La viñeta es una capitular de la letra "k" por Edith Chávez.
Dejemos que el antologador y autor del ensayo introductor, Manuel Matus Manzo, nos ofrezca los motivos y razones de su más reciente libro:
LO
QUE SE CUENTA DEL CUENTO
¿Qué
es el cuento? Sabemos qué es un cuento —una narración breve—,
pero podemos encontrar definiciones variadas. Dice Julio Cortázar
que el cuento ha de imponerse al lector de un solo golpe; pues es una
narración corta, un solo tramo de tiempo, como un personaje a quien
le sucede algo particular; y de preferencia se lee de una sola
sentada. También es una identidad, una conciencia, una definición.
Contar y encantar son premisas del cuento.
¿Cuándo
habrá comenzado entre nosotros a escucharse un cuento? Cuando
comienza el habla y da razón de la lluvia, del maíz, de los
animales y sin duda: de los dioses. Lo divino debió jugar un papel
muy importante en la imaginación narrativa. Siempre tenemos un antes
y un después, medido por el tiempo de la Conquista con la nueva
lengua, el castellano. No es aquí la intención de abarcar lo
antropológico. Nuestra labor es más modesta, más actual, que tiene
que ver con el asunto de la lectura, por eso el acercamiento con los
estudiantes. La primera forma de contar que tenemos presente por
tradición oral es el mito, que nos da razón imaginaria del origen
de las cosas y de lo humano; las leyendas, lo sobrenatural, las
mentiras.
Lo
que un cuento cuenta no es para creérsele, y a pesar de eso nos
puede poner contentos o tristes, ¿entonces? Estamos atentos del que
cuenta, luego preguntamos: ¿y qué sucedió? Hay sociedades en las
que el cuento es elemento didáctico educativo. En México todavía
en la década de los sesenta del siglo pasado, los maestros contaban
cuentos al atardecer. Luego programas y horarios fueron modificados,
y esa importancia se minimizó. La palabra perdió sus grandes
efectos.
Cuando
uno escribe desde la provincia ¿con qué firmeza lo hace? Quiero
decir, si es contundente. Lo primero es cuánto se ha leído. Cuentan
la dedicación y el trabajo diario; lo mismo que el ambiente y la
crítica. Habría que decir que hay que escribir a palos, por las
desventajas en que estamos. Hay que salir y emigrar muchas veces.
Distinto es aquel que viene de fuera, de un país que tiene los
alcances de la lectura, el ocio y tiempo libre, y que en general ya
es un escritor, por ejemplo, los ingleses que han venido a Oaxaca.
El
ingenio, la mentira, la imaginación, el sueño, son elementos
diversos del habla, de la palabra que se convierte en cuento, hablado
o escrito, pero lleno de sentido hacia el oyente o el lector. ¿Cómo
quieres escuchar un cuento, oral o escrito? Contar un cuento,
escuchar un cuento, leer un cuento; un cuento que ayude a la emoción
y a los sentidos en un momento. Lo que tenemos por riqueza en esa
expresión en castellano actual es el apuro y el esfuerzo de una
reunión en un solo libro, diverso, eso sí; una dispersión que
requiere unidad, este es el intento de esta antología. Queremos
hacerlo valer mediante este libro por encargo de la Universidad
Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, como la aventura de buscar
caminos a la lectura entre los estudiantes y entre un público más
general. Suena hasta elegante pronunciar “el cuento oaxaqueño”,
por decir del cultivo de este género en nuestro medio.
Así
como los pueblos y las pequeñas comunidades de Oaxaca, todas las
culturas en todos los tiempos han tenido la necesidad de componer
cuentos; personajes que saben usar la palabra y desplegar el ingenio
para contar las cosas, porque saben que con ello se produce un
particular estado de ánimo entre la gente, formando tradiciones,
cultura y educación; y es el cuento una forma de elaborar esta
sensibilidad social. Primero fue mediante la palabra oral y después
mediante signos se hizo por la escritura. El cuento es la manera más
antigua de contar un suceso o una historia, que puede agradar además
a los sentidos del escucha. Es difícil que cualquiera de nosotros en
Oaxaca no haya escuchado un cuento en su infancia de boca de los
mayores, quiero decir, crecimos en una tradición de mitos y leyendas
orales. Los relatos son divertimentos en el campo, al escribirse se
convierten en cuentos y dan lugar a los libros. Los niños siempre
piden que algo se les cuente; las noches siguen cumpliendo su función
original de contar historias; en la lengua que sea.
