Daniela Traffano y Salvador Sigüenza me invitaron a hacer mis comentarios al respecto y éste que publico aquí fue el texto que escribí celebrando su aparición. Es un tanto largo, por eso le iré metiendo unas cuantas fotos para hacerlo menos tedioso, fueron tomadas de los libros, sin mayor orden... Sin más preámbulo, empezamos.
Niña mixteca estrenando libro escolar.
IMAGENES
DE UNA IDENTIDAD.
EL
JUEGO
OAXAQUEÑO
ENTRE
LA
GEOGRAFÍA
Y
LA
HISTORIA
EN
EL
SIGLO
XX.
1.UNA LECTURA PERSONAL.
8
Libros coordinados editorialmente por Daniela Traffano y Salvador
Sigüenza Orozco. Editados
por el CIESAS, el FONDO MIXTO CONACYT y el GOBIERNO DEL ESTADO DE
OAXACA.
Al
oaxaqueño se le facilita mucho identificarse con las condiciones
geográficas donde Dios lo trajo al mundo, a las que se refiere como
“su tierra”. He notado que le gusta pues le colma el alma sobre
todas las cosas. “Su tierra” es la mitad de su identidad, la
mitad inmutable, la mitad sosegada, su patrimonio. La otra mitad de
“su tierra” la ocupa una historia “redonda”, compuesta por la
biografía personal y la de sus padres formando las dos caras de una
misma moneda. Al contrario de la geografía, “su historia” está
en perpetuo cambio. Se vuelve el escenario de sus anhelos y pasiones.
Es agitada y parece marchar siempre a paso veloz hacia algún lado.
La geografía de “su tierra” es, en cambio, silenciosa y
portátil. Puede verla hasta con los ojos cerrados aunque se
encuentre a cientos de kilómetros. Le ofrece además una ventaja
definitiva al oaxaqueño: será el sitio preciso de su última
morada. La letra de la popular Canción Mixteca (de José López
Alavés) nos estrujará el alma porque de manera sentimental describe
siempre el destierro al que nos condena la Historia, pero sin ésta,
nada de lo humano tendría sentido. La geografía regional es pues,
la llave innata que emplea el oaxaqueño para abrir las puertas de la
historia, la personal y la de su patria chica.
Un
viajero del siglo 17 (Thomas Gage, irlandés y dominico) describió a
Oaxaca como el lugar en donde Dios amontonó las montañas que le
sobraron después de que terminó de crear al mundo. Muchos siglos
antes de que se pudieran captar imágenes por medios
óptico-mecánicos, nos obsequió esta indudable primera “fotografía
aérea” de nuestro estado.
Así
mismo
empiezan
estas
monografías,
describiendo
el
paisaje
común
que
da
rostro
diferente
a
cada
región
cuyos
nombres,
sin
excepción,
aluden
a
sus
características
geográficas.
Dentro
de
las
múltiples
maravillas
que
me
ofreció
esta
colección
está
una
enorme
cantidad
de
fotografías
inéditas
que
me
permitieron
como
lector
observar
detenidamente
cómo
han
interactuado
las
regiones
con
la
naturaleza
que
les
rodea
y
como
ésta
determinó
su
desempeño
en
un
periodo
particular
de
nuestra
historia
nacional:
el
del
auge
y
decadencia
de
la
Revolución
mexicana
institucionalizada.
Los
8 tomos de la colección “Imágenes de una Identidad” suman más
de 500 páginas. La edición consta de 8000 libros, mil por cada
región. Fueron impresos en el papel idóneo para que las fotos
ofrecieran el mayor número de detalles al lector, aunque algunas son
demasiado pequeñas para mi gusto. En estos libros los textos
convencerán y las imágenes emocionarán y conmoverán al oaxaqueño.
La coordinación editorial es de los doctores en historia Daniela
Traffano y Salvador Sigüenza Orozco, ambos académicos del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
–CIESAS– Unidad Pacífico Sur. El diseño es de Judith Romero,
que es también fotógrafa. La impresión y la encuadernación son de
Carteles Editores.
