sábado, 3 de agosto de 2013

LA "C" DE LA COLECCION LAS QUINCE LETRAS

Por décadas, este poema le ha hablado al oaxaqueño directamente al alma. Léalo con calma y sabrá a qué me refiero:


Este soneto es la segunda pieza literaria que recibe a todo aquel que traspasa –por su propio pie o en hombros– el umbral del Panteón de San Miguel (o Panteón General) de nuestra ciudad capital. La primera sentencia literaria, que adorna el frontón de su fachada, es una pieza maestra de la retórica funeral francesa, atribuida a Robespierre, que dice:
"Postraos, aquí la eternidad empieza y es polvo aquí la mundanal grandeza"...

José Blas Santaella –a quien Rabasa califica como "el mejor" de todos los vates oaxaqueños de su época– fue un poeta de estilo simbolista (si uno piensa en francés) o romántico (si uno piensa en español). Como todos los de su generación vivió obsesionado con la Muerte del cuerpo y la Inmortalidad del alma. A diferencia de los poetas franceses que rechazaban el consuelo de la religión, los oaxaqueños del siglo XIX vieron en Jesucristo la única fuente de consuelo filosófico.

En términos literarios este poema breve pero conmovedor tiene su equivalente en el vals "Dios nunca muere", cuya música escribió otro romántico oaxaqueño de la misma época: Macedonio Alcalá. Si hubiera músicos talentosos en esta ciudad, ya habrían integrado en una sola ambas creaciones, pero al parecer seguiremos aguantando sus tamborazos y sus alientos desafinados por muuuuuchos años más. Pero me he desviado del tema.

Lo importante es esta edición que corresponde a la Letra C de la colección Las Quince Letras, esfuerzo editorial emanado del Instituto de Investigaciones en Humanidades (IIH) de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, en su afán por darle a los preparatorianos libros emblemáticos de la bibliografía local que de otra forma ya no podrían conseguir por ningún lado.

Esta es su portada:


Como es característico en el diseño gráfico de Las 15 Letras, se usaron dos tintas: negro más un color Pantone de tono vibrante. La letra capitular es diseño de Irving Herrera, uno de los más destacados alumnos que ha tenido la Escuela de Bellas Artes de la UABJO en su primera generación de la Licenciatura en Artes Plásticas y Visuales.

El título del libro es LA MUSA OAXAQUEÑA, la más citada antología de la poesía que hizo Emilio Rabasa, originario de Chiapas, pero llegado a Oaxaca en su adolescencia para matricularse en el Instituto de Ciencias y Artes donde cursó la carrera de jurisprudencia. 

Emilio Rabasa fue un hombre muy culto que tuvo además una intensa vida política y diplomática. Llegó incluso a ser nombrado gobernador de Chiapas por Porfirio Diaz.

El Doctor Leonardo Martínez Carrizales (UNAM) estuvo en el IIH para dictar una conferencia magistral donde presentó este volumen, demostrando que se ha metido a fondo a estudiar la vida y la obra de Rabasa pues su conferencia resultó de antología. 

Mientras mi estimado maestro Martínez Carrizales (en el Claustro de Sor Juana) publica su estudio, pongo aquí un ligero link (http://es.wikipedia.org/wiki/Emilio_Rabasa) para quien desee abundar sobre este escritor que viviendo en Oaxaca conoció a los autores que antologó incluyendo por primera vez a dos mujeres: María Santaella y Luz G. Núñez de García. Los poetas varones con: José M. Álvarez, José M. Unda, Nicolás Varela, Esteban Maqueo, Carlos López Amelibia, José Blas Santaella, José G. Carbó, José M. Cortés y Luis B. Santaella.

Por cierto en Wikipedia no pusieron esta obra de juventud de Rabasa entre su bibliografía, en la que además de leyes y decretos hubo también novelas. Pecata minuta que ahora con esta entrada queda enmendada...