El
cuento ha sido el más recurrido de los géneros en nuestras
tradiciones; en lo oral se dice contar
una historia;
por otra parte, el tema de lo sobrenatural es uno de los más
solicitados pero menos escrito. Porque el cuento moderno se inclina
hacia otros temas. Oaxaca es una referencia literaria, en la poesía,
en la novela, el ensayo y el cuento, que nos señala una riqueza
particular de cultura. Una antología no es una totalidad, pero en lo
general es una muestra, una selección particular a partir de lo
existente y a prueba de tiempo. También la función narrativa en el
cuento está hecho de tiempo, de hechos, personajes y de ambiente.
¿Quiénes
son algunos de nuestros cuentistas? ¿A qué temas de Oaxaca han
recurrido nuestros escritores e incluso aquellos no nacidos entre
nosotros? Ricardo Flores Magón que tanto escribió en cuestiones
políticas e ideológicas, también escribió cuento, con un tema del
mismo carácter como aquí lo vamos a encontrar, y que es anterior a
la Revolución. Porque nuestra literatura moderna comienza a partir
de este movimiento, como en el caso de José Vasconcelos. Curiosa es
la diferencia con Andrés Henestrosa, por escribir literatura oral de
los mitos y leyendas de una antigüedad mesoamericana.
El
tema central de esta antología es Oaxaca, bien por los escritores
oaxaqueños, o por aquellos que han llegado a esta tierra y se han
inspirado en ella. No hemos notado muy bien la riqueza que se produjo
al conjuntarse las lenguas, los giros en cada región o pueblo, las
ciudades ya en sentido más moderno. La Revolución, la comida, el
magisterio, el campo; siempre algo encuentra su referencia con el
mundo precolombino.
Reunir
una serie de voces que del cuento dan razón en Oaxaca es un hecho
interesante, apasiona porque es algo que viene del mismo origen de
las cosas. Cuentos de Oaxaca, y tal vez sea más lo que no está
escrito, pues la temática del cuento en Oaxaca debe ser muy antigua,
comienza con la tradición oral, y es por sí sola una antología
imaginaria del sueño y la invención y que puede ser lo primero y lo
más antiguo. La tradición de los biniguláza
o zapotecos, por ejemplo, o los mixtecos, los mixes, los zoques, nos
han impregnado su lenguaje y su influencia, como la lengua náhuatl,
que tanto ha influido, nada más en los nombres de pueblos, ciudades
y las cosas, tanto en los nombres de las deidades. Así se escuchan
las versiones del Rey Condoy entre los mixes; La Donají en los
Valles; Ita Andehui en la Mixteca; es una literatura latente sin
autoría, sino de diferentes versiones. Aunque esta antología no
pretende una reunión geográfica o regional, sino personalizada de
los cuentistas oaxaqueños; e incluso de extranjeros que han tomado
Oaxaca en su temática.
¿En
qué lenguas escribimos actualmente? ¿Qué o cuál imaginación nos
guía para escribir? Puesto que esta antología solo pretende reunir
obra o cuento corto, en español, decimos que es la manera más
universal de la escritura, muy a pesar de nuestra riqueza en lenguas
y cultura, ello va muy apreciado. Advertimos que el objeto es la
comunicación y el encuentro del género corto.
Hoy
habitamos un Estado de muchas lenguas, incluyendo desde luego al
propio castellano del siglo XVI hasta nuestros días en muchas
comunidades, compartiendo el náhuatl. Son muchos los autores que
habría que mencionar, pero hay limitaciones. Hemos recibido la
influencia de escritores extranjeros que han vivido y escrito desde
nuestro lugar. Escritores no oaxaqueños que también nos han dejado
huellas literarias: D.H. Lawrence, Malcolm Lowry, Italo Calvino; de
este último incluimos el cuento que refiere especialmente sobre la
comida.
Muchos
escritores extranjeros han pasado por el sureste de México, los
ingleses han tenido un particular afecto a Oaxaca como muy pocos y
que han viajado por nuestra tierra, novelistas, poetas y cuentistas:
D.H. Lawrence, Malcolm Lowry, Graham Greene, Aldous Huxley, Seamus
Heaney, Robert Valerio. Luego uno podría preguntar, ¿y qué hemos
tomado de ellos en la lectura y la creación? Más bien son ellos
quienes se han inspirado de nosotros, desde esa mirada en que
nosotros no podemos mirarnos de la misma manera.