Los
contenidos textuales son objetivos y la redacción es eficaz. La
estructura compositiva es unitaria, aunque cada autor le da su
personal toque. Todas las piezas calzan unas con otras ofreciéndonos
una visión de conjunto razonada y clara. Pero el peso del
sentimiento, exactamente donde radica la identidad del alma, se lo
dejaron a la fotografía y ésta lo hace de modo contundente. Muchos
de sus lectores diremos al leerlo yo conocí a esta persona... mi
padre estuvo en ese sitio... así era mi pueblo. Por este hecho
resulta un esfuerzo editorial innovador (financiado por el Conacyt y
el Gobierno del Estado de Oaxaca).
La
fotografía causó furor en Oaxaca desde los años treintas del siglo
XX, aunque llegó hacia los años de 1870. Aún nadie ha escrito su
historia. Las fotografías de estos libros provienen de archivos
institucionales y particulares. Ha sido un rescate que merecería
ampliarse hasta llegar a crear una fototeca que recoja para su
conservación y estudio las imágenes que aún sobreviven al tiempo y
al olvido. La tecnología actual lo puede hacer a un bajo costo.
II.EL
OAXAQUEÑO CONTEMPORÁNEO MIRA CON INDIFERENCIA AL SIGLO XX.
Parte
de nuestro prejuicio viene del rechazo al viciado estilo que
caracterizó al partido que por décadas acaparó el poder político
en todos los rincones de la nación.
Pero
aquí cada autor ha puesto el énfasis en el pueblo, aquel
protagonista idealizado de la utopía de la Revolución mexicana.
Aquí no hallará el lector los retratos del poderoso sino los de las
masas rurales tal como las hallaron las primitivas cámaras
fotográficas del siglo XX. Más primitivas aún eran las condiciones
materiales en las que vivían nuestros ancestros hace apenas cien
años. La anterior fue la centuria de las hambrunas y las pestes. Las
fotos nos muestran a indios andrajosos aferrados a la vida. Pero lo
realmente interesante es la enseñanza que nos deja esta obra en su
conjunto: quiénes, dónde y cómo se construyó la utopía
revolucionaria en Oaxaca. A lo largo de estas páginas el lector
podrá ver aquellas condiciones materiales en las que vivieron los no
tan antiguos oaxaqueños y los esfuerzos que hizo por redimirlos un
estado nacional surgido tras una larga guerra civil. Así
transitaremos de la utopía redentora de un José Vasconcelos hasta
el eclipse total de sol en Miahuatlán que en los años setentas del
siglo pasado fue el augurio simbólico del fin del nacionalismo
revolucionario.
Indios mixtecos.
El
paisano José Vasconcelos, acaso la mejor herencia que nos dejó la
“bola” en Oaxaca, fue el único constructor de utopías de largo
alcance. Por utopía debe entenderse la conjugación de situaciones
ideales en un territorio igualmente ideal. Su filosofía le permitió
ver claramente nuestro problema: aislamiento geográfico,
analfabetismo y olvido del pasado propio. Este miserable tríptico de
atavismos formaron el escollo que como enorme roca en medio del
camino, nos impedía siquiera ver la forma de la ruta que nos
esperaba más adelante, pero eso no quitaba que la nuestra fuera una
raza cósmica capaz de expresarse a sí misma con enorme dignidad y
con inigualable belleza si tan solo se le dotara de las herramientas
intelectuales del saber en las ciencias y el hacer en las artes. No
otra cosa está en la base del lema de la Universidad Nacional que él
fundó: “Por mi raza hablará el espíritu”.
Hallaremos
las fotos del motor vasconceliano que transformaría radicalmente
situación tan lastimera: las escuelas. Se debe a que los
coordinadores obtuvieron varias imágenes de los archivos
fotográficos de la Secretaría de Educación Pública, fundada por
Vasconcelos precisamente para enseñar a escribir, leer y hacer
operaciones básica de aritmética a los niños mexicanos.
Lo
que yo veo en algunas de estas fotos es la construcción de la utopía
nacionalista hasta en los últimos rincones de Oaxaca. ¿Cómo
hacerles saber a estos miserables paisanos que tuvieron un pasado
culturalmente glorioso? ¿Cómo hacerlos sentir la pertenencia a una
patria común; cómo enseñarlos a criticar su presente y cómo
convencerlos para innovar acciones colectivas que rompieran las
cadenas que les ataban al mal comer, a la insalubridad y a la
explotación?