Antes de darle la palabra a Rabasa para que nos presente "santo y seña" de su propio libro, juzgo acertado compartir el texto introductorio que hizo para esta nueva edición el Maestro en Letras Mexicanas (Universidad de El Paso, Texas) Manuel Matus Manzo, quien previamente me autorizó difundirlo por este medio y así ponerlo a la disposición de los estudiosos de las letras oaxaqueñas:


VUELTA A LA MUSA OAXAQUEÑA


La poesía en Oaxaca ha sido ignorada, de cierta forma, por las mismas circunstancias provinciales. No se le ha dado el valor que una sociedad le confiere a la palabra. El propio creador abandona su tarea al no verse reconocido ni compensado. Otras expresiones han tomado preponderancia en la cultura. Sabemos que la lectura es una deuda constante con la expresión escrita. No hay una tradición local donde la poesía tomara parte como creación y como crítica en el desarrollo del pensamiento. Ni el ambiente ni su necesidad le han sido propicios. A pesar de sus años, la obra que ahora nos ocupa, La musa oaxaqueña, no había sido reeditada, más bien quedó oculta en el tiempo y la memoria; un tiempo no defendido en el arte de la escritura por los propios inspirados.

Nada más escuchar la palabra musa nos remite de inmediato a la poesía, que procede de la gran cultura grecolatina, y nos dice de la inspiración para escribir y crear un poema, expresión universal del alma. Con el castellano en México se introdujo esta composición mediante los libros a nuestra latitud. Sabemos que el mundo prehispánico nos heredó también sus formas particulares y que el mundo colonial prácticamente opacó. La conciencia, y la exigencia, actual de la lectura y la escritura, permiten una necesidad de reconocimiento de esta obra y de la poesía en general  para su publicación.

En la ciudad de Oaxaca fue publicada esta antología de poetas oaxaqueños en 1886, es singular decir que en la ciudad se publicara o que hubiera impresores de libros. Esta obra queda ligada en la historia literaria, tanto a la poesía de entonces como de quien la hizo, alguien que venía a estudiar a esta entidad como llegaron muchos jóvenes entusiastas entonces, atraídos por el prestigioso Instituto de Ciencias y Artes, centro del pensamiento liberal y cuna intelectual de la época; así llegó a esta ciudad Emilio Rabasa para estudiar en el Instituto y luego hacer La musa oaxaqueña.

La poesía en Oaxaca raras veces ha presentado su creatividad bajo la idea de una generación o un movimiento como éste; el de la Reforma, de un romanticismo que tiene su origen en el movimiento de Independencia como poder e impulso creador, como una fuerza que le dio estabilidad, inspiración y certeza. Y esto sólo vendrá bajo la libertad social y de pensamiento, luego de más de trescientos años de colonización. Recordemos también que las lenguas nativas quedaron bajo el dominio del castellano, que luego de la Conquista será la lengua que habría de expresar toda la comunicación escrita. Por eso la escritura estaba en manos de la religión, en los conventos o en quienes tenían poder o estarían cerca de ello, tal el caso de los hijos de los caciques zapotecos; afortunado en lecturas clásicas y cultura, Antonio Aparicio López, dio a conocer un extenso poema en 1740 para dar cuenta de la condición de su raza.

Bajo el ímpetu del pensamiento liberal, primero con la Independencia y después con la Reforma, floreció en Oaxaca una producción poética que no se vio como entonces; es un periodo que va aparejado al nacimiento del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca (hoy UABJO), y a la influencia del Siglo de Oro español: Francisco de Quevedo y Calderón de la Barca; luego, y con mayor peso serían unos 20 años aproximadamente, de 1850 a 1870, justo cuando el país toma el carácter de República. 

Por los mismos hechos de la Independencia y la Reforma, como de los siempre afanes de libertad y de un pasado racial, la poesía oaxaqueña pudo haber sido más heroica, inclusive en el sentido clásico del concepto, como en el caso de Aparicio López y su poema Mercurio andino. Prevaleció, sin embargo, el lirismo personalista, la introspección metafísica y psicológica; de su libertad cayó a sus mismas limitaciones. Y de otra manera podríamos decir que careció de rebeldía y vanguardia y que pronto aceptó la sencillez provincial. Pero logró el descubrimiento de la expresión universal del alma humana que es la poesía en términos genéricos.

Muchos fueron los que se aventaron a la rueda literaria para dejar sus nombres en nuestra historia local, oaxaqueños o no, hombres y mujeres que entonces vivían en la ciudad, centro económico, político y cultural del Estado. Alguien habría de encargarse de la reunión de sus obras, alguien que de pronto supiera reconocer el esfuerzo a la manera de una crítica. Apareció, y ahora a quien rendimos homenaje por esta obra llamada La musa oaxaqueña.