Y
no es que los oaxaqueños no escriban, sino que el esfuerzo es mayor
sin grandes lecturas, cuando se hace sin profundizar en las cosas, en
la ficción que exige la escritura actual. Tampoco tenemos al lector
exigente, o la crítica. La temática nos gana, la persistencia luce
un momento y se apaga; se corta la continuidad. Sin la lectura
continua la obra se resiste a salir de la pluma. También parece
haber una pereza imaginaria para escribir. Las regiones mantienen sin
embargo su oralidad creativa. En la tradición oral del Istmo existe
un género regional llamado “mentira”. Muchos han escrito
mentiras, como Gabriel López Chiñas, Alejandro Cruz, Enedino
Jiménez, Víctor de la Cruz, que lo han tomado de la tradición
oral, de los propios mentirosos sin saber escribir; y merecen ser
considerados en exposición aparte.
No
es una clasificación por regiones, ni por edades, ni tendencias; no
se excluyen estos criterios que sería deseable; comienza más bien
con el siglo XX con la detonación revolucionaria. El principio de
siglo son ya momentos de la Revolución; es Ricardo Flores Magón
quien da inicio con ello, escribiendo relatos y propagandista.
El
cuento tradicional o popular es el padre de todos los cuentos, de ahí
viene el nuevo cuento, o cuento moderno o literario. El primero se
distingue por no tener autor, nace oral y se hereda por generaciones.
El cuento literario se presenta escrito y con autoría. Pero ambos
son de carácter imaginario; encantamiento original.
Entre
los autores más cercanos y más conocidos en los últimos años, se
encuentran Andrés Henestrosa y Gerardo de la Torre. El primero hace
una reconstrucción poética del mito y la leyenda; el segundo se
inserta en una visión menos tradicional o regional, habla de la vida
moderna y la desigualdad social. Ambos salen de su lugar de origen y
llegan a la ciudad de México en diferentes épocas; se abren al
panorama universal. Que no es lo mismo escribir desde el mismo lugar
de origen, aunque esté la historia oral, pues se ha necesitado de
una conexión con la lectura de los autores clásicos o universales.
Pues la literatura es una forma de conciencia; tanto leer como
escribir cambian a la persona. Víctor de la Cruz y Arnulfo Mendoza,
combinan lo escrito y lo oral en el mito zapoteco, el primero escribe
y el otro relata. También Macario Matus sabía escuchar lo que la
gente contaba; escribía de manera muy breve.
No
deja de ser un enorme afecto personal por Oaxaca el que a uno le
toque en algún momento, componer o armar estos cuentos de diferentes
escritores; unos han sido influidos por otros, dicha influencia ha
jugado un papel de gran importancia y debe permanecer entre nosotros,
cuentistas o no; otros incluidos son escritores muy conocidos en las
mismas cuestiones literarias. Algunos con su permiso y otros no,
pensando en que la Universidad no necesariamente tiene que hacerlo,
por el simple hecho de la difusión de la cultura y no con fines
comerciales. Y esto mismo adelanto a decir el agradecimiento del
esfuerzo intelectual de su trabajo.
Con
esto lo que podemos afirmar es la existencia de una tradición
cuentística de lo oaxaqueño, nacida de lo oral y continuado de
manera escrita. Los escritores de cuento más recientes han procurado
una creación mucho más personal, entre los muchos continuadores
destacan por su efectividad, Israel Castellanos, Abelardo Gómez,
Azael Rodríguez y Víctor Armando Cruz Chávez; también confían en
su personalidad imaginaria Jorge Pech y Cuahtémoc Peña, sin olvidar
la maestría de Fernando Solana. En muchos otros está de igual
manera la continuación del hecho literario del cuento.
Lo
dicho al principio, estamos ante el esfuerzo de muchos para decir que
hay un cuento oaxaqueño. Quienes lo hayan hecho, estos son ejemplos
de la palabra escrita con el mayor esfuerzo, que tal vez ninguno
pensó estar al lado de otro alguna vez, como lo dejamos demostrado
esta vez. Queremos decir que esto de ninguna manera limita a nuestros
autores para hacer de su obra simplemente una literatura local, lejos
de un mero regionalismo. Lo que la literatura hace es conectarnos a
lo exterior; nos representa, pero nos libera de su propio origen; nos
puede llevar a cualquier latitud. Nuestro tiempo es de exigencias.
