles de extranjeros diariamente que momentos antes ingresaron pagando su caro boleto. Esa es una opción a la que podría sacarle algún jugo la nueva secretaría bicéfala de turismo y economía.
Hace seis años el símbolo de la justicia fue echado al exilio. Ha vuelto a su trono primigenio: el palacio de gobierno que fue sometido durante el viejo régimen a lo que técnicamente se llama un “extreme makeover” estilo “melgoziano”... Una suerte de “liposucción” ad hoc con las gorditas quinceañeras que tuvieron el lujo de zapatear norteñas donde antes, alguna vez, resonaron los pasos de Juárez...
La transición no es el destino, sino la pausa frente al desfiladero para corregir lo que está mal. Es una suerte de paréntesis que se conceden sociedad y gobierno para abrirle paso a la verdad y la justicia para que actúen como cimiento de una nueva relación de confianza entre ambos. Cuando me refiero a la justicia no solamente me limito a la penal sino a la social. Mejorar radicalmente la calidad de la educación pública en todos sus niveles le dará destino a la transición votada. Enseñar a los niños y jóvenes indígenas, rurales y pobres de Oaxaca las mejores herramientas intelectuales y prácticas de la humanidad es la revolución del siglo 21 que nos tienen prometida. Esta es una tarea que depende únicamente de la voluntad de la Sección 22, no del poder ejecutivo. Esa es la justicia alternativa real, la “otra justicia”. Otra que nos debe su tarea es la UABJO. Con tal de mantener sus cacicazgos internos refunfuña a la hora de ofrecerles calidad educativa a los jóvenes de escasos y muy medianos recursos. ¿Puede haber peor injusticia?
Si la transición fracasa o retrocede preguntémonos cada uno ¿qué fue lo que dejamos de hacer?
Los últimos 12 años hubo un estilo de régimen que tuvo el poder absoluto en un puño y lo usó con increíble mala leche contra el pueblo para hacerlo cada día más pobre y hacerlo sentirse miserable y perdedor. Del humilladero de Murat al mevalesmadrescabrón de Ulises, fueron –hay que decirlo– muchos años de desmadre bien organizado. Oaxaca vivió 12 años bajo el síndrome de la mujer maltratada que lame la mano canalla de su agresor. Contra eso votamos.
CONCLUSIONES
Una transición positiva debe empezar por adoptar una actitud que permita que la luz de la justicia brille hasta en el último rincón del estado. Eso no es caro ni requiere de mayores presupuestos, sino solamente del capital humano idóneo. Si en algún poder se ha refugiado la burocracia más reaccionaria y la más interesada en proteger al “ancien regime” es en el poder judicial, pues al viejo régimen debe sus privilegios…
Hay cosas que la voluntad del nuevo gobierno podrá modificar y hay cosas que no. La economía no podría sino a largo plazo quizás, pero la justicia sí, y de manera inmediata. A diferencia de todo el desmadre de alrededor, la tarea de hacer justicia no le exigirá cuantiosos fondos a la nueva administración. Tienen en la mano cuantos pelos de la burra quieran para hacer su trabajo.
Pero en un país donde nada funciona como debiera, no sería extraño que nuestra transición se volviera otro desmadre.
Quizo el pueblo de Oaxaca cambiar su rumbo de manera pacífica en el año de sus centenarios. Debe haber una enérgica carga simbólica de fe en ello. Que no falte entonces la esperanza, bálsamo contra las injusticias. Todos hemos cometido errores, pero es la hora de ser prudentes y rectificar. Que no pase a la historia esta transición como otro oscuro relevo de pandillas, donde todo cambia para que todo siga igual.
Claudio Sánchez Islas.
Oaxaca de Juárez, 18 de diciembre de 2010.
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