Vasconcelos
imaginó que los libros harían tal trabajo. Fue más lejos aún,
hasta la fuente misma donde se hallaba la energía que movería todos
los obstáculos teniendo sus libros en las manos: la maestra y el
maestro. Hoy ya es historia. A aquel impulso acudieron por cientos
hombres y mujeres. Con más voluntad que medios materiales arribaron
a pie a lugares remotos a divulgar el nuevo evangelio revolucionario.
Toda la nación estaba empeñada en tan vigorosa tarea. Ya lo
olvidamos, por supuesto. Nos queda la ironía de la historia que hizo
que el gran Vasconcelos se estrellara una y otra vez frente al
pistolerismo “revolucionario”... Pero aquí es donde las fotos de
estos libros son tan útiles, porque nos recuerdan que ya lo hicimos
antes, que un lejano día tuvimos coraje y fuimos con nada más que
los brazos y el corazón a ayudar en donde más se necesitaba.
Los
gobiernos revolucionarios, influenciados por los ideales comunistas,
socialistas y anarquistas –tan fuertes en la época– impusieron
una dura batalla contra las lacras sociales. Emprendieron campañas
contra el alcoholismo; debatieron con quienes se oponían a que las
escuelas fueran mixtas; obligaron con todos los medios a su alcance a
los padres para que no solo enviaran a sus niños a la escuela sino
también a sus hijas. Buscaron la manera de darles libros y útiles
escolares y más tarde se propusieron como meta darles de desayunar
en la escuela. No pudo la patria mantener ese ritmo, pero sí
pudieron la Sabritas y la Coca Cola llegar y surtir su mercancía
hasta el último rincón de nuestra geografía. Los gobiernos
trataron de combatir la violencia doméstica tanto como los juegos de
azar. El trabajo era una cosa muy seria y el ocio debía ocuparse en
tareas de cultura general y esparcimiento sano. El presidente de la
república era el primero en decir que estaba entregado al “trabajo
fecundo y creador”... Un gobernador de ideas socialistas imponía
su credo: “démosle al indio la razón aunque no la tenga”...
Había rumbo, había metas, había ideales que habían costado
sangre. La nación se multiplicaba al tiempo que el paternalismo
aumentaba.
Una
vez abiertos los caminos, pensó el nuevo régimen, el comercio
fluirá y los precios bajarán y los “coyotes” y acaparadores se
esfumarán... Cuando esto no sucedió, pisó el acelerador para
inventar monopolios estatales: Inventó la Conasupo para controlar
los precios de los alimentos en las zonas rurales y urbanas
marginales. Ahora es Wal Mart el referente de los precios bajos...
Inventó el INMECAFE para comprar el grano a “precio justo” a los
pequeñísimos productores pero por poco acaba con ellos; inventó
PEMEX para que la nación administrara en el nombre de todos una
riqueza sin fin... hoy es un náufrago a la deriva... a los paisanos
sin tierra les inventó una Reforma Agraria estilo Peter Pan; cuando
los campesinos se quejaron de que sus campos estaban agotados inventó
FERTIMEX; cuando solicitaron leche para sus hijos inventó Liconsa...
cuando el obrero se quejó de explotación, inventó las
corporaciones obreras que ayer los defendían y hoy los esquilman...
Aquel fue un periodo de esfuerzos colosales que se ahogó años
después en el fondo de una colosal corrupción. Aquí hay una
enseñanza de la historia reciente ante la cual no podemos cerrar los
ojos. Las lacras del paternalismo, de la demagogia y del compadrazgo
siguen viviendo, sólo cambiaron los colores de sus chaquetas, de
tricolores a azul con amarillo y anaranjado.
Ocurría
todo esto para hacer posible lo que se llamó “el milagro
mexicano”, pero ¿cómo se reflejaba esto en el interior de las
montañas de Oaxaca? No solamente se trató de enseñar las primeras
letras sino de superar de una vez por todas las causas del dolor
nacional que dejan la ignorancia y los tabús.