Un joven venido del estado de Chiapas con el entusiasmo de estudiar la carrera de Jurisprudencia en el Instituto donde Juárez y muchos jóvenes vieron impulsarse al libre pensamiento; Emilio Rabasa había nacido en Ocozocuautla en 1856 y su padre aunque de origen español era ferviente admirador de Benito Juárez. Con apenas 12 años Rabasa ingresa al Instituto y será él con una visión de poeta adelantado quien se encargue de recopilar la obra de quienes habían venido leyendo y declamando sus poemas; logra así hacer una antología: La musa oaxaqueña. Colección de poesías escogidas de poetas oaxaqueños, y que hoy vuelve a aparecer bajo el sello de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, como edición enteramente facsimilar. Estamos a 126 años de diferencia de aquella edición producida en 1886.

Más tarde Emilio Rabasa ya fuera de Oaxaca se convertiría en un gran novelista, reconocido como iniciador del realismo mexicano. Obras muy famosas serían La bola, La gran ciencia y La guerra de tres años. Pero él mismo comenzó escribiendo versos, así nos dice de sus primeros sentimientos al desprenderse de sus padres:

Con doce primaveras
y llorando las lágrimas primeras,
dejé el paterno hogar triste y doliente,
la bendición llevando de mi padre,
y de mi pobre madre
amargo beso en la abatida frente.

(México en las obras de Emilio Rabasa, Elliot S. Glass)

Luego se convirtió en gran narrador de la vida  y de la realidad mexicana, pero a él debemos el empeño de reconocer y recopilar la obra poética oaxaqueña, como un primer perfil literario. Alguien de fuera como Rabasa, quien haya reconocido el valor de la poesía oaxaqueña.

De entonces a la fecha ¿hemos cambiado, elevando nuestro carácter de lectores y escritores? Ahora que tanto se habla de ello no parece que nos caracterice la lectura. La lectura nace también entonces impulsada por una nueva ideología, cuando los poderes se le fue quitado a la religiosidad católica y a los militares con las Leyes de Reforma, y la educación pasó a ser laica. Aunque el modelo siguió imponiéndose.


¿Cuáles serían los temas de la poesía de esa época? Quiero decir, si hay referencias universales y locales. Eso mismo dependería de las lecturas e influencias de entonces. Pues la poesía tiene sus temas generales, el amor y la muerte, pero habrá también el pueblo, la naturaleza, la mujer, la libertad, objetos de la vida cotidiana como el cigarro y el reloj, y varios elementos locales, siendo lo que dará mayor riqueza a la palabra. Había una conciencia perfecta de lo que se estaba haciendo; se había logrado un lugar a la palabra, pues para ese entonces la lengua había penetrado y los autores locales se habían apropiado de ella después de largos siglos de enclaustramiento, de estar la palabra tras los muros. Podríamos decir que el castellano por primera vez se había universalizado en la localidad. Circunstancias y condiciones que habían modificado sustancialmente la nueva sociedad, sobre todo a los criollos y mestizos.

Rabasa supo perfectamente encontrar qué era la poesía mexicana, que padecía del encuentro justo de su entorno, creía provenir de distancias y lejanías para señalar que la de Oaxaca de entonces y quizás luego lo seguiría siendo; dice que los poetas oaxaqueños sabían buscar sus temas de su entorno y de sus circunstancias.


El número de poetas reunidos en la Musa apenas si llega a once, que parece un número menor, pues no eran todos los de ese momento, sino claramente una selección, lo que a su criterio parecería lo más logrado y que dependería de la calidad electiva de quien se tomaba el privilegio y la sabiduría para convocarlos; Rabasa muy bien cumplía con tales criterios, además en todo el ambiente era una persona neutral por su origen y amplitud de pensamiento. Por eso ahora revaloramos su trabajo literario como su personalidad. Que no siendo originario de Oaxaca se tomó la atribución de contribuir a estos poetas y con su trabajo una mayor obra, valiosa en el arte y en el tiempo.

Una antología también es un descubrimiento, ya no es un plan ajeno al autor, es una nueva obra al reunir los poemas bajo un nuevo criterio y donde el autor queda junto a otros para comparar la gracia de su escritura. Un gran punto referencial nos ha venido siendo el esfuerzo de Rabasa.

En cuanto a temas, técnicas y metáforas, vemos que el primer poema, “Al cigarro”, es un soneto. José M. Álvarez construye en el cigarro la metáfora de una amistad filial, una fidelidad sin condiciones. En el cigarro hay fuego y humo como elementos que intercalan la amistad que tal vez en otra persona no se encuentre. El soneto como técnica de construcción poética de entonces abarca totalmente la idea y los sonidos que el lector siente en efecto suyos. La literatura oaxaqueña había entrado en marcha para no detenerse por todo el siglo hasta agotarse. La palabra había tomado brillo y su territorio estaba abierto.