Decíamos que el punto de partida es la temporalidad. En la
Revolución se define un nuevo impulso literario y es Ricardo Flores
Magón, quien propicia esta visión, tal vez más como propagandista
y de conciencia política, que como empeño literario. Y con él se
abre esta antología. Que el lector juzgue tales empeños.
Y ahora leamos uno de los breves salido de la pluma del literato Azael Rodríguez Miranda. Extraño cuento, pero ortodoxo por lo demás...
NOTICIAS DE LOS BELELI
AZAEL
RODRÍGUEZ
Los
beleli fueron un pueblo numeroso y combativo; ahora son pocos. Su
temperamento, con el apresurado paso de los días, se ha vuelto
pacífico, meditabundo, a tal grado que sus varones principales se
jactan de haber respondido toda su vida a las agresiones de sus
enemigos con sonrisas enigmáticas y desestabilizadoras, y de no
conocer espada o instrumento o máquina alguna que pudiera servir,
así fuese indirectamente, para el despreciable ejercicio de la
guerra. Profesan una religión vagamente musulmana y Marco Polo, en
página feliz, pondera su hospitalidad y su pericia culinaria.
En
los buenos tiempos, Elí el Fatalista, su mítico rey, llegó a tener
60 mil súbditos diseminados en cientos de islas, entre la India y
Madagascar. Actualmente viven en Lucía, un peñasco de origen
volcánico, situado al suroeste del mar de Andamán, en el ecuador
terrestre, en el ombligo del océano Índico.
El
más reciente censo de los beleli, en el año 1377 de la Hégira, nos
informa que su población total es de 19 habitantes, divididos o
agrupados en tres clases sociales:
a) el
rey —conocido como el Aisén—, que tiene el carácter de Hijo de
la Noche, además de los títulos de Gobernador de los Dátiles y
Siervo de la Espiga;
b) la
corte, integrada por las cuatro esposas del aisén y sus dos hijas y
cuatro hijos (los cónyuges de estos últimos no son parte de la
corte), y
c) el
pueblo, compuesto por ocho personas.
Hasta
donde se sabe, el aisén de los beleli es el único monarca que tiene
la obligación legal de saludar diariamente a todos sus súbditos en
forma personal, lo que suele hacer a media tarde.
Sus
leyes también establecen que sólo el Siervo de la Espiga tiene
derecho a no trabajar. Pero se ve obligado a hacerlo, y del alba al
ocaso —en la pesca, como el resto de sus coterráneos—, porque en
Lucía, aislada por un mar infestado de tiburones tigre y por la
falta de ambición del temperamento nativo, escasea mucho la mano de
obra. Éste es uno de los principales obstáculos para lograr el
pleno desarrollo de la economía y el comercio belelenses, por lo que
el aisén actual toma ya cartas en el asunto y se muestra cada vez
más partidario de las medidas drásticas.
El
otro obstáculo principal son las hambrunas periódicas.
En
el magro suelo de Lucía la agricultura es imposible y sus habitantes
viven del mar. Del mar vienen la alegría y la catástrofe. Los
cardúmenes del matute listado de cola negra1
—de los que el pueblo beleli se alimenta casi exclusivamente—,
por causas desconocidas aún, cambian sus rutas migratorias de cuando
en cuando. Cada vez que esto sucede, los isleños se ven obligados a
alimentarse del pescado seco disponible y luego de hierbas y ralees,
hasta que encuentran la nueva ruta. En el intervalo fallece a veces
más de la mitad de la población.
Por
estas fechas debe encontrarse ya en el parlamento —compuesto por
todas las mujeres del reino, quienes por cierto se han declarado
conservadoras al respecto— una iniciativa de ley enviada por el
Hijo de la Noche, en la que se considera una agresiva política de
población que tiene como objetivo primordial colonizar la parte sur
del océano Índico con millones de sonrientes y contemplativos
beleli —con la esperanza de que las futuras generaciones encuentren
otras fuentes de alimento menos caprichosas, quizás en otras
geografías—, emulando esplendores de épocas más gloriosas, antes
que la próxima hambruna los merme en forma definitiva.
1Pez
acantopterigio, de carne comestible y delicada, que llega a alcanzar
los 3 5 metros de largo. Anualmente huye del invierno del mar de
Corea y se refugia en las cálidas aguas de los alrededores de
Madagascar (N. del E.)
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