Una
jornada en el patio escolar podría comenzar entonando el Himno
Regional Socialista para enseguida entregarse al entonamiento físico
del cuerpo. Hacer gimnasia sueca significaba varias cosas, pero de
entrada la participación colectiva al unísono: coordinación
motriz, disciplina, ritmo, trabajo en equipo, oxigenación óptima de
la sangre, aspirar-contener-exhalar y como consecuencia una felicidad
grupal inexplicable. “Mente sana en cuerpo sano” fue la divisa
para educar integralmente a nuestros padres. Estas ideas las
arrumbamos hasta ahora que el mismo Estado ha tenido que declarar que
sufre nuestra infancia una epidemia de obesidad y prediabetes y que
está pensando seriamente desempolvar la vieja calistenia en las
escuelas...
Quienes
pueden pagan una membresía en un gimnasio particular que es más un
centro social que deportivo pero dentro del cual nos aislamos
conectados a los audífonos de nuestro smart phone. ¿Quién ignora
que hacer ejercicio estimula las endorfinas que esparcen la química
semilla de la felicidad en el cuerpo? Hoy “el chemo y el churro”
son una alternativa barata y masiva para ingresar a una felicidad
parda donde por lo menos se olvida momentáneamente el hambre.
Decenas
de niños y niñas aparecen en estas fotos haciendo sus tablas
gimnásticas, en sus calzones de manta como uniformes deportivos;
descalzos pues los tenis marca “Náic” (Nike, en inglés) se
inventarían décadas después. En el fondo de estos nuevos
contenidos educativos que fomentaba la Secretaría de Educación
Pública estaba una leyenda universal que los hijos de la Revolución
mexicana triunfante deberíamos estar prestos a replicar: la del
soldado griego Filípides, inspirador del maratón olímpico.
(ESTE
TEXTO ME LO SALTÉ EN LA LECTURA. ES OPCIONAL PARA EL LECTOR DE ESTE
BLOG) Quizás les diga algo más si abundamos brevemente. La historia
es cinco siglos anterior a Jesucristo. Los persas, unos bárbaros
desde el punto de vista de la historia occidental, eran un ejército
imbatible y habían anunciado que irían sobre Atenas, la ciudad más
hermosa de la antigüedad. Les amenazaron que harían suyas a sus
mujeres, que esclavizarían a sus niños y que no dejarían piedra
sobre piedra. Todos los griegos que pudieran sostener una espada en
sus brazos salieron a hacerles frente en la planicie de Maratón. En
Atenas solo se quedaron las mujeres y los niños. Rezando todas.
Habían convenido con sus esposos, hijos y padres, que si perdían la
guerra se suicidarían en masa antes que caer cautivas de los
enemigos. Para eso necesitaban que el último de sus soldados con
vida les avisara el resultado del choque militar de inmediato, pero
si esto no ocurría el mismo día, significaría el fin y antes de
que se ocultara el sol se matarían todas. La batalla fue sangrienta
y larga y triunfó el pequeño ejército de Atenas, pero el tiempo se
acababa y con él la tarde. Filípides, el soldado, corrió muchos
kilómetros sin parar hacia la plaza de Atenas. Al fin, frente a la
multitud de mujeres, antes de que le reventara el corazón por el
esfuerzo realizado, pronunció una sola palabra: Niké... es decir,
triunfamos. Niké se pronuncia hoy “naic” y como todos sabemos es
una marca gringa de ropa deportiva y es el ideal de los tenis que
desean nuestros jóvenes, indígenas o no. Pero lo importante en el
México de los años treintas era la moraleja: te sacrificarás por
los tuyos, por eso deberás preparar tu mente tanto como tu cuerpo.
Eso es lo que te hará sobrevivir a todo.
En
el repaso de imágenes lo que se revela aquí en conjunto es que
México tenía claro a dónde llegar, pero no podía. Se ve en el
conjunto de fotos un esfuerzo gigantesco por construir caminos,
escuelas, costureros, clínicas, etcétera. Cientos de hombres salen
picos y palas en mano a hacer sus caminos, las vías de acceso a la
educación, a la salud, al comercio. El periodo que reseñan estos
libros está marcado por un ímpetu imbatible de acabar con el
aislamiento geográfico. Es el siglo de las escuelas y carreteras.