El tiempo que abarca este libro es relativo, lo que entonces se escribió y en nombre del huerto poético volvemos a publicarlo, poblando con sus versos nuestra temporalidad. Queremos con ello lectores exigentes, que reflexionen luego de tantos años y sepan apreciar con gusto aquello que ya es historia, y nosotros de alguna manera venimos siendo lo que el pasado nos hereda, una búsqueda de tradición.


Los poetas de entonces que escribieron en Oaxaca hicieron de la lengua un aporte muy interesante: decir nuestros sentimientos en la lengua que se había establecido históricamente, como un puente intermediando en la comunicación y en la cultura, pero con el nuevo proyecto de nación y de unidad social. Se conformaba un nuevo país y la poesía era un elemento fundamental entre los hombres. Como de la misma manera lo harían José Martí o Walt Whitman, cantos por América y su libertad. Como por ejemplo, Carlos López Amelibia en “A la memoria del insigne poeta cubano José María Heredia”, dice:

¡Hijos de Cuba! ¡Tan sublime ejemplo
No por vosotros despreciado sea!
Romped la esclavitud, y de los libres
Alcanzad el laurel en la pelea!
Qué ¿no sentís el corazón en ira
Violento palpitar, del Nuevo Mundo
Al ver libres y grandes las naciones?

Dos estrofas dan muestras a los ojos del lector actual que para entonces los temas eran ya muy fuertes y que poco a poco hoy se han venido recuperando o siéndonos más familiar. Los temas se tocan en cada tiempo según las circunstancias que las envuelven, si en algo han de cambiar

Aunque este afán habría de soslayarse con la nueva sociedad porfiriana que preponderó la vida material y el valor económico como única función del esfuerzo humano, hasta llevarlo al grado absoluto de una desigualdad social. Es decir, la expresión del espíritu humano fue perdiendo el valor que merece, y que apenas era incipiente para ese tiempo, es decir, un progreso sin el cultivo de espíritu terminaría marchitando a su propia gente y a sus pueblos. Y a tantos años de su primera publicación valoremos el tiempo y la poesía de La Musa oaxaqueña, leyéndola.


Manuel Matus Manzo
IIHUABJO, 2012


Veamos ahora  la portada original del libro de donde tomamos las páginas para hacer la edición facsimilar, cuyas dimensiones originales son 10 cm de ancho por 15.5 cm de alto, es decir es un libro de bolsillo...:



Llama la atención la encuadernación mixta de tela y papel "marmoleado", o pintado a mano, muy en el estilo del XIX, y por supuesto con pasta (o tapa) dura...
La tipografía es de la familia Garamond, humanista clásica, invento del Renacimiento francés, combinada con letra sin patines, muy esbelta, usada para resaltar los títulos. Algunas letras "egipcias" de patines gruesos y unas cuantas del tipo Bodoni, (emblema del neoclasicismo italiano) que se caracteriza por unir perfiles muy delgados con otros de trazo muy grueso en una misma letra. Por supuesto salió de una imprenta local que se esmeró en la estética predominante: empleó toda la variedad de tipos y tamaños de sus cajas y por ornamento puso un florón compuesto (muy afrancesado) . En esta página el lector verá el pie de imprenta y la composición tipográfica descrita, pero sobre todo que en cuanto al diseño (tipo)gráfico estaban al día por estas tierras ya en pleno porfiriato:


Y ahora dejemos a Emilio Rabasa el tiempo y el espacio y verá el lector que hace un ameno viaje al siglo XIX oaxaqueño.

Hago la advertencia que las siguientes son reproducciones fotográficas de sus 17 páginas originales...


Y de postrecillo estos versos meditabundos que todavía se escuchan en las cantinas de provincia por trovadores tan románticos como hambrientos. Don Emilio lo atribuyó a José M. Álvarez, poeta que participa en su Musa Oaxaqueña con esta única pieza, sin embargo ya el Doctor Carrizales tiene comprobado que el poema no es de él, sino de otro autor cuyo nombre no recuerdo. 
...Pero sirva para estimular la charla y la remembranza estas líneas dedicadas al tabaco, ahora que ya nuestras élites gobernantes están pensando seriamente declarar constitucional que nos fumemos un churro de achicalada mostaza...

































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