Por ellas sacarán sus productos e ingresarán bienes de consumo más
variados y quizás más económicos. Esas serán las rutas que los
llevarán a la migración masiva hacia las grandes capitales y al
norte. Las que en sentido contrario les llevarán campañas de
higiene personal, pues las epidemias son un problema que causa mucha
mortandad; les enseñarán los empleados del Instituo Nacional
Indigenista a rasurarse la cabeza, asiento de piojos y liendres. Los
maestros les enseñarán el uso de letrinas alejadas de sus chozas, a
hervir el agua, a asearse las manos, la boca, el cuerpo. Las
enfermedades como el tifo, el paludismo, los males gastrointestinales
y la influenza española diezman a la población y la hacen tan débil
que para la Revolución resultan un estorbo inadmisible. Brigadas
médicas y de salubridad recorren a pie las serranías y cañadas,
pero la ignorancia y el fanatismo prevalecientes rechazan sus
campañas de vacunación. Una y otra vez vuelven hasta que los
convencen. Para estimular el cambio de mudas de ropa esas carreteras
de terracería tan angostas les llevarán máquinas de coser y
maestras que les enseñarán corte y confección a las mamás. Es muy
importante para la salud colectiva lavar la ropa, hervirla para
erradicar las pulgas y los ácaros. Para eso se necesita vestimenta
nueva y barata que la mamá pueda hacer y adaptar fácilmente según
van creciendo en tallas los hijos.
Los
empresarios de entonces llevan sus capitales a las regiones más
remotas y sistematizan la pequeña mecanización de sus tierras. El
esfuerzo resalta más por su indomable presencia que por el impacto
de desarrollo económico que acarrearán. Las aeronaves sobrantes de
la Segunda Guerra Mundial son las únicas que podrán comunicar las
agrestes serranías, aterrizando en campos aéreos más bien propios
para acrobacias suicidas. Pero eso no detiene al oaxaqueño. El
enfermo sale hacia su hospitalización desde su remota población y
comparte el fuselaje con chivos en pie, piscadores de pescado seco y
sacos de café. El supremo gobierno le manda a sus autoridaes y
profesores a que enseñen en los lugares más recónditos a cultivar
huertos escolares y familiares. Le urge que sus habitantes mejoren su
dieta, los hagan más fuertes y resistentes a enfermedades y
trabajos. Los primeros camiones de pasajeros se adaptan a las
exigencias. Adentro viaja el pasaje y en el techo, sus mercaderías.
Es frecuente que se bajen todos a empujar y desatascar del lodo al
viejo Ford. Las campañas de castellanización se esparcen. La
Revolución no tiene más tiempo que perder y exige unificar el
idioma para que todos por fin nos entendamos de una buena vez. La
construcción de la Carretera Panamericana es un parteaguas en la
historia de Oaxaca. Por primera vez habrá un camino pavimentado que
la cruza de lado a lado. En vez de convoyes militares americanos
circularán pasajeros, turistas y mercancía. Se vuelve el motor de
toda nuestra economía. A partir de ella a todas las comunidades les
urgirá conectarse con su ciudad capital. También por primera vez el
turismo organizado comienza a llegar. Ya no solo son escritores y
aventureros sino agentes comerciales, representantes de firmas
nacionales e internacionales que llegan a las regiones de Oaxaca a
trabajar, comprar y vender. Algunos de ellos fundan familias y éstas
se quedan a vivir para siempre aquí. Las grandes oleadas de
migraciones asiáticas, del Medio Oriente y de Europa llegan a este
territorio. La guerra cristera hace ruido en la Costa pero es
finalmente apagada. Queda mucho por hacer para desfanatizar al
indígena. La clave de la educación popular está en un socialismo
romántico. Los muralistas de México hacen visible y además
“legible” el mensaje de la vanguardia de la humanidad. Se pide
que el puerto de Salina Cruz vuelva a funcionar. El Papaloapan
insiste en que se venza a las montañas y se le comunique con la
capital, las Sierras se desangran por la migración de sus hombres
que se van al norte y sus mujeres que llegan a la ciudad como
sirvientas. En Oaxaca se aceptan como mozos a sus hijos, a cambio de
alojamiento y comida pero especialmente a cambio de poder ir a la
escuela. Hay un frenesí por remontar los lastres.
Extrayendo con indomable coraje la riqueza cafetalera a la Sierra Sur...
Istmeñas bañándose con sus hijos
Al
leer estos tomos vino a mi memoria aquel poema que recitábamos en
grupo a todo pulmón. ¿Lo recuerdan?...
México, creo en ti,
como en el vértice de un juramento.
Tú hueles a tragedia, tierra mía,
y sin embargo ríes demasiado,
acaso porque sabes que la risa
es la envoltura de un dolor callado.
No
hay poema más a tono con la época que éste del vate yucateco
Ricardo López Méndez. Estrofas que vibraban entonces en nuestros
infantiles pechos, pero hoy inflaman nuestra indignación y
apocamiento.
Había
una sola misión nacional. 1917 a 1970 es un periodo en que gracias a
la fotografía impresa en diarios y revistas de todo el país y al
cine se construye una identidad nacional: El “Indio” Fernández
como director y Gabriel Figueroa como fotógrafo crean la estampa
nacional idealizando a la raza de bronce. Los roles del charro y la
china se subliman. Ellos son apuestos, valentones y aunque borrachos,
honorables. Ellas son sencillamente divinas: almácigo de virtudes y
buenas para el zapateado. Es un México rural con un pie en lo real y
otro en el sueño. Lo hacen tan artísticamente que estas imágenes
invadirán al mundo entero con enorme éxito.
III.
FULGOR DEL REGIONALISMO
La
respuesta oaxaqueña a este nacionalismo fue la exaltación del
regionalismo en la voz de poetas y trovadores como Francisco
Hernández Domínguez, Efraín Villegas Zapata y Juan G. Vasconcelos.
Lo
que la sociedad oaxaqueña construyó en este periodo fue, por su
origen popular y su autoría colectiva, un símbolo maravilloso de
identidad: la guelaguetza. Fue entonces que el carácter regional
comenzó a tener una fisonomía propia que lo distinguiría de las
demás regiones. Todo se volcó en esa búsqueda dentro de uno mismo
y descubrimos, cuando no inventamos, nuevos trajes regionales donde
las formas, el color y las telas tomaron lo mejor de éste o de aquel
poblado. La música no se diga. Se citó al son, al jarabe y al
zapateado. Se adoptó como general una imagen de felicidad, cuando no
de picardía y sensualidad. Se presumieron frutos de cada tierra y
sabores de cada rincón. Cada quien habló en su lengua y se
coincidió en un solo lugar, en una sola fecha para hacer de la
identidad una fiesta general. El cerro del Fortín era el triunfo
simbólico contra el aislamiento geográfico, se convirtió en un
faro que orientaría nuestro devenir: unidad, esfuerzo, frutos de la
tierra y cantos salidos del alma compartidos entre todos: la
identidad oaxaqueña había por fin comenzado a materializarse.
Mujeres de la Chinantla... Sus hermosos trajes lucen a través de "Flor de Piña"
Citemos
un solo ejemplo de esta visión de nosotros mismos que no requirió
expertos en marketing.
Costa,
canción y caricia
borrascosa
como el mar,
donde
vivir sin amar
la
vida se desperdicia.
La
costa es pasión que asfixia
tiene
el vicio de bailar,
se
entrega toda al amar
como
una ingenua novicia.
...
Se
puso luego un fandango,
un
violín y un bajo quinto,
cantaba
el negro más pinto
una
chilena de rango,
yo
la zapatié en un pango
y
hasta cimbraba el recinto.
Era
la
inspiración
de
Efraín
Villegas
Zapata.
Nadie
ha
inventado
cosa
mejor
que
aquella
fiesta.
Esto
se
lo
debemos
al
siglo
XX,
al
periodo
de
estudio
de
estos
libros
cuya
música
sinfónica
de
fondo
podría
ser
el
“Huapango”
de
Pablo
Moncayo
y
se
trata
de
algo
más
cercano
y
popular
podrían
ser
“Tortolita
Cantadora”,
“Sarape
Oaxaqueño”,
“La
Llorona”
y
el
“Andariego”...
La imagen de la istmeña inspiró a los muralistas, fotógrafos,
poetas, músicos...
Pero
no todo es miel sobre hojuelas. Hacia 1970 se agudizó la decadencia
del “sistema”. Junto con el saldo positivo de estas imágenes
tenemos que ver aquellas que hoy nos chocan. En estos libros aparecen
también, pues son parte de nuestra “identidad”. Me refiero a la
fotografía al servicio de los usos y costumbres políticas: los
baños de pueblo en giras electorales, los mítines de acarreados y
las “masas” sombrerudas apoyando a sus gobernantes que les
inauguraban obras públicas, aún cuando éstas nunca se hicieran o
se quedaran a medias. Lo importante era el ritual político.
Protestas populares contra el gobierno de Mayoral Heredia
en la ciudad de Oaxaca, en los 50s...
Manifestación estudiantil en la UABJO, en los 70s...
IV.EL
SENTIDO DE LAS PORTADAS
Las
portadas de la colección son una cátedra por su síntesis gráfica
de lo que los autores quisieron mostrarnos como fruto de su propia
visión de nuestra historia y geografía.
Para
la Costa eligieron una imagen de bonanza. Miles de sacos de café son
llevados a un barco para su exportación. Es el momento del triunfo
del hombre con su trabajo y es el momento del triunfo de la
naturaleza domesticada que rinde abundantemente. En el interior de
este libro el lector verá fotografías de heroicos camioncitos
cargados de sacos de café desafiando a los rápidos ríos costeños.
La
portada
de
la
Sierra
Norte
“suena”
como
suele
sonar
el
gusto
de
la
vida
en
aquellas
remotas
montañas.
El
fotógrafo
captura
el
instante
en
que
una
banda
mixe
saluda
a
la
aurora
con
sus
alientos
mientras
también
el
sol
saluda
a
sus
hijos
ayuuk
brillando
intensamente
en
los
arcos
de
latón
de
sus
instrumentos
musicales.
La
portada de la Mixteca parece un salto a su pasado mesoamericano. Las
rudas montañas han sido terraceadas por sus moradores para
extraerles maíz aunque el cielo parece regatearle sus nubes de
lluvia. Chozas y surcos siguen la ondulante sinuosidad de sus
niveles. Despoblada la región desde el siglo 16 por las mortales
epidemias, esta portada se vuelve una imagen propia de la literatura
de Juan Rulfo. Naturaleza e historia parecen permanecer unidas aquí
en silencioso y perpetuo matrimonio, acostumbrado a hacer frente a la
adversidad. Dice tanto del carácter mixteco como el espíritu de la
letra de la Canción Mixteca: vivir aquí, sobrevivir a esta
geografía, podrá ser un trabajo duro, pero es la tierra del sol que
alivia al sentimiento.
En
el extremo opuesto está la portada del Papaloapan. Río majestuoso
que hace fértil a la región y que en el siglo pasado hizo prosperar
su economía moviendo el “oro verde” de los plátanos hacia los
mercados de Europa y Norteamérica. La escena fue común hasta los
años setentas. La panga acarreaba de un lado a otro lo mismo
medicinas que guajolotes, sacerdotes y aventureros pues la capital
regional Tuxtepec, fue un polo económico muy dinámico que atrajo a
cientos de extranjeros inmigrantes. Nótese que el techo de la
embarcación no solo cumple su función de proteger de los fuertes
rayos del sol al pasaje y a las mercaderías sino que carga de todo.
Los hombres usan sombreros jarochos, pero las mujeres –que apenas
se ven– portan los trajes que por estas fechas adoptarían como
identidad regional al diseñar la profesora Paulina Solís su
coreografía “Flor de Piña” para la guelaguetza.
Dos
fotografías que contienen toda la estética de las películas de la
época de oro del cine nacional ocupan las portadas de Valles
Centrales y la Cañada. Es ésta la más heroica. El encuadre del
fotógrafo sintetiza el espíritu de la época: cientos de hombres
con herramientas rústicas abren una carretera a puro músculo. El
progreso es notable y puede apreciarse en la curva que hace la
columna humana que rasca el fondo de la cañada. Pero parece que han
topado con una piedra gigantesca, obstáculo cotidiano al que no
tardarán en reducirlo a polvo. Lo inmaculado de sus vestimentas de
manta podría estar diciéndonos que se trata de un ejercicio
cinematográfico, quizás con intenciones propagandísticas de los
gobiernos revolucionarios, pero el fotógrafo ha conseguido una foto
impecable.
Este
modo de tomar fotografías como la que ilustra la portada de Valles
Centrales, fue popular en las revistas de este periodo. Los
cineastas explotaron el recurso aprendido del ruso Sergéi Eisenstein
que filmó, sin concluirla, la mítica película “¡Que viva
México!”. La estética vanguardista de la época marcaba muy bien
el rol protagónico de la Historia –con mayúsculas– que
desempeñaban las masas, el proletariado, el campesinado. El juego de
diagonales ascendentes que hacen los hombres de los que solo vemos
sus sombreros, la partición de la sombra de la luz, casi casi en la
proporción áurea, hacen del conjunto una vista llena de energía.
La masa agrarista se mueve toda hacia un mismo punto haciendo esta
toma tan bella en sí misma, independientemente de su contenido
político, pues se trata de una reunión con ese carácter de
pobladores de Etla. De todos los volúmenes en éste abundan más
fotos que nos revelan cómo se fueron construyendo los “usos y
costumbres” del decadente folclor político de Oaxaca: el
populismo, el acarreo, el “besamanos”, y el consabido “¡Gracias,
Señor Gobernador!, más otros que todos ustedes recordarán mejor
que yo en cuanto los vean.
Finalmente
tenemos la portada para el Istmo. El fotógrafo ha captado a una
hermosa y enigmática joven zapoteca. La foto no pudo haber sido una
instantánea porque el fotógrafo ha enfocado cuidadosamente su
cámara de modo que la actitud de la modelo luzca a plenitud mientras
el fondo se difumina y también el primer plano donde están el
paztle, la bandeja y los jicapextles exhibiendo su mercancía. La luz
brillante del trópico es la mejor aliada del autor de esta toma. La
paisana de grácil figura contrasta con la tosca columna en que se
apoya. Es un día cualquiera en un mercado istmeño, pero esta chica
tiene un aire de Gioconda. Toda la seguridad en sí misma y el
carácter desparpajado de la istmeña le brotan con naturalidad. Es
la época en que Frida Kalho ha decidido pintarse a sí misma con
trajes de tehuana, queriendo, quizás, personificar este sensual aire
femenino al que ella aderezó además con su muy personal glamour.
El
fotógrafo ha hecho click en el instante preciso. Mientras la venta
llega ella se entrega a la ensoñación ensimismada... quizás
enamorada...
V.CONCLUSIÓN
Como
dije ante, este es el banquete visual que me ofreció “Imágenes de
una Identidad”. Sírvase el potencial lector una copa de mezcal con
la botana típica de su región y piérdase entre sus páginas con
gusto y sin prisas... Cuando regrese, no seguirá siendo el mismo. Se
lo aseguro.
Claudio
Sánchez Islas.
29
de noviembre de 2012.
Claudio
ResponderEliminarle saludo y le felicito.Interesante su trabajo y el amor con el que narra y siente la tierra.
Cómo o dónde puedo adquirir este libro fotográfico. Estoy en la investigación de unas mujeres oaxaqueñas de los años 40.
le saludo
Blanca Garduño
Doña Blanca. Gracias por su correo.
ResponderEliminarMe temo que esa edición está agotada. Pero es posible que pueda consultarla en las bibliotecas del CIESAS, ya sea la que está en Oaxaca o las sedes que tiene en el país. Ignoro si ya la subió a la red el mismo CIESAS–PACIFICO. Es posible. Habría que entrar a su página. Gracias. C.
MUY PADRE , ME GUSTARÍA ADQUIRIRLO. NO SÉ DÓNDE PODRÍA COMPRARLO.
ResponderEliminarBuenos días. Solo puede consultarse en las Bibliotecas del CIESAS, las que están en el país. La edición impresa está agotada. Es probable que la tengan en versión digital en la página electrónica de CIESAS PACIFICO SUR